Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
Finalmente, El Cuate se involucra más profundamente aún, y ofrece a Fidel un sótano, donde se organizó un primer almacén y la casa de unos parientes de su mujer en Las Lomas, donde ocasionalmente se guardan armas en los closets.
Bayo alquila un rancho en Chalco, el Santa Rosa, de nueve por 16 kilómetros, una propiedad de un viejo villista, al que engaña sugiriéndole que será comprada por un importante político salvadoreño, y que mientras se hacen las obras de remodelación, bien puede rentársela en una cantidad simbólica. El ex villista, de apellido Rivera, acepta y cobra tan sólo ocho dólares.
En la segunda quincena de mayo del 56 Ernesto comenta con su esposa que ha llegado la hora, que se va a entrenar fuera de la ciudad. Ese mismo día usando una fórmula mexicana se despide de su jefe Salazar Mallén:
—Maestro, ahí nos vemos.
El doctor no se da cuenta en ese momento de que la despedida será por varios años.
Ernesto no es el único que está quemando sus naves. El coronel Bayo deja todo para dedicarse al entrenamiento de tiempo completo de "sus" cubanos; abandona las clases que da en la escuela de aviación, inclusive su mueblería.
Las actividades en Chalco se inician de inmediato. Prácticas de tiro, extenuantes marchas nocturnas (y "sin poder fumar", recordará Universo Sánchez), ejercicios de combate, clases teóricas. Bayo está a cargo del entrenamiento y como responsable militar y Guevara es nombrado jefe de personal. Su nombramiento provoca que algunos de los presentes cuestionaran que se diera aun extranjero un cargo de esa responsabilidad. Fidel interviene personalmente para agradecer que "alguien que no hubiera nacido en nuestra tierra estuviera dispuesto a dar su sangre por ella", pero Ernesto está dolido. "Era un hombre sin ninguna ambición, que se inhibía si cualquiera lo impugnaba", recordaría Fidel años más tarde.
El rancho se encuentra en condiciones deplorables para ser habitado, de manera que los futuros expedicionarios duermen en el suelo, invierten buena parte de su tiempo en construir letrinas y combatir una plaga de moscas, que hacen que las paredes blancas parezcan negras.
En las noches, partidas de ajedrez entre el doctor Guevara y Bayo a la luz de una vela y debates políticos. El nivel de los cubanos era muy desigual, por un lado Fidel, Juan Manuel Márquez, Félix Elmuza, con una formación política marxiano-liberal, por otro Raúl y Nico López con una visión social más áspera, a su lado militantes sin apenas elementos políticos. Recuerdo que en una discusión íntima, en una casa en México, exponía la necesidad de ofrecer al pueblo de Cuba un programa revolucionario; y uno de los asaltantes del Moncada —que afortunadamente se separó del 26 de Julio— me contestó con unas frases que siempre recuerdo diciéndome: La cosa es muy sencilla. Nosotros lo que tenemos (|ue hacer es dar un golpe. Batista dio un golpe y tomó el poder en un día, hay que dar otro para sacarlo a él. Batista les ha hecho a los norteamericanos 100 concesiones, vamos a hacerle nosotros 101. La cosa era tomar el poder. Yo le argumentaba que teníamos que dar ese golpe basados en principios, que lo importante era también saber qué hacíamos en el poder (...) por fortuna para nosotros, él y quienes mantenían ese criterio se fueron de nuestro movimiento revolucionario y tomaron otro camino. Ernesto atribuiría estas propuestas simplistas en un grupo que se preparaba para hacer una revolución a la mala selección de los elementos, en particular los de Miami.
Según la evaluación de los combatientes ahí reunidos, el doctor, Guevara "asistió a unas 20 prácticas regulares, disparando num. aproximado de 650 cartuchos. Disciplina excelente, cualidades de mando excelentes, resistencia física excelente. Algunas 'planchas' disciplinarias por pequeñas (ilegible) al interpretar órdenes y leves sonrisas." En sus memorias Bayo confirma que la voluntad obsesiva de Ernesto de hacerlo todo bien, de superarse, de nunca fallar, la abrumadora competencia consigo mismo y con sus límites, lo convirtió en el "número uno de la promoción y tuvo nota máxima, un diez."
No sólo Ernesto lleva la presión al límite, Bayo está empeñado en ser algo más que el simple entrenador, quiere partir con los cubanos y en el rancho no sabés lo que hizo: como quiere ir en la expedición y como está tan gordo, para bajar de peso se puso a dieta, sólo agua; ya llevaba quince días, rebajó diez kilos y quería bajar diez más, pero faltó tiempo. ¡Qué gran viejo!
Y es en esos días que definitivamente el doctor Ernesto Guevara, reclutado como médico de la expedición, se vuelve El Che. Mientras va adquiriendo lentamente expresiones cubanas que incorporará a su léxico argentino repleto de latinoamericanismos recogidos a lo largo del continente, mientras se fascina con las obsesiones de limpieza de los cubanos, que se bañan dos veces al día, incluso con el agua helada de Chalco, mientras escribe uno más de sus poemas o juega al ajedrez, comienza a ser llamado por todos El Che a causa de la eterna costumbre argentina de la que no puede sustraerse, de llamar a todo el mundo con esa interjección por delante, que a los cubanos les resulta graciosa.
Será en el rancho donde El Che escriba uno de sus peores poemas. Un poema épico dedicado a Fidel, cuya mayor virtud es reflejar por un lado la fascinación que el dirigente cubano provoca en el doctor argentino (Vámonos,/ardiente profeta de la aurora, /por recónditos senderos inalámbricos/ a liberar el verde caimán que tanto amas) y por otra, la seriedad con la que Ernesto ha asumido su compromiso con el proyecto revolucionario: Y si en el camino se interpone el hierro,/pedimos un sudario de cubanas lágrimas/para que se cubran los guerrilleros huesos/ en el tránsito a la historia americana./Nada más.
Conocido es que desde el inicio de la estancia de Fidel en México, la policía de Batista había puesto en marcha un plan para asesinarlo, en el que estaba implicado el agregado naval de la embajada, quién se había traído de Cuba un pistolero que enlazó con gangsters locales que por 10 mil dólares se habían comprometido a matar a Fidel. La noticia llegó hasta los oídos de éste y el complot se fue disolviendo en la nada, pero paralelamente funcionarios de la embajada se habían aproximado a las autoridades mexicanas para sondear, denunciar, ofrecer dinero y muchas de estas aproximaciones habían resultado exitosas.
Nuevos voluntarios siguen arribando a México, crecen los depósitos de armas. Los entrenamientos avanzan. En un viaje por Estados Unidos El Cuate y uno de sus colaboradores, el cubano Chuchú Reyes, encuentran una lancha torpedera en Delaware, un "pt boat" que parece el indicado para transportar a los expedicionarios. Sin embargo, la racha de buena suerte se corta cuando, el 20 de junio del 56, las presiones de la embajada y sus aproximaciones para corromper a la policía mexicana dan resultado. Ese día se pone en marcha la maquinaria. En la noche Fidel se encuentra revisando la casa de seguridad de Kepler y Copérnico acompañado por Ramiro Valdés, Cándido González y Universo Sánchez; en la casa se encuentran Ciro Redondo y media docena de reclutas más. De repente, los cubanos descubren, a través de la ventana, que unos sujetos extraños están revisando el carro de Ciro, un traqueteado Packard 1942. Oliéndose lo peor, Fidel divide al grupo, sale caminando con Universo y Ramiro, pero varias cuadras más adelante, son asaltados por la policía; Fidel trata de oponer resistencia y saca la pistola, pero al ver que los policías armados usan como escudo a Universo y Ramiro, se rinde.
Los policías les hacen dar un recorrido por el D.F. en el interior do un automóvil, mientras los amenazan y les piden identificación, a lo que Fidel responde que se identificará cuando proceda ante las autoridades responsables. Los llevan a las oficinas de la Dirección Federal de Seguridad.
A Cándido González y Julio Díaz los detienen al salir de la casa y los torturan en la Cuarta Delegación. Atados de pies y manos los sumergen en agua helada, la llamada tortura del "pocito", luego detendrán al mexicano Zelaya, quien llega a buscarlos.
Mientras tanto, Ciro Redondo ha logrado salvarse de las primeras detenciones y está preocupado, porque dentro de su Packard hay un cargamento de armas. Cuando se encuentra abriendo su coche para sacarlas y ocultarlas, es detenido junto con Benítez.
No se trata de un accidente, una redada se encuentra en marcha y la policía mexicana está actuando impulsada o de acuerdo con la de Batista.
A las 11 de la mañana del día 21 se produce un nuevo asalto, ahora contra la casa de María Antonia, en Emparán 49. Los agentes usan los mismos tres toques en la puerta que estaban acordados y que funcionaban como señal en clave. Ahí caen María Antonia y Almeida, se escapa el infiltrado Evaristo Venereo por la ventana del baño.
Ese mismo día la judicial federal se presenta en el domicilio de los Guevara. Hilda es acusada de recibir correspondencia para un grupo subversivo. La detendrán junto con la niña al día siguiente. En las oficinas de la Plaza de la Revolución le muestran un telegrama dirigido a "Alejandro" (seudónimo de Fidel) y le preguntan insistentemente por Ernesto. Hilda se mantiene en la versión que previamente acordaron: El doctor Guevara se encuentra en Veracruz. Junto con Hilda han capturado al Patojo, quien dormía en el cuarto de azotea de la casa del Che.
La investigación en esta etapa se encuentra a cargo de Fernando Gutiérrez Barrios, un ex capitán del ejército mexicano de menos de 30 años, jefe de Control e Información de la Dirección Federal de Seguridad, la policía política de la Secretaría de Gobernación, órgano temido de un gobierno conservador, perseguidor de radicales que no se caracterizaba por sus simpatías por los exiliados latinoamericanos.
En presencia de Gutiérrez Barrios, Fidel se entrevista con Hilda en las oficinas de la Federal. El dirigente cubano le pide a Hilda que confirme que recibe cartas para él, porque como asilado político no tiene dirección. Ella le pregunta si lo ha hablado con Ernesto. Fidel insiste, dice que no puede permitir que ella y la niña estén presas. Hilda aprovecha para protestar por la detención del Patojo, guatemalteco que no tiene nada que ver con el asunto. Poco después los liberan.
En el único golpe de suerte que se produce en aquellos dos primeros días, uno de los cubanos, que ha contemplado la detención de Fidel, puede enviar un aviso al rancho, donde Raúl tendrá tiempo de esconder las armas.
En la Federal se produce una extraña situación en los primeros interrogatorios, Fidel le sugiere a Universo Sánchez que haga un sondeo para ver si con una "mordida" se podría arreglar el asunto. Universo sugiere:
—Mire, nosotros somos gente decente, ¿cómo podríamos arreglar esto? Podemos darle alguna regalía y usted nos suelta...
—¿Y tú cuánto me ofreces? —Veinticinco mil dólares.
"Nosotros no teníamos ese dinero, pero se me ocurre decir eso, y cono, me cogió, me esposó, y dijo después que le ofrecimos tanto que creyó que había cogido una cosa grande, una cosa de drogas." Parece ser que en ese momento en la caja del movimiento no había más de 15 dólares. Gutiérrez Barrios recordará más tarde: "Nos encontramos con un croquis más o menos bien hecho de la ciudad de México y sus carreteras y la ubicación de Chalco (...) entonces se envió a alguien a checarlo (...). Mandé llamar a Fidel y le dije:
"—Evíteme que vayamos a tener un enfrentamiento allí que no nos conviene ni a usted ni a nosotros."
Fidel decide acompañar a los federales al centro de entrenamiento para evitar un tiroteo. La caravana de automóviles llega a Chalco el 24 de junio a las seis de la tarde. Ahí Fidel les pide a los combatientes que guarden la disciplina, que la policía mexicana se va a hacer cargo de todo. El Che casi se escabulle, porque estaba arriba de un árbol de vigía cuando llegaron los jeeps. Pero lo obligaron a bajar diciendo: "Fidel nos llama a todos." Raúl, en cambio, logra escapar.
Finalmente, los detenidos son concentrados en la prisión de Miguel Schultz en la colonia San Rafael, una pequeña estación carcelaria que era el paso obligado previo a la deportación de extranjeros manejada por la Secretaría de Gobernación, y cuyo solo nombre provocaba pesadillas en los exiliados y extranjeros residentes en México, sobre cuyas cabezas pesaba el fantasma del artículo 33, que permitía su expulsión del país.
Aunque Almeida dirá años más tarde que Gutiérrez Barrios notó que se encontraba ante "gente decente" y les dio un trato delicado "para evitar una confrontación", los interrogatorios varían de la amabilidad a la brutalidad. Chuchú Reyes es torturado para que diga quién es el misterioso "Cuate" que les suministra las armas. El Che, que se acusa de comunista, es amenazado con la tortura de su esposa e hija; desde ese momento se niega a colaborar en los interrogatorios, diciendo que si son tan salvajes para hacerlo, no cuenten con él, que hasta ese momento les ha estado suministrando información sobre sí mismo, pero que a partir de ahora será mudo.
La decisión de acelerar el encarcelamiento definitivo de los revolucionarios cubanos proviene del mismo presidente Ruiz Cortines, quien ordena que se consignen y el procurador de la República envía 14 oficiales del ministerio público para hacer los interrogatorios. La policía declara a la prensa: "El doctor Guevara tiene, desde hace años, relaciones con los rusos." Las declaraciones de Ernesto se limitan a dar fe de lo obvio: Sí, forma parte del 26 de julio; sí, estaba en el rancho; sí, había armas, quién sabe quién disparó con ellas; sí, Fidel Castro quiere derrocar a Batista. Pero al margen de la declaración, Ernesto que no sabe rehuir una polémica pasa del ostracismo al debate cuando el agente del ministerio público, que tiene veleidades de filósofo, se pone a discutir con él de marxismo. Para evitar que sea más grave el descalabro, Gutiérrez Barrios interviene:
—Licenciado, ya le dijo que es marxista leninista, váyase ya directo a tipificar los delitos y nada más.
La dieta carcelaria en Miguel Schultz, a la espera de lo peor, es de sopa y pan, con un frío que pela las paredes y que a los cubanos les parece mayor aún de lo que es. Frío que congela el alma. Miedo a ser asesinados, a ser deportados a Cuba, donde quién sabe qué podría sucederles en las cárceles batistianas, miedo a que todos esos meses de preparativos se fueran al diablo.
Y ahora para los 28 se produce una extraña espera. Con el destino en manos de otros. Con el destino "de prestado", se diría entonces.
El 27 de junio la prensa conservadora, por boca de "Excélsior", arroja leña a la hoguera y acusa al Che de estar relacionado con otros movimientos revolucionarios de América Latina y de mantener extrañas relaciones con los rusos. Se basan en que es socio del Instituto de Relaciones Culturales México-URSS. Las denuncias le cuestan un disgusto a Nikolai Leonov, el hombre de la embajada que le ha prestado a Chapaiev y a Ostrovski. Su tarjeta ha aparecido entre los papeles del Che y se hace público que él es "el contacto con los revolucionarios"; en la embajada se le arma un tremendo lío y es enviado de regreso a la URSS por haber implicado a la legación en el escándalo.