Ernesto Guevara, también conocido como el Che (37 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Se va armando poco a poco la lista, la enorme mayoría son jóvenes campesinos fogueados en la última ofensiva. Fluyen algunos voluntarios, Joel Iglesias, el doctor Vicente de la O, el doctor Óscar Fernández Mell, quien ha estado haciendo milagros de un lado a otro de la Sierra Maestra desde que se incorporó tras la fracasada huelga de abril... Una parte de los que marcharán con El Che, aproximadamente un tercio, se han alzado a lo largo del 57, la mayoría ha actuado en la batalla de Las Mercedes, sólo tres de ellos provienen de la expedición original del Granma: el propio Che, Ramiro y René Rodríguez. La edad promedio es de 24 años y curiosamente, nuestra columna tenía un 90% de analfabetos.

El 22 de agosto sale la columna de Camilo, la partida del Che se demora a la espera de una avioneta que habría de llegar de la Florida con municiones, fundamental en esos momentos porque pasan ya de cien las armas sin uso por falta de balas.

En Las Mercedes se está bajo continuos bombardeos de la aviación batistiana, que aunque hacen poco efecto entre los combatientes, porque la columna está dispersada en pelotones, sí causan graves daños a la población civil. Sólo el día 23 hay 12 misiones de bombardeo, con bombas de 250 libras y cohetes. Harry Villegas recuerda que estando en el pelotón de la comandancia, El Che le comentó una vez: Vámonos que la próxima toca aquí. Y así fue. El Che parecía tener una especial sensibilidad para adivinar el trayecto de las bombas.

Enrique Acevedo cuenta: "Al terminar las bombas y cohetes dan varios pases de ametralladoras hasta que al fin se retiran. Lentamente me levanto, estoy cubierto de tierra y piedras. La casa está en ruinas, me acerco y encuentro vacío el refugio, un cohete golpeó a siete u ocho metros, lo desniveló y sus vigas están casi en el aire (...) Continúo husmeando, encuentro al fin lo más deseado durante un año: la mochila del argentino, es inconfundible, en ella están las lecturas solitarias del jefe, nadie sabe lo que estudia y los miembros de su escuadra de comandancia son extremadamente celosos de ese misterio (...) me lanzo de lleno al registro (...) no encuentro libros, deben estar en el fondo, doy por seguro que son de índole política, Stalin, Mao y tal vez Lenin (...) al sacar una muda de ropa bastante usada encuentro un libro (...) Cual no sería mi desencanto al ver: "Un yanki de Connecticut en la corte del Rey Arturo" y no hay nada más. Con cuidado armo la mochila y le pongo pedazos de escombros encima."

El 24 de agosto El Che convoca a una reunión de la columna, reúne a unos 300 combatientes y les habla de la misión. Les pinta negro el panorama. Dicen que dijo: En el llano desayunaríamos soldados, almorzaríamos aviones y comeríamos tanques. Les recalca que la proporción de enemigos será de 10 a 15 soldados por cada uno de los rebeldes. Por razones de seguridad no menciona el destino, pero Joel recuerda: "recalcó que iríamos a un terreno desconocido y al que no estábamos acostumbrados, a una población no preparada de antemano donde estaríamos sometidos a una gran tensión. A la acción de los agentes del enemigo, al hambre, la sed, el frío y la falta de recursos de todo tipo, frente a posibles aislamientos de la población por lo que posiblemente sólo saldrá con vida el 50% de nuestra columna y quizá menos..." El Che sabe lo que está haciendo, pretende que se produzca una primera selección en aquel grupo de guajiros extremadamente jóvenes a los que la revolución había sacudido, pero aún no consolidado. Tras el discurso tremendista, muy a la argentina, pasa a pedir voluntarios, pero no quiere que se alcen las manos, sino que les da tres días para que lo piensen y pide que se lo comuniquen por conducto de sus jefes de pelotón. De pasada da permisos de tres días a los que tienen familia en la Sierra.

Entre el 25 y el 27 de agosto se concentran los voluntarios de la flamante columna en El Jíbaro, un caserío en las estribaciones de la Sierra Maestra. El promedio de voluntarios ronda el 50% de los combatientes consultados. Se está a la espera del avión. Un ciclón, de nombre amable, Daisy, está azotando el sur de la Florida y se anuncia su entrada en el litoral cubano.

Zoila Rodríguez insiste en sumarse como voluntaria a la columna, es una combatiente más, tiene en su pasado reciente acciones arriesgadas. Guevara se niega terminantemente. Le pide que le cuide su mulo, Armando. Zoila recordará años más tarde que por amor al Che, "lo atendí como si fuera un cristiano." Poco sabemos sobre esta despedida (el diario del Che de esos meses no se ha hecho público), aunque podemos suponer que ambos parecen conscientes de que los matrimonios de guerra así se hacen y así se deshacen, y que será para siempre. No es la primera vez que El Che se despide de una mujer de esta manera.

El avión del exilio aterrizará el 28 a unos nueve kilómetros del lugar de concentración de la columna. El Che con una pequeña patrulla sale a terreno descubierto para recoger la carga, pero el avión ha sido descubierto y una avioneta lo ametralla en tierra; el ejército se aproxima, la descarga final se hace bajo las balas. Bajo la metralla, Faustino (Pérez) realizó la operación necesaria para evitar que cayera en manos del ejército, dándole candela mediante la gasolina que se vertía por las perforaciones de los impactos. Lo que no menciona El Che es que él también estaba allí, bajo la misma metralla.

Se pierde una camioneta con uniformes, pero se salvan fusiles y una planta de radio. Lamentablemente el avión no trajo la maravilla andante como ya sabrás, no hay municiones. Lo cual es una pequeña tragedia, en esos momentos los 144 combatientes seleccionados están armados con garand, springfield, San Cristóbal y M1 pero tan sólo con un promedio de 120 municiones por cabeza, 29 de ellos saldrán desarmados.

El problema del transporte sigue siendo clave. Pensando en llegar en cuatro días íbamos a iniciar la marcha en camiones. Fidel le escribe al Che: "Pepito me habla del asunto de los camiones. Que arregle eso contigo de acuerdo con tus planes. Que coja los que necesita, donde sea y de quienes sean, pero que procure si es posible agarrarlos con comida." El Che tiene además a Blas Oreste intentando conseguir transportes: dame noticia de los camiones que me interesa sobremanera tenerlos. Pero Blas sólo puede conseguir un camión de una arrocera, un ford verde del 52, el otro está descompuesto. Finalmente ni siquiera se puede usar el ford, porque las tropas enemigas avanzaron sobre el aeropuerto; interceptaron la camioneta con la gasolina, dejándonos a pie.

El 30 de agosto El Che le manda una nota a Fidel: Esta vez parece que sí me despido en serio. Hay tensión y nervios entre los combatientes que esperan la hora de salida, el ejército ha concentrado en las zonas cercanas cinco batallones y dos compañías de tanques.

A las siete de la tarde la columna está formada en el camino. El Che se reúne con los jefes de pelotón, transmite las órdenes: marchar en silencio, no dejar huellas, estricta disciplina, no fumar. Leonardo Tamayo será el único autorizado para pasar voz de mando del Che entre los pelotones; para comunicarse con el capitán Mark Herman, el estadunidense del pelotón de vanguardia en cuya punta va el teniente Manuel Hernández, un adolescente oriental quien combatió ya bajo las órdenes del Che durante la ofensiva batistiana; con Joel Iglesias que a sus 16 años dirige el pelotón de avanzada; con la comandancia donde se moverá El Che y Ramiro con el grupo de médicos y el teniente Miguel Álvarez; con el tercer pelotón del capitán Ángel Frías; y con el pelotón de retaguardia del capitán José Ramón Silva.

Javier Fonseca, un campesino serrano, nos ha dejado una descripción del personaje en ese día clave: "Ya para esa época El Che lucía mucho más curtido y no sé si era porque tenía la barba mayor y el pelo casi por los hombros. La cara le lucía menos de muchachito y tenía ya compostura de jefe."

Poco antes de las ocho del 30 de agosto la columna se pone en marcha en medio de un tremendo aguacero efecto del ciclón Daisy, Joel, convaleciente de sus heridas, va a caballo, al igual que El Che, Ramiro, el doctor De la O, el resto de la columna a pie, muchos hombres están descalzos, los uniformes están en harapos. Después de haber caminado unos seis kilómetros, resbalando en el todo, hacen un alto.

El Che fechará erróneamente la salida en su primer informe a Fidel, como al anochecer del 31; no es la primera vez que las fechas se le confundirán en esos días que frecuentemente se le empalman unos con otros rehuyendo las horas de sueño. Pasamos sin novedad por ese punto que estaba abandonado por los guardias, pero no pudimos seguir más de un par de leguas, durmiendo en un cayito de monte de aquel lado de la carretera. Se reinicia la marcha a las 11 de la noche para arribar a las cinco de la mañana a una finca abandonada. Los hombres se encuentran agotados, han caminado con las mochilas repletas 28 kilómetros. Fernández Mell relataría años más tarde que con su mochila llena y además una mochila extra con 20 kilos de medicamentos, difícilmente podrá olvidar aquella primera marcha. Varios colaboradores custodian la carretera cercana.

Al día siguiente y de nuevo en la noche se cruza la carretera en absoluto silencio. En la tarde habían volado aviones sobre los ocultos rebeldes, dos horas antes del cruce había pasado una patrulla del ejército.

Pasamos la carretera y tomamos tres carros que se descomponían con una frecuencia aterradora, llegamos hasta una estancia llamada Cayo Redondo donde pasamos el día con el huracán acercándose. Los guardias llegaron cerca, en número de 40 pero se retiraron sin combatir. Seguimos con los camiones ayudados con cuatro tractores, pero fue imposible y debimos renunciar a ellos para el día siguiente... Fango espeso, vientos de ciclón, los combatientes de la columna no caben en los camiones, una parte camina a pie tras ellos. Los rigores de la marcha están haciendo estragos con la ropa y el calzado. Se colocan planchas de tablones para cruzar los pequeños ríos. Los camiones se atascan en el fango de los caminos vecinales. Efectivamente encontramos los camiones, pero también, el día primero de septiembre, un feroz ciclón que inutilizó todas las vías de comunicación, salvo la carretera central, única pavimentada en esa región de Cuba. Se trata ahora del ciclón Ella, uno nuevo con engañoso nombre de mujer. Joel piensa que es de agradecerse que las lluvias y los vientos al menos mantengan alejados a los aviones.

Siguen las especulaciones, El Che mantiene el secreto del destino. El ejército ronda la columna, pero parece evidente que no tienen demasiadas ganas de encontrarla en aquel clima infernal.

A pesar de los desesperados intentos del Che por continuar con los camiones, del uso de tractores para desatascarlos en el fango, no hay manera. Enrique Acevedo cuenta: "A medianoche le toca el turno al nuestro. Es la tercera vez que lo sacamos a hombros. Todo está mojado, no ha dejado de llover. El Che, quien pasa en esos momentos, ordena que nos bajemos nuevamente e intentemos librarlo del atascadero. Desde la cama del vehículo no hay respuesta. Uno o dos se bajan, el resto no se mueve. El argentino pierde la calma, lanza una maldición a la par que monta su arma. Por las buenas' todos nos lanzamos de cabeza y empujamos, o por lo menos aparentamos." Como dirá años más tarde el doctor Fernández Mell: "Al Che hay que quererlo de gratis, se decía en la columna."

Finalmente, y a pesar de las intenciones del Che, hay que abandonar los vehículos para que el amanecer no fuera a encontrar a los guerrilleros tratando de desatascarlos. Al día siguiente, dos de septiembre, El Che ordena dispersar los vehículos y esconderlos. Seguimos a pie con unos cuantos caballos llegando a las orillas del Cauto, que no se pudo pasar por la noche debido a una extraordinaria crecida. Fernández Mell registra: "El Cauto muestra un espectáculo dramático, henchido hasta sus bordes. La corriente arrastra árboles y animales ahogados." Uno de los combatientes, Zayas, recuerda: "Llegamos al Cauto ¡Qué lindo! ¡Parecía el mar! Lo malo es que habíamos de pasar al otro lado y la mayoría de nosotros no sabía nadar."

El Che le escribirá a Fidel: Pasamos de día empleando ocho horas en (cruzarlo) y esta noche salimos de la casa del coronel para seguir la ruta estudiada. Estamos sin caballos pero podemos conseguir más en el camino y pienso llegar con todo el mundo montado a la zona de operaciones asignada. No se pueden hacer cálculos exactos sobre el tiempo que tardaré debido a múltiples inconvenientes que van surgiendo por los caminos endemoniados. Trataré de seguir informándote en el camino para ir creándote correos eficientes y dándote informes de la gente que hay.

En el curso de la noche se consiguen 89 mulos, caballos y burros y, en la finca El Jardín, El Che redacta el primer informe a Fidel, aunque cambia la fecha para despistar al ejército en caso de que la nota sea capturada. El informe termina: Por ahora, nada más, un gran abrazo al lejano mundo que apenas se dibuja en el horizonte, desde aquí.

El 4 de septiembre, la columna, después de cruzar el río Salado, enlaza con campesinos de la zona que les hacen un buen recibimiento. La fortuna los sigue acompañando, porque les entregan 48 pares de botas enviadas por un colaborador del 26 de Julio.

Ese día, El Che crea una escuadra dentro de la columna para castigar todos los actos de indisciplina. La bautiza "la escuadra de los descamisados", en una forzada metáfora muy guevariana, por eso de que los descamisados no tienen camisa, están fuera de la camisa de fuerza, fuera de las normas, se explica; aunque más bien el término tiene, aunque no en el contenido, reminiscencias peronistas. Le da el mando a Armando Acosta con la consigna de aplicar fuerte el rigor. Los miembros de la escuadra son despojados de sus armas y si las quieren recuperar tiene que ganárselas en combate. La escuadra se inaugura con un combatiente que discutió con su jefe de pelotón. El día anterior El Che había dejado dos días sin comer a un hombre porque se le había escapado un tiro.

Al amanecer del 5 de septiembre la columna cruza el arroyo Tamarindo. El Che, quien había descabalgado para vadearlo, se hunde en el fango y al tratar de librarse pierde una bota en el todo. El resto de la jornada lo hará cojeando con un pie descalzo. Aparecen nuevos prácticos del M26. La guerrilla está desganada por el cansancio tras una marcha de nueve kilómetros por caminos infernales.

El sábado 6 de septiembre la columna descansa en un batey llamado de la Concepción. Arriba Camilo Cienfuegos, que ha estado marchando en paralelo y con quien El Che ha tenido frecuentes contactos; Camilo le echa el caballo encima a la hamaca y El Che va a dar al suelo. Los que no los conocen bien se espantan, ¿aguantará eso el argentino? Pero El Che y Camilo tienen ese pequeño mundo privado de bromas fuertes, jaraneo como dicen los cubanos, relajo, desmadre, al que accede poca gente. Los dos comandantes se fotografían juntos en las fotos, El Che aparece descalzo. A lo largo de la jornada se dedica a curarse los pies, a lavarse la ropa y a conversar con grupos de campesinos que se aproximan. La influencia de la Sierra Maestra sigue siendo grande en la zona, se ve obligado a rechazar voluntarios que quieren sumarse, no es el momento ideal para el reclutamiento campesino. Otros dos combatientes van a dar por órdenes suyas a la escuadra de los descamisados, por desarmar un rifle sin permiso y por perder proyectiles. Se encuentra agotado, al grado que a mitad de una conversación con los médicos De la O y Fernández Mell se desploma; los doctores piensan que algo grave le ha sucedido, pero se dan cuenta de que tan sólo se ha quedado dormido de pie y ha ido a dar al suelo. No sólo es la tensión y las marchas maratónicas en medio de temporales, donde, como dice Joel: "una marcha de seis kilómetros se volvía de trece en zig zag por el mal estado del terreno", sino que además ha utilizado los descansos para reunirse y conversar con los guajiros.

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