Ernesto Guevara, también conocido como el Che (29 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Pasan los días. El 10 de septiembre, según lo planeado, la columna de Fidel entra en Pino del Agua, toma el aserradero y Fidel sugiere la ruta que seguirán más tarde. Al día siguiente inician su marcha mientras la columna del Che se embosca a la espera del ejército. Estuvimos aproximadamente siete días emboscados pacientemente sin ver llegar a las tropas. Al séptimo, cuando estaba en el pequeño estado mayor donde se hacía la comida para toda la tropa emboscada, me avisaron que el enemigo se acercaba.

Una tormenta tropical comienza a caer. Los soldados enemigos iban todavía más preocupados por el agua que por las posibilidades de un ataque y esto nos sirvió para la sorpresa. El encargado de abrir el fuego tenía una ametralladora Thompson; efectivamente, abrió fuego con ella, pero en tales condiciones que no le dio a nadie; se generalizó el tiroteo y los soldados del primer camión, más asustados y sorprendidos que heridos por la acción, saltaron al camino y se perdieron tras el farallón.

El combate presentó características extrañas; un soldado enemigo se refugió debajo del camión, en la curva del camino y no dejaba asomar la cabeza a nadie. El Che se acerca a la primera línea para frenar una desbandada que se produce a causa de una falsa orden de retirada y concentrar sobre la carretera a otros dos pelotones cuando se encuentra a un combatiente llamado Tatin que en el momento que bajé a la carretera me dijo con voz desafiante: "Ahí está, debajo del camión, vamos, vamos, aquí se ven los machos." Me llené de coraje, ofendido en lo más íntimo por esta manifestación que presumía una duda, pero cuando tratamos de acercarnos el anónimo combatiente enemigo que disparaba con su fusil automática, desde bajo el camión, tuvimos que reconocer que el precio de demostrar nuestra, guapería iba a ser demasiado caro; ni mi impugnador ni yo pasamos el examen. El soldado se retiró con su fusil ametralladora arrastrándose y se salvó de caer prisionero o muerto.

El plan ha funcionado y los tres primeros camiones han sido capturados en la trampa. Nadie ha logrado pasar e incluso el resto de la tropa huye en desbandada. La resistencia en los primeros camiones es liquidada con la aparición de los pelotones de Sardinas y Ameijeiras. Al tomar el primer camión encontramos dos muertos, un herido, que todavía hacía gestos de pelea en su agonía, fue rematado sin darle oportunidad de rendirse, lo que no podía hacer pues estaba seminconsciente. Este acto vandálico lo realizó un combatiente cuya familia había sido aniquilada por el ejército batistiano. Le recriminé violentamente esa acción sin darme cuenta que me estaba oyendo otro soldado herido que se había tapado con unas mantas y había quedado, quieto, en la cama del camión. Al oír eso y las disculpas que daba el compañero nuestro el soldado enemigo avisó de su presencia pidiendo que no lo mataran; tenía un tiro en la pierna, con fractura y quedó a un costado del camino mientras proseguía el combate en los otros camiones. El hombre, cada vez que pasaba un combatiente por el lado, gritaba, "no me mate, no me mate, El Che dice que no se matan los prisioneros."

El balance en bajas del enemigo no es importante, pero se recogen armas esenciales para la guerrilla: un fusil automático Browning, 5 Garand, una trípode con su parque y otro fusil Garand más que fue escamoteado por la tropa de Efigenio Ameijeiras.

Bajo el amenazante vuelo de avionetas primero y de b-26 más tarde, los rebeldes celebran desayunando chocolate, la retirada se produce en orden. Tras el combate, El Che licencia a varios hombres que le piden irse. Les ordenó que se quitaran los uniformes y las botas y que los cambiaran por los andrajos de los más parias que se quedaban. Quiso librarse también de los adolescentes Acevedo, que con su habitual terquedad resistieron triunfantes.

En los últimos días de septiembre El Che se repliega a El Hombrito y entabla relaciones mediante esporádicos mensajes con Ramos Latour, que se ha hecho cargo de la estructura clandestina de Santiago-Manzanillo y el apoyo a la sierra. Ramos Latour se queja de que El Che había tratado de establecer una red sin contar con la dirección del Movimiento y que le había escrito a todo el mundo excepto a ellos. El día 3 de octubre insiste pidiéndole con mucho detalle que no utilice los contactos espontáneos porque debilita la centralización y el trabajo de reorganización del movimiento. Los tipos con los que ha enlazado no son de los mejores, reitera: "no des crédito", no confíelas facultades. Mejor conectar con Santiago que al fin y al cabo está a 20 minutos de Palma. Termina: "Esperamos en corto tiempo hacerte llegar todo lo que necesitas. Estamos trabajando también para crear centros de aprovisionamiento en las dos zonas que mencionas." Y le explica la estructura que se está creando: "De todas las provincias y municipios del país nos llega, en efectivo, la contribución que les corresponde para atender los gastos de la Sierra. Hasta ahora se había ordenado a los municipios de Manzanillo y Bayamo, exclusivamente, que retuvieran todas las recaudaciones para que atendieran las columnas que operaban en las zonas aledañas. Todos los demás envían la mayor parte de lo que obtienen a la Dirección Nacional que se hace cargo de sufragar esas necesidades."

No le falta razón a Ramos Latour en tratar de organizar mejor las relaciones Sierra-Llano y tampoco está exento El Che de razón cuando organiza sus propias redes dependientes directamente de la guerrilla. Las tensiones proseguirán porque El Che siguiendo con su idea de darle autonomía a la guerrilla sondeará a René Pacheco sobre sus relaciones con la burguesía liberal de la zona (un hijo de la famosa y millonaria familia Bacardí, Hortensia García) y a partir de esto se va creando otra red de apoyo.

Por esos días El Che conoce a Rafael Mompié, uno de los guías de confianza de la columna de Fidel. Juntos andan subiendo lomas. En uno de esos ascensos, se sientan a descansar y El Che saca de la mochila uno de sus libros; El Che al ver la reacción del guajiro le ofrece un libro y el otro le confiesa que no sabe leer. Mompié cuenta: "El interrumpió la lectura, la marcó con el dedo índice y se quedó mirándome fijamente por algunos instantes. No dijo nada y volvió a su lectura. Yo interpreté esa mirada como que me había dicho que tenía que aprender... esa mirada me fue acompañando, me marcó para toda mi vida."

En entrenamientos y marchas se van los siguientes días, interrumpidas por la captura de un desertor apellidado Cuervo que había estado expoliando a campesinos de la zona y participado en una violación. El hombre al llegar al campamento trató de darle la mano al Che y éste le contestó secamente que lo había mandado a llamar para fusilarlo, no para saludarlo.

Las comunicaciones epistolares entre Fidel y El Che forzadas por la lejanía de las columnas en esos meses, van desde el alto análisis estratégico político, las sugerencias militares, a los detalles más sorprendentes, pasando por todas las variantes del absurdo, por ejemplo, la nota que El Che le manda a Fidel sobre la pistola de Camilo: Camilo dice que vos le diste una pistola, pero él no la aceptó, pensando en la que tenía (esa que vos me quitaste). El resultado fue que se quedó sin pistola, pero, al mismo tiempo, había pedido pistola a Chicho, el de Soto, y como cambió de columna no se la devolvió. El perjudicado final es Chicho, el merengue arréglalo vos.

Días más tarde en rumbo al Río Peladero para enlazar con la columna de Fidel, la guerrilla se hace como impuesto revolucionario con un mulo que rápidamente es bautizado con el nombre de su ex dueño, Balansa. Dudando en convertirlo en comida o llevarlo con ellos, el mulo se gana su lugar en la guerrilla bajando en forma decidida y segura por lugares en los que había que deslizarse sujeto a bejucos o agarrándose como se pudiera a la saliente del terreno (...) Dio una demostración de dotes gimnásticas extraordinarias. Repitió la hazaña al cruzar el río Peladero, en esta zona llena de grandes piedras, mediante una serie de saltos espeluznantes sobre las rocas y esto le salvó la vida.

Balansa habría de volverse el mulo del Che. Al fin algo que cabalgar desde los remotos días de la infancia. Pero no todo es historias de mulos equilibristas. Las tensiones de estos últimos meses flotan en el aire. Enrique Acevedo, condenado eternamente a formar parte de la retaguardia, del pelotón de los "Descamisados" (una broma de resonancias argentinas del Che, recuperando el nombre que en su juventud recibía la plebe peronista), lo describe de manera nada idílica, "si la columna era un monasterio esto era un prostíbulo chino."

Llegando al río se produce un nuevo conflicto originado en una tontería, un conflicto entre un grupo de bromistas y la comisión de disciplina que motiva, en un momento en que El Che se encuentra fuera del campamento entrevistándose con Fidel, que se produzca un accidente. A Lalo Sardinas, al castigar impulsivamente a un compañero indisciplinado y pretender darle con la pistola en la cabeza se le había escapado un tiro, matándolo en el acto. Enrique Acevedo cuenta: "Se armó la del Cristo. Muchos que buscaban la salida de la guerrilla sin el deshonor de la expulsión se aprovechaban de la situación, otros eran amigos del muerto, los demás éramos simples espectadores del suceso (...) Roberto El Loco cogió un fusil y se lanzó sobre el capitán preso con el fin de matarlo. El teniente Cañizares levantó su voz y dijo que si no se hacía justicia rápidamente se iba de la tropa." La situación está al borde del motín. Inmediatamente me apersoné en el lugar, poniendo bajo custodia a Lalo; el ambiente contra él era muy hostil y los combatientes exigían un juicio sumarísimo y el ajusticiamiento.

El castigo físico era un acto prohibido en la guerrilla, y además muchos pensaban que no se había tratado de un accidente. Por otro lado Sardinas era un combatiente muy bien valorado. Un último factor que tenía que ver con el relajamiento de la disciplina enturbiaba las discusiones. Fidel tomó cartas personalmente en el asunto y promovió un juicio abierto en que se escucharon opiniones. Tanto él como El Che eran partidarios de castigar a Sardinas, pero desde luego no de condenarlo por asesinato, lo que implicaría la pena de muerte y el fusilamiento. Tras un debate candente me tocó hablar para pedir se reflexionara bien sobre el problema; trataba de explicar que la muerte del compañero debía ser achacada a las condiciones de la lucha, a la misma situación de guerra, y que, en definitiva, el dictador Batista era el culpable. Pero mis palabras sonaban muy poco convincentes ante ese auditorio hostil.

A la luz de antorchas y en plena noche Fidel hizo su resumen. Su enorme poder de persuasión fue puesto a prueba aquella noche. Una votación final se dividió entre setenta y seis que se inclinaron por otro tipo de pena y setenta que pidieron la pena de muerte. Lalo se había salvado, pero la decisión provocaba que un grupo abandonara la guerrilla y Conté Agüero aprovecharía la historia para desde las páginas de la revista "Bohemia" dar una imagen de la guerrilla como una banda de facinerosos a partir de confidencias de Roberto El Loco. Lalo Sardinas fue destituido y condenado a ganar su rehabilitación peleando sólo con una pequeña patrulla contra el enemigo (...) En reemplazo del capitán Sardinas, Fidel me dio uno de sus mejores combatientes: Camilo Cienfuegos, que pasaba a ser capitán de la vanguardia de nuestra columna. Con su amigo Camilo llegaba también Dariel Alarcón.

Al día siguiente la menguada columna del Che se ponía en marcha para liquidar los brotes de bandolerismo que se habían iniciado en otras partes de la Sierra Maestra en el vacío de poder que quedaba ante la retirada del ejército y la guardia rural. La vanguardia de Camilo va por delante.

En la marcha Enrique Acevedo observa: "Hay un detalle que me motiva en El Che. Tiene durante varias jornadas una mascota. Es un ratón blanco que viaja en su mochila. En los descansos lo saca y lo coloca sobre su hombro. Es un bicho manso que sube a la gorra y le juguetea. Yo lo miro algo estupefacto. Lo tengo como un tipo super-duro y de pronto me sorprende con esos detalles tan humanos. Eso me lleva a pensar que sólo veo en él al jefe inflexible. Me gustaría un día conocerlo un poco más."

Camilo operando rápidamente había capturado a la banda del Chino Chang que estaba asolando la región de Caracas asesinando y torturando campesinos. Junto al Chino fue juzgado sumariamente y también ejecutado un campesino que había violado a una adolescente. De los miembros de su banda varios fueron absueltos y tres fueron sometidos a un simulacro de fusilamiento; cuando después de los disparos al aire se encontraron los tres con que estaban vivos, uno de ellos me dio la más extraña espontánea demostración de júbilo y reconocimiento en forma de un sonoro beso, como si estuviera frente a su padre. Será testigo de los hechos el periodista Andrew Saint George, quien ha retornado a la sierra, cuyo reportaje publicado en la revista "Look" le valió un premio en los Estados Unidos como el más sensacional del año. Podrá parecer ahora un sistema bárbaro este empleado por primera vez en la sierra, sólo que no había ninguna sanción posible para aquellos hombres a los que se les podía salvar la vida, pero que tenían una serie de faltas bastante graves en su haber. Los tres ingresaron en el Ejército Rebelde y de dos de ellos tuve noticias de su comportamiento brillante durante toda la etapa insurreccional. Uno perteneció durante mucho tiempo a mi columna y en las discusiones entre los soldados, cuando se juzgaban hechos de guerra y alguien ponía en duda algunos de los que narrara, decía siempre con marcado énfasis: "Yo sí que no le tengo miedo a la muerte y El Che es testigo" recordando el episodio de su fusilamiento.

Dos o tres días más tarde se detiene a un nuevo grupo formado por antiguos colaboradores de la guerrilla que habían robado víveres que llegaban del llano y, por ese camino, habían descendido, incluso al asesinato. En esta época en la sierra, las condiciones económicas de un hombre se medían fundamentalmente por el número de mujeres que tuviera y Dionisio, siguiendo la costumbre y considerándose potentado gracias a los poderes que la revolución le había conferido, había puesto tres casas, en cada una de las cuales tenía una mujer y un abundante abastecimiento de productos. En el juicio, frente a las indignadas acusaciones de Fidel por la traición que había cometido a la revolución y su inmoralidad al sostener tres mujeres con el dinero del pueblo, sostenía con ingenuidad campesina que no eran tres, sino dos, porque una era propia (lo que era verdad). Junto con ellos fueron fusilados dos espías enviados por Masferrer, convictos y confesos.

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