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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (40 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Joel Iglesias recuerda: "El estado de agotamiento de los compañeros era tal que a veces los aviones pasaban y ametrallaban y nadie se movía de donde estaba. Había una cantidad de agua que nos daba por las rodillas y la cintura, y para protegernos del agua teníamos que sentarnos a la orilla de árboles grandes, alrededor de cuyo tronco se formaba una especie de cayito. Así estuvimos rodeados como tres días. Nos acostábamos en un cayito de esos, le echábamos hojas y a medida que pasaba el tiempo, como era una especie de tierra blanda, de tembladera, se iba hundiendo y llegaba el momento en que uno empezaba a bajar hasta que ya tenía medio cuerpo bajo el agua, y el agotamiento era tal, que uno se quedaba ahí durmiendo, solamente con el pecho y la cabeza fuera del agua. En esa situación podíamos verlo cómo a cada rato se paraba de su lugar e iba a darle vueltas a los compañeros, sobre todo a los que tenían una situación más difícil, para darles ánimos y hablarles y decirles que había que tener resistencia, que había que aguantar, que teníamos que llegar."

Yo tenía que echar una descarga a todos los invasores en medio de un marabú, descalzos y muertos de hambre, y además estaba la tropa muy indisciplinada, mucho más, con unas caras patibularias, tétricas, y no hacían caso. A veces había que recurrir hasta al castigo físico para que caminaran, y entonces yo les decía que estaban escribiendo una página importante en la historia de Cuba sin darse cuenta.

En esas condiciones El Che mantiene una reunión con los oficiales de la columna, por primera vez les explica detalladamente la misión en el Escambray, el punto de destino, la función de montar una base guerrillera que cortara la isla en dos quitándole presión a la Sierra Maestra, la labor política de integrar a los grupos que estaban combatiendo en el Escambray, la idea de reproducir la base original de la Sierra Maestra. En esa reunión resiste las presiones de los oficiales más jóvenes que piensan que hay que abrirse paso rompiendo el cerco combatiendo. El Che insistía en que un combate así sería desventajoso y que había que evitarlo. Solamente si no nos queda otra salida. Fernández Mell recuerda: "El siempre contestaba que todavía no era el momento, que ahora había que pelear con la naturaleza para llegar al Escambray."

Una nueva patrulla a cargo de Rogelio Acevedo vuelve a pulsar los límites del cerco. En plena oscuridad provoca a los soldados para que les disparen tratando de ver si existe alguna fisura en la línea. Finalmente la encuentra en el límite del embarcadero de Baragua, explora. Tras reportar al Che, éste ve una luz al final del túnel, inmediatamente organiza el paso. Nuevamente de noche, nada que brille, nada que suene. La vanguardia cruza y coloca emboscadas a ambos lados de la línea férrea, mientras pasa el resto de la columna. Cruzan con el agua hasta el pecho, los rifles en alto. Por esa laguna cenagosa, tratando de amortiguar en lo posible el ruido de 140 hombres chapaleando fango, caminamos cerca de dos kilómetros hasta cruzar la línea a cerca de 100 metros de la última posta de la que escuchábamos su conversación. El chapaleo, imposible de evitar totalmente, y la luna clara, me hacen pensar con visos de certeza que el enemigo se dio cuenta de nuestra presencia, pero el bajo nivel combativo que en todo momento han demostrado los soldados de la dictadura los hicieron sordos a todo rumor sospechoso. Son las 11 de la noche del 2 de octubre.

Los tres días siguientes la columna avanza de noche en cenagales de agua marina. Una cuarta parte de la tropa estaba sin zapatos o con ellos en malas condiciones. En pantanos pestilentes, sin una gota de agua potable, atacados continuamente por la aviación, sin un solo caballo que pudiera llevar por ciénagas inhóspitas a los más débiles, con los zapatos totalmente destrozados por el agua fangosa del mar, con plantas que lastimaban los pies descalzos, nuestra situación era realmente desastrosa al salir trabajosamente del cerco de Baraguá y llegar a la famosa trocha de Júcaro a Morón.

El ejército mantiene la presión y la aviación los sobrevuela frecuentemente. En cada campesino veíamos al presunto chivato, en una situación psíquica similar a los primeros tiempos de la Sierra Maestra. No pudimos establecer contacto con la organización del 26 de Julio, pues un par de supuestos miembros se negaron a la hora en que pedí ayuda, y sólo recibí, monetaria, nylons, algunos zapatos, medicinas, comida y guías de parte de los miembros del PSP, que me dijeron haber solicitado ayuda de los organismos del movimiento, recibiendo la contestación siguiente que debe de tomarse con beneficio de inventario, pues no me consta: "Si El Che manda un papel escrito, nosotros le ayudamos; si no, que se joda El Che."

Mientras tanto, desde el Escambray las fuerzas del Directorio Revolucionario van siguiendo el desarrollo de la marcha a través de las emisiones de Radio Rebelde. Envían a uno de sus guías a tratar de hacer contacto, más tarde una patrulla de escopeteros. No son los únicos, fuerzas del II Frente y del 26 de Julio hacen lo mismo.

El 7 de octubre la columna hace un primer contacto con hombres de una guerrilla del Escambray, que además de darle al Che una primera visión de la zona lo alertan sobre las tensiones existentes entre los hombres del 26 y un grupo llamado el II Frente del Escambray, que se había escindido del Directorio y que dirigía Eloy Gutiérrez Menoyo. Traen un rosario de quejas por la actuación de Gutiérrez Menoyo, informándome que Bordón había sido tomado preso y que había existido una situación que llegó a estar cerca de una batalla campal entre los grupos. Me pareció que había muchos trapos sucios que sacar al sol en toda esta cuestión y mandé a uno de ellos ordenándole a Bordón que avanzara a mi encuentro.

Ese mismo día de octubre El Che le escribe un reporte a Fidel, donde señala que para tratar de limpiar la escoria de la columna ordené el licenciamiento de todo el que lo solicitara; siete aprovecharon la oportunidad y doy sus nombres para la historia negativa de esta revolución: Víctor Sarduy, Juan Noguera, Ernesto Magaña, Rogoberto Solín, Óscar Marías, Teodoro Reyes y Rigoberto Alarcón. Un día antes se había extraviado y sospecho que desertó Pardillo, del pelotón de Joel. Nuevamente El Che resulta excesivamente rigorista e injusto en su valoración de los hombres, de los siete, uno era un práctico que regresó a su región y se alzó más tarde en otro grupo rebelde; otro fue detenido en Camagüey y asesinado por el ejército; un tercero fue detenido por las tropas y pasó en prisión hasta el final de la revolución y un cuarto regresó al Escambray y volvió a unirse a la columna del Che. Pardillo no desertó y finalmente se unió a la guerrilla en el Escambray junto con un grupo que había formado con alzados de la zona.

La marcha nocturna continúa. El Che mostraba una imagen graciosa en esas jornadas, traía una bota en un pie y en el otro un zapato. Durante esos días alivian la dramática tensión escuchando por la radio las peripecias de la serie mundial de béisbol. Yanquis de Nueva York contra Dodgers de Brooklyn. La mayoría simpatiza con los neoyorquinos, El Che por llevar la contraria le va a los Dodgers, pero confiesa que no sabe ni un carajo del asunto. El mayor enemigo resulta la aviación, mientras el ejército intenta una nueva operación de cerco para impedirles el acceso a Las Villas, cerrando el paso en el río Jatibónico. El día 10 de octubre nos alcanzó la aviación ametrallando el monte en que estábamos. Fueron las avionetas y no hubo víctimas. No teníamos tiempo de recuperarnos ni siquiera un poco cuando un nuevo aguacero, inclemencias del clima, además de los ataques del enemigo o las noticias de su presencia, volvían a imponernos la marcha. La tropa estaba cada vez más cansada y descorazonada. Sin embargo, cuando la situación era más tensa, cuando ya solamente el imperio del insulto, de ruegos, de exabruptos de todo tipo, podía hacer caminar a la gente exhausta, una sola visión en lontananza animó sus rostros e infundió nuevo espíritu a la guerrilla. Esa visión fue una mancha azul hacia occidente, la mancha azul del macizo montañoso de Las Villas, visto por vez primera por nuestros hombres.

El 11 de octubre la vanguardia de la columna ocupa el batey de una arrocera y nos enteramos que el ejército conocía nuestra situación pollas conversaciones telefónicas que interceptamos. "Las ratas estaban perfectamente localizadas." El Che decide entonces encerrarse en esa casa rodeada de potreros y permanecer inmóvil durante todo el día. Por cierto que los rebeldes encuentran en la casa una gran cantidad de queso que devoran inmediatamente. Tras varios días sin comer el queso produce un terrible estreñimiento en toda la columna.

Según los informes recogidos en las conversaciones del ejército, éstos no nos creían capaces de caminar las dos leguas que nos separaban de Jatibónico. Por supuesto, las hicimos esa noche, cruzarnos el río a nado, aunque mojando casi todo el armamento, e hicimos una legua más hasta llegar al refugio seguro de un monte. El paso del Jatibónico fue como el símbolo de un pasaje de las tinieblas a la luz. Ramiro dice que fue como un conmutador eléctrico que encendiera la luz y es una imagen exacta. Pero desde el día anterior azulaban las sierras a lo lejos y hasta el más remiso lomero sentía unas terribles ganas de llegar.

El 12 de octubre el coronel Pérez Coujil le escribe al teniente coronel Suárez Suquet una maravillosa misiva con singular retórica:

"Nuestra misión clara y específica es la captura vivo o muerto del Che Guevara y de todos los forajidos que lo acompañan. Bajo ningún concepto se puede ir del cerco por ningún lado. Hay fuerzas suficientes a su mando para cumplir su cometido; además lo apoya la aviación. Si el distrito entero tiene que ir, irá al lugar como sea. Cumpla y haga cumplir órdenes terminantes. Cada cual en su puesto como militar y como hombre. En estos precisos momentos tenemos que responderle como se merece al general Batista y demostrarle que somos los osos y que las ratas son lo que son." Pero el tono grandilocuente del coronel tiene poco que ver con la realidad.

Durante esos dos días la columna avanza en marchas nocturnas extenuantes. El ejército que los había venido siguiendo se desentiende, ahora les toca a las tropas de Las Villas, no a ellos. En las cercanías de la arrocera Vitico la proximidad del ejército obliga al Che a desplazar el pelotón de Silva para que los vigile y en caso necesario los contenga, pero los soldados reciben un mensaje lanzado desde una botella de un avión con órdenes de retirarse.

El 13 de octubre, el Directorio desde el Escambray lanza una operación sobre Placetas y Fomento para distraer a las fuerzas enemigas que están tratando de cerrarle el paso a las columnas invasoras. Durante cuatro horas se combate en estas pequeñas ciudades provocando desconcierto en las guarniciones, porque se corre el rumor de que se trata de la columna del Che.

El 15 de octubre, la columna realiza una jornada agotadora entre fangales, cruzarnos arroceras y cañaverales, cruzamos el río Zaza, que debe ser uno de los más anchos de Cuba. El río estaba crecido y Tamayo que carga los zapatos del Che pierde uno. Se salva de la bronca, porque otro combatiente termina encontrándolo más abajo, arrastrado por la corriente.

Más allá del susto por el temor de haber perdido por segunda vez su calzado, dicen que El Che suspiró al cruzar el río Zaza y dijo: Esto se está acabando.

Acosta, quien viaja por delante de la columna y fue organizador político hace años en esa misma zona, ha entrado en contacto con la estructura del PSP para conseguir alimento, ropa y calzado. Cuando después de cruzar el Zaza, El Che entra a un bohío, se sorprende de que le ofrezcan un café amargo, como a él le agrada, en lugar del habitual café con mucho azúcar que tanto gusta a los cubanos. Luego vienen las explicaciones, Acosta ha pasado por allí.

La noche del 15 de octubre, a las 3:30 la vanguardia se encuentra con cuatro hombres.

El diálogo quedará fijado en la memoria de los testigos:

—¡Alto! ¿Quién vive?

—Gente buena y campesinos.

—Campesinos no, porque ustedes traen armas, serán guardias.

—No, guardias no, somos gente del Escambray, del Directorio "13 de marzo."

—Vengan acá. Nosotros somos gente del Che.

A partir de ahí surge la leyenda. En toda Cuba se sabe que el comandante Guevara ha llegado a la provincia de Las Villas, ha roto el cerco; Radio Rebelde se encarga de difundirlo. Fernández Mell proporcionará el mejor y más ecuánime resumen: "Habíamos caminado 554 kilómetros en línea recta por el mapa; en la práctica fueron más (...) Durante ese tiempo, 47 días, habíamos comido algo 15 o 20 veces, además de pasar dos ciclones."

La mitología de la invasión, tratada erróneamente por algunos cronistas, no estará en el par de combates menores que El Che enfrenta en la Federal y Cuatro Compañeros, en las hazañas militares menores, sino en la tremenda marcha de 47 días en condiciones infrahumanas, en la tenacidad y la cautela del Che, rehuyendo cercos y emboscadas, tan ajena a su carácter como combatiente, en su brillante habilidad para rehuir el combate. El viaje adquiere sentido en el destino. Ahora la revolución podrá cortar la isla en dos.

CAPÍTULO 19

Nuevos montes, nuevos problemas

La patrulla del Directorio advertiría a la columna del Che de la existencia de emboscadas del ejército en el camino, y esa misma noche del 15 al 16 de octubre del 58 los rebeldes cruzan el último cordón de guardias en la carretera de Trinidad a Sancti Spíritus. Los soldados hacen señales pero no actúan. El Che había advertido a los escopeteros del Directorio: Ustedes verán cómo ahora pasamos sin que nos disparen ni un tiro, y así fue.

El 16 octubre las tropas de la invasión, doloridas, con los pies llagados, ensangrentados y ulcerados por las afecciones provocadas por los hongos, manteniendo indemne solamente la fe, entran en el Escambray. De nuevo en una zona montañosa, los rebeldes de la columna 8 se sentían seguros. Joel relatará: "a pesar del cansancio, existía alegría en toda la tropa y hasta algunos iban cantando el himno nacional."

A las 10 de la mañana del 16 de octubre se monta el primer campamento en las ruinas de una planta hidroeléctrica, en el cafetal de la finca Cantú. El grupo del Directorio prosigue hacia Dos Arroyos para informar de la llegada de la columna.

En estos dos días El Che entra en relación, en un primer contacto, con prácticamente todas las fuerzas que operan en la región: con Manuel Quiñones de la dirección provincial del PSP, quien portaba dinero y un informe confidencial para El Che; con un grupo del 26 de Julio en el que se encuentran la financiera de Las Villas, Leonor Arestuch y el dirigente del sector obrero Joaquín Torres, entre otros.

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