Ernesto Guevara, también conocido como el Che (84 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Y en medio de este desastre, El Che cantaba tangos desaliñando, leía las obras escogidas de Martí, las obras escogidas de Carlos Marx, la biografía de Carlos Marx hecha por Mehring, "El Capital." Leía también los periódicos y revistas que le llegaban. Y en medio de esta pausa forzosa decidió que para algo podía servir la medicina tantas veces postergada y organizó la atención médica,

El dispensario empezaba a ser visitado por los campesinos de los alrededores que recibían a través de radio bemba la noticia de la presencia de médicos en la zona. Nuestra provisión de medicinas
er
a pobre, pero vino a salvarnos una partida de medicamentos soviéticos, aunque éstos no eran enviados con el criterio de atención a la población civil, como es natural, sino para satisfacer las necesidades de un ejército en campaña y aún así no había un surtido completo
.

Participé personalmente en el reparto de las medicinas soviéticas y aquello parecía un mercado gitano; cada uno de los representantes de los
gr
upos en armas, sacaba cifras, aducía hechos
y
razones para tener acceso a mayores cantidades de medicamentos; varias veces tuve choques tratando
d
e que no se llevaran algunas medicinas y equipos especializados que se perderían sin provecho en los frentes, pero
t
odos querían tener de todo. Empezaron a barajarse sumas fabulosas de hombres; uno anunció 4 mil, otro 2 mil
y
así
.

El 8 de mayo arriban al campamento de Kibamba 18 cubanos encabezados por Santiago Terry y el dirigente congoleño Leonard Mitoudidi, quien tenía que volver de inmediato a Kigoma a buscar armas. El segundo grupo produce una buena impresión en El Che, quien agradece la llegada de tres médicos, entre ellos Octavio de la Concepción de la Pedraja, quien será bautizado como "Morogoro", un teniente habanero del Ejercito Rebelde. La llegada de Mitoudidi, aunque ha de salir casi de inmediato para preparar un transporte d© armas, anima al Che. Se trataba de un activista universitario, dirigente medio del movimiento de liberación, quien hablaba buen francés y había estado a cargo de la organización del armamento de las guerrillas en el frente oriental. Por conduelo de Mitoudidi, Kabila mandaba decirle al Che que tuviera reservas con su identidad.

Con casi un mes de inactividad encima, participando en una guerra que no existe, El Che salta y dice "que se va pa' riba" y toma la decisión de trasladarse a Luluaburg. Toma el acuerdo con Mitoudidi, y el 9 de mayo, dejando a Dreke y al médico Zerquera para que se haga cargo del dispensario, pone en marcha a su pequeña columna. La nueva base se encontraba en el punto más alto de la sierra, unos cinco kilómetros arriba de Kibamba; en una montaña de casi 3 mil metros de altura. Una neblina tremenda dominaba la cima.

El entrenamiento cubano no había sido adecuado, porque se pensaba que la columna actuaría en llanos y varios de los combatientes se desmayaron. El Che ascendió, víctima de un ataque de asma provocado por la humedad, en medio de una vegetación tupida, caminando entre árboles enormes cuyo follaje impedía que los rayos del sol llegaran a tierra.

En sus recuerdos, cuatro horas de ascenso, cinco en los de otros de los testigos.

El 23 de mayo El Che se reúne en el nuevo campamento con Chamaleso, Martínez Tamayo y Mitoudidi, quien ha retornado de Tanzania. Un par de días antes había recibido la propuesta de realizar un ataque a Albertville con dos columnas y la participación de los cubanos, pero esta
orden es absurda; no hay preparativos hechos, nosotros somos sólo 30, de los cuales hay diez enfermos o convalecientes, pero explico a la gente las instrucciones y les di
j
o que hay que estar preparados para ir a luchar, aunque trataré de cambiar esos planes o demorarlos al menos.
En esta reunión logra convencer a Mitoudidi, quien funciona como jefe del estado mayor del frente, de que la propuesta es muy arriesgada y que
era más importante lograr un verdadero conocimiento de toda la zona de operaciones y de los medios con que contábamos, ya que en el estado mayor no existía una imagen clara de lo que ocurría en cada uno de los aislados frentes (...) Resolvimos de común acuerdo mandar cuatro delegaciones a distintos puntos para precisar la situación de las respectivas tropas nuestras
y
del enemigo, así como una exacta correlación de fuerzas
.

Salen tres expediciones, la cuarta, en la que participaría El Che, se pospone una y otra vez a la espera de gasolina, bote, o la llegada inmínente, que no se produce, de Kabila. Será la primera posibilidad para los cubanos de tener una idea más o menos clara de la situación en que se encuentra el proceso revolucionario en El Congo.

Dreke recorre durante cuatro días la zona de Lulimba y Fizi bordeando el Lago, descubre exageraciones, SO hombres donde debería de haber mil, frentes donde hace tiempo que no se combate, dominados por la apatía; Torres va hacia el frente de Force, encuentra que los rebeldes no quieren acercarse a los cuarteles de la gendarmería de Tshombe. Hay otro elemento más que Dreke transmite al Che: por un lado el recibimiento entusiasta de la población y por otro hostilidad a Kabila, Masengo y Mitoudidi, a los que acusan de ser extranjeros.

Con estos materiales El Che elaborará una versión relativamente optimista:
Los primeros informes de la inspección de Kabimba y Front de Force mostraban que existían fuerzas realmente armadas y, al parecer, con disposición para luchar, sin ningún entrenamiento ni disciplina en el caso de Kabimba, con alguna en Front de Forre, pero con el mismo grado de desorganización en cuanto a control de armamentos, vigilancia del enemigo, trabajo político...

Mucho peor es la percepción de los mandos a los que considera
simples viajantes. No estaban nunca donde los necesitaban. Los grandes jerarcas se pasaban el día bebiendo, de tal forma que caían en borracheras increíbles sin preocuparse de ocultarlo a la población. Viajes sin finalidad, abundaba la gasolina.

La conclusión es que hay que crear una base de entrenamiento, lejos de las influencias del tribalismo. Hay que traer a los mejores reclutas y no fragmentar la columna en formación de los cubanos.

Fredy Ilanga tiene 14 años, habla francés, tiene una pistola y es oficial, es también otra cosa que se sabrá en el curso de esta historia. Cuenta: "Me dijeron: 'Éste es El Che.' A mí como si me dijeran cualquier cosa. ¿Oíste lo que yo dije? y me dicen que discreción o me fusilaban. ¿Quién mierda será ese Che para que me amenacen con fusilarme?, me dije yo."

Días más tarde Leonard le informa que se le ha nombrado profesor de swahili de Tatú. Comienzan las clases bajo un árbol en la base superior. "Por frases nos vamos explicando. Nos damos clases uno al otro. Me caía mal, porque tenía una forma de mirar penetrante. Te miraba como para obligarte a decir algo. Yo tenía ganas de dar clase rápido e irme. A mí me llamaba la atención que todos le tenían el máximo respeto de jefe a Tatú, incluso Dreke le venía siempre a consultar, a ese hombre de carácter seco, sin llegar a ser autoritario."

Al día siguiente El Che se encuentra reparando una ametrallada ra antiaérea y Fredy se aleja sin darle clases, es descubierto por Leonard.

—¿Qué tú haces aquí? —pregunta Mitoudidi—. Me dicen qué tú no estás con Tatú. Tú tienes que estar donde él, caminar donde él camina—. Yo explico que ayer estuve con él dándole la clase. Y me grita. Yo me digo: esto se está poniendo feo. Leonard era demasiado recto. Yo era oficial hace dos días, y ahora me grita enfrente de todo el mundo, qué jodido esto. Me quita la pistola y me vuelve maestro y traductor, soldado raso.

"Yo me presento:

—Camarada Tatú. Yo tengo que estar aquí contigo, dónde tú duermes, donde tú comes—. Me pregunta:
—¿ Tú estás molesto ?


Todo lo contrario.

— Tú pareces molesto.

"La primera clase fue sobre el saludo. Él me enseñaba español:
Buenos días, ¿cómo estás? Estoy bien
.

"Al otro día me fui con Tatú a subir la loma. En aquello estábamos, subíamos y bajábamos lomas. Yo me decía: Este blanco de mierda, qué, ¿en su país no hay lomas? Subir un día, bajar el otro..."

"El clima allá arriba es frondoso, hay que salir a un claro para tomar el sol, porque el sol no llega, la tierra siempre está húmeda. Yo lo único que tenía era una colcha. En la barraca nuestra dormían Tatú y Dreke. Había un farol chino encendido y Tatú leyendo, con una fogata en el medio de la barraca.

—Compañero Tatú, voy al campamento de los congoleses a ver qué consigo.

"Él tenía una hamaca, me invitó a compartir. Era muy ancha, pero tropezábamos, pies con cabeza. Le digo al Chino al otro día: ayúdame a hacer mi cama. Porque lo que pasé anoche no lo voy a pasar hoy. Yo era uno más del grupo, hasta tenía mi cuota de cigarros en la repartición. Una caja entre dos, o una caja por persona, Vegueros cubanos, Populares. Cuando Tatú sacaba un tabaco para él, sacaba un tabaco para otro, siempre le daba a uno distinto.

Él me dice:
Si le explico lo que es el imperialismo, tú me das una buena clase de swahili.
Tomó primero el café. El notó, sin yo decir nada, que me extrañaba que tornara él primero
explicó que tomaba el café antes de que los demás lo endulzaran, por eso era el primero."

Visto por Fredy Ilanga, El Che resultaba un personaje no sólo misterioso, sino también extraño: "usaba uniformé verde olivo y no amarillo, boina negra, pistola, cantimplora, botas, como todo el mundo, sin grados, sin canana, y cuando salía tenía el arma larga de él, un M-2, con un par de peines, los bolsillos siempre llenos de papeles, binocular y altímetro. Cada vez que llegaba miraba a qué altura estábamos. Llevaba una brújula en una fundita. No llevaba cámara fotográfica; el que se pasaba la vida retratándonos era M'bili. Al inicio siempre llevaba mochila hasta que le dio la crisis de asma. Era una mochila normal, pero pesada. Dentro llevaba libros, su toalla, la frazada, nylon. También llevaba su aparatico para el asma. Un día cuando íbamos subiendo, en el descansito en el medio de la loma lo veo que 'fluc, fluc', se echa una cosa en la boca, y le digo: 'Ven acá; usted se perfuma la boca, compañero?' Y entonces me dice:
No, es que yo sufro una afección que es el asma.

'Tenía un radio Zenith Panasonic. Oía la radio siempre, todos los días. Oía las emisoras francesas. Oía noticias. Siempre escribía por la noche y era cuando fumaba su cachimba. No se bañaba todos los días. ¡Qué va! Era raro verlo bajar al río a bañarse. Defecaba en una letrina colectiva que teníamos al lado de la barraca."

El Che quedará cautivado por su maestro:
Era un muchacho inteligente, Ernest Runga
(conocido en la guerrilla como Fredy Ilanga),
quien debía iniciarme en el misterio de la lengua. Comenzamos con mucho entusiasmo las clases de tres horas al día, pero la verdad es que fui el primero en reducir a una hora la enseñanza, y no por falta de tiempo, que era lo que me sobraba desgraciadamente, sino por incompatibilidad completa entre mi carácter y las lenguas. Existía otro inconveniente que no fui capaz de zanjar durante toda mi estancia en el Congo; el swahili es una lengua con gramática, bastante desarrollada y bastante rica, pero en este país, por sus peculiaridades, las gentes la hablan como lo que ellos llaman su lengua nacional, al lado de la lengua materna, el dialecto de su propia tribu, de manera que el swahili viene a ser en cierta medida, lengua de conquistadores o símbolo de un poder superior.

Sin embargo Ilanga aprenderá español, fácilmente, empezando, por la amplia gama de insultos y picardías que le enseñan los combatientes y no sólo eso, pronto recibirá del Che a cambio de la pistola perdida una metralleta Beretta.

Durante los primeros días en la base de Luluaburg, aproximadamente a un mes del arribo,
rendí tributo al clima del Congo en forma de una fiebre bastante alta, aunque no de muy larga dura
ción.
Nuestro médico Zerquera me hizo la visita, pera le envié de vuelta ya que era necesario en el dispensario y me sentía mejor.

Pero la cosa es más grave que lo que El Che narra; en versión de Zerquera: "Todo estaba oscuro. Nunca vi el sol en Luluaburg. El Che se encontraba tendido en una hamaca que siempre tenía montada con una vara en tierra. Cuando llegué estaba en muy malas condiciones, casi delirando. Yo me imaginé que tendría paludismo con liebre muy alta. Figúrate, una fiebre del carajo. ¿Qué tendrá este hombre? Tenía mucha presión. Yo pasé un momento muy malo.

"—
Coño, yo soy alérgico a la penicilina
.

"—Esto es del carajo, pues.

"—Bueno, pues ponme Calamicina.

"Le puse además clorafenicol, cloroquina... La fiebre no bajaba. Yo deduje que tenía paludismo, porque la cloroquina fue la que finalmente le bajó la fiebre. Coño, estaba muy mal. Tres días inyectándolo, cuatro, cinco veces. A los cuatro días la fiebre comenzó a bajar.

"El Che mejoró, pero yo había visto que él no estaba bien todavía. Le iba a hacer un chiste como el que él me había hecho en el barco: Yo le iba a decir '¿Quién te iba a decir que te ibas a morir aquí de esto'."

La enfermedad del Che se reproduce pocos días después porque
trajeron un herido de alguna escaramuza en Fronte de Force; el hombre llenaba seis días sin recibir atención médica, tenía un brazo fracturado del balazo y una abundante supuración. Me levanté a atenderlo bajo una llovizna fría, y quizá eso provocó la recaída, ahora con fiebre muy alta y delirio, lo que hizo necesario el segundo viaje de Zerquera a la base (que era para él como subir el Everest). Tampoco fue muy larga la recaída, a lo sumo cinco días, pero pude apreciar los resultados, por un extraordinario decaimiento que me acometió, quitándome el ánimo hasta de comer: Durante el primer mes, no menos de una docena de compañeros pagaron el noviciado.

En esta segunda tanda de la enfermedad uno de los combatientes tiene la desgraciada idea de comentar: "Si el comandante sigue así va a tener que irse." El Che al oírlo monta en cólera y le grita:
"Yo no me voy, primero me muero aquí y además esto se me pasa, que sola es enfermedad."

De repente un mensaje: "Viene un ministro cubano en camino por la loma; llegaron un montón de cubanos más."
Aquello era tan absurdo que nadie podía creerlo. Sin embrago, para hacer un poco de ejercicio bajé algunos tramos de la montaña y con gran sorpresa me encontré con Osmany Cien fuegos. Tras los abrazos, las explicaciones; había venido a hablar con los gobernantes de Tanzania y había solicitado permiso para hacer una visita a los compañeros del Congo; al principio se habían negado, alegando que después iban a querer los demás ministros cubanos visitar también el centro de operaciones pero, en definitiva, cedieron y estaba allí; me enteré también de que mi presencia no era aún conocida por el gobierno de Tanzania.

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