Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
Seguimos avanzando (...) cuando el centinela del cuartel avanzó extrañado, por la cantidad de perros que ladraban y probablemente al escuchar los ruidos del encuentro con el soldado. Nos topamos cara a cara, apenas a unos metros de distancia; tenía la Thompson montada y él un garand: mi acompañante era Israel Pardo; le di el alto y el hombre que llevaba el garand listo, hizo un movimiento, para mí fue suficiente: apreté el disparador con la intención de descargarle el cargador en el cuerpo; sin embargo, falló la primera bala y quedé indefenso. Israel Pardo tiró, pero su pequeño fusil 22, defectuoso, tampoco disparó. No sé bien cómo Israel salió con vida, mis recuerdos alcanzan sólo para mí que, en medio del aguacero de tiros del garand del soldado, corrí con velocidad que nunca he vuelto a alcanzar y pasé, ya en el aire, doblando la esquina para caer en la calle transversal y arreglar ahí la ametralladora; sin embargo, el soldado impensadamente había dado la señal de ataque. Al oír tiros por todos lados, el soldado acoquinado, quedó escondido en una columna y allí lo encontramos al finalizar el combate que apenas duró unos minutos, porque al producirse los primeros disparos Ramiro Valdés y su pelotón cayeron sobre la parte trasera del cuartel disparando y arrasaron con todo.
De los 12 guardias, seis habían quedado heridos y los rebeldes tenían un muerto. Tras quemar el cuartel la columna abandona el pueblo recibiendo de la gente en los caminos cervezas y refrescos fríos.
En lo alto de California, después de dejar los camiones, se repartieron las armas, aunque mi participación en el combate fue escasa y nada heroica, pues los pocos tiros los enfrenté con la parte posterior del cuerpo, me adjudiqué un fusil ametralladora Browning, que era la joya del cuartel, yo dejé la vieja Thompson y sus peligrosísimas balas que nunca disparaban en el momento oportuno. El periodista argentino Rodolfo Walsh reflexionaría ante la narración del Che años más tarde: "Que yo recuerde ningún jefe de ejército, ningún general, ningún héroe, se ha descrito a sí mismo huyendo en dos oportunidades" (la primera huida se había producido en la sorpresa de Altos de Espinosa).
El ataque de Bueycito se producía poco después de una acción guerrillera de la columna de Fidel en Estrada Palma, durante la huelga de Santiago y en medio de un clima general de tensión contra la dictadura. En esos momentos en Cuba se estaban desarrollando tres revoluciones, una revolución en Santiago que afectaba a la enorme mayoría de las clases medias e incluso a miembros de la aristocracia económica, una rebelión juvenil muy radicalizada en La Habana y los inicios de una guerra campesina contra la dictadura en la Sierra Maestra que servía de foco y estímulo a las otras dos. La habilidad magistral de Fidel y Frank País había sido hacer coincidir las tres y lograr que se autoalimentaran.
El Che era una pieza clave de esta guerra campesina. ¿Y cuál era la imagen de Guevara? Ricardo Martínez, un joven locutor de radio que subió en esos días a la Sierra Maestra con un grupo de compañeros cuenta: "las emisiones de radio del gobierno y la prensa de derecha lo acusaban de comunista internacional, de asesino profesional, que mataba con crueldad a los prisioneros de Batista." La primera imagen que recibe del líder rebelde es muy singular: "De noche, estaba de pie, recostado en un bohío, a la luz de un candil o mechón, con el pelo revuelto, sudoroso, con la cara grasienta y la forma de mirar tan especial con los rasgos acentuados por las sombras y los contrastes de la luz, que no dudé por un solo momento que era tal como la propaganda decía. El nos brindó tostones, pero ni ese gesto me hizo borrar la imagen."
No será el grupo de Martínez el único que incrementó la recién nacida columna, el 3 de agosto suben a El Hombrito unos 34 hombres, entre ellos dos adolescentes que harán su historia junto a la del Che, los hermanos Acevedo de 16 y 14 años. Como no tienen armas se acepta sólo a 12, los Acevedo quedan excluidos. Arman "tal bochinche" que El Che se les acerca y les pregunta si son estudiantes, a Rogelio le pone una prueba de álgebra que lo deja frío, Enrique a los 14 le dice que a él de historia o geografía, porque si no... El Che se ríe, pero no los acepta. Tercos siguen a la columna en su marcha. Primero muertos que rechazados. Gracias a la intervención de Ciro Redondo podrán incorporarse. No serán los únicos. El Che se está rodeando de adolescentes. Leonardo Tamayo, un guajiro de 15 años, cuyo padre se ha alzado meses antes en otra zona y con el que tendrá la siguiente conversación:
—¿Qué vienes vos a hacer aquí?
—Lo mismo que vino a hacer usted.
Al Che le parece un argumento tan bueno como el que más. Días más tarde lo usa como mensajero y descubre que el pequeño Tamayo vuela por las sierras. Lo que otros hacen en dos días a él le toma la mitad. A partir de ese momento quedará incorporado al entorno del Che.
Y Oniria Gutiérrez, la primera mujer que se acepta en la columna, una adolescente campesina de 17 años a la que El Che trata paternalmente y a la que le entrega su frazada; y Harry Villegas, que a los 16 años llega con un grupo de escopeteros y reciben una áspera pregunta de parte de un hombre que se les acerca montado en mulo, El Che:
—¿Ustedes creen que con esas armas se puede hacer la guerra?
Y Guile, el menor de los Pardo, quien se ha incorporado en los primeros días del 57 y en cuya casa El Che sobrevivió en la época de la guerrilla de los heridos errantes; y René Pacheco, un joven estudiante seminarista de origen ortodoxo, que ha sido torturado brutalmente en el cuartel de Bayamo; y Alberto Castellanos, un joven vivo, surgido de la marginalidad de Victoria de Las Tunas, limpiabotas, dependiente de farmacia, vendedor de periódicos y al que mandan de regreso por no tener armas y que volverá meses más tarde a incorporarse.
¿Qué ve El Che en estos adolescentes? Donde otros ven analfabetismo, inexperiencia militar, inmadurez, ¿qué ve El Che? Sin duda tenacidad, un reflejo de su propia terquedad, voluntad a prueba de fuego. Y así los tratará, con el mismo rigor con el que se trata a sí mismo. Serán estos jóvenes y otros más los que harán en los siguientes meses las hazañas, los que elaborarán el mito.
¿Y cómo ven estos jóvenes al Che? Castellanos es muy preciso en su descripción: "Me lo imaginaba un hombre alto, grandote, fuerte, macizo; estaba acostumbrado a oír hablar de los argentinos como cantadores de tangos con bufandas, con la forma de hablar porteña y pensaba que El Che tenía que ser así. Lo imaginaba como un artista de películas argentinas. Cuando lo vi no me causó ninguna impresión extraordinaria, más bien me defraudé, estaba flaco y era un hombre común y corriente como cualquiera de nosotros y exclamé: Ah, ¿pero ése es El Che?"
Tras el primer encuentro militar, El Che busca una zona por la que ha pasado anteriormente, un valle llamado El Hombrito, porque vista la Maestra desde el llano, un par de lajas gigantescas, superpuestas en la cima, semejan la figura de un pequeño hombrecito.
Allí dedicará tiempo al entrenamiento, y también a combatir el analfabetismo, porque de toda la columna tan sólo cuatro o cinco saben leer. A Joel, su ayudante, le dice: Le hablé a Fidel de ti, me dijo que por qué no te hacia teniente, pero le respondí que como no sabías leer ni escribir no podía nombrarte. Y para animarlo lo nombra jefe de escuadra sin grado y le ordena que busque lápiz y libreta y en las noches a la luz de un farol comienza la tarea.
Con Pacheco dedica sesiones no a enseñar sino al aprendizaje de la historia de Cuba, la independencia, la guerra del 68. Poco a poco a través de las redes suben hasta la Maestra libros de Martí y poemarios de José María Heredia, Gertrudis de Avellanada, Gabriel de la Concepción, Rubén Darío, para alternar con la biografía de Goethe de Emil Ludwig que está leyendo (según puede verse en una foto en la que El Che se encuentra leyendo dentro de un bohío, recostado y cubierto por una manta y con un enorme puro en la boca).
Y va dándole forma al grupo, cuando detiene a los que huyen bajo los bombardeos y les sacude tremenda "descarga":
—Aquellos tiratiros de la ciudad que son los primeros que se cagan y se apendejan cuando sienten los bombardeos, van a tener que trabajar duro.
El 29 de agosto recibe la noticia de que el ejército asciende hacia la zona de El Hombrito. Sitúa dos pelotones en la posible ruta, el de Lalo Sardinas que debería entrar en combate y el de Ramiro Valdés, con los hombres peor armados, que tenía la función de hacer una hostilización acústica.
Al despuntar el sol se empezó a ver un movimiento de hombres que salían, entraban, se movían en el trajín del despertar. A poco algunos se ponían sus cascos (...) Fui a colocarme a mi puesto mientras veíamos ascender la cabeza de la columna, trabajosamente. La espera se hacía interminable en aquellos momentos y el dedo jugaba sobre el gatillo de mi nueva arma, el fusil ametralladora Browning, listo para entrar en acción por primera vez contra el enemigo. Pero los planes y la realidad se ajustan mal, los soldados aparecen muy espaciados entre sí. Al pasar el sexto oí un grito delante y uno de los soldados levantó la cabeza como sorprendido; abrí fuego inmediatamente y el sexto hombre cayó; enseguida se generalizó el fuego y, a la segunda descarga de fusil automático, desaparecieron los seis hombres del camino.
La columna a la que están enfrentando dirigida por Merob Sosa tiene 205 hombres y El Che cuenta tan sólo con 72, y muy mal armados. Aún así, la columna del ejército se desparrama ante los primeros disparos. La escuadra de Castro Mercader ataca, pero la columna enemiga se repone y comienza a disparar con bazookas hacia las posiciones de los rebeldes. El soldado caído es registrado pero sólo trae un revólver; la ametralladora maxim que tienen los rebeldes no funciona, y el hostigamiento de los "acústicos" siembra el pánico pero no causa bajas. Así la cosa, El Che se ve obligado a ir dando la orden de retirada por escuadras y crea en las profundidades de la sierra una segunda línea de resistencia. Se repliega el último, como hará siempre en futuros combates.
La llegada de un pelotón de refuerzo enviado por Fidel fortalece su posición, pero los guardias no avanzan, se limitan a quemar el cadáver de un rebelde muerto en el combate e intercambiar tiros a distancia. Este combate nos probaba la poca preparación combativa de nuestra tropa que era incapaz de hacer fuego con certeza sobre enemigos que se movían a una tan corta distancia como la que existió en este combate (...) Con todo, para nosotros era un triunfo muy grande, habíamos detenido totalmente la columna de Merob Sosa que, al anochecer, se retiraba (...) Todo esto lo habíamos conseguido con un puñado de armas medianamente eficaces contra una compañía completa, de ciento cuarenta hombres por lo menos, con todos los efectivos para una guerra moderna y que había lanzado una profusión de bazookazos y, quizás, de morterazos sobre nuestras posiciones, tan a tontas y a locas como los disparos de nuestras gentes a la punta de vanguardia enemiga. El combate tendrá un eco amargo, porque las tropas de Merob Sosa asesinarán a varios campesinos haciendo pasar sus cuerpos como de rebeldes muertos en combate.
El 31 de agosto El Che le reporta a Fidel el éxito de Bueycito, el crecimiento de su columna a 100 hombres y le comenta sobre el relevo de Frank País en Santiago. Sugiere que tiene que ser alguien que cumpla el doble papel de buen organizador y que haya tenido experiencia en la Sierra, de tal manera que no vea desde afuera los problemas de la guerrilla. Sugiere a Raúl Castro o Almeida o a Ramiro Valdés, incluso se ofrece para la tarea (y lo digo sin hipocresía de modestia, pero también sin el menor deseo de ser elegido). Y añade: Te insisto en el tema porque conozco la calidad moral e intelectual de los lidercillos que tratarán de suceder a Frank.
Es curioso el encono con el que El Che trata a los hombres de las ciudades. Es cierto que a veces sus experiencias con ellos han sido negativas, pero El Che tendría que partir del profundo desconocimiento que tiene del movimiento urbano del 26 de Julio. Finalmente el sucesor de Frank País no será ninguno de los propuestos por El Che sino René Ramos Latour, un nacionalista obrerista y radical, quien había estado temporalmente incorporado a la guerrilla. La polémica entre El Che y "El llano" estaba a punto de empezar.
En esos días la columna del Che y la de Fidel marchan en paralelo, se reúnen y se separan en su accionar hacia Pino del Agua, donde saben hay una pequeña guarnición que Fidel pretende atacar dejando después a la columna del Che emboscada a la espera de la reacción de las tropas.
En la aproximación se producen un par de deserciones y el suicidio de un combatiente al que se había desarmado por insubordinación. El Che intenta además liberar a la guerrilla de los combatientes menos capaces y plantea en una reunión que los que quieran pueden irse. Amablemente les dice a los dos hermanos Acevedo que se vayan, que no resisten el tren de marcha del conjunto, que son un peligro para la columna. Los adolescentes, que ciertamente están físicamente en el límite, se resisten. La respuesta es nuevamente: "Primero muertos." El Che se encabrita, está a punto de expulsarlos. Ciro Redondo vuelve a mediar y ganan una semana.
El 5 de septiembre se produce un alzamiento en la ciudad de Cienfuegos protagonizado por marinos que estaban involucrados en una conspiración dentro de las fuerzas armadas (de un sector que comenzaría a conocerse como Los Puros, y que en el último momento dio contraorden. Los conspiradores, vinculados a las redes urbanas del 26 de Julio logran un primer éxito que les da el dominio de la ciudad pero, en lugar de replegarse hacia la sierra del Escambray junto con la gente del pueblo que se ha sumado, se mantienen en la ciudad esperando que el ejemplo se extienda y reciben el impacto concentrado de toda la fuerza del régimen incluida la aviación. Para los hombres de la sierra es trágico el desperdicio de vidas, combatientes y armas, es trágica la descoordinación y la falta de aprecio de la táctica guerrillera. Pero es evidente que más allá de la derrota de las fuerzas populares, el régimen profundiza en ella su aislamiento.
El Che mientras tanto entrará el 8 de septiembre en San Pablo de Yao, en medio del alborozo general del pueblo, nos apoderamos pacificamente de él algunas horas (no había tropa enemiga) y empezamos a hacer contactos. Quizá el más importante es el conocimiento de una mujer de origen campesino de unos 45 años que tras su divorcio había ido a trabajar como sirvienta en La Habana y luego retornado para trabajar en una panadería, Lilia Doce, quien habría de ser pieza clave en las redes del Che.