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Authors: George MacDonald Fraser

Tags: #Humor, Novela histórica

Flashman y la montaña de la luz (22 page)

BOOK: Flashman y la montaña de la luz
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JEENDAN: Esto es lo que mató a Runjeet Singh, ¿lo sabías? Costó un cuenco entero de aceite… y murió… sonriendo…

FLASHY (
un poco ásperamente
): ¡No me digas! ¿Y pronunció sus últimas palabras?

JEENDAN: Era mi deber aplicarle aceite mientras él discutía los asuntos de Estado. Aquello aliviaba el tedio de los asuntos, solía decir él, y le recordaba que la vida no es sólo política.

FLASHY (
meditativo
): No me sorprende que el país fuera a la destrucción y la ruina… ¡Ah, para! ¡Oh, Dios mío! Asuntos de Estado, ¿eh? Bueno, bueno…

JEENDAN: ¿Lo encuentras… estimulante? Es una costumbre persa, ¿sabes? Las novias y novios lo usan en su noche de bodas, para disipar su timidez y aumentar su mutuo disfrute.

FLASHY (
a través de los dientes apretados
): Es un hecho del que siempre se aprende algo nuevo. ¡Oh, santo Moisés! Quiero decir, no te gustaría un poquito de aceite también a ti… después de tu baño, quiero decir… ¡no cogerías frío! Yo estaría encantado de…

JEENDAN: Todavía no. Qué músculos más espléndidos tienes, inglés mío.

FLASHY: Ejercicio y vida sana… ¡Oh, Dios mío! Mira aquí,
kunwari…
Creo que esto hay que arreglarlo, ¿no crees…?

JEENDAN: Yo puedo juzgar mejor que tú. Ahora tranquilo, y escucha. ¿Has oído todo lo que ha pasado en el
durbar
? Entonces… puedes asegurarle a Broadfoot sahib que todo está bien, que la muerte de mi hermano está olvidada, y que yo tengo al khalsa comiendo de mi mano… Así… no, no, tranquilo… ¡sólo estaba jugando un poco! Dile también que yo mantengo los sentimientos más amistosos hacia el Sirkar, y que no hay nada que temer. ¿Lo entiendes?

FLASHY (
gimoteando
): Completamente. Hablando de sentimientos amistosos…

JEENDAN: Un poco más de aceite, creo… Pero debes advertirle que no retire a sus regimientos del Satley, ¿de acuerdo? Deben quedarse en plena potencia… como tú, mi poderoso elefante inglés… Ahora, ya te he acariciado bastante rato. Debes ser recompensado por tu paciencia. (
Se aparta y se arrodilla, buscando la bebida.
)

FLASHY: No antes de tiempo…

JEENDAN (
repeliéndole
): No, no… Ahora es tu turno de untarme aceite. No demasiado, y empieza por los dedos de los pies, así…, suavemente…, frótame las manos… Bien…, ahora las muñecas… Informarás a Broadfoot sahib de que el khalsa será dispersado hasta después del
Dasahra
, y yo instruiré a los astrólogos para que elijan un día para iniciar la guerra… Ahora mis codos. Pero no habrá ningún día propicio durante muchas semanas. Yo me encargaré de eso… Ahora lentamente hacia arriba, hacia los hombros… suavemente, un poco más de aceite… Sí, sabré cómo posponerlo y atrasarlo… Así el Sirkar tendrá tiempo suficiente para prepararse para cualquier cosa que suceda… ¡Los hombros he dicho! ¡Oh, bien!, has tenido mucha paciencia, así que, ¿por qué no? Más aceite, en las dos manos…, más… ¡Ah, delicioso! Pero suavemente, hay más noticias para Broadfoot sahib…

FLASHY (
untando furiosamente
): ¡Al demonio con Broadfoot!

JEENDAN: Paciencia, amado mío, vas demasiado rápido. El placer apresurado es placer desperdiciado, recuérdalo… Dile que Lal Singh y Tej Singh mandarán el khalsa… ¿Me estás escuchando? Lal y Tej… no olvides sus nombres… Y ahora, todo está dicho… así que échate otra vez, mi elefante, y espera el placer de tu conductor…, así…, ¡oh, dioses! ¡Ah…! Espera, échate… y observa este reloj de arena, que señala los cuartos de hora… Su arena debe correr antes que la tuya, ¿lo oyes? Así que ahora, lentamente… ¿recuerdas los nombres? Lal y Tej… Lal y Tej… Lal y…

Los jóvenes, que se consideran dominantes, no lo creerán, pero estas señoras mandonas que insisten en llevar ellas la voz cantante pueden darte el doble de juego que cualquier esclava sumisa, si las manejas adecuadamente. Si quieren jugar a la princesa que sojuzga al pobre campesino, dejadlas; eso las prepara para dar lo mejor de sí mismas, y os ahorra un trabajo muy pesado, He conocido a unas cuantas perras dominantes, y el secreto es dejarlas que marquen el ritmo, mantenerse a la espera hasta que hayan agotado sus capacidades y entonces darles más de lo que pedían.

Conociendo el insaciable apetito de Jeendan, yo había pensado que me vería apurado para mantener los asaltos, pero ahora que estaba sobrio, lo cual no había ocurrido en nuestro primer encuentro, era tan fácil como cortar un tronco… que es lo que ella hizo, no sé si me siguen, al cabo de unos cinco minutos, gimiendo con satisfacción. Bueno, yo no estaba dispuesto a dejar las cosas así, de modo que la levanté y la llevé en volandas por toda la habitación hasta que ella gritó que se rendía.
Entonces
le dejé descansar un momento entre asalto y asalto, mientras la aceitaba amorosamente y la cogía de nuevo…, volviendo el reloj de arena a la mitad y haciendo que se fijara en ello, aunque con la bebida y el éxtasis dudo de que ella pudiera verlo siquiera. Ella susurraba que la dejara ya, así que acabé el trabajo placenteramente, tal como debía ser, y maldita sea si ella no se desmayó… Eso o fue la bebida.

Después de un rato volvió en sí, pidiendo débilmente una bebida, así que le serví unos tragos mientras pensaba si darle unos azotes o cantarle una nana… Uno debe mantenerlas en pie de guerra, saben. Lo primero parecía poco prudente, tan lejos de casa, así que la acuné cantándole
Duérmete, niña
y ella se durmió del todo, acurrucándose contra mí. La dejé echada en el diván, pensando que eso nos daría tiempo para recuperar nuestras energías, y fui al baño para quitarme el aceite… Sabía que había mujeres lascivas que tenían gustos extraños: varas de abedul, espuelas, cepillos del pelo, plumas de pavo real, baños, esposas, Dios sabe qué, pero Jeendan era la única loca por el aceite que puedo recordar.

Yo estaba frotándome y silbando
Bebe, cachorro, bebe
, cuando oí una campanilla que sonaba en el
boudoir
. «Tendrás que esperar un poco, querida», pensé yo, pero oí voces y me di cuenta de que ella había llamado a Mangla, y estaba dándole instrucciones en un susurro soñoliento y exhausto.

—Puedes despedir a Rai y el Python —murmuró—. No les necesitaré hoy… ni quizá mañana tampoco…

Yo tampoco lo creía, realmente. Así que canté:
Rule, Britannia
.

9

Si ustedes consultan los informes de sir Henry Hardinge y el mayor Broadfoot de octubre de 1845 (aunque no se los recomiendo especialmente como lectura amena) encontrarán tres anotaciones significativas a principios de mes: la corte de Mai Jeendan se trasladó a Amristar, Hardinge dejó Calcuta y vino a la frontera del Satley, y Broadfoot se hizo una revisión médica y se fue a dar una vuelta por sus oficinas. En un breve espacio de tiempo, los tres personajes principales en la crisis del Punjab se tomaban un respiro, lo cual significaba que no habría guerra aquel otoño. Buenas noticias para todo el mundo excepto para los dispersos khalsa, algo desanimados en sus remotos cuarteles y ansiando un poco de jaleo. Yo sentí un alivio inmediato de tipo físico. La partida de Jeendan llegó oportunamente para mí, porque un encuentro amoroso más con ella me habría desgraciado para siempre. Nunca había conocido nada parecido. Ustedes pensarán que después del episodio salvaje que acabo de describir ella debió de quedar satisfecha durante mucho tiempo, pero no ocurrió tal cosa. Un par de horas de sueño, una copita de licor y al tajo de nuevo, ése era su estilo, y creo que yo apenas vi la luz del sol durante tres días, por lo que recuerdo, porque uno tiende a perder la noción del tiempo en estos casos. Seguramente batimos algún récord, pero no llevé la cuenta (y de todos modos, algún yanqui aseguraría haberlo hecho mejor). Todo lo que sé es que perdí peso hasta quedarme en ochenta kilos, y eso no es sano para un tipo que mide lo que yo. Yo era quien necesitaba una revisión médica, se lo aseguro, y no Broadfoot.

La mañana del cuarto día, cuando yo estaba ya hecho un guiñapo, preguntándome dónde habría un monasterio por allí cerca para esconderme en él, ¿qué piensan que hizo ella? Pues trajo a un tipo para que pintara un retrato mío. Al principio, cuando trajo su caballete y sus colores al
boudoir
y empezó a mover el pincel, yo pensé que era otra de sus fantasías depravadas, y que iba a hacer que nos dibujaran a ambos ejecutando alguna pose virtuosa. Demonios, ni hablar del peluquín, no van a colgar un retrato mío en la Real Academia del Punjab con los pantalones bajados y el pelo alborotado. Pero todo fue muy correcto, Flashy vestido con un romántico atuendo nativo como lord Byron, con noble aspecto, una pipa de agua en la mano y un cuenco lleno de fruta detrás, mientras Jeendan, situada junto al artista le animaba, y Mangla hacía útiles observaciones. Entre las dos el pobre hombre estaba agobiado, pero consiguió sacarme un gran parecido en poco tiempo… El retrato está ahora en una galería de Calcuta, creo, y se titula
Oficial con traje sij
o algo por el estilo.
Macho exhausto y acorralado
, sería mejor.

—Para que yo pueda recordar a mi
bahadur
inglés —dijo Jeendan, sonriendo maliciosamente, cuando le pregunté para qué lo quería. Me lo tomé como un cumplido y me pregunté si es que me despedía, ya que al mismo tiempo anunció que iba a llevar al pequeño Dalip a Amritsar, que es la ciudad sagrada de los
sijs
, para el
Dasahra
, y volverían al cabo de algunas semanas. Yo fingí sentir un gran pesar y obvié que ella me había reducido a un estado en el cual no me importaba no volver a ver nunca a ninguna mujer.

Mi primera acción, cuando volví a mis habitaciones, fue escribir un informe de su
durbar
y la posterior conversación conmigo y colocarla en la segunda epístola a los Tesalonicenses. Aquel informe fue lo que convenció a Hardinge y Broadfoot de que tenían tiempo: no habría guerra antes del invierno. Yo tenía razón en eso; afortunadamente no les dije lo que verdaderamente pensaba, es decir, que probablemente entonces tampoco habría guerra.

Ya ven, yo estaba convencido de que Jeendan no la quería. Si lo hacía, y creía que el khalsa podía vencernos y convertirla en reina de todo el Indostán, ya les habría enviado a cruzar el Satley por entonces. Engañándolos para mantenerlos en espera ella había estropeado su mejor oportunidad, que habría sido atacar mientras duraba el calor y nuestras tropas estaban más débiles. Cuando llegasen los meses fríos, nuestros enfermos estarían de nuevo en pie, el tiempo seco y los ríos bajos nos ayudarían en nuestros transportes y movimientos defensivos y las noches heladas, aunque serían desagradables para nosotros, estragarían abominablemente al khalsa. Al mismo tiempo, ella les estaba traicionando al avisarnos de que estuviéramos en guardia, y prometiéndonos que nos avisaría si ellos avanzaban a pesar de todo.

Esa mujer, dirán ustedes, es una chica lista que sabe cómo quedar bien con ambas partes, y que traicionará a ambas si le conviene. Pero ella ya se había asegurado de que, si llegaba la guerra, las oportunidades estuvieran a nuestro favor… No obtendría provecho alguno si era vencida.

Aparte de todo eso, yo no creía que la guerra estuviera en su naturaleza. ¡Oh, sí!, ¡por supuesto!, yo sabía que ella era una astuta política cuando se lo proponía, y sin duda tan cruel y dura como cualquier otro gobernante indio, pero sólo tenía que pensar en aquella cara regordeta, llena de placer, soñolienta en la almohada, demasiado lánguida para nada que no fuera la bebida o el sexo, y la idea de que estuviera tramando y no digamos dirigiendo una guerra parecía bastante fuera de lugar. El Señor nos proteja de mujeres así. Ella raramente estaba lo bastante sobria para tramar algo más allá del siguiente experimento erótico. No, si la hubieran visto como yo la vi, estragada por el licor y el amor, habrían estado de acuerdo en que Broadfoot tenía razón y que era una puta de nacimiento que se estaba matando con placeres y disipaciones, un espíritu complaciente que había ido demasiado lejos, para embarcarse en cosas importantes.

Así pensaba yo. Bueno, la juzgué mal, especialmente en su capacidad de odio. Juzgué mal al khalsa también. No me culpen demasiado; parecía que se había tramado una conspiración para mantener a Flashy en la ignorancia. Jeendan, Mangla, Gardner, Jassa e incluso los generales
sijs
me tenían en mente mientras perseguían sus siniestros fines, pero yo no podía saber eso.

En realidad, me sentía muy bien aquella mañana de octubre cuando la corte partió hacia Amritsar, y volví a saludar con el sombrero mientras la comitiva salía por la puerta de Cachemira. El pequeño Dalip iba al frente en su elefante ceremonial, respondiendo a los vítores de la multitud con toda seriedad, pero haciendo guiños y saludando alegremente con la mano cuando me vio. Lal Singh, orgulloso como un pavo real y cabalgando con un aire de propietario junto al
Palki
de Jeendan, no guiñaba exactamente; cuando ella movió la cabeza y sonrió en respuesta a mi saludo, él me dirigió una sonrisa pretenciosa como diciendo: de vuelta al pabellón, infiel, es mi turno ahora. «Pues que te vaya bien —pensé yo—, mucho jengibre chino y polvo de rinoceronte y a lo mejor sobrevives.» Mangla, en la litera que seguía después, era la única que parecía sentir irse y dejarme allí, saludándome y mirando hacia atrás hasta que la multitud se la tragó.

La gran caravana de bestias y sirvientes, guardias y músicos estaba todavía en marcha cuando Jassa y yo nos volvimos y cabalgamos hacia la puerta de Rushnai. «Que tengáis un buen
Dasahra
en Amritsar todos vosotros, y para cuando volváis, Gough habrá reforzado la frontera y Hardinge estará cerca y os veréis las caras con él; entre todos podréis mantener en orden al khalsa, todo se arreglará pacíficamente y yo podré volver a casa», pensé yo. Se lo dije a Jassa, y él lanzó uno de sus gruñidos de yanqui-
pathan
.

—¿Usted cree? Bueno, si yo fuera usted, teniente, no diría eso hasta que me encontrara de vuelta bajo la bandera inglesa.

—¿Por qué no? ¿Ha oído algo?

—Sólo el
Barra choop
—dijo, adornando con una amplia sonrisa su fea cara.

—¿Y qué demonios es eso?

—¿No lo sabe? ¿Un viejo conocedor del Khyber como usted y no lo sabe?
Barra choop
es la calma antes de la tempestad —levantó la cabeza—. Sí, señor, puedo oírlo, es cierto.

—¡Oh, al demonio con sus gansadas! Demonios, hombre, si los khalsa están repartidos por todas partes, y para cuando estén reunidos de nuevo Gough tendrá cincuenta mil bayonetas en el río…

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