Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
En fuga, la guerrilla arriba a un bohío situado en un punto llamado Purgatorio y Fidel decide dejar atrás al Che acompañado de un recluta dudoso, Luis Barrera, conocido como El Maestro. Efigenio Ameijeiras cuenta: "Ya de madrugada tuvimos que dejarlo a su suerte en espera de medicinas en una zona infestada de guardias (...) unos con un abrazo y otros con un apretón de manos nos despedimos del compañero que quedaba a merced de la traición." Fidel, en un gesto de desprendimiento, me dio un fusil Johnson de repetición, una de las joyas de nuestra guerrilla, para defendernos.
Tras encargarle a un campesino simpatizante del movimiento que consiguiera adrenalina, la guerrilla toma su paso y El Che junto con El Maestro se cobijan en el monte cercano. El campesino cumplió el encargo y me proveyó de adrenalina suficiente. De ahí en adelante pasaron diez de los días más amargos de la lucha en la sierra. Caminando apoyándome de árbol en árbol y en la culata de fusil, acompañado de un soldado amedrentado que temblaba cada vez que se iniciaba un tiroteo y sufría un ataque de nervios cada vez que mi asma me obligaba a toser en algún punto peligroso; fuimos haciendo lo que constituía poco más de una jornada de camino para llegar en diez largos días a casa de Epifanio nuevamente.
El Che arriba al punto de cita el 11 de marzo en una zona en la que abundan las patrullas del ejército. Fidel y el resto de la guerrilla no han llegado, en cambio un par de días más tarde se tienen noticias de la llegada de un importante refuerzo de las ciudades y junto a él malas noticias: Frank País en Santiago y Armando Hart en La Habana han sido detenidos.
El día 13 de marzo, mientras esperábamos a la nueva tropa revolucionaria, se dio la noticia por la radio de que se había intentado asesinar a Batista y se daban los nombres de algunos de los muertos. En primer lugar, José Antonio Echeverría, líder de los estudiantes, y después otros, como el de Menelao Mora. Había sido un ataque fracasado al Palacio Nacional y una estación de radio organizado por el Directorio que iniciaba así su estrategia de guerrilla urbana. Este primer encuentro deja con bajas muy importantes a la organización de origen estudiantil, pero no le impide seguir combatiendo a la dictadura.
Mientras tanto El Che, en el primer encuentro con los refuerzos, choca con el capitán que los dirige:
—¿Vos cómo te llamas? —pregunta El Che.
—Jorge Sotús. ¿Por qué?
—Tengo órdenes de Fidel de hacerme cargo de ustedes tan pronto llegaran y conducirlos a su encuentro.
—De ninguna manera. No confío en nadie. Aquí el jefe de esta tropa soy yo.
—¿Qué decís?
—Tengo órdenes de la dirección del llano de llevar este refuerzo hasta donde está Fidel.
—Mañana será otro día —dirá El Che tragándose el orgullo.
En la noche los estudiantes de Santiago cantan alrededor de la hoguera. Unos cincuenta hombres era el refuerzo, de los cuales solamente una treintena estaba armada; venían dos fusiles ametralladoras, un Madzen y un Johnson. En los pocos meses vividos en la sierra, nos habíamos convertido en veteranos y veíamos en la nueva tropa todos los defectos que tenía la original del Granma (...) Se notaba la diferencia enorme entre los dos grupos: el nuestro, disciplinado, compacto, aguerrido; el de los bisóños, padeciendo todavía las enfermedades de los primeros tiempos; no estaban acostumbrados a hacer una sola comida al día y si no sabía bien la ración no la comían. Traían los bisóños sus mochilas cargadas de cosas inútiles y al pesarles demasiado en las espaldas preferían, por ejemplo, entregar una lata de leche condensada a deshacerse de una toalla (crimen de lesa guerrilla), y allí aprovechábamos para cargar las latas y todos los alimentos que quedaran en el camino.
La tropa se pone en marcha ascendiendo la sierra, pero mal entrenada avanza muy lentamente y Sotús es uno de los peores, pero El Che no se atreve a enfrentarlo a pesar de que tiene órdenes de Fidel de tomar el mando. En aquella época todavía yo sentía mi complejo de extranjero, y no quise extremar las medidas, aunque se veía un malestar muy grande en la tropa. Después de caminatas muy cortas pero que se hacían larguísimas por el estado deficiente de preparación, llegamos a un lugar en La Derecha donde debíamos esperar a Fidel Castro.
El 24 de marzo el arribo de Fidel reúne al conjunto de las fuerzas guerrilleras. Allí se criticó por parte de Fidel, mi actitud al no imponer la autoridad que me había sido conferida y dejarla en manos del recién llegado Sotús (...) Se formaron también los nuevos pelotones, integrándose toda la tropa para formar tres grupos a cargo de los capitanes Raúl Castro, Juan Almeida y Jorge Sotús; Camilo Cienfuegos mandaría la vanguardia y Efigenio Ameijeiras, la retaguardia; mi cargo era de médico en el Estado Mayor, donde Universo Sánchez trabajaba como jefe de la escuadra (...) Se discutió qué podíamos hacer inmediatamente; mi opinión fue atacar el primer puesto para templar en la lucha a los compañeros nuevos. Pero Fidel y todos los demás miembros del consejo estimaron mejor hacerlos marchar durante un tiempo para que se habituaran a los rigores de la vida en la selva y las montañas y a las caminatas entre cerros abruptos. Fue así como se decidió salir en dirección este y caminar lo más posible buscando la oportunidad de sorprender algún grupo de guardias, después de tener una elemental escuela práctica de guerrilla.
El fin de marzo y todo abril fueron días de marchas y entrenamiento para la columna de 80 hombres. El Che hacía grupo con Crespo y Fajardo, con los que tenía una comuna alimenticia, aunque protestaba porque ambos eran partidarios de llevar reservas en las mochilas y él prefería devorar ahora y pasar hambre después y no cargar nada. A mí no me conviene la sociedad con ustedes, porque yo aunque no como todos los días, como mucho; luego se sometía, siempre argumentando: Es mejor morir con la barriga llena que con la barriga vacía. Lo tragón, en el recuerdo de sus compañeros no lo hacía menos igualitario. Crespo habría de recordar que todo lo repartía, si tenía "un caramelo, lo partía con una piedra en tres."
En la marcha se va trasmitiendo la experiencia: había veteranos que enseñaban a los nuevos el arte de cocinar, de sacarle el máximo provecho a los alimentos; el arte de acondicionar mochilas y la forma de caminar en la sierra.
De aquella época data la costumbre de los rebeldes de dejarse crecer la barba o la melena, quizá como una forma de separar al veterano del novato. El primero en dejar de cortarse el pelo fue el guajiro Crespo, Fidel se cortaba el pelo pero se dejaba la barba, El Che se cortaba el pelo y la barba no acababa de salirle. Y con barbas incipientes, los rebeldes comenzaban a ser un mito en la sierra mientras estrechaban las relaciones con los campesinos y el gobierno del general Batista negaba su existencia. En aquellos mismos días, el gobierno paseó, en un avión del ejército, a varios miles de metros de altura, a los periodistas, demostrándoles que no había nadie en la Sierra Maestra. Fue una curiosa operación que no convenció a nadie
Como parte de las medidas para romper la desinformación el movimiento organiza una nueva entrevista con un periodista estadunidense y Haydeé Santamaría y Celia Sánchez suben el 23 de abril con Robert Taber y un camarógrafo. La entrevista culminará en lo alto del Pico Turquino (cuya subida fue una operación casi mística), el punto más alto e inaccesible de la Sierra Maestra. La foto de los guerrilleros gritando vivas a Cuba y con los fusiles en alto que serviría durante años como ilustración de la revolución cubana fue tomada en ese momento.
El Che estará de buen humor en esos días, porque había conseguido finalmente una hamaca de lona. La hamaca es un bien preciado que no había conseguido antes por la rigurosa ley de la guerrilla que establecía dar las de lona a los que ya se habían hecho su hamaca de saco, para combatir la haraganería. Todo el mundo podía hacerse una hamaca de saco, y, el tenerla, le daba derecho a adquirir la próxima de lona que viniera. Sin embargo, no podía yo usar la hamaca de saco debido a mi afección alérgica; la pelusa me afectaba mucho y me veía obligado a dormir en el suelo. Al no tener la de saco, no me correspondía la de lona. Estos pequeños actos cotidianos son la parte de la tragedia individual de cada guerrilla y de su uso exclusivo; pero Fidel se dio cuenta y rompió el orden para adjudicarme una hamaca.
A cambio, cuando descienden el Turquino evadiendo a una columna de soldados, los ataques de asma del Che se multiplican y dada su lamentable condición física que lo hace caminar a la cola de la columna, le quitan la subametralladora thompson. Como tres días tardaron en devolvérmela y fueron de los más amargos que pasé en la sierra, encontrándome desarmado cuando todos los días podíamos tener encuentros con los guardias.
Marchas y contramarchas en rumbo al este de la Sierra Maestra, ya iniciado el mes de mayo, a recuperar un cargamento de armas que iban a llegar de Santiago. Y proseguía la relación con los campesinos. En aquella época tenía que cumplir mis deberes de médico y en cada pequeño poblado o lugar donde llegábamos realizaba mi consulta. Era monótona, pues no tenía muchos medicamentos que ofrecer y no presentaban una gran diferencia los casos clínicos de la sierra: mujeres prematuramente avejentadas, sin dientes, niños de vientres enormes, parasitismo, raquitismo, avitaminosis en general, eran los signos de la Sierra Maestra. Recuerdo que una niña estaba presenciando las consultas que daba a las mujeres de la zona, las que iban con mentalidad casi religiosa a conocer el motivo de sus padecimientos; la niñita, cuando llegó su mamá, después de varios turnos anteriores a los que había asistido con toda atención en la única pieza del bohío que me servía de consultorio, le chismoseó: "Mamá, este doctor a todas les dice lo mismo. "
La guerrilla y el campesinado se iban fundiendo en una sola masa, sin que nadie pueda decir en qué momento del largo camino se produjo, en qué momento se hizo íntimamente verídico lo proclamado y fuimos parte del campesinado. Sólo sé, en lo que a mí respecta, que aquellas consultas a los guajiros de la sierra convirtieron la decisión espontánea y algo lírica en una fuerza de distinto valor y más serena. Nunca habían sospechado aquellos sufridos y leales pobladores de la Sierra Maestra el papel que desempeñaron como forjadores de nuestra ideología revolucionaria.
Será en esos ires y venires por las sendas y trillos de la Sierra Maestra que el doctor Che se pierda. Durante tres días permanece vagando por el monte hasta que un campesino lo dirige hacia el campamento. Fue muy emocionante el reencuentro con la columna en aquella zona por el caluroso recibimiento que se me hizo.
Los informes sobre el armamento esperado, y muy importante en estos momentos porque la columna ha aumentado enormemente por la suma de jóvenes campesinos, son contradictorios. A la búsqueda del contacto, en una de las expediciones, un rebelde que va en la vanguardia es capturado por soldados de la guarnición de Pino del Agua y asesinado.
Las armas existen, pero los enlaces fallan, y los rumores sustituyen a las noticias. ¿Habrán caído en manos del ejército? En la espera, un nuevo periodista estadunidense hace su aparición, Andrew Saint George, de origen húngaro, a quien El Che atenderá porque nadie habla inglés en el grupo y al menos ellos pueden entenderse en francés. Durante su estancia se hace pública la entrevista de Taber en la televisión norteamericana y la noticia alegró a todo el mundo menos a Andrew Saint George, que tenía su corazoncito periodístico defraudado. Al día siguiente de oír la noticia salió en un, yate de la zona de los Babún para Santiago de Cuba.
No es la única noticia importante que llega hasta los rebeldes. Al culminar el juicio contra los capturados por el desembarco del Granma, un magistrado expresa su disidencia con el gobierno con un voto particular en contra de las sanciones; este hombre, Urrutia, se está jugando la vida con tal acción.
A la espera de noticias sobre las armas, los rebeldes viven peleando contra los mosquitos, aprendiendo a sobrevivir en la sierra en condiciones deplorables de higiene y extendiendo lentamente su influencia y su red de colaboradores. Son tiempos en los que nuestro olfato estaba completamente sincronizado con ese tipo de vida; las hamacas de los guerrilleros se conocían por su característico olor individual y nuestro enemigo más malo era la "macaguera". una especie de tábano que (...) daba unas picadas en lugares no defendidos que, al rascarnos, con toda la suciedad que teníamos encima, se infectaban fácilmente ocasionando abscesos de más o menos consideración.
El 18 de mayo se confirma la existencia de las armas y éstas son recuperadas. Para nosotros aquello era el espectáculo más maravilloso del mundo; estaban como en exposición ante los ojos codiciosos de todos los combatientes los instrumentos de muerte. Tres ametralladoras de trípode, tres fusiles ametralladoras Madzen, nueve carabinas M-1, diez fusiles automáticos Johnson y, en total, seis mil tiros. Aunque las carabinas M-1 sólo tenían cuarenta y cinco balas por unidad se hizo la distribución atendiendo a los méritos ya adquiridos de los combatientes y a su tiempo en la sierra. El Che recibe uno de los Mazden. Siempre recuerdo el momento en que me fue entregado este fusil ametralladora, de muy mala calidad y viejo.
La guerrilla ha crecido superando el centenar y medio de hombres, entre ellos algunos personajes singulares, un joven campesino extraordinariamente simpático y mitómano, que fue apodado como El Vaquerito, que cruzaría su vida con la del Che, y un guajiro de quince años llamado Joel Iglesias. La primera impresión de Joel al topar con la columna es desalentadora: "Vimos un grupo de gentes flacas, pálidas, barbudas, en muy mal estado físico que tenían una peste insoportable" y su inmediato desaliento mayor, puesto que Fidel lo rechaza con el argumento de que es un niño. Pero Joel, al igual que tantos otros jóvenes campesinos, ha venido para quedarse y mientras otros desalentados se van, él permanece rondando hasta que El Che intercede por él haciéndole una pregunta:
—¿Te atreves a cargar ese saco?
El saco famoso es el de las balas de la ametralladora, y Joel lo levanta y asume su papel de ayudante.
El 23 de mayo Fidel licencia a los hombres que resultan menos confiables y la guerrilla queda reducida a ciento veintisiete hombres, la mayoría armados y unos ochenta de éstos con buenas armas.
El 25 de mayo el grupo recibe la información de que han desembarcado del yate Corinthia, en la zona de Mayarí, un grupo de revolucionarios al mando de Calixto Sánchez. Será a partir de estas noticias vagas y desconociendo que realmente el grupo que desembarcó ha sido capturado casi en su totalidad, que Fidel tome la decisión de pasar a la acción pospuesta durante dos meses. Son sensibles los ex del Granma a la idea de que existe un grupo de recién desembarcados tratando de salvar la vida bajo persecución del ejército y piensan que una acción suya puede distraer fuerzas del enemigo para tratar de que aquella gente llegara a algún lugar donde pudiera reorganizarse y empezar mis acciones.