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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (34 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Radio Bemba, la voz del rumor, decía que El Che era capaz de comerse cualquier cosa. Camilo, repuesto de sus heridas, que siempre estaba inventando bromas sangrientas, pescó dos gatos en el campamento de la Otilia y se los cocinó, apostando a que cuando se enterara, no se los comería, y luego muy formalmente lo invitó a cenar.

—Huele a gato encerrado, capitán —dijo El Che que tenía sus propias fuentes de información en el campamento.

—Comandante... —respondió Camilo haciéndose a un lado. Y El Che se sentó muy feliz á comer gato. Pocos días más tarde Camilo, al mando de una patrulla, salía hacia los llanos limítrofes de la Sierra en la zona del Cauto.

Queda una extraña correspondencia entre ambos comandantes, en que se mezcla la amistad y las balas. El 5 de abril Guevara le manda una nota para anunciarle que le envía balas por segunda vez. Camilo le contesta: "Che: quieran los dioses ignotos te encuentres bien, recibí tu mensaje, el cual me ha dejado confuso, o estás muy contento o muy pesimista, aquí no he recibido ni hombres ni balas, ni M1 ni bombas, en fin, nada (...) como pienso que vengas pronto no escribí mucho. Ya hablaremos largo y tendido (...) escribe claro, aún no entiendo partes de tu mensaje, desconocía que dominaras tan bien el idioma chino (...) Te esperamos con los brazos abiertos. K 1OO."

El 21, El Che contestaba: Pobre diablo: recibí tus noticias cuando me disponía a salir a tu región a meter en un zapato al (ilegible). Tengo autorización del gigante para ello (...) por la zona puedes hacer lo que te venga en gana, pero no te arriesgues mucho para ver el final de la fiesta que parece está próximo. Además te mando este pequeño recuerdo de una noche en la Otilia: "He aprendido en libros viejos/donde tratan del destino/que no se llega muy lejos/si yo voy detrás, cretino. "

El 24 Camilo cambiaba el tono: "Che, hermano del alma. Recibí tu nota y veo que Fidel te ha puesto al frente de la escuela militar, mucho me alegra pues de ese modo podremos contar en el futuro con soldados de primera; cuando me dijeron que venías a hacernos el regalo de tu presencia, ni me agradó mucho, tú has desempeñado papel principal en esta contienda, si te necesitamos en esta etapa insurreccional más te necesita Cuba cuando la guerra termine, por lo tanto bien hace el gigante en cuidarte. Mucho me gustaría estar siempre a tu lado, fuiste por mucho tiempo mi jefe y siempre lo seguirás siendo; gracias a ti, tengo la oportunidad de ser ahora más útil, haré lo indecible por no hacerte quedar mal. Tu eterno chicharrón."

El Che mientras tanto se estaba haciendo cargo de la escuela y simultáneamente mantenía una serie de escaramuzas con las fuerzas de Sánchez Mosquera que ocupaba Minas de Bueycito. Quizá la más importante la protagonizó accidentalmente el propio Che y curiosamente no dejó registro de ella en sus memorias.

El encuentro se produjo en un lugar llamado Bernabé, en tierras de un hacendado que se había negado a venderle reses a los rebeldes argumentando que se buscaría un problema y que sin embargo había reportado la presencia de éstos al ejército. Sánchez Mosquera envió una compañía a tomar las reses y chocó con un grupo de escopeteros que las vigilaban. El Che se encontraba en las cercanías y atraído por los disparos se metió sin darse cuenta en medio de la refriega y empezó a dispararle a los soldados que comenzaron a rodear el potrero. Un rebelde que fue testigo de la acción cuenta:

"... y allí empezó a tirar tiros hasta por gusto. Tiraba dos o tres, cuatro tiritos y agachado corría como de aquí a allí y se tiraba al suelo. Los soldados le gritaban: ¡No huyas, cobarde! Cien contra uno y le gritaban cobarde, pero no salían a buscarlo." Para fortuna del Che, una patrulla rebelde que había salido a buscarlo lo cubrió mientras él y los escopeteros se retiraban llevándose las reses hacia La Mesa.

Esta sería la última acción antes de la huelga general. Llegó el 9 de abril. Años más tarde Ameijeiras recapitulaba el camino recorrido: "El Moneada, el 30 de noviembre, el Granma, Alegría de Pío, La Plata, la entrevista de Herbert Matthews, el 13 de marzo, el Corinthia, el Uvero, la muerte de Frank País y la huelga a la que condujo en casi todo el país, los dos combates de Pino del Agua, San Lorenzo, Mota y el Hombrito, el II Frente y el III Frente Frank Muñoz, la guerrilla del Directorio Revolucionario en el Escambray, la noche de las 100 bombas, el secuestro de Fangio, Camilo en el Llano; además de los alzamientos en oriente, Camagüey y Las Villas, habían puesto de manifiesto la seriedad del movimiento revolucionario."

Con la toma de una estación de radio en La Habana y la transmisión del llamado de Fidel daban comienzo las acciones. Santiago, muy castigada tras la pasada huelga de noviembre, no reaccionaría con la misma intensidad, y los errores se acumulaban. Las armas prometidas no llegarían y el movimiento se desataría en focos aislados, lo que permitiría al gobierno concentrar la represión.

No era un problema de falta de efervescencia popular, sino de planteamiento. Se estaba pidiendo a la gente que fuera a una huelga y se enfrentara directamente a la dictadura sin armas. Se dependía entonces de las milicias, escasas y mal armadas y de coordinaciones con la sierra que tenían poco radio de alcance. Además, la convocatoria había sido parcial, esperando el 26 de Julio arrastrar a las otras fuerzas obreras organizadas, e incluso mal coordinadas dentro de sus propias filas.

En la Sierra, el inicio del movimiento fue recibido con júbilo, el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, quien se encontraba en la comandancia de Fidel, fue testigo de cómo recibió la noticia, gritaba y bailaba y decía que ahora todos bajarían a La Habana. Incluso El Che al tercer día no la daba por perdida, porque aunque se debilitaba en La Habana se mantenía en otras ciudades. Pero el movimiento se fue desangrando en enfrentamientos heroicos e inconexos. La derrota de la huelga ponía ahora a los militares batistianos a la ofensiva.

En los días posteriores a la huelga de abril, El Che en una de las visitas a la comandancia de Fidel llega acompañado por un guía a un bohío donde el ejército acaba de destruir un convoy de abastos a los rebeldes. El abandono de la zona, los cadáveres de hombres y animales asustan al guía que se negó a seguirme, alegó desconocer el terreno y simplemente subió en su cabalgadura y nos separamos amigablemente. Yo tenía una Beretta y, con ella montada, llevando el caballo de las riendas me interné en los primeros cafetales. Al llegar auna casa abandonada, un tremendo ruido me sobresaltó hasta el punto que por poco disparo, pero era sólo un puerco, asustado también por mi presencia. Lentamente y con muchas precauciones fui recorriendo los escasos centenares de metros que me separaban de nuestra posición, la que encontré totalmente abandonada (...) Toda aquella escena no tiene para mí otro significado que el de la satisfacción que experimenté al haber vencido el miedo durante un trayecto que se me antojó eterno hasta llegar, por fin, solitario al puesto de mando. Esa noche me sentí valiente.

Días más tarde en un choque con las tropas de Sánchez Mosquera, El Che se queda aislado. El enemigo tiraba algunos morterazos previos, sin mayor puntería. Por un instante arreció el tiroteo a mi derecha y me encaminé a visitar las posiciones, pero a medio camino también empezaron por la izquierda, mandé a mi ayudante a no sé qué lugar y quedé solo entre los dos extremos de los disparos. A mi izquierda, las fuerzas de Sánchez Mosquera, después de disparar algunos obuses de mortero, subieron la loma en medio de un griterío descomunal. Nuestra gente con poca experiencia, no atinó a disparar salvo alguno que otro tiro aislado y salió corriendo loma abajo. Sólo, en un potrero pelado, vi cómo aparecían varios cascos de soldados. Un esbirro echó a correr ladera abajo en persecución de nuestros combatientes que se internaban en los cafetales, le disparé con la Beretta sin darle e, inmediatamente, varios fusiles me localizaron, tirándome. Emprendí una zigzagueante carrera llevando sobre los hombros mil balas que portaba en una tremenda cartuchera de cuero, y saludado por los gritos de desprecio de algunos soldados enemigos. Al llegar cerca del refugio de los árboles mi pistola se cayó. Mi único gesto altivo de esa mañana triste fue frenar; volver sobre mis pasos, recoger la pistola y salir corriendo, saludado, esta vez, por la pequeña polvareda que levantaban como puntillas a mi alrededor las balas de los fusiles. Cuando me consideré a salvo, sin saber de mis compañeros ni del resultado de la ofensiva quedé descansando, parapetado en una gran piedra, en medio del monte. El asma, piadosamente, me había dejado correr unos cuantos metros, pero se vengaba de mí y el corazón saltaba dentro del pecho. Sentí la ruptura de ramas por gente que se acercaba, ya no era posible seguir huyendo (que realmente era lo que tenía ganas de hacer), esta vez era otro compañero nuestro, extraviado recluta recién incorporado a la tropa. Su frase de consuelo fue más o menos: "no se preocupe, comandante, yo muero con usted." Yo no tenía ganas de morir y sí tentaciones de recordarle algo de su madre, me parece que no lo hice. Ese día me sentí cobarde.

Poco más tarde El Che, quien ha dejado el mando de la columna 4 en manos de Ramiro, se dirige a hacerse cargo de la escuela de reclutas. Fidel ha ordenado, a la espera de la evidente ofensiva del ejército tras la derrota de la huelga, una concentración de alimentos y comida en la Sierra, una requisa de reses y un aumento de la vigilancia. Así como el traslado de Radio Rebelde a la zona de La Plata, el lugar más seguro de la Sierra Maestra, desde donde empieza a transmitir de nuevo el 1º de mayo.

El periodista argentino Jorge Ricardo Masetti retorna en esos días a la Sierra porque sus primeros mensajes se han perdido en el éter y tiene que regrabar las entrevistas con Fidel y El Che. De las primeras reuniones y de éstas surgirá un libro apasionante, "Los que luchan y los que lloran" y una relación de intimidad con El Che, que es sabido que hace amigos con dificultad.

La entrevista con El Che se graba en medio de un bombardeo; a Masetti se le ocurre decir que sería bueno tener de fondo el ruido de las bombas y El Che lo saca del refugio para hacerla. En una segunda entrevista con Fidel presente "Guevara se encargó de matizar cualquier situación en que Fidel se violentaba, con bromas de todo calibre."

El día 3 de mayo se celebra una nueva reunión de la Dirección Nacional en los Altos de Mompié. El Che es invitado a participar en ella a solicitud de Ramos Latour y Faustino Pérez, con los que ha mantenido varias polémicas; asisten también, además de Fidel, Vilma Espín, Nico Torres, Luis Busch, Celia Sánchez, Marcelo Fernández, Haydée Santamaría, David Salvador e Infante.

La reunión fue tensa, el balance de la huelga es francamente desfavorable y Fidel aprovecha para pasar factura al Llano. El Che, y probablemente Fidel (habrá que especular ante el hecho de que si hubo actas de esta reunión no han sido hechas públicas) acusaban a la dirección urbana de tres cosas: haber sobrestimado el papel de las ciudades en la lucha general, sectarismo en el movimiento obrero al negarse a colaborar con otras fuerzas, en particular con los comunistas del PSP y concebir la organización de las milicias del Llano como tropas paralelas, sin entrenamiento ni moral de combate y sin pasar por el riguroso proceso de selección de la guerra.

En suma, pensar que la revolución sería posible a partir de las ciudades y del 26 de Julio como fuerza central, y concebir la guerrilla rural como un instrumento de resistencia y propaganda, pero no esencial militarmente.

La visión opuesta de la que El Che participaba, tendía a concebir a la guerrilla serrana como el instrumento central a cuyo servicio había que poner el resto de las fuerzas. En medio de discusiones enconadas costaba trabajo hallar el punto de acuerdo en el cual se fortalecería la guerrilla rural como forma central de lucha y se mantendría la presión urbana que aislaba al régimen políticamente y era un semillero de militantes. La realidad y la inercia del proceso revolucionario cubano se encargaría de encontrar por sí misma este justo término en los siguientes meses, si la sierra era capaz de resistir la embestida que el gobierno preparaba capitalizando su reciente victoria.

Al final de una exhaustiva y muchas veces violenta discusión, se resolvió reemplazar a Faustino Pérez y David Salvador y subir a la sierra a Ramos Latour, quedando Fidel como comandante en jefe de todas las fuerzas, lo que incluía la coordinación de las milicias del Llano, subordinadas desde ahora a las necesidades de la columnas guerrilleras. Se cambiaba la estructura de la organización en el exilio, se llamaba a Franqui del exilio a la Sierra para encargarse de Radio Rebelde y se confirmaba la candidatura de Urrutia a la presidencia provisional.

Faustino Pérez, a quien más allá de los enconados choques El Che apreciaba por su valor y honestidad, viajaba temporalmente a La Habana para organizar su propia sustitución, y Ramos Latour, a quien El Che había subvalorado y apreciaría enormemente en el futuro, se convertía en comandante de una columna en la Sierra Maestra.

Cuando Franqui llegó el 29 de mayo en el avión de Miami se encontró con una incomunicación total entre la Sierra y el Llano. "A mí se me aceptaba no sólo porque venía con el avión, sino porque venía de Miami y no de La Habana o Santiago."

Al fin de la reunión El Che es comisionado para inspeccionar las líneas de defensa en la Sierra, donde según Fidel se habrían de producir las primeras penetraciones del ejército en la ofensiva prevista. Este pequeño territorio debería defenderse con no mucho más de doscientos fusiles útiles, cuando pocos días después comenzara la ofensiva de "cerco y aniquilamiento" del ejercito de Batista.

CAPÍTULO 17

La ofensiva

Quizá ésta sea la parte menos documentada de la historia militar de Ernesto Che Guevara durante la revolución cubana. El Che no dedicó ninguno de sus "Pasajes de la guerra revolucionaria" a la ofensiva batistiana, no han sido publicados sus diarios y en "Una revolución que comienza", apenas si narra en un par de párrafos la historia. Y quizá no lo sea porque es una historia que no debe gustarle demasiado al comandante Guevara desde el punto de vista estrictamente personal, privado de mando temporalmente de su columna, preservado por Fidel para futuros planes, El Che, un hombre que buscaba sistemáticamente la primera línea de combate, será fundamentalmente una figura de consulta y enlace en una de las páginas más cruentas de la revolución cubana.

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