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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (90 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Le aclara que no necesitan hombres sino cuadros, porque
sobran hombres armados y faltan soldados
y le advierte muy seriamente sobre la irresponsabilidad y falta de voluntad de lucha de los dirigentes congoleños, su falta de veracidad, su distancia de la lucha real, y el desastre generalizado que existe en el Congo. Advierte que no debe entregarse dinero, porque éste no servirá a la lucha y plantea:
no podemos liberar solos un país que no quiere luchar, hay que crear ese espíritu de lucha y buscar los soldados con la linterna de Diógenes y la paciencia de Job, tarea que se vuelve más difícil cuanto más comemierdas que le hagan las cosas encuentre esta gente en su camino.

Curiosamente el hiperoptimista Che, aparece como pesimista a los ojos de Fidel.

CAPÍTULO 43

Un fantasma dotado del don de la ubicuidad (II)

Al producirse el levantamiento popular en la República Dominicana, se difundió desde Miami una versión extraordinariamente precisa en nombre, fechas y lugares, que ubicaba al Che en ese país, tras haber arribado en un barco pesquero que salió de Santiago de Cuba. La misma fuente afirmaba qué se le había visto en combates en las calles de Santo Domingo y que había muerto en uno de los enfrentamientos.

Al producirse la intervención de los marines, una radio estadunidense anunció que un mini submarino cubano con dos tripulantes había desembarcado en la isla, y según los rumores, uno de ellos era El Che.

Se decía también que agentes cubanos en labores de desinformación habían introducido clandestinamente en el despacho de Imbert Barreras, miembro del triunvirato militar pro yanqui, un informe secreto, según el cual El Che había muerto en una calle de Ciudad Nueva mientras combatía a las órdenes de Caamaño en la insurrección Dominicana.

El fantasma del Che galopaba por el planeta.

La CIA estaba atrapada en su propia estructura de desinformación y con ella el conjunto del gobierno estadunidense. Los informes de inteligencia intercambiados entre los asesores del presidente Johnson se encabezaban con notas como: "Walt, te envío otra contribución al creciente volumen de mitología sobre el paradero del Che Guevara."

La agencia había quedado atrapada en la versión que intentaba difundir de que las discrepancias con Fidel habían provocado la ruina del Che, "y como consecuencia había sido apresado o ejecutado en Cuba" (como dice Marchetti, uno de los estudiosos de la Compañía), y sin embargo producía nuevas historias sobre la locura del Che, generaba rumores sobre su presencia en América Latina y recogía versiones de que se encontraba a la espera.

Algunos de sus analistas comenzaron a reunir información sobre la presencia cubana en el Congo, y alguien sugirió que podría haber sido el destino del Che, pero la idea fue deshechada.

France Presse transmitió el rumor de que en una discusión entre Fidel y El Che se habían intercambiado tiros y El Che había muerto. La historia fue confirmada por un periódico trotsquista. El periódico peruano "La Prensa" corrió la bola de que El Che había sido eliminado por los soviéticos a causa de su orientación prochina.

Bajo la presión de éstos y un millar más de rumores, el 3 de octubre, Fidel sube al estrado en el acto público de formación del Comité Central de lo que sería el Partido Comunista Cubano. Trae en su mano cinco hojitas y una transcripción mecanográfica, hay una gran tensión en el teatro. Comienza su intervención: "Hay una ausencia en nuestro Comité Central de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias en el grado más alto (...) Alrededor de esto el enemigo ha podido tejer mil conjeturas, ha tratado de confundir y sembrar la cizaña y la duda y pacientemente puesto que era necesario esperar hemos esperado..." y comienza a leer la carta de despedida que El Che le entregó en abril. Al final el aplauso rompe, Fidel trata de retomar el discurso, pero el aplauso se extiende y se eterniza.

Fidel años más tarde reconocía: (dar a conocer la carta de despedida del Che) "era una necesidad política ineludible."

CAPÍTULO 44

Debacle

Mientras la base central de los cubanos era golpeada por continuos bombardeos y en el Lago Tangañica comenzaban a moverse lanchas rápidas de la CIA operadas por cubanos anticastristas, que habían actuado previamente en el Caribe en la guerra sucia contra Cuba, el 12 de octubre,
en un paseo triunfal el enemigo toma Lubonja. Ya podían unir las fuerzas de Lulimba y las que desembarcaron en Baraka. La
ofensiva gubernamental apuntaba a cerrar el lago. El Che le envía entones un mensaje a Dreke que sigue en labores de contención:
Ahí te mando todo lo que tengo, lo otro lo pones tú.
Dreke cuenta: "Tensiones entré nosotros y algunos congoleses. La propaganda del enemigo estaba funcionando entre ellos. Les estaban lanzando transmisiones de radio en swahili. Podía haber una traición, una agresión interna. Nos preocupaba la seguridad del Che."
Di órdenes estrictas y todo congolés que se presentaba sin una orden expresa o a cumplir alguna misión, era desarmada, inmediatamente. Al día siguiente tenía un botín de guerra considerable, como si hubiéramos hecho la más fructífera de las emboscadas:
Un cañón de 75 milímetros, partes de mortero, parque, una antiaérea, cinco fusiles ametralladoras, granadas, un centenar de fusiles. Comienza entonces una selección de la tropa, que no deja muy convencido al Che.

Al día siguiente 300 askaris avanzan en la zona de Baraka y el frente se desmorona.
La actitud de nuestros hombres fue más que mala; armas que tenían bajo su responsabilidad, como morteros, las dejaron en mano de los congoleses y se perdieron, no mostraron ningún espíritu de combate, estaban pensando simplemente en salvar la vida, igual que los congoleses, y fue tal la desorganización de la retirada que perdimos un hombre.

La situación política varía, el primer ministro Tshombe cae bajo un golpe militar. Arrecia la campaña de propaganda ofreciendo la paz a los rebeldes. Kasavubu, nombrado presidente, se reunirá días más tarde en Accra en una reunión de jefes de estado Africanos y pronuncia un discurso de acercamiento para romper el frente anticolonial. Anuncia una reconciliación con el Congo Brazzaville y abordando el problema de los mercenarios, explica que estos fueron traídos al Congo por el gobierno secesionista de Katanga y le fueron heredados al gobierno central. Se comprometía retornar a los mercenarios a sus países. Mobutu, el hombre fuerte detrás del golpe, desde el Congo suaviza las declaraciones de Kasabubu, defendiendo a los mercenarios a los que califica de idealistas. Dirá que cuándo tengan que irse partirán con los honores que ellos se merecen. Pero la trampa política para aislar a los restos del lumumbismo, y con ellos a la guerrilla del Che, está tendida.

En un ambiente de confusión, prólogo de la desbandada, El Che cambia de campamento
situado a una hora de camino del anterior, en las primeras estribaciones de la montaña pero todavía en el llano
y continúa organizando una columna mixta con los cubanos y lo mejor de las tropas congolesas.
No sabía lo que podía pasar pero estaba dispuesto a seguir la lucha hasta el último minuto.

En una reunión con los cubanos
pregunté quiénes creían en la posibilidad del triunfo y sólo levantaron la mano Dreke y Martínez Tamayo (...) Levanté la reunión con el convencimiento de que muy poca gente me acompañaba en el sueño de hacer un ejército que llevara al triunfo las armas congolesas, aunque estaba razonablemente seguro de que había hombres dispuestos a sacrificarse, aunque consideraran que su sacrificio era estéril.

El 24 de octubre se cumplen seis meses de la llegada al Congo del Che. Un grupo de congoleses estaba buscando planchas de, zinc para cubrirse de la lluvia en los alrededores del campamento;
había pasado quizás una hora desde aquel momento cuando se oyó una descarga de fusilería y luego fuego graneado; los desprevenidos congoleses habían chocado con el ejército que avanzaba.
Dreke narra: "Como a la una o dos "de la tarde, voy al baño, me pongo a hacer mis necesidades ahí, termino, casi termino, cuando siento un fuerte tiroteo por lo que era la casa donde había dejado al Che leyendo. Agarro pa'rriba a la casa. Veo al Che que baja disparando y caminando hacia atrás con Martínez Tamayo… ya los soldados están metidos en el campamento."

Los congoleses que no han huido se han ido a buscar al médico brujo para hacerse la dawa.
Comencé a organizar la defensa con la compañía
de Ziwa que debía ocupar la primera línea y nos aprestamos a hacerle un buen recibimiento a los soldados. De repente varios compañeros me informan que por la montaña, cercándonos, vienen contingentes de soldados enemigos, no les pude ver y al preguntar cuántos eran me dijeron que muchos; ¿cantidad? Muchas, fue la respuesta; no se podía saber cuántos, pero una gran cantidad. Estábamos en una situación difícil, pues nos podían cortar la retirada (...) Envié un pelotón al mando de Rebocate a que chocara con los soldados lo más arriba posible para tratar de frenarlos allí.

Mi dilema era el siguiente:
Si nos
quedábamos podíamos ser rodeados, si nos retirábamos se perdía el polvorín y todos los equipos que habíamos sálvenlo, como dos morteros 60 una planta de radio, etc. no teníamos tiempo de llevarnos absoluta
men
te nada. Preferí hacer frente al enemigo, esperanzado de resistir hasta que llegara la noche y
podernos retirar; estábamos en esa tensa espera cuando el enemigo apareció el camino lógico, el que estaba enfrente de la carretera de Lulimba, y se les hizo fuego desde allí, pero éste apenas duró un minuto, inmediatamente un compañero vino corriendo, parecía tener una herida grave, pero había sido solamente el golpe de la baz
u
ca al dispar anunció que los soldados ya estaban en la primera línea que estaba desbordada. Hubo que dar una apresurada orden de retirada.

El Che combatía de pie. Algunos compañeros cubanos, tratando de protegerlo, le llamaron la atención. Dijo:
Aquí no hay más que un comandante.
Ázima, Víctor Shueb y Bahaza cubren la retirada tiroteando a los mercenarios. Bahaza cae herido. Rebocate descubre que los guardias que supuestamente los habían flanqueado eran unos campesinos que venían huyendo.
Personalmente tenía la moral terriblemente deprimida; me
sentía culpable de aquel desastre por imprevisión y debilidad.
Se ha perdido el polvorín, morteros, la ametralladora, un transmisor chino.

Durante varios días el grupo permanece disgregado. El Che se queda con 13.
Uno más de los que tuvo Fidel en un momento dado, pero no era el mismo jefe. Estábamos: Dreke, Villegas, Coello, Chamaleso, yo.
Al caer la noche
llegan a un poblado campesino abandonado,
y tomamos unas gallinas, bien comidas, con la filosofía de que todo lo que estaba allí se perdería al día siguiente por la acción del enemigo. Bahaza
,
tenía una herida de bala que le atravesaba, fracturándole completamente el húmero, también una costilla y estaba internada en el pulmón. Su herida me hizo recordar la de un compañero que había atendido hace años en Cuba y que había muerto a las pocas horas
.
Bahaza era más fuerte, sus huesos poderosos habían frenado la bala que, al parecer, no había llegado al mediastino, pero estaba muy dolorido; se le entablilló como mejor se pudo e iniciamos una fatigosísima ascensión por lomas muy empinadas, muy resbalosas por el agua caída, con una carga muy pesada, llevada por hombres agotados (...) Tardamos seis horas en transportar a Bahaza; fueron seis horas terribles, los hombres no resistían más de diez o quince minutos llevando sobre sus hombros al herido y cada vez se hacía más difícil el reemplazarlo (...) desde nuestra atalaya podíamos ver las innumerables hogueras que se formaban, pues los soldados prendían fuego a todas las casas campesinas.

Mena, uno de los combatientes, cuenta: "El día 25 El Che le dice a Bahaza que le va a sacar una radiografía para que la tenga de recuerdo porque se va a poner bien."
En la madrugada del día 26 de octubre, el enfermero vino a avisarme que Bahaza, después de tener una crisis aguda y arrancarse las vendas, había muerto (...) Por la mañana cumplimos el solemne y triste ritual de cavar la fosa y enterrar al compañero Bahaza, era el sexto hombre que perdíamos y el primero que podíamos honrar de cuerpo presente. Y ese cuerpo era una acusación muda y viril, como lo fuera su conducta desde el momento de la huida, contra mi imprevisión, mi estupidez.

Reunida la pequeña tropa de los derrotados, despedí el duelo, casi en un soliloquio, cargado de reproches contra mí mismo; reconocí los errores en que había incurrido
y manifesté, lo que era una gran verdad, que de todas las muertes
acaecidas en el Congo para mí la más dolorosa era la de Bahaza, porque había sido el compañero al que había reprendid
o
seriamente por su
debilidad y porque había respondido como un verdadero comunista en la forma en que lo hizo, pero yo no había sabido estar a la altura de mis responsabilidades y era el culpable de esa muerte. Por mi parte haría todo lo que de mí dependiera para borrar la falta, con más trabajo, con más entusiasmo que nunca.

Se establece una base en Nabikumo, a diez horas del lago y de la base superior y a un día y medio de Kazima y dos horas de la barrera de Lubonjo. Los jefes congoleños hacen campaña contra los cubanos, dicen que son unos fantoches, un campesino los defiende.
Decía a quien le quería oír que era una infamia compararnos con los belgas (...) nunca había visto a un hombre blanco comiendo con sus soldados el bucal en unas escudillas en la misma proporción que los demás.
Crece la presión de los congoleses. Ile Jean y un tal Hussein dirigían la crítica. Se burlan de los congoleses que están en el grupo de los cubanos, porque a ellos los hacen trabajar, corren el rumor de que las minas que causaron los heridos habían sido puestas por los cubanos.
El hecho, despreciable como era, tenía sin embargo las atenuantes de un trato realmente fuerte que habíamos llevado contra los jefes, su ignorancia, su superstición, su complejo de inferioridad, las heridas que había infligido a su susceptibilidad y, quizás, el acontecer doloroso para sus pobres mentalidades de que un blanco los increpara, como en los tiempos malditos.

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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