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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (20 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Bordeando la península de Yucatán a unos 60 kilómetros de la costa para evitar a las autoridades mexicanas, los expedicionarios comienzan a preguntarse cuál es el destino del viaje. René Rodríguez, quien venía como camarógrafo, "pero sin cámara ni película, porque no habíamos tenido dinero para comprarlas", piensa que la costa cubana más cercana se encuentra en Pinar del Río y ésa es la dirección; otros parecen compartir su adivinanza.

Fidel aprovechó la relativa calma para ajustar las miras telescópicas de los fusiles y probar las ametralladoras. "Por la banda de babor no había quien asomara la cabeza porque por esa banda se había colocado una diana en la parte de proa y desde la popa se disparaba." En medio de los ejercicios de tiro al dirigente del grupo se le ocurre apuntarle a unos delfines que viajaban cerca del barco y provoca el caos. Efigenio Ameijeiras, el ex taxista habanero, quien estaba probando su ametralladora thompson, recuerda: "Fui de los que más coba le dio para que no les tirara, porque decían los marinos que daba mala suerte."

El 27 de diciembre, el tercer día de la travesía, al norte de la península de Yucatán, Norberto Collado, uno de los timoneles que contaba en su pasado el haber hundido un submarino alemán durante la segunda guerra mundial y el haber permanecido 22 meses en las cárceles de Batista tras ser torturado, se dio cuenta de que: "En las bodegas de la nave había solamente varios sacos de naranjas, algunas docenas de huevos que se sancocharon y alcanzaron escasamente para una comida, un jamón medio podrido y dos latas de galleta." Por los apresuramientos de la salida, parte de la comida había quedado en tierra. Afortunadamente el mareo había hecho estragos en los estómagos de los invasores y la falta de alimento no se había notado en los primeros días. Al descubrirse la situación crítica, Fidel ordenó el racionamiento.

Por si esto fuera poco, el maquinista, Chuchú Reyes, aunque estaba muy orgulloso de sus dos motores diesel, a los que les había dedicado un buen tiempo en reparaciones antes de la partida, descubrió que el clutch de uno de ellos patinaba y que no se podían aumentar las revoluciones, que sólo manteniendo el Granma a velocidad moderada podía evitarse que se quemara el motor. A esto había que sumar que se había partido el tubo de unas de las bombas inyectoras y, lo que es peor, la nave estaba misteriosamente haciendo agua y el achique funcionaba mal.

El 27 de noviembre, con un cielo encapotado, sol entre nubes, pero sin chubascos, el Granma, la cáscara de nuez de Fidel, sobrecargada y con la velocidad reducida en un 30% a causa del motor, tomó un nuevo rumbo que lo alejaba del Cabo Catoche en la punta de la península de Yucatán y que lo llevaría mucho más al sur del cabo San Antonio en Cuba, donde podrían ubicarlos. Los 10 nudos en que se había estimado la velocidad nunca se alcanzaron, viajando a 6.7, 7, 7.1 y 7.5 en el mejor de los casos.

"Obra pedida agotada. Editorial Divulgación", decía el primer telegrama, "Urge envíe certificación título. Cariños. Berta", decía el segundo. Nunca podremos conocer el texto del tercero, porque el destinatario, Aldo Santamaría, se vio obligado a comérselo al ser detenido en La Habana por la policía días más tarde. Los telegramas fueron enviados desde México y alertaban a la organización del 26 de Julio en Santiago, La Habana y Santa Clara de que la expedición se encontraba en el mar y que, por tanto, de acuerdo a los planes previos había que hacer coordinar el desembarco con la insurrección urbana. ¿Pero cuándo llegaría el Granma al Oriente cubano? Las demoras producto de la tormenta, de la sobrecarga y de la falla del motor comenzaban a acumularse.

Calixto García, uno de los expedicionarios, pensaba: "Bueno, si se rompe el yate, será una cosa terrible, en todo caso la revolución va a tardar mucho tiempo en continuar."

Mientras tanto, otros expedicionarios, aquejados aún por el mareo y hacinamiento, se limitaban a la sobrevivencia: el maquinista, Chuchú Reyes, recuerda: "Hubo compañeros que cogieron una esquinita y se pasaron ahí tres días sin moverse."

Guillén Zelaya, un joven mexicano que se había sumado a la expedición, recuerda que el doctor argentino que los acompañaba seguía con sus ataques de asma. Un periodista estadunidense años más tarde recogería la historia de que el ataque de asma fue tan fuerte que pensaron que era difunto y que alguien le dijo a Fidel que El Che argentino estaba muerto y que Fidel respondió: "Si está muerto tírenlo al agua."

El 28 de noviembre, jueves, el barco sigue haciendo agua, pero, el panorama general se alivió un poco. Descubrimos que la vía de agua que tenía el barco no era tal, sino una llave de los servicios sanitarios abierta. Ya habíamos botado todo lo innecesario, para aligerar el lastre. Sobre este asunto, habría al paso del tiempo otras dos versiones diferentes, la de Chuchu Reyes, el maquinista: "Un inodoro se trabó porque lo compañeros venían vomitando mucho y no alcanzaba y se le quedó abierta la chapaleta que es por donde descarga y comenzó a entrar agua por el inodoro también", y la de Fidel: "Todavía nadie sabe cómo fue que se salvó el barco, y nosotros desesperadamente sacando agua, la cosa fue muy sencilla según comprendimos después al hundirse más el barco con el peso, las tablas que quedaban normalmente fuera del agua estaban menos herméticas y empezó a entrar agua por ahí, pero con la propia humedad del agua se fue cerrando la brecha al expandirse las tablas." Fuera una o la otra, el caso es que durante los tres días previos, hubo hombres que se la pasaron en el camarote achicando agua por turnos.

El 29 de noviembre, quinto día de travesía, alejándose de México y del occidente cubano se traza un rumbo hacia las Islas Caimán, por el sur de Cuba, bordeando Jamaica.

A lo lejos aparecen algunos barcos de pesca. Fidel ordena zafarrancho de combate y comienzan a subir a cubierta las armas. Sin embargo no pasa de una falsa alarma.

Lo que los expedicionarios del Granma no podían saber en ese momento, es que no sólo la dictadura estaba movilizando fuerzas en toda la isla y que existían órdenes para la aviación de búsqueda de barcos sospechosos en los litorales, sino que la propia armada estadunidense estaba realizando una concentración sin motivos aparentemente claros en Santiago de Cuba, donde atracaban un submarino, varios destructores, una fragata y un buque escolta.

Al día siguiente, el sábado 30, la radio del barco comenzará a ofrecerles a los expedicionarios noticias alarmantes. Ha estallado una insurrección en Santiago, se combate en las calles. Hay tiroteos y actos de sabotaje esporádicos en otras ciudades de Cuba, pero es en Santiago donde parece que las dimensiones del alzamiento son mayores. Se habla de combates en la estación de policía y en la policía marítima, de francotiradores en las azoteas de la ciudad.

La angustia, la distancia, el estar atrapados en mitad del Golfo de México mientras sus compañeros combaten, la incertidumbre, el retraso. Todo cae sobre los invasores como un manto negro. Conforme avanzan las horas la información parece confirmar que la refriega va cediendo y los rebeldes están siendo derrotados.

Fidel discute con los pilotos una alteración del plan de desembarco, en lugar de tratar de arribar a un punto cerca del puerto de Niquero, que ahora debe estar bajo fuerte vigilancia militar, tratarán de acercarse a una playa llamada Las Coloradas, al suroeste del lugar previsto para el desembarco original; ahí se tomarán camiones para atacar alguno de los poblados cercanos y después tomar rumbo a la Sierra Maestra.

El 1º de diciembre, las fuentes de información del ejército batistiano han logrado confirmar (sin duda gracias a su informador en México) de qué embarcación se trata y circulan a la marina de guerra y a la fuerza aérea el siguiente comunicado: "Disponga búsqueda por aviones Fuerza Aérea, yate blanco 65 pies, sin nombre, bandera mexicana, con cadena que cubre casi todo el barco, salió Tuxpan, Veracruz, Méjico, 25 de noviembre próximo pasado. Se supone por Oriente. Informe a este CEN con resultas. General Rodríguez Avila." Después de haber estado pasando el mismo cable decenas de veces, resulta que corrigen, donde dice "cadena", debe decir "cabina."

Mientras tanto en el barco, como registra el diario de Raúl Castro, "una colilla de cigarro tenía un valor incalculable. "En la noche, poníamos la proa en línea recta hacia Cuba, buscando desesperadamente el faro de Cabo Cruz, carentes de agua, petróleo y comida. Quedan tan sólo 10 latas de gasolina de 55 litros.

El Granma hace "agua en cantidad" y a las dos de la madrugada, con una noche negra, de temporal, la situación era inquietante. Iban y venían los vigías buscando la estela de luz que no aparecía en el horizonte. Roque subió una vez más al pequeño puente superior, para atisbar la luz del Cabo y perdió pie, cayendo al agua.

En la oscuridad comienza una búsqueda frenética que dura varias horas. Vueltas en redondo, giros cada vez más amplios, linternas que no localizan en medio de la mar picada, de inmensas olas, al compañero. Cuando se toma la decisión de seguir adelante, Fidel insiste y ordena que se invierta el rumbo que se traía. Una noche sin luna.

Leonardo Roque había pasado una hora en soledad en medio del mar, pensando en su madre y su padre y lo bonito que hubiera sido morir de otra manera y no ahogado, en una revolución de verdad, cuando vio aparecer frente a sí el yate y escuchó los gritos de Fidel que lo llamaba. Tras mil y un peripecias, logran sacarlo del agua encrespada y los dos médicos, El Che Guevara y Faustino le dan respiración artificial.

Al rato de reiniciada la marcha, ya veíamos la luz, pero, el asmático caminar de nuestra lancha hizo interminables las últimas horas del viaje. Al amanecer del domingo 2 de diciembre, más de 7 días, en lugar de los tres previstos, 172 horas después de haber iniciado el viaje en Tuxpan, los expedicionarios pueden ver perfiles de algo que parece ser tierra firme.

Fidel le pregunta al piloto Onelio Pino:

—¿Ese es territorio firme de Cuba? ¿Tú estás absolutamente seguro de que no estamos en Jamaica ni en un cayo?

—Sí.

—Pues entonces, ponme los motores a toda velocidad y enfila hacia la costa hasta donde llegue.

No llega muy lejos, porque una punta de fango saliente deja varado al yate a unos 2 mil metros de lo que parece tierra firme. La visibilidad es de unos 50 metros, sólo se distinguen contornos y masas de tierra donde hay una baja vegetación. Hace calor, la temperatura es de 21 grados.

Poco más tarde sabrán que se encontraban ante un manglar, en un punto conocido como Belic, a unos dos kilómetros del destino previsto de la playa de Las Coloradas.

CAPÍTULO 9

El desastre

"Fidel me dijo:" —¡Al agua!

"Con mochila y todo me tiré al agua. Pero inmediatamente casi me enterré en el fango. Entonces me agarré del ancla y le expliqué a Fidel que lo que allí había era un pantano. Me dijo:

"—¡Avanza, coño!"

Así habría de recordar René Rodríguez, el primer hombre en desembarcar, su inicial contacto con la isla de Cuba el 2 de diciembre del 57.

Con el agua al pecho los expedicionarios comienzan a alejarse del Granma. El bote auxiliar se hunde, desembarca el estado mayor y la vanguardia. Los expedicionarios avanzan en los bajos fondos que se prolongan en unos manglares. Fango, agua y manigua, una red difícil de penetrar y ni señas de tierra firme. La duda de si no han desembarcado en un pequeño cayo sin acceso a tierra comienza a inquietarlos. Una hora después de haberse iniciado el desembarco se han avanzado unos cientos de metros y no hay tierra firme, nubes de jejenes y mosquitos, en plena ciénaga.

Los ocupantes de dos pequeños cargueros observan el yate varado, el Tres Hermanos un carbonero, y el Gibarita un arenero; el último vira hacia el nordeste para avisar a las autoridades.

Tras un par de horas peleando contra el manglar, los primeros hombres llegan a tierra firme ante una línea de cocoteros. Algunos vienen tan agotados que tienen que ser cargados en brazos por compañeros más fuertes. El guajiro Crespo retorna para ayudar al Che, quien viene con un ataque de asma y él como hijo de asmático sabe lo terrible que puede ser.

—Dame acá, para ayudarte.

—No, qué me vas a ayudar.

—Sí, que vienes cansado del pantano.

—¡Qué coño! Tu madre va a ayudarme. Yo vine aquí a pelear no vine aquí a que nadie me ayude.

Finalmente logra quitarle la mochila.

La retaguardia aún está a bordo organizando el desembarco de los últimos materiales, cuando a lo lejos aparece una lancha de la marina de guerra. Raúl a cargo del grupo desembarca. Un poco después el guardacostas 106 abre fuego sobre el manglar y sus disparos parecen ser la señal para la aparición de la aviación. Un Catalina comienza a bombardear la zona. Naturalmente, caminando por los pantanos cubiertos de manglares no éramos vistos por la aviación, pero ya el ejército de la dictadura andaba sobre nuestros pasos.

Se produce un primer contacto con los campesinos. Crespo entra en una casa en el momento en que se escuchan los cañonazos y las bombas. Por los campesinos se entera que están en la Playa de las Coloradas. Quedamos en tierra firme, a la deriva, dando traspiés, constituyendo un ejército de sombras, de fantasmas, que caminaban como siguiendo el impulso de algún oscuro mecanismo psíquico. Habían sido siete días de hambre y de mareo continuos durante la travesía.

Efigenio Ameijeiras cuenta: "Lo vi sentado sobre el fango, recostado a unos arbustos de mangle. Me dejé caer pesadamente a su lado; él vio mi agotamiento y me preguntó:

"—¿Vos qué tenes?

"—Chico, estoy sin fuerzas —se puso lentamente de pie y con una mueca hierática que parecía ironía consigo mismo, me dijo: "—¿Querés que te ayude?

"—Pero, ¿quién te ayuda a ti? —le contesté—, si parece que te estás ahogando...

"—Sabes, tengo un ataque de asma...

"—¡Caramba!, lo siento, chico, vamos a ver si podemos continuar —y al tiempo que me ponía en pie le pregunté:

"—¿Tú no eras el médico argentino que repartía pastillitas en el barco?"

Han desaparecido ocho expedicionarios con Juan Manuel Márquez al frente. Fidel ordena irse hacia al monte intentando tomar un rumbo hacia la Sierra Maestra. El Che escribirá en su diario una nota muy parca: Caminamos poco, sin guía en el monte.

Al día siguiente, 3 de diciembre, caminamos a paso lento, los aviones de reconocimiento se suceden continuamente. Hacemos una sola comida, por la noche se extravía Luis Crespo. Fidel arenga al grupo, en voz suave: en caso de dispersión hay que buscar la Sierra Maestra.

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