Ernesto Guevara, también conocido como el Che (33 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Pero Fidel no está convencido y le manda una nota al Che: "Si todo depende del ataque por este lado, sin apoyo de Camilo y Guillermo, no creo que deba hacerse nada suicida porque se corre el riesgo de tener muchas bajas y no lograr el objetivo. Te recomiendo, muy seriamente, que tengas cuidado. Por orden terminante, no asumas posición de combatiente. Encárgate de dirigir bien a la gente que es lo indispensable en este momento." El Che valora la situación y decide no entrar en combate. De cualquier manera se repliega a regañadientes diciéndole a un mensajero: Dile a Fidel que se marche. Yo me quedaré un rato más. He descubierto que la pólvora es lo único que me alivia el asma. La columna se retira bajo un bombardeo de los B26 que inquieta más que daña.

Cuando retorna a su campamento de La Mesa, precedido por Camilo quien viene en unas parihuelas, se enterará que los periódicos han informado que se encuentra herido. Allí se encuentra el periodista uruguayo Carlos María Gutiérrez, quien hace de él la siguiente descripción: "los bolsillos de la camisa verde olivo le reventaban de papeles, libretas y varios lapiceros (...) los bolsillos laterales del pantalón estaban repletos como alforjas y deformados bajo el peso de más balas, calcetines y algunos libros." Lo recibe con un seco:

—¿Vos sos el uruguayo? Toma un mate.

El Che ha introducido en la sierra el hábito de tomar mate. ¿De dónde lo saca? Se lo manda su tía Beatriz. ¿Cuál es la red maravillosa de su tía desde la Argentina que llega hasta el fin del mundo en la Sierra Maestra?

Carlos María Gutiérrez sólo logrará una entrevista elusiva. Al Che le interesa hablar de fotografía, de telefotos, no contestar preguntas. Querrá mantener la reserva: "Sus armas defensivas son el sarcasmo repentino y la sonrisa en silencio, que me examinaban como evaluando mi impertinencia o mi ingenuidad. Che sabía construir sus reductos y manejar sus puentes levadizos. Pero también era un intuitivo de la cordialidad y sus brusquedades no dejaban heridas."

Un día Carlos María Gutiérrez cuenta que le "informaron que El Che me invitaba a mudar mi hamaca al propio bohío de la comandancia; fui a agradecerle la deferencia, pero Guevara me silenció con un gesto apacible: No es por vos; es que no me gusta tomar mate solo."

Quedará la constancia de las amorosas bromas que El Che le hace a Camilo en el hospital, su mejor amigo en la sierra, cómo le quita la gorra y se ríe de él...

La intervención de Fidel en el segundo combate de Pino del Agua provocó que días después un grupo de oficiales le enviáramos el documento (...) pidiéndole, en nombre de la Revolución que no arriesgara su vida inútilmente. Este documento, un tanto infantil, que hiciéramos impulsados por los deseos más altruistas, creemos que no mereció ni una leída de su parte y, de más está decirlo, no le hizo el más mínimo caso. Resultaba un poco chocante que comandantes y capitanes, jefes de pelotón, que dirigían el combate sobre la base del ejemplo, de la ley de los maumau, pidieran a Fidel que hiciera lo contrario. Ameijeiras cuenta: "Daba gusto ver a alguno de aquellos bisóños combatientes, a veces casi adolescentes, pararse en medio del combate y gritar cuando todo el mundo estaba aplastado contra el suelo y las balas chiflaban en los oídos: ¡Fulano, mírame. La Ley de los Mau! Entonces se paraba gallardamente en medio de las balas y disparaba su arma contra el enemigo. A continuación el aludido lo imitaba (...) En resumen ésa era la ley de los Mau. Pelear de pie y avanzar en medio de las balas o tirarles de frente a los aviones. Cosas de hombres que hoy parecen cosas de locos."

Y los locos crecen. El l5 de marzo dos nuevas columnas se despegan de la columna madre, Almeida al mando de la columna 3 se mueve hacia Santiago y Raúl Castro con la columna 6 avanza para formar un segundo frente también aproximándose a la capital provincial. Su salida coincide con el nacimiento de Radio Rebelde.

Instalado en La Mesa Fernández ha puesto en funcionamiento la emisora, en las primeras pruebas se pone en frecuencia de radioaficionados y cuando los encuentra emitiendo trasmite el "Himno invasor." De sus reacciones descubre que la emisión está saliendo, pero el lugar es malo, porque se encuentran en un valle que es un agujero entre las montañas. El Che decide mudar la emisora a los Altos de Conrado. Se sumarán en esos días al grupo dos rebeldes que saben algo de locución radial, Orestes Valera y Ricardo Martínez, y será reclutada Olga Guevara que era maestra en la columna del Che.

El 24 de febrero se escucha por primera vez: "Aquí Radio Rebelde, la voz de la Sierra Maestra, transmitiendo para toda Cuba en la banda de 20 metros diariamente a las cinco de la tarde y nueve de la noche..."

El Che apelará al sarcasmo: Los únicos oyentes que tuvimos fueron Pelencho, un campesino cuyo bohío estaba situado en la loma de enfrente a la planta, y Fidel que estaba de visita en el campamento (...) y escuchó la transmisión... Fernández aclara: "La banda de 20 metros no es propia para escucharse en Cuba, sino que se utiliza en comunicaciones de larga distancia. Por lo que seguramente que en Pinar del Río se escuchaba, pero en Santiago de Cuba no se escuchaba la transmisión (...) Sin embargo en el extranjero sí entraba perfectamente."

Un día, en Venezuela, Abel Tamayo, del comité en el exilio del 26 de Julio llegó aullando a la reunión: ¡Ya empaté, la cogí! Se discute la posibilidad de hacer una red, lo curioso es que la red que montan los venezolanos de repetidoras apoyándose en Radio Rumbos y Radio Continente, y más tarde la colombiana Radio Caracol, se escucha en Cuba, de tal manera que se produce un fenómeno de rebote.

Radio Rebelde existe, la armería está funcionando. Hay una serie de fotos del Che en La Mesa que lo prueban mostrándolo muy concentrado fumando y desmontando la espoleta de una bomba de aviación de 40-50 kg. Oris se lo advierte frecuentemente:

"... Che, si esto explota, aquí no queda nada más que un hueco grande en todo esto."

Y El Che, como el adolescente que saltaba desde las azoteas, sonríe y se queda mirando la operación como si nada. ¿Influirán en esto sus lecturas? Porque por esos días andaba leyendo a Rabindranath Tagore.

Y será también en esos días de La Mesa cuando respondiendo a una petición de maestros hecha por El Che, el PSP, los comunistas cubanos, decidan enviarle a un par de cuadros, Ribalta y Acosta, quienes tienen la misión de incorporar a los campesinos miembros del partido a la lucha y sumarse ellos personalmente. El Che los instruye: se trata sobre todo de dejar de lado cualquier sectarismo y no comportarse como miembro del partido. Y de pasada les dice: Ustedes son capaces de crear cuadros que se dejen despedazar en la oscuridad de un calabozo, sin decir una palabra, pero no deformar cuadros que tomen por asalto un nido de ametralladora.

No será el caso de Acosta y Ribalta.

Estos reclutamientos y otros, incluido el del oficial batistiano Laferté que entra en una profunda crisis de conciencia y decide sumarse a la guerrilla, y el del estadunidense Mark Herman, quien tenía conocimientos militares adquiridos en la guerra de Corea, le permitirán al Che instalar, en un sector de la sierra conocido como Minas del Frío, un nuevo campamento, que funcionará como una escuela de reclutas para jóvenes campesinos, donde además de la preparación militar se haga trabajo educativo y político. La escuela crecerá bajo bombardeos casi continuos, con los alumnos que la fortifican y cavan trincheras. Joel cuenta: "La prueba principal de aquella escuela era el hambre que se pasaba (...) entre eso y los bombardeos el 50 % de los que entraban se rajaban."

Será por esos días que El Che se une a una mujer. Rompiendo su costumbre de mantener una relación de distancia hacia las campesinas o a las militantes urbanas que frecuentemente tenían que subir a la sierra por la persecución, El Che se enamora y se une a una joven campesina que conoce en las Vegas de Jibacoa, Zoila Rodríguez, una mulata de 18 años (muy hermosa, según Joel), hija de un herrero serrano simpatizante del movimiento, soltera pero con una hija.

Zoila narrará el encuentro años más tarde, cuando se levante el velo sobre esta parte de la biografía del Che que había permanecido encubierta: "Eran como las cuatro de la tarde. Yo estaba encerrando un ganado cuando llegó. Venía montado en un mulo y otro compañero en un caballo. Estaba vestido de un verde raro con una boina negra. Después de saludar me preguntó si allí vivía El Cabo (apodo por el que se conocía a su padre, porque El Che quería que le herrara el mulo). Le expliqué que no había ningún problema que yo podía hacerlo porque mi padre me había enseñado.

"Mientras herraba el mulo, lo miré de costado y me di cuenta de que me estaba observando, pero me miraba de la forma en que miran los jóvenes a las muchachas y me puse sumamente nerviosa. Cuando fui a la caja de los hierros para escoger una escogina, me preguntó qué iba a hacer y le contesté que ya había cortado los cascos y tenía que emparejarlos para poder montar las herraduras. Guevara dijo que si era imprescindible dejarlos tan bonitos (...) El siguió mirando de esa forma (...) era una mirada un poco pícara que parecía que me quería regañar por algo que no había hecho. Cuando terminó le ofrecí café y me expresó que le gustaba amargo y así se lo hice.

"Se interesó por mí, qué hacía, dónde había aprendido a herrar mulos, si era casada o soltera; le dije que soltera aunque tenía una hija. Cuando se despidió señaló:

"—Dígale al Cabo que aquí estuvo Guevara."

En Zoila queda la imagen de "un joven gracioso sumamente bello: me impresionó mucho, la verdad es que no puedo negar, como mujer me gustó muchísimo, sobre todo la mirada, tenía unos ojos tan bellos, una sonrisa tan tranquila que movía cualquier corazón."

Esa noche El Cabo le dirá a su hija que El Che es un "hombre extraordinario", cuando ella le pregunta por qué, el viejo le explica: 'Viene a quitarnos de encima las desgracias, el hambre, el churre y la miseria."

Días más tarde entablan una relación que durará varios meses.

Mientras tanto las obras en Minas del Frío avanzan. El Che estaba pensando en construir un hospital en forma y varias aulas, y todo se hará bajo bombardeo, porque a los 15 días de haber levantado la primera construcción es descubierta por la aviación y de allí en adelante todos los días, mañana y tarde durante tres meses sufrimos bombardeos.

"La mejor defensa contra las bombas era un palito apretado entre los dientes. Otra defensa eran las cuevas. Pero la mejor defensa era perderles el miedo", solían decir los campesinos de esa zona de la Maestra siguiendo al pie de la letra las enseñanzas del Che, quien bajo bombardeo tenía un comportamiento errático, a veces se quedaba viendo los aviones sin guarecerse en un refugio, como si quisiera probar algo, demostrarse algo.

En Minas del Frío El Che suma a su entorno a otro adolescente, Jesús Parra, de 16 años, a quien había descubierto en la comandancia de Fidel con paludismo. Parra además de haber sido limpiabotas, ayudante de cocina, había tomado un curso de mecanografía durante tres meses y escribía 25 palabras por minuto; lo cual fue más que suficiente para que El Che lo tuviera en cuenta y en la columna dijeran que era un 'intelectual." Será a Parra al que El Che le dé una razón de por qué hay tantos jóvenes a su alrededor: "Decía que los jóvenes eran más locos, se arriesgan más, no pensaban mucho." ;Era su propio retrato?

Y esos jóvenes locos estudian historia de Cuba, entrenan con palos y pasan hambre y hasta organizan una huelga de hambre que El Che deshace con siete palabras, diez insultos y la amenaza de fusilarlos a todos, y como castigo les impone que pasen cinco días sin comer, en "huelga de hambre." Castellanos, que esta vez sólo había sido observador, reseña: "El Che se dio cuenta de que la situación era grave, que aquello estaba malo, pero no se podía hacer nada, porque no había comida."

Ese mismo Che que según narra Laferté, "tenía un jarrito de agua al lado de la hamaca por si tenía que tomar pastillas en la noche y por la mañana, al levantarse mojaba los dedos en el agua, se quitaba las lagañas mientras decía:

—Me estoy mojando demasiado, Che, me estoy mojando demasiado...

Pero pronto cambiará la hamaca de lugar porque Zoila Rodríguez se ha mudado al campamento donde ambos vivirán en una casita de yerba. Zoila, que colaborará en la cocina y en el hospital además de hacer labores de mensajera hacia Manzanillo, cuenta: "En mí surgió un amor muy grande y muy lindo, me comprometí con él no sólo como combatiente sino como mujer."

La mujer se volverá una fuente de sabiduría serrana para El Che: "Me preguntaba muchas cosas de la Sierra Maestra, como se llamaban las plantas, para qué servían, especialmente las medicinales. Se interesó mucho por dos, una que conocemos por pito, que tiene unas hojas muy verdes que cortan como navajas y sirven para trancar la sangre y la yamagua que también sirve para las hemorragias. El quería conocer acerca de los animales y las aves del monte."

CAPÍTULO 16

La sierra y el llano

Entre los días 10 y 11 de marzo se celebra en la Sierra Maestra una reunión de la Dirección Nacional del 26 de Julio que fija la estrategia inmediata. Basados en el aislamiento político en que se encuentra la dictadura y el creciente movimiento de resistencia urbana, se acuerda buscar una salida insurreccional a la tensión política bajo la forma de una huelga general.

Años más tarde El Che diría que la huelga fue acordada y decretada por el Llano con la anuencia de la Sierra, que no se siente capaz de impedirla. Esta es una versión falsa de lo sucedido. Fidel desde luego no estaba en contra de la propuesta, y si en otros cuadros de "la sierra" existieron dudas, éstas no afloraron. La huelga fue decidida por el conjunto de la dirección y sin duda con grandes esperanzas de que diera salida a la guerra. El Che que no participó en la reunión, y que nunca había pisado una ciudad en Cuba, no tenía una clara visión de lo que estaba pasando en las ciudades y mal podría tener una valoración política de la situación.

Fidel había preparado un llamado a la huelga general que habría de radiarse en el momento del estallido, se había creado un frente obrero aparentemente unitario, pero bastante sectario y se esperaban tres importantes envíos de armas. La guerrilla trataría de apoyar la huelga con acciones de algunas escuadras que bajarían al llano y esperaría el desarrollo de los acontecimientos. Más allá de los errores de valoración, quizá ésta era la parte menos lúcida del esquema, cómo utilizar al máximo al ejército rebelde en la propuesta insurreccional.

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