La vieja sirena (64 page)

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Authors: José Luis Sampedro

BOOK: La vieja sirena
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Sí, Krito sabe que navega hacia la muerte, por eso su desasimiento, su apasionada ternura mirándome, siempre por última vez, sin hablar, envolviéndome como nunca en el banco de los delfines, los delfines de mármol anunciaban este delfín de carne, Krito vive un viaje final, saber que va a la muerte ¡qué palabras atroces!, si Ahram no se la impone él la abrazará, ayer le pregunté cuánto puede vivir Ahram sin comida ni agua, sonrió amargamente, «ya lo comprobaré, pero luego no podré decírtelo», piensa quedarse en la isla, ha decidido no volver a Alejandría, lo sé aunque no lo diga, no nublar con su presencia un posible perdón a mí de Ahram ¡Krito adorable!, no pensar en eso, la vida decidirá sólo sé que vamos hacia él, en el fondo no es el delfín quien nos guía, sino el propio Ahram, está tan aquí que lo noto atrayéndonos, el imán que me mostraba el técnico en el Museo, imán atrayendo el barco, su fuerza está en nosotros, no sólo en Krito y en mí la obsesión por hallarle, porque si perece perecemos también, está en Artabo, incluso en el piloto, en los hombres, no digamos en Malki, no dice una palabra, no nos muestra su angustia, pero en esa carne de catorce años la pena es permanente, también ama a Ahram, de otra manera, la otra noche le llamaba en sueños, dormidos ambos en la camareta, es otra presencia de Ahram, se desnuda volviéndome la espalda, ya con pudor de hombre, el mismo cuerpo que su abuelo, suspiro reconociendo esas largas piernas, ese culo apretado y escurrido, él también me mira al acostarme, ya no es un niño, convendría encontrarle una mujer, una que sepa recibirle, quizás aquella Dídima del banquete al prefecto, tenía clase, y me comprenderá, preguntó por mí a Krito mientras yo estaba enferma, aquel tiempo del lagarto, ¡qué lejano parece!, ella estará a la altura, seguro que Malki ya piensa en eso, como Ahram a su edad, Malki nuestro hijo, otra estrella en nuestro cielo, como la de la medalla que llevo, el lucero de la mañana o de la tarde, para Ahram eran Krito y yo, ¿qué pensará de nosotros ahora?, sí, yo he tenido la culpa, se creerá abandonado, Ahram, le oigo respirar por la noche, tendidos en nuestra camareta tras el calor diurno, pero es Malki quien respira, descubrir que no es Ahram me acongoja, me oprime el pecho, mis pechos de Ahram, acabo saliendo a cubierta, un marino al timón, arriba las estrellas, la negra mar fosforece con estallidos de espuma, marejada esta mañana, me gustaría ver al delfín, me calmaría, pero imposible ahora, al menos me siento unida en el mundo marino, yo tampoco duermo, me aletargo, ayer Krito me miraba compasivo, ya lo sé, he adelgazado, él también, superaremos esta prueba, le hallaremos, empezaremos de nuevo, no será volver al pasado, imposible, será aún más hermoso, lo que quieras Ahram, matarme, o volver a ser tu esclava, empezaremos de nuevo, triunfaremos juntos en este trance, el delfín nos lo promete, la diosa le mandó empujar al náufrago hacia tierra, nos está guiando, ¡si supiera mi ansia por llegar!, ansia desesperada, hasta Malki ha notado mis ojeras, y Artabo atónito cuando perdimos de vista al delfín, no pude más y lloré en sus brazos, yo necesitaba los de Krito pero no me atreví, Artabo me acogió, lloré como durante mis insomnios en la cámara, a él se le empañaron los ojos, lástima no tener a Soferis, con él podría hablar de amores de Ahram, él que también los ha gozado, pero su puesto allí, ¡cuánto te queremos, Ahram, todos nosotros!, ¿y ese suave canto ahora? es Likos, ese marinero extraño lanzando su melancolía al aire, qué impropio en gente de mar, siempre la conocí ruda, de madera y cordajes en vez de carne y nervios, decidió traerlo Artabo porque le vino de Arabia, como Bashir y Ahram, conoce estas costas del golfo, ¿cómo puede cantar así siendo tan joven?, ¿con pasión tan contenida?, ha dejado un amor en el puerto, seguro, me acerco, se calla, «sigue cantando, me das sosiego… ¿cómo estás aquí?, ¿cómo cantas así?»… ¡qué sorpresa, es amigo de Eulodia!, me corrige, «no amigo sino hermano», ya comprendo: cristiano, otro refuerzo para mi ansia, otro signo, es como si me acompañara Eulodia, ella que sabe de mi amor a Krito, lo llama «pecado» pero no me acusa, se pone a mi lado, ella en este marinero, de nuevo su canto, dedicado a alguien, seguro, yo lo ofrezco a Ahram, navegamos cargados de amor, un barco hacia el amor, no hay otra fuerza en el mundo, perdurando cuando el poder está abatido, como amor contemplo mi vida, el fuego en las venas, la violencia rendida, la ternura, el vivir con Ahram hacia el morir, y ahora Krito a mi lado para encontrarle mejor, Krito la sabiduría dudante, la complejidad serena, la encarnación de lo humano, juntos le encontraremos, después será lo que él quiera, ¿y qué querrá de nosotros?, ¡ah, si nos comprendiera!, debería comprendernos, supo quiénes éramos antes que yo misma, nos adivinó hace años a Krito y a mí, por eso le irritó tanto verme el brazalete, comprendió su significado, prenda de amor de Krito, y nosotros sin saberlo aún, pero él sí, ese instinto suyo ante los riesgos, ese traspasar al oponente con los ojos, esa fuerza de trueno que le guía, lo supo sin saberlo, ¿por qué no adivinará ahora?, ¿podrán más las costumbres ancestrales?, ¡si somos las dos caras de un solo amor a ti!, como las de la medalla en tu cuello, tu medalla y la mía, ¿la llevarás aún, te la habrán robado?, ¡si Krito es tu otra Glauka, yo otro Krito!… No, pero yo me entiendo, de los dos eres vida, sol, antorcha… un dios tiene siempre muchos fieles…

Si fueses Krito comprenderías, no lo eres y por eso te quiero, él comprende y por eso le quiero, los dos únicos dueños de mi secreto, sabiéndome sirena, Krito suavizándome la angustia, para alejarme de ella preguntándome de mi tiempo entre los peces, «¿cómo es allí abajo, qué hacías, cómo vivías?», nada de vivir, ésa era la diferencia, aquello era el silencio, el color casi ausente, un espacio sin horas, los peces se morían sin saberlo nosotras, pasaban y eran otros y los mismos, las caracolas se vaciaban sin notarse, y nosotras insensibles, inútiles, decorado del mundo, nuestra carne más dura que las rocas, al final disgregadas en arena, lo pienso y es horrible, estar más allá de todo, ajenas hasta al ser nada, y Krito me comprende pero me mira inquieto, le adivino como siempre, «¿y tu angustia de ahora, tu dolor por Ahram, tu incertidumbre por nosotros?», ahora soy yo quien le comprende, sin duda ser mortal es desgarrante, andar sobre una cuerda, perder mi hija, ver morir amores, temer por los que tengo, el dolor en la carne lacerada o enferma, pero eso es también sentirla, esa carne que cae hacia la tierra, que el tiempo reblandece y adolora, todo eso es andar, vivir la rueda, acompañar a peces y delfines, ser hermana del viento y de la luna, estos pechos ya no tan arrogantes no me entristecen nada: dieron sangre, dieron carne a otro ser, no son inútiles como allá abajo, y el temor por Ahram me afila el alma, la inquietud por nosotros embellece las nubes, yo no puedo decírtelo mejor, pero tú lo comprendes, Krito, vivir es un estar indescriptible, Roteph vivía atado en aquel palo donde le desgarraban los leones, yo vivo en el cuchillo de la angustia, mi sed de Ahram y el miedo a su violencia, vivo tranquila en ese doble filo, culpada e inocente, comprendiendo la culpa y cantando victoria, como siempre he vivido, aunque sólo al oírte supe el nombre de ese estado, yo vivo en la frontera, como tú, Krito, siempre en la frontera, es decir, en la vida.

Si tuviera mi daga me degollaba. ¿Qué dices? ¡No, nunca, ni pensarlo! Esa idea es un poso del mal sueño. De anoche. O la otra noche. Todas las noches que son la misma noche. He olvidado marcar alguna raya en la roca. ¡Esos sueños! No puedo recordarlos pero me acosan todo el día. Como maleficios… Pues claro ¡maleficios! ¿Quién me haría conjuro? Ellos, ¿quién si no? Y los ensueños asediándome. Luego sólo recuerdo masas negras reventando en relámpagos, viscosas como el agua mala que me enrolló sus tentáculos en la pierna. ¿Ayer? ¿Quién sabe? Tuve que meterme hasta la cintura. ¿Para qué? Eso fue: capturar a la tortuga, pero se me escapó. Se burlaba, distinguí los ojillos. Tan gorda, tan pesada y se me escapó. Entonces me cogió el agua mala: como es casi transparente… Aunque la tortuga fue otro día. Es igual, ahora en la pierna una raya de llagas y ¡qué escozor! Me arde, ¿tengo fiebre? La tortuga hizo un conjuro…

…¡Qué alivio la tormenta! ¡Cómo te golpeaban sus goterones! Un dolor refrescante, como un masaje. ¡Qué masajistas tenía Zenobia! No las hay igual en Alejandría. ¿Y a ti que te importa, si nunca te han gustado los masajes? Es verdad, eso se queda para los gordos ricachos como el Firmus, gente que no ha peleado nunca. Para ti la tormenta, que te regala el agua. Tienes para beber unos días, en las concavidades. Deberías taparlas; el sol evapora mucho. No digas tonterías: lo mejor es guardar esa agua en ánforas. Eso es, mañana cogeré unas ánforas y las llenaré. O se lo ordenaré a Mnehet… ¿por dónde anda ese descarado? Lo mejor de la tempestad fue la morena. Un golpe de mar la plantó en la roca y allí se retorcía. ¡Daba gusto verla morir boqueando! Quería morderme como la que me dejó la cicatriz. A lo mejor era ella; dicen que viven muchos años. No era: recuerda que te mordió en otra mar. ¡Pues al fin me vengué! Como me vengaré de todos. La mejor carne en los últimos días. Afilé mi mejillón contra la roca, la desollaba como un cuchillo. ¡Lástima que sin punta! Y además no entra en la vaina, es un problema. ¡Pero si no tienes vaina! Es verdad, se cayó al mar. Carne dura, pero fue un triunfo. Un signo: mis enemigos degollados también. Seguía abriendo y cerrando la boca aquella cabeza. ¿Hace seis días? Cuento las rayas y conozco el día: le hice una marca especial en mi calendario. ¿Ves como llevo un orden? No quiero confusiones. Pero te habrás olvidado de marcar algún día. Bueno, pero con orden. Necesito la cabeza clara…

…La mar es hoy demasiado verde. Y en lo alto un mal cielo: tardará tiempo en llover. Ese desierto verde me ha hecho al fin suyo. Más que me hizo el que nací: las adelfas del uadi, las palmas del oasis. ¿Me ha hecho como él? ¿Y cómo es él? ¿Qué dices? No lo sabes: sólo le ves la cara: ondas, espumas, color, pero, ¿y en el fondo? Su fuerza viene de abajo, los recios golpes que tumban a las naves. ¡Yo también tengo fuerza desde dentro! La necesito. Para vivir y para atacar. Desollaré a mis enemigos como a la morena. Abrirán y cerrarán la boca muerta de su cabeza cortada. Pero antes se verán sin poder, como me veo yo aquí. Tener tantos navíos, y tierras, y almacenes repletos, y gentes trabajando para mí, inventando incluso nuevas máquinas… ¡y estar aquí encerrado! ¡Encerrado al aire libre, sin puertas ni rejas, cuando bastaría el más pequeño falucho!… Tendré así a mis enemigos… ¿Estás seguro?, ¿no te has dado cuenta de cómo lo dices?: sólo con la cabeza, sin sentir el odio… No he perdido ese odio, sólo está dormido. Como mi sexo, ¿será posible? ¡Ah, cuando corría el desierto con Bashir! Llegar a unas tiendas, ver un par de ojos entre el velo, sobre un montón de ropa llevando agua del pozo, ¡y ya estábamos! Sólo dormido. Despertará en cuanto vuelva. Esta prueba no acaba con Ahram…

…Todo el día mirando la mar y no lo veo por debajo. Glauka sí lo vio. ¿Y si te mintió fingiéndose sirena? No, me dio muchas pruebas, acuérdate. Pronosticaba el viento, situaba los bancos de peces: no me engañó. Pero ahora sí. ¿Cómo es posible? ¿Me ha engañado? No puedo entenderlo. ¿Pretendes comprender? ¿Qué es eso, para qué sirve? Si comprendes al enemigo estás perdido: pierde fuerza tu brazo. Hay que odiar, odiar más que nunca… ¿Y si ella no me engañó? La palabra de Krito pudo trastornarla, esa lengua de víbora. No hay manera de saber, de comprender. No te empeñes. Lo de comprender déjaselo a Krito. Con tanto comprender, mírale cómo vive: ofreciendo su culo a los marinos y a los robamuelles de Rhakotis. Ha cambiado los papeles; no jode a los muchachos sino ellos a él. A eso lleva comprender: a rebajarse. No, no: hay que obrar. Mandar, golpear, matar. Lo que merece Glauka: volver a ser esclava. Peor que la muerte. Venderla en un burdel, tirarla al sitio de donde vino. Antes arrancarle la piel del cráneo, que no vuelva a engañar a nadie con ese pelo. Eso, un burdel… ¿Qué dices? No pierdas la cabeza, Ahram. ¿No te das cuenta? No podrías soportarlo. La estarías viendo siempre con otro encima, gozando de su carne y sus suspiros… ¡No puedo soportarlo! Basta, no pienses en ellos. No hables tanto. Es que si me callo me grita la mar. Condenada pierna, cómo pica la llaga. Pero ardo menos, ya no tengo fiebre, desde que me reventé el absceso…

…A esta hora no me sitúo. Igual puede ser el alba que anochecido. Esperaré a ver si es el sol o la luna. Mientras tanto siéntate, Ahram. No te preocupes, si pasara un pescador a poniente vería el muñeco, y su chaqueta púrpura. Siéntate, tranquilo, así, con la barbilla entre las manos. ¡No!, que así se ponía Krito cuando pensaba. Pues eso, ahora tú vas a pensar. Necesitas la cabeza clara, lo dices siempre. No a pensar en los sueños: ésos olvídalos. ¿Cómo voy a olvidarlos si están al lado? ¿Cuáles? No lo sé, no recuerdo. ¿Lo ves?, están olvidados. No puedo pensar, me confundo. Pues repite conmigo: Soferis y Artabo son mis amigos. Mañana o pasado, cualquier día, el Jemsu en el horizonte. Y entonces acabará la prueba. Habrás triunfado, habrás merecido la ayuda del delfín. ¿O es que los dioses iban a enviarle en vano? Tienes razón: volveré a Alejandría y hundiré a Odenato. Sólo con que mis barcos no le lleven nada acabaré con él. Las caravanas olvidarán su ruta. Buscarán otros puertos y otras vías. Palmira se ahogará en la arena y Zenobia vendrá a enjugar con sus cabellos los pies de Glauka, ¡Pero si Glauka te ha traicionado! Cabeza clara: piensa como Krito. Recuerda esa palabra que él lanzaba en los trances difíciles, antes de decidir: Método ¿no era? Matarás a Glauka si te ha traicionado, pero antes lo comprobarás. No basta que lo dijese Krito; ya sabes cómo es cuando habla. Aunque pienso ¿por qué he de matar a Glauka? Ésa es la confusión… ¿qué hubiese hecho Bashir? ¿Por qué no viene Bashir? Él me aconsejaría mejor que tú; ¡él sí que era sabio!…

…¿Qué le dio Krito? ¿Qué tiene que yo no tenga? Después de tantos años, ¿habré acabado jugando con malos dados? ¿O habré jugado mal con buenos dados? Aquí luchar es sencillo: evitar el sol, ahorrar el agua, coger comida, dormir en mi hendidura. ¡Si no fuera por esos ensueños! Al fin recuerdo uno. Con Bashir. Fue feliz, me lo dijo poco antes de morir. No necesitaba poder, ni lo tenía ni lo quería. Siempre me lo repitió cuando quise darle un mando. «¿Para qué? Cuando era joven me bastaban mi daga y mi tienda; ahora me bastan mi bastón y mi Al-Lat. No quiero más: déjame ser tu correo; ir y venir como en el desierto.» Yo creí que le seguía amargando aquella historia, la de su hembra infiel, pero es que era feliz. Por sabio. Y Krito no lo es, pero entonces no es sabio. Aunque, ¿qué es eso de sabio? ¿No sabes que a los sabios yo los compro cuando quiero? Tengo el Campo lleno de ellos y ni siquiera me roban una esmeralda, los muy imbéciles… Es igual, no quiero comprender. Lo importante es volver y triunfar. Pero deberías comprenderles, ¿no te das cuenta de que así se les vence mejor? Bashir me amaba. ¿Y tú le amabas? ¡Claro, hubiese dado mi vida por él! Pero ¿es eso amar? ¿No lo es? Lo estás pensando: no le amabas, aun cuando te hubieses dejado matar por él. Recuerda, ¿has amado a alguien? ¡Claro: a muchas, a muchos! Desde Ittara hasta… no, hasta Glauka no. ¡Sí, pero ya no! Diré hasta… Malki, ¡Malki mío! ¿Vendrá en el barco? No le habrán dejado, es demasiado niño todavía. No, ya no es tan niño. Ayer en el gimnasio se le notaba el vello. Y le cuelgan bien. Pronto habrá que enseñarle, iniciarle. ¿Ayer? Bueno, aquel día. Quiero para él una mujer que le lleve al amor, como la tuve yo. Que empiece bien. ¡Ittara! Me acuden recuerdos muy extraños, veo aquel amor de otra manera. Claro: lo que nunca has recordado, lo que nunca has sabido preguntarte. ¡Pero eso es volver a empezar! ¿Te da miedo? ¡A mí no me da miedo nada! Pero ¿por qué empezar cuando lo tengo todo? ¿De verdad lo tienes todo? ¿Dónde están tus amigos? ¿Qué harás con ellos? ¿Y con tus amores? ¡Haré lo que quiera! No pienso comprender; eso es ser débil. Krito el primero; por eso me mintió. ¿Pero cuándo me mintió? ¿Al engañarme o al confesarlo? Hay que ser fuerte, como la mar. Pero su fuerza está en la ola: arriba. ¿Y debajo? ¿Cómo eres tú por dentro? Ni lo sé ni me importa. No quiero hablar más contigo; tengo mi quehacer. ¿Quehacer? Esperar. Durar para esperar. Me paso al sol, mirar el horizonte. Tengo la vista de siempre, la de Ahram. Y Soferis y Artabo llegan ya, están llegando…

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