Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
Es en esas fechas que el joven Guevara intenta un balance político: La forma en que los gringos tratan a América (...) me iba provocando una indignación creciente (...) después vino Guatemala y todo eso difícil de contar (...) En qué momento dejé el razonamiento para tener algo así como la fe no te lo puedo decir, ni siquiera con aproximación, porque el camino fue bastante larguito y con muchos retrocesos.
Las fiestas de fin de año fueron parte del ya casi permanente estire y afloje en las relaciones con Hilda. El día 24 Ernesto y El Patojo estaban invitados a cenar en casa de la peruana y su amiga venezolana, pero Guevara se demoró visitando a sus amigos cubanos en casa de María Antonia González, punto de reunión habitual de los exiliados moncadistas y finalmente pasó por su casa para recoger el saco de dormir, porque al Patojo le habían dado turno de noche en su labor de velador y Ernesto pensó acompañarlo. Hilda se sintió agraviada por el retraso y la pronta salida y pasó a la depresión. A pesar de que convivieron el 25 paseando juntos por Chapultepec, la historia se repitió el 31, cuando Ernesto la dejó nuevamente plantada. Hilda pensó en romper si a Ernesto le importaba más solidarizarse con la soledad de su amigo guatemalteco. Malentendidos y demás, todo parecía un noviazgo adolescente, lleno de dudas, malinterpretaciones, idas y retornos.
El primer día del año 55 los encuentra nuevamente reconciliados y paseando por Toluca. El reencuentro se prolonga con estires y aflojes durante el mes de enero. El día 20 Ernesto le regalará, como atrasado obsequio de año nuevo, el "Martín Fierro" con una dedicatoria: A Hilda, para que el día de la partida, le quede el sustrato de mi ambición de horizontes y mi fatalismo combatiente. Ernesto.
En febrero Guevara insiste en su proposición matrimonial. Hilda acepta y dice que para marzo. Ernesto le pregunta que por qué no ahora. Al año de haberse conocido en Guatemala, propone ella. Pero el pacto matrimonial no dura demasiado, Hilda descubre entre las páginas de un libro que él le ha prestado el negativo de una foto de mujer en traje de baño y provoca una escena de celos. Ernesto se enoja ante la bronca que le cae encima, le cuenta que se trata de la hija de Petit de Murat, que no significa nada. Hilda recordará: "Me dijo que estaba inventando un pretexto para no casarnos, que entonces él también rompía, pero que no seríamos ni amigos."
Durante una semana dejan de verse, la separación parece ser total. Pero Hilda, quien se ha mudado con su amiga Lucila a una nueva casa, en el número 43 de la calle Rhin, se enferma y requiere de la visita del doctor Guevara. Ernesto le diagnostica una amigdalitis que ha extendido la infección hasta los oídos y la atiende con antibióticos. Se produce de hecho una nueva reconciliación.
Sin embargo, el asunto de sus amores no parece ser trascendente para Ernesto, o al menos no querer mostrarlo en sus constantes cartas a la familia en Buenos Aires, porque no existen menciones al respecto. ¿Pudor guevarista o falta de pasiones? En cambio, el tema de los futuros viajes es recurrente, casi podría decirse que obsesivo, a su padre le cuenta que están en la mira Francia y la Cortisona, y siempre el camarada Mao en el final de la etapa raidista, o casi en el final, porque la beca está en el itinerario. Para lograr esos viajes: mis armas serán tres o cuatro trabajos científicos que (guevareana modestia) son muy buenos.
La oportunidad de desahogar las miserias se le ha de presentar a Ernesto en los primeros días de marzo del 55, La Agencia Latina de Noticias, con la que viene colaborando, le ofrece un' trabajo bien pagado para cubrir los IV Juegos Panamericanos. Debía hacer de compilador de noticias, redactor fotográfico y cicerone de los periodistas que llegaban de América del Sur.
Ernesto monta un equipo improvisado con su amigo El Patojo, el cubano Severino Rosell y un exiliado venezolano que aporta el cuarto oscuro para revelar e imprimir; era "una pequeña cooperativa de fotógrafos", recordaría años después Rosell.
Del 6 al 20 de marzo, sin dejar de trabajar en los hospitales donde lleva a cabo sus investigaciones sobre la alergia, Ernesto se mete de cabeza en la tarea.
Mi trabajo durante los Juegos Panamericanos fue agotador en todo el sentido de la palabra, pues (...) el promedio de horas de sueño no pasaba de cuatro (...) debido a que yo era también el que revelaba y copiaba las fotografías. Todo ese trabajo debía tener su pequeña compensación monetaria en forma de unos $4000 que me corresponderían luego de tanto trajín.
Años más tarde la revista "Bohemia" rescataría algunas de las fotos del doctor Guevara: Una mujer peruana capturada en el aire durante el salto de altura, el sprint de una carrera ciclista, la final masculina de los cien metros con vallas, una estocada certera en esgrima, el equipo de gimnasia de Brasil con rostro de aburrimiento...
Pero la historia no tendría final feliz.
Acabado que fue todo el trajín y felicitado convenientemente todo el personal que cubriera los juegos, un lacónico cable de la Agencia Latina nos informó que cesaba sus transmisiones y que cada corresponsal hiciera lo que mejor le pareciera con el personal a su cargo (de sueldos ni una palabra), saber esta noticia y entregarme de cuerpo y alma a la tarea de morderme la cola fueron todo uno.
Con el humor acostumbrado, le escribe a su amiga Tita Infante explicando sus suposiciones sobre el por qué del cierre de la Agencia: Tal vez el de la (Casa) Rosada (Perón) dio las nalgas (cochinada mexicana).
Sin embargo, a pesar de la abrumadora carga de trabajo, será durante estos días que en versión de Hilda Gadea se produce la siguiente situación: "Cuando llegó a la casa, me preguntó seriamente si me había decidido o no; su tono era calmado, pero firme, casi me daba un ultimátum. Y como en realidad yo lo estaba, le contesté que sí y que nos casaríamos en mayo (...) después le pregunté si había estado seguro de mi respuesta afirmativa; me contestó seriamente: Sí, porque tú sabías que me perdías si esta vez me contestabas no."
Queda pues el engorroso trámite de sortear las trampas burocráticas de la Secretaría de Gobernación mexicana que durante años se especializó en hacerle la vida imposible a los extranjeros sin recursos.
Con boda por delante y en medio de la nueva crisis laboral, una buena noticia:
Por fortuna me dieron casa y comida en el Hospital General y a lo mejor algún peso extraviado cae entre mis dedos nostálgicos (me los gasto borrachísimamente en tomar jugo de melón).
En una carta a su madre explica que la beca consiste en: casa, comida, lavado de ropa y nada de dinero. Olivia Salazar, la viuda de Mallén, recordaría años más tarde que su esposo invitó al doctor Guevara a vivir en su casa, pero Ernesto argumentando que no quería tomarse esa confianza "prefirió quedarse dentro de un saco de dormir sobre una cama de reconocimiento en un cuartito pequeño de consulta e instrumentos en el Hospital", ésa es la "casa" de la que habla en la carta a sus padres.
Para lograr la residencia en el hospital ha entregado un trabajo titulado "Investigaciones cutáneas con antígenos alimentarios semidigeridos", en el que reconstruye algunas de las experiencias de sus previas investigaciones en Argentina con Pisani. El trabajo se ha de presentar en un congreso de la especialidad en Veracruz y publicar en la "Revista Iberoamericana de Alergología" en mayo del 55.
Además, se encuentra experimentando en otra media docena de proyectos, todos ellos con altibajos.
Laura de Albizu Campos, en aquellos años exilada puertorriqueña en México, recuerda: "Experimentaba en cerebros de gatos, estudiando las células nerviosas, la célula cerebral, según los estímulos, pues lo sabía viendo las reacciones (...) conseguía los gatos a través de una señora (...) creo que le pagaba a la señora un peso por gato, pero la señora tenía un grupo de muchachos mexicanos que eran los que cogían los gatos, y yo siempre le decía a él que si ya había acabado con los gatos del barrio, y él se echaba a reír."
Según su compañero, el doctor David Mitrani, con quien después de las jornadas de laboratorio taqueaba en los changarritos frente al Centro Médico, estaba trabajando en varios experimentos más, dos de ellos sonaban en la comunidad médica: sobre antígenos alimentarios y sobre la acción de la estamina en el útero de las gatas. Durante el día estaba trabajando en sus investigaciones, mientras por las noches ejercía como profesor asistente en las prácticas de fisiología humana en la vieja Facultad de Medicina.
Con su habitual y ácido sentido del humor, Ernesto le cuenta a su padre en una carta: Me paso las 24 horas diarias hablando de enfermedades y cómo curarlas (no curo nada, por supuesto). Ya su amiga Tita Infante le reseña sus investigaciones: Científicamente soy un fracaso de primera, todos mis grandes proyectos de investigaciones fueron llevados por (...) el viento (...) y me veo limitado a presentar un modesto trabajo en el que repito en México las investigaciones de Pisani sobre alimentos semidigeridos.
A finales de abril Hilda consigue trabajo, primero en CEPAL, luego en la Oficina Sanitaria Panamericana. Ernesto y ella se la pasan peleando contra la burocracia mexicana para conseguir el permiso matrimonial.
A pesar de que el matrimonio está en camino, en su correspondencia a la Argentina, poco o ningún reflejo del proyecto existe. Continúan las enumeraciones de viajes deseados, posibles, imposibles, hipotéticos. A Tita Infante le escribe: Espero Tita que a la vuelta de cualquier esquina de cualquier vieja ciudad europea nos encontremos pronto, yo con la barriga llena y ud. con el título en la mano. Por ahora es lo más a que se puede aspirar, pero el futuro es del pueblo.
Hilda Gadea, años más tarde, mencionará en sus memorias que entre los proyectos de viaje existía uno a China, con pago parcial del pasaje, que Ernesto rechazó porque no podían ir juntos. Y Ernesto le comenta a su padre en una carta que la Agencia le había prometido un viaje a Melbourne, en Australia, pero la desaparición del empleo lo dejó con ganas pero flotando.
A esto habría que añadir el proyecto de un viaje a Europa oriental, posiblemente Polonia, a uno de los muchos encuentros de la juventud; un viaje que Ernesto buscó con una cierta sensación de culpabilidad. Parece que me prostituí del todo (...) mandé a la Cortisona un sesudo estudio sobre la caída del tío Jacobo en garras de los centauros-pulpos de prosapia rubia y basándome en el antecedente citado me mandé el pedido del viajecito, pero me falló la bolada. El viaje implicaba la posibilidad de viajar por barco vía España, pero la deuda de la agencia lo había dejado muy corto de dinero y se hizo imposible.
El contacto con los cubanos le hace variar la lista de los viajes potenciales: El paso siguiente puede ser EU (muy difícil), Venezuela (factible) o Cuba (probable). Pero mi meta irrenunciable sigue siendo París y llegará aunque sea nadando todo el Atlántico.
Ernesto Guevara es, en esos momentos de su vida, esencialmente un vagabundo. En 22 meses de estancia en México tan sólo en su correspondencia con la familia y dos amigas, hay 161 menciones a viajes posibles o hipotéticos.
Estas obsesiones viajeras quedan retratadas en uno de los poemas escritos en aquellos días: El mar me llama con su amistosa mano/mi prado —un continente—/se desenrosca suave e indeleble/ como una campanada en el crepúsculo.
El 30 de abril del 55 su paisano Ricardo Rojo, quien ha pasado un año exiliado en Estados Unidos, llega a la ciudad de México y casi de inmediato busca a Ernesto. "Estaba más delgado y, a pesar del oficio de fotógrafo de plaza, conservaba el inconfundible aspecto del estudiante universitario en vacaciones."
Al día siguiente, Guevara pasa a recogerlo con Hilda a su hotel para ir al desfile del 1 de mayo. La triste mascarada de un desfile laboral pasa ante los exiliados. Una tras otra, las organizaciones sindicales progubernamentales mexicanas muestran su adhesión y su domesticidad. Un desfile no demasiado grande, cargado de rutina. Los partidos de izquierda, el FOCM y el PC, los sectores obreros disidentes, como los ferrocarrileros, bajo represión policiaca, estaban excluidos del desfile oficial. Ernesto Guevara comenta: La revolución mexicana está muerta, estaba muerta hace rato y no nos habíamos dado cuenta (...) El desfile de los trabajadores organizados parece un entierro (...). Los une el presupuesto, la nómina del gobierno. Vámonos, viejo.
Rojo permanecerá en la ciudad de México tan sólo una semana, y durante ese tiempo acompañará a Ernesto a una reunión con el grupo de cubanos emigrados, cuyo centro se encuentra en los edificios Imperial. Sin quererlo se ven involucrados en un apasionado debate. En ese momento se está discutiendo en Cuba la posible ley de amnistía que involucraría a los asaltantes del Moncada y en particular a su dirigente, Fidel Castro. Pegados al radio, los cubanos siguen el desarrollo de la noticia y sus avances y retrocesos. Una docena de días más tarde, el 15 de mayo, Fidel sale en libertad.
Hay ecos de esta cubanización de sus intereses en una carta escrita a su padre a finales de mayo: La Habana me llama particularmente la atención para llenarme el corazón de paisaje, bien mixturado con paisajes de Lenin.
Mientras tanto, abrumados por los obstáculos legales para casarse que les ponen las autoridades migratorias mexicanas ("Figúrese, la señorita que es exiliada peruana, se quiere casar con un argentino"), Ernesto e Hilda deciden unirse de hecho. El doctor Guevara mueve las escasas pertenencias que conserva en el hospital y se muda al departamento que Hilda y su amiga Lucila tienen en la calle Rhin, un departamentito muy austero, donde el closet es tan sólo un par de tablones y dos listones forrados con tela.
El 18 de mayo se van de "viaje de novios a Cuernavaca." Hilda consigna el día como la "fecha de nuestro verdadero matrimonio."
La vida matrimonial no parece afectar sus preocupaciones, o al menos, no se refleja en el habitual y permanente correo con la Argentina, donde no hay menciones a su matrimonio de hecho. El 17 de junio le cuenta a su madre: La Agencia Latina me había clavado con una suma que orillaba los 6 mil pesos; ahora me pagaron, pero sólo 3 mil, de los que tengo que pagar una serie de deudas. Cuenta que esperando que le pagaran la totalidad fue a buscar un pasaje para España (para el proyectado viaje a Polonia), pero al encontrarse con tan sólo la mitad del dinero se rajó, pues iba muy justiniano.
Como siempre, en la carta intenta un balance: Este México inhóspito y duro me ha tratado bastante bien después de todo y, a pesar de la esquila llevaré al irme algo más de dinero que al entrar, mi respetable nombre en una serie de artículos de mayor o menor valor y, lo más importante, sedimentadas una serie de ideas y aspiraciones que estaban en forma de nebulosa en mi cerebro.