Ernesto Guevara, también conocido como el Che (31 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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El 29 de noviembre, mientras los rebeldes se limitan a cercar y hostigar a la columna de Sánchez Mosquera, Ciro Redondo muere al intentar forzar las posiciones enemigas y los refuerzos rompen la contención rebelde forzando la retirada. La pesadumbre era grande, se aunaba el sentimiento por no haber podido aprovecharla victoria contra Sánchez Mosquera y la pérdida de nuestro gran compañero Ciro Redondo. Días más tarde El Che le escribirá a Fidel: Fue un buen compañero y, sobre todo, uno de tus inconmovibles puntales en cuanto a obsesión de lucha. Creo que, sería de estricta justicia que se le dé el cargo de comandante, aunque no sea nada más que para los fines históricos, que es lo único a lo que podemos aspirar muchos de nosotros.

En la retirada El Che nuevamente asume la última posición y a pesar de los gritos de sus compañeros para que se cubra o se agache combate de pie disparando. En ese momento una bala dio en el tronco de un árbol a pocos centímetros de mi cabeza y Leonel Rodríguez me increpó por no agacharme. Después razonaba este compañero, quizás con la tendencia a las especulaciones matemáticas impuestas por su carrera de ingeniero, que él tenía más chance de llegar con vida al fin de la revolución que yo, pues nunca la arriesgaba si no era para cosas necesarias.

Ahora El Che había decidido defender la base de El Hombrito a toda costa, consciente de las debilidades de su columna, de la incapacidad para organizar luchas prolongadas o cercos que se sostuvieran. Más allá de la intención: Si quieren entrar aquí tendrán que pelear varios días; cubre sus espaldas trasladando a los heridos a la más inaccesible zona de La Mesa.

Antes de una semana volverá a entrar en combate cuando la columna de Sánchez Mosquera inicia la ascensión hacia el Hombrito por la zona de Santa Ana. Las minas no explotan y las emboscadas de contención son desbordadas. Con todo el dolor de su corazón y antes de que queden las otras patrullas aisladas por el avance de los soldados, da la orden de abandonar El Hombrito y montar una nueva emboscada en un pequeño montículo que sobresale en la línea de la Maestra llamado Altos de Conrado. Allí estuvimos pacientemente esperando, durante tres días, haciendo guardias constantes las 24 horas. Las noches eran muy frías y húmedas a aquellas alturas y en aquella época del año, realmente, ni teníamos la preparación necesaria ni el hábito de pasarnos toda la noche en posición de combate a la intemperie.

A pesar de las recomendaciones de Fidel, El Che se coloca en la primera posición de la emboscada {la moral de la gente estaba bastante decaída como resultado del ajetreo infructuoso a que fue sometida y consideré necesaria mi presencia en la primera línea de fuego). Finalmente el 8 de diciembre el ejército avanza, sometido a la guerra psicológica de la guerrilla. Oíamos los gritos de la tropa en una discusión muy violenta en la cual se alcanzó a escuchar con toda nitidez, por mí personalmente, pues estaba atisbando desde la orilla del paredón, el grito de alguien que mandaba, al parecer un oficial y que decía: "Usted va delante por mis cojones", mientras el soldado, o quien fuera, respondía airadamente que no. La discusión cesó y la tropa se puso en movimiento.

La emboscada está diseñada para que sea Camilo el que abra el fuego a bocajarro y el resto de las fuerzas de la guerrilla tiene la orden de esperar bajo cubierto hasta que se oigan los primeros disparos. Pero El Che está desesperado, demasiadas veces en estos últimos meses las cosas no han salido como se planeaban, de manera que: Atisbando, contra la orden que yo mismo había dado, pude apreciar ese momento tenso antes del combate en que el primer soldado apareció mirando desconfiado a uno y otro lado y fue avanzando lentamente. De verdad, todo allí olía a emboscada, era un espectáculo extraño al paisaje el Peladero con un pequeño manantial que corría constantemente, en medio de la exuberancia del bosque que nos rodeaba. Los árboles, algunos tumbados y otros en pie, muertos por la róndela, daban una impresión tétrica. Escondí la cabeza esperando el comienzo del combate, sonó un disparo y enseguida se generalizó el fuego. Después me enteré que no había sido Camilo el que tiró, Ibrahim, nervioso por la espera, disparó antes de tiempo y en pocos instantes se había generalizado el tiroteo.

De pronto sentí la desagradable sensación, un poco como de quemadura o de la carne dormida, señal de un balazo en el pie izquierdo que no estaba protegido por el tronco. Acababa de disparar con mi fusil, simultáneamente con la herida oí el estrépito de gente que avanzaba rápidamente sobre mí, partiendo ramas, como a paso de carga (...) Revolviéndome como pude, con desesperada celeridad, llegué a empuñar la pistola en el mismo momento en que aparecía uno de los combatientes nuestros de nombre Cantinflas. Sobre la angustia pasada y el dolor de la herida, se interponía de pronto el pobre Cantinflas, diciéndome que se retiraba porque su fusil estaba encasquillado. Lo tomé violentamente de las manos mientras se agachaba a mi lado y examiné su Garand, solamente tenía el clip levemente ladeado y eso lo había trabado. Se lo arreglé con un diagnóstico que cortaba como una navaja: "Usted lo que es un pendejo. "Cantinflas, Oñate de apellido, tomó el fusil y se incorporó, dejando el refugio del tronco, para vaciar su peine de Garand en demostración de valentía. Sin embargo, no pudo hacerlo completo porque una bala le penetró por el brazo izquierdo saliéndole por el omóplato, después de cubrir una curiosa trayectoria. Ya éramos dos los heridos en el mismo lugar y era difícil retirarse bajó el fuego, había que dejarse deslizar sobre los troncos de la tumba y después caminar bajo ellos, heridos como estábamos y sin saber del resto de la gente. Poco a poco lo hicimos, pero Cantinflas se fue desmayando y yo, que a pesar del dolor, podía moverme mejor, llegué hasta donde estaban los demás para pedir ayuda.

Los soldados se habían replegado seguramente con alguna baja, pero la situación no era clara. El Che ordena un repliegue por escuadras y ordena que evacúen a Oñate. Luego consigue un caballo, porque el dolor ha retornado y no puede caminar. Pensando que la tropa ha tomado el alto de Conrado monta nuevas emboscadas y ordena a Ramiro que al mando de la mayor parte de la columna se dirija a tomar contacto con Fidel, pues había cierta sensación de derrota y de miedo en nuestra tropa y quería permanecer solamente con la gente indispensable para realizar una defensa ágil. Para esta labor elige el pelotón de Camilo.

La herida del Che en el pie producirá un tremendo efecto entre los campesinos de la zona. En principio no se lo creían. El rumor de que El Che estaba herido no pasaba. Incluso una mujer fue a verlo en el bohío en el que estaba acostado y se produjo el siguiente diálogo:

—Che, ¿tú estás herido? No, no es cierto.

Y El Che tuvo que enseñarle la herida en el pie y decirle que no era importante. Años más tarde en un documental, los guajiros de El Hombrito y La Mesa llorarán al recordarlo.

Un día después del combate una patrulla de exploradores descubre que el ejército se ha retirado. Pero en su penetración había dejado quemadas las casas de los campesinos y destrozada la pequeña infraestructura de El Hombrito. Nuestro horno de pan había sido concienzudamente destruido y entre las ruinas humeantes solamente se encontraron algunos gatos y algún puerco que escapó a la vesania del ejército invasor para caer en nuestras fauces. Le debería doler en el alma al Che la destrucción de su base y así se traslucía en una carta que le enviaba a Ramos Latour el día 14: El Hombrito quedó liso como una tabla, con 40 casas quemadas y todos nuestros sueños rotos.

En los siguientes días el doctor Machado Ventura lo operará con una cuchilla de afeitar extrayendo una bala de M-1 y ya el 12 de diciembre Ramiro le reportaba a Fidel que: "Quizá en estos momentos esté dando los primeros pasos."

Han pasado cuatro meses y medio desde que lo han nombrado comandante, y El Che se siente fracasado. Ha dirigido unas cuantas escaramuzas exitosas, cuyos resultados iniciales no ha podido explotar, ha tenido que replegarse varias veces, ha tenido que ceder su querida base de El Hombrito; tiene choques continuos con la dirección del Movimiento en el Llano y ha desoído los consejos de Fidel arriesgándose demasiado, por lo que ahora está herido. Esta sensación explica por qué se queda a cargo de un destacamento y le devuelve a Fidel el mando directo de la parte más importante de su columna con Ramiro Valdés. Y quizá sea pronto para que pueda evaluar los dos grandes éxitos que ha tenido en estos meses: ha creado una amplísima red campesina que tiene por él verdadera adoración y respeto y ha logrado en torno suyo un aura mágica. El Che es el justo, el igualitario, el que no pide a nadie que haga lo que él no hace.

Estos dos elementos valdrán mucho más que lo que parece. Y Fidel, en lugar de relevarlo del mando de la columna 4, se dará cuenta de ellos.

CAPÍTULO 15

La polémica

A fines del año, las tropas enemigas se retiraban una vez más de la sierra y quedábamos dueños del territorio existente entre el pico Caracas y Pino del Agua, de oeste a este, el mar al sur y los pequeños poblados de las estribaciones de la Maestra, ocupados por el ejército al norte. Se produce una paz aunada, un respiro. Ni la guerrilla puede operar contra posiciones fuertemente defendidas ni el ejército se anima a subir a la sierra.

Se creaba al mismo tiempo la necesidad de una nueva infraestructura y esta vez más amplia, para resolver los problemas de alimentación, medicina, propaganda, armas y parque de la guerrilla. Como primera medida, ordenamos siembras especiales a algunos campesinos, a los cuales asegurábamos las compras de las cosechas de frijoles, de maíz, de arroz, etcétera, y, al mismo tiempo organizábamos con algunos comerciantes de los pueblos aledaños, vías de abastecimiento que permitían llevar a la sierra la comida y algunos equipos. Se crearon arrias de mulos pertenecientes a las fuerzas guerrilleras que no sólo transportaban comida sino también medicinas.

Las armas fue difícil lograrlas desde el llano, a las dificultades naturales del aislamiento geográfico, se agregaban las necesidades de las mismas fuerzas de las ciudades y su renuencia a entregarlas a las fuerzas guerrilleras, duras discusiones tuvo que mantener Fidel para que algunos equipos llegaran. Y si había problema con el armamento y muchas veces el objetivo central del combate era desarmar a un soldado, los problemas con las municiones eran aún mayores.

Es bajo estas tensiones y urgencias que El Che no renuncia a la idea de un campamento y una infraestructura y poco después de la pérdida de El Hombrito se moviliza hacia La Mesa. En las cercanías de la casa de Polo, el Capitán Descalzo, más arriba de El Hombrito, por caminos casi inaccesibles, se llega a La Mesa. El nombre le pertenece. El Che ha bautizado al valle rodeado de cuatro cerros como la Mesa volteada y a uno de ellos como la Pata de la Mesa. Ahí vuelve a darle forma a su idea de una base permanente. Desde el 3 de diciembre empiezan las obras para construir el campamento camuflado, regado en el valle, en el que existirá un hospital, una talabartería para hacer botas, bien indispensable en la lucha guerrillera e incluso gorras (ése es el origen de la gorra de camionero, guagüero en Cuba, que portaba El Che de vez en cuando) y la armería dotada de un pequeño torno. A lo que se añadiría un taller para hacer puros (que según El Che eran muy malos, pero que según los periodistas Biggart del "New York Herald Tribune" y el uruguayo Carlos María Gutiérrez eran tan buenos como los Partagás que se compraban en La Habana).

En La Mesa funcionaba además una escuela, en la que incluso enseñaban a leer a los niños campesinos y a soldados prisioneros, y Carmencita alfabetizaba a adultos. El Che tenía a otros rebeldes trabajando como alfabetizadores y el periodista español Meneses recuerda y reseña la carta que uno de ellos le envió al Che en un tono pomposo diciendo que carece de lo más rudimentario para dar clases a los niños campesinos, y la airada respuesta del Che: He recibido con regocijo tu misiva en la que lamentas no disponer de los pertinentes instrumentos para desarrollar tu labor pedagógica en la satrapía que te fue asignada por la revolución. Los pueriles sujetos de tu atención académica se las tendrán que arreglar con tu ingenio, ya que no dispongo de esas armas de cultura que reclamas. Aprovecho la ocasión para comunicarte que la próxima vez que hagas caminar a un hombre diez horas para decirme semejante sarta de estupideces te mando a alguien para que te corte los cojones. ¿Asimilado? Tu cabreado comandante. Che.

En esta nueva labor organizativa, El Che sigue chocando con la estructura del 26 de Julio en las ciudades. Ya desde el 9 de diciembre El Che le había escrito a Fidel: Si nos vemos, o tengo oportunidad de escribirle más largo, tengo que darte quejas contra la dirección, pues llega mi suspicacia a suponer que hay hasta un directo sabotaje contra esta columna o más claramente, contra mi persona. Considero que, frente a este hecho sólo hay dos soluciones: actuar severamente para impedir medidas de este tipo, o retirarme haciendo hincapié en incapacidad física o lo que te parezca mejor Esta consideración no es dictada por el despecho que me causó y que significó tener que abandonar El Hombrito (...) Los hechos son un poco sutiles para poder darte pruebas concluyentes, pero tendrás oportunidad de leer cartas de allí, donde se me contesta a esos pedidos, grande y urgente, con tres páginas aferrándose a un párrafo mío en el que no hice más que cumplir órdenes que tenía en cuanto a los visitantes por la libre.

Revisando la correspondencia entre la Sierra y el Llano, hoy parece evidente que El Che juzgaba con excesiva dureza a sus compañeros de las redes urbanas, sometidos al terror de la policía batistiana, frecuentemente detenidos y torturados, sujetos a delaciones y dificultades producto de la clandestinidad y con constantes quiebras en la línea de comunicación con la sierra.

El 12 de diciembre Ramos Latour le informa a Fidel que le ha enviado al Che por la vía de Bayamo 17 mil cartuchos y balas sobre todo de calibre 22, aunque también 44 y 30,06. Así como 2 mil pesos por la vía de Yao. Y dos días más tarde le escribe al Che: "Che, supongo que ya tendrás en tu poder la mayor parte del parque enviado (...) te aseguro que he llegado a la desesperación al recibir uno tras otro tus pedidos y verme prácticamente impotente para resolver la situación (...) Todo lo que te envié fue adquirido aquí en lotes de 50,100, 200, pagándolos a cualquier precio (...) Sabes que soy un tenaz defensor de la organización en el sentido más estricto de la palabra. Sin embargo, ahora que he tratado de poner en tus manos en forma rápida el parque que pediste y he tropezado con la irresponsabilidad de la gente, las demoras, las indecisiones, etc., me he dado cuenta de por qué te agarraste a Ferrer y de otros que pusieron en tus manos lo que la dirección de Bayamo no supo hacerte llegar. A tal extremo llegó mi desesperación, que estuve a punto de trasladarme para Bayamo y llevarte yo mismo el material, abandonando todas las otras labores que nos agobian en estos momentos (...) dentro de unos días recibirás 200 abrigos, 75 calzoncillos de lana, 150 pares de medias, el nuevo mimeógrafo y algunas cosas más que te estamos enviando."

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