Ernesto Guevara, también conocido como el Che (88 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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El afán de enseñar debe primar en nosotros, pero no de una manera pedante, mirando desde arriba a los que no saben, sino haciendo sentir calor humano que vaya en la enseñanza impartida. La modestia revolucionaria debe dirigir nuestro trabajo político y debe ser una de nuestras armas fundamentales, complementando el espíritu de sacrificio que no sólo sea ejemplo para los compañeros congoleses, sino también para los más débiles de nosotros.

El Che busca materiales militares o ideológicos por todos lados para romper el laberinto que se le ha presentado hasta el momento. Termina con dos advertencias:

  1. El trato hacia los rajados.
    No son traidores, no se les debe tratar con desprecio manifiesto
    . Entiéndase bien, su acción es la más repudiable que puede hacer un revolucionario, pero tiene que ser revolucionario para que sea repudiable, si no lo fuera, no sería sino una simple fuga como tantas. Hoy estos compañeros están arrinconados y se han unido entre ellos como una medida de defensa y justificación de un acto que no la tiene (...) Sin olvidar sus faltas démosles un poco de calor; no los obliguemos a autojustifcarse como una defensa ante el hielo.
  2. Desprecio de los congoleses por los combatientes:
    Todos corrimos y pasamos por el periodo negro en que las sombras asustan; es una etapa que hay que ayudar a vencer
    .

Termina ordenando que el mensaje se lea y discuta entre los miembros del partido y sin los rajados presentes, para ser quemado después.

El 17 de agosto una de las emboscadas de Martínez Tamayo resulta efectiva.
Venía de Albertville un jeep escoltado por dos tanquetas; Sultán otra vez, fue el encargado de abrir el fuego, dañando el primer vehículo y destruyéndolo con un segundo disparo. El compañero Afendi destruyó el jeep de un bazukazo disparado apenas a diez metros de distancia, lo que provocó que el mismo Afendi y Alacre fueran heridos por disparos de proyectil y los compañeros de la
retaguardia liquidaron la segunda tanqueta con granadas de mano. En total se contaron siete muertos, algunos rubicundos que, pensaba M'bili podían ser norteamericanos, pero después se supo que eran belgas. La llegada de refuerzos obliga a retirar la emboscada.

El 18, un día después, El Che ya no resiste más y sale hacia Front de Force de madrugada. Al fin, después de cuatro meses de reclusión involuntaria.
Después de una caminata que se me antojó interminable a través de la altiplanicie (...) Me sentía un poco como delincuente en fuga pero estaba decidido a no volver a la base en mucho tiempo
.

No acababa de llegar a Front de Force y tirarme en el suelo, a gozar de mi cansancio demoledor, cuando ya los compañeros estaban dándome quejas de la actitud de los ruandeses, sobre todo del capitán Zakarías, quien utilizaba procedimientos tales como el castigo físico de los hombres y que, no dudaban, sería capaz de asesinar a cualquiera; sin embargo el recibimiento había sido cordial.

El Che se cubre con un cuero de vaca y es atacado por el birulo, un piojo. Al amanecer divisa la termoeléctrica de Force. El Che se explica el desastre del ataque frontal previo. Hace un balance de los frentes: Uvira, 350 armas, un cañón, algunas antiaéreas, un mortero. Fizi, mil a 2 mil hombres armados, diseminados, un cañón, algunos morteros. Lulimba (Lambert), 150 armas, tres antiaéreas, un cañón y dos morteros. Hacia la ruta de Kabambare había otra tropa de Lambert, con 45 hombres. Entre Lulimba y Force tres destacamentos que los cubanos no tenían bien ubicados, uno que llaman fantasma, porque nunca los habían visto, comandado por Faume. En las montañas: Calixte, 150 armas y Mundandi con los ruandeses y 300 armas, tres ametralladoras, dos cañones y dos morteros. Kabimba, 150 armas, dos ametralladoras antiaéreas, un cañón y dos morteros. En el lago: un cañón enloquecido y varias antiaéreas más regadas por la zona.

El encuentro del Che y los hombres de las emboscadas es una mezcla de fiesta y angustia. Dreke cuenta: "Gran alegría de los compañeros al verlo llegar. Barba, uniforme verde olivo, pistola soviética calibre 25, fusil M1, boina. Gran preocupación de Martínez Tamayo y mía. Estaba lleno de ideas, bien de salud, un poco cansado. Teníamos una preocupación seria por la reacción de los congoleses.
No he logrado que Kabila venga
decía El Che. Y aunque era gente de lo más seria, decía:
Ya
me le escapé. Y señalaba en forma jocosa:

—Para que él me vuelva a agarrar en la base tiene que venir pa 'cá. Yo ya no voy para allá.

"Finalmente era El Che, estaba al frente de su columna.

"Le dio un ánimo fuerte a los compañeros. Valoró como muy positiva la emboscada de 'M'bili'. Nos dio ánimo.
Esto es una guerra. Se viene a matar y a morirse. Vamos a tratar de no tener bajas, pero... "

Pensando en que para organizar al ejército guerrillero había que poner el énfasis en los congoleses, El Che envió una carta a Masengo proponiendo un nuevo trato a los campesinos y la utilización de prisioneros para hacer inteligencia.
Estábamos convencidos que los ruandeses a pesar de sus adelantos últimos no iban a dar mucho más y debíamos ir poniendo el acento en nuestra enseñanza en los congoleses que, en definitiva, eran los que debían liberar el Congo. Por lo tanto se resolvió dejar con ellos al compañero Olachea a cargo de 12 hombres, para no herir susceptibilidades, y trasladar al resto de la tropa hacia el frente de Calixte, por ahora, yendo yo también allí.
Antes de salir, los ruandeses solicitaron una entrevista con El Che para hablar del estado de la guerra y le pidieron que hiciera una crítica de su actuación. El Che puso el énfasis en dos cosas: su actitud fatalista ante la comida, porque había que hacer al ejército popular una fuerza autoabastecida, en comunión permanente con el pueblo, que no podía ser "parasitaria." En segundo término había que acabar con su desconfianza hacia los con
goleses. La lucha en Ruanda dependía del resultado de la lucha en el Congo, que era en esos momentos la confrontación clave con el imperialismo. No hicieron mucho caso de la segunda crítica.
En todo caso,
no estaban dispuestos a cambiar de actitud.

El Che salió hacia la nueva zona de operaciones dejando atrás a Dreke para que esperara a Zakarías, que había prometido participar en una acción conjunta con los congoleses y el grupo de Olachea.

El campamento de Calixte está situado a unas dos horas y media de camino, entre montañas, siguiendo el borde de la cadena que cae sobre los llanos-es un punto inmejorable para ser defendido, ya que las laderas son extraordinariamente abruptas y desprovistas de vegetación, de manera que resulta muy fácil impedir el acceso con el simple fuego de fusilería. Está formado con pequeñas chozas de paja con capacidad para cuatro a diez personas y a nosotros nos asignaron unas cuantas que estaban va
c
ías.
Calixte salía para Lulimba con Lamben. Decía, contento, que no le gustaba que los cubanos estuvieran con los ruandeses. Había dificultades de relación por el idioma, Calixte no habla francés ni El Che swahili. Se estaban usando como traductores combatientes cubanos que apenas tenían unas cortas nociones del swahili.

Le hablé a Calixte de la necesidad de estar más cerca de los guardias para hostigarlos continuamente y foguear a la tropa, proponiéndole hacerlo inmediatamente. Estuvo de acuerdo y envié a un grupo encabezado por Azi a explorar, eligiéndose como asiento provisional un pequeño poblado situado a unos cuatro kitómetros de Makungo.
Antes de que el grupo parta se realiza una fiesta campesina
en nuestro honor, en la cual unos hombres vestidos de demonio de la selva o algo así, bailaban las danzas rituales y todo el mundo se dirigía a adorar el ídolo, una simple piedra colocada cerca de la cima de una montaña y rodeada por una cerca de cañas, que cada cierto tiempo era regada por la sangre de algún animal sacrificado. En este caso fue un cordero, que después se comió entre todos los presentes.

Un nuevo frente, El Che hace un nuevo balance:
Otra vez iniciábamos la fatigosa
t
a
r
ea de la enseñanza primaria del arte de la guerra a gente cuya determinarían no nos constaba, al contrario, teníamos serias dudas de que existiera. Tal era nuestra labor de sembradores al voleo, lanzando semillas con desesperación a uno y otro lado, tratando de que alguna germinara antes de que llegara la mala época.

Dreke cuenta: "No tenían idea quién era El Che. Lo conocían tan sólo como a Ramón, el médico, Tatú-muganga, como les dicen a los doctores."
Los campesinos se mostraron sumamente amables con nosotros, sintiéndome obligado a tal punto que retorné a mi vieja profesión de médico, simplificada por las circunstancias al extremo de inyecciones de penicilina contra la enfermedad tradicional, la gonorrea, y tabletas contra el paludismo.
Villegas añade: "En poco tiempo se tejió toda una leyenda. Donde quiera que llegábamos nos encontramos que era conocido por el doctor Tatú, un médico blanco. Aunque teníamos otros médicos, la gente acudía a que Tatú la atendiera. Che volvió a hacer lo mismo que en la Sierra Maestra. Así se ganó rápidamente el cariño de los nativos."

Hacia los primeros días de septiembre El Che prepara nuevas emboscadas.
Acompañé personalmente a los combatientes; después de cruzar el rio Kimbi, que en época de lluvias trae una corriente y una fuerza considerable, pero que ahora se pasaba fácilmente con el agua a la cintura, nos instalamos en la zona elegida (...). La táctica era simple,
se trataba de romper los puentes luego que pasaran los camiones pura impedir su huida y atraparlos en la emboscada. Había minas antitanques, pero nunca llegaron los detonadores.
El primero
y
segundo día no hubo mayores inconvenientes; los hombres pasaban en esa espera tensa y aburrida a la vez, en la
q
ue
las horas se hacen interminables pero, al mismo tiempo, cualquier ruido que
rompa el silencio se transforma en un sonido de motor y provoca el alerta inmediato. Incluso yo, que estaba a unos centenares de metros de la primera línea, sufría cada rato alucinaciones auditivas. Pasan los días, el agua podrida provoca diarreas, el ocio, va descomponiendo al grupo.
Al quinto día sucedió un hecho cómico pero que dio muestras, una vez más; de las debilidades que sufríamos: Cuando estaba plácidamente acostado en la hamaca, en el puesto de mando, escuché un tropel casi como de elefantes a
l
a carrera; eran los seis o siete congoleses encargados de la comida que decían desorbitados: ¡Askarí Tshombé, Askari Tshombé! Los
habían visto allí mismo a unos 20 o 30 metros de
l
a posición. Apenas tuve tiempo de ponerme mis arreos de combate, dejando hamaca y mochila libradas a su suerte
y
ya uno de los cubanos que me acompañaba venía a los "askari Tshombé"; la situación se complicaba más ya
que no podía contar con los congoleses y no tenía conmigo más que cuatro cubanos, uno de ellos enfermo, Singida. Envié rápidamente a éste último a avisar a Dreke para que me enviara refuerzos e hice que se llevara también a los congoleses que, en estas condiciones; servían más bien de estorbo, caminé unos metros hacia el río, para salirme de la franja visible por el enemigo, y
encaminé sobre los pasos de los que se retiraban, con la intención de retroceder por el mismo camino después de trabar contacto con los guardias; a los pocos instantes llega la noticia de que habían visto bien y no eran soldados enemigos, sino campesinos de la zona que, al descubrirnos, también habían huido.

Estábamos comentado estas incidencias cuando llegó a nuestras espaldas un explorador enviado por Dreke para saber lo que pasaba, escuchó nuestras conversaciones y salió; corriendo a informar que ya
los guardias estaban en el puesto de mando y lo habían tomado. El desconcierto fue total; los emboscadores emboscados. Dreke, que estaba al mando directo de la acción, inmediatamente levantó la emboscada y
se
parapetó en una zona cercana mientras daba órdenes de que me buscaran, pues según relatos yo había salido en dirección al río Kimbi.

Después de dos horas, todavía estábamos dando vueltas y algunos de los congoleses aprovecharon para seguir al campamento y no retomar más; habíamos sufrido varias bajas de este tipo, producto de la confusión. Al infantilismo de las reacciones de los congoleses que se escapaban como muchachos malcriados, se agregaban errores de algunos de nuestros compañeros por falta de experiencia en la lucha.

Perdido el factor sorpresa se cambia la emboscada de lugar. El día 8 de septiembre El Che la abandona temporalmente para ir al campamento a entrevistarse con Emilio Aragonés y Oscar Fernández Mell quienes acababan de entrar en el Congo. Dreke la sostiene a pesar de que los congoleños se quieren ir. Llevan ya 11 días. El Che retorna con los recién llegados.

El sábado 11 de septiembre llega el enemigo. Dreke cuenta: "Empieza la emboscada y dejamos en el puesto de mando a Tatú. Desde hacía días se aproximaba a donde estaba la emboscada, porque no podía resistir. Kahama estaba en el extremo izquierdo y a mi derecha Ishirine. El plan era dejar que entraran los cuatro o cinco camiones, tirarles y cogerle el centro a la columna. Cuando entran los dos o tres primeros carros un compañero del extremo izquierdo dispara y el resto de la columna se dispersa, se tiran de los carros y empiezan a cercarnos."

Un bazukazo en el primer camión derrota a los guardias de Tshombe que dejan una docena de bajas sobre la carretera, pero otro grupo flanquea la columna y pone en fuga a los congoleses que arrastran en su huida a los cubanos. El Che abandona el puesto de mando y entra en combate. Dreke cuenta: "La actitud del Che nos trajo una gran discusión con él. Le reclamábamos. Contestaba:
Yo soy el jefe.
Con la gente nuestra retirándose, casi se queda solo. Aceptó la crítica, pero dijo:
Es
que hay que violar algo, de vez en cuando." El Che no recordará esto en sus memorias. Se produce una retirada para evitar el cerco.
Todavía mantenía la impresión de que las cosas podían marchar.

CAPÍTULO 42

El optimista pesimista

La presencia de Aragonés y Fernández Mell en el Congo se explica porque Fidel, motivado por la derrota de Forte y una carta del Che que describía la situación, decidió aceptar las presiones de éstos para ir como voluntarios.
No me cabía en la cabeza que el secretario de Organización del partido abandonara su cargo para venir al Congo. En
principio El Che estaba temeroso de que vinieran para pedirle que regresara a Cuba o a presionarlo para dejar la lucha. Al darse cuenta de que están allí como voluntarios, El Che los incorpora rápidamente y los bautiza: Aragonés, por su mote, "Tembo" (elefante), Fernández Mell será "Siki" (vinagre, por razones de su carácter a decir del Che).

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