Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online

Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (23 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
12.87Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

La aproximación al cuartel para tomar posiciones de ataque se hace con cautela. Durante esos momentos tres guardias montados a caballo pasan frente al grupo arriando como una mula a un prisionero de a pie. Al lado mío pasó, y recuerdo las palabras del pobre campesino que decía:

—Yo soy como ustedes —y la contestación de un hombre, que después identificamos como el cabo Basol.

—Cállate y sigue antes de que te haga caminar a latigazos.

Treinta y dos combatientes toman posiciones, 18 expedicionarios del Granma y 14 campesinos que se han sumado a la enloquecida revuelta. Entre todos sólo tienen 22 armas y muy pocas municiones. En caso de que fracasen en el asalto y no puedan conseguir municiones, la columna rebelde quedaría en una situación muy peligrosa.

Así fuimos acercándonos a las posiciones enemigas hasta llegar a unos cuarenta metros. Había buena luna. A las 2.40 de la madrugada Fidel inició el tiroteo con dos ráfagas de ametralladora y fue seguido por todos los fusiles disponibles. Inmediatamente, se invitó a rendirse a los soldados, pero sin resultado alguno porque a cada grito de rendición les responden con una ráfaga de M-1. En el momento de iniciarse el tiroteo fue ajusticiado el chivato y asesino Chicho Osorio.

Los guerrilleros responden tiro a tiro. No está la cosa para más. Universo Sánchez tiene nueve balas y le da dos a Crespo. El grupo tiene un par de granadas brasileñas, y El Che y Crespo se acercan para lanzarlas, pero las granadas no explotan. Raúl Castro tiró dinamita sin niple y ésta no hizo ningún efecto. Había entonces que acercarse y quemar las casas aun a riesgo de la propia vida.

Fidel le ordena a Universo que arroje las granadas.

—Tíralas.

—Ya las tiré

—No, no las tiraste

Y Fidel le dice hay que quemar las casas y le da unos cerillos. Pero en medio del tiroteo no parece una operación fácil. Camilo Cienfuegos lo intenta. Finalmente Universo logra darle fuego a una de las chozas.

A la luz del incendio pudimos ver que era simplemente un lugar donde guardaban los frutos del cocotal cercano, pero intimidamos a los soldados que abandonaron la lucha. Uno huyendo fue casi a chocar contra el fusil de Luis Crespo que lo hirió en el pecho, le quitó el arma y seguimos disparando contra la casa.

Un combate genera tantas versiones al paso del tiempo como hombres participan en él, y a pesar de la precisión de sus narraciones, Ernesto Guevara tenderá en todas ellas a minimizar sus actos de valor. Hombre que se prueba contra el límite, parece ser, según cuenta Crespo, que fue El Che el que se lanzó en medio de la balacera sobre el soldado herido, lo hizo girar y le quitó el rifle. El Che entonces ahí se la juega, le quita el arma al soldado y éste le dice: "No me mates" y El Che ni caso le hace, dice algo así como ahí viene el médico.

Se combate en otros puntos. Almeida se enfrenta con su pelotón a los marinos en otra cabaña. Fidel da la orden de avanzar; la tiene que repetir dos veces, a la segunda arrancan sobre ellos. Camilo Cienfuegos parapetado detrás de un árbol disparó contra el sargento que huía y agotó los pocos cartuchos de que, disponía. Los soldados, casi sin defensa, eran inmisericordemente heridos por nuestras balas. Camilo Cienfuegos entró primero, por nuestro lado, a la casa de donde llegaban gritos de rendición. Antes de verificar si hay heridos, antes de ver si uno sigue vivo, o sólo es la inercia la que lo mantiene en pie, la obsesión: balas y armas: ocho Springfield, una ametralladora Thompson y unos mil tiros; nosotros habíamos gastado unos quinientos (...). Además, teníamos cananas, combustible, cuchillos, ropas, alguna comida (...). Ellos tenían dos muertos y cinco heridos, además tres prisioneros. Algunos habían huido. Por nuestra parte, ni un rasguño. El golpe de Alegría de Pío ha sido devuelto. Los hombres del Granma están iniciando la revolución.

El Che vuelve a la medicina y tras curar a los heridos del ejército y dejarlos al cuidado de los soldados supervivientes, Fidel ordena dar fuego a las casas que permanecen en pie. Iluminada por el incendio, aún de noche, la columna asciende de nuevo hacia la sierra rumbo a Palma Mocha, a donde llegamos al amanecer internándonos rápidamente, buscando las zonas más abruptas de la Maestra.

En el camino se narran el combate. Más difícil de creer que una derrota es una victoria, aunque sea una pequeña victoria como ésta. No sólo ellos repasan los incidentes del combate; como se produce en un momento en que Batista ha levantado la censura temporalmente; el enfrentamiento de La Plata tendrá eco en los diarios y en las agencias de prensa internacionales. Los muertos han regresado a la vida. Cuando el nivel de adrenalina desciende, una reflexión suelta en los posteriores escritos del Che: No era ni con mucho, nuestro deseo el combatir; lo hicimos porque era necesario.

En el ascenso a las profundidades de la Maestra, los rebeldes se encuentran con un éxodo campesino. La guardia rural ha corrido el rumor de que se bombardearán los bohíos. Tanto El Che como Raúl registran en sus diarios el espectáculo lastimoso. Se trataba no sólo de crear un vacío en torno a la guerrilla, sino más bien de proceder a un desalojo de las tierras. Como nadie conocía nuestra estancia en el lugar, era claramente una maniobra entre los mayorales y la guardia rural para despojar a los guajiros de sus tierras y pertenencias; pero la mentira de ellos había coincidido con nuestro ataque y ahora se hacía verdad, de modo que el terror se sembró en ese momento y fue imposible detener el éxodo campesino.

Fidel estrenándose como táctico guerrillero prevee que el ejército no puede dejar pasar un ataque como el de La Plata y que enviará a sus destacamentos a perseguirlos y diseña entonces una emboscada, la primera de tantas que llevará a cabo el ejército rebelde. El lugar elegido es un par de bohíos en los márgenes del Arroyo del Infierno, un pequeño riachuelo de escaso recorrido que desemboca en el río Palma Mocha. La emboscada está montada como una herradura, con siete pequeños puestos de combate, en cuyo centro quedan las casas campesinas abandonadas.

El día 19 de enero cuenta Ameijeiras que El Che salió del campamento en una exploración y regresó por un claro del bosque frente a la posta de Camilo, que El Che traía un casco de soldado, trofeo de la lucha en La Plata, un casco completo de cabo del ejército batistiano y lo portaba con todo orgullo, y que Camilo le soltó el plomazo sin más averiguaciones, pensando que se trataba del ejército, con un rifle prestado porque estaba limpiando el suyo. El Che tuvo que sacar pañuelo blanco y gritar que no dispararan: Camilo riéndose le decía:

—Cabrón, tú me tomaste prisionero pero yo te obligué a rendirte.

Este hecho demuestra el estado de tensión que teníamos todos, esperando, corno una liberación, el combate; son esos momentos donde hasta los más firmes de nervios sienten cierto leve temblor en las rodillas y todo el mundo ansia ya de una vez la llegada de ese momento estelar de la guerra, que es el combate.

Tres días más tarde unos balazos en las cercanías ponen en tensión a los emboscados. Sabrán mucho más tarde que la columna del teniente Sánchez Mosquera, del que oirán hablar con frecuencia en los siguientes años, ha asesinado a un campesino haitiano que se negó a servirles de guía.

Debido a que se suponía que estaban los soldados cerca, no hubo ni desayuno ni almuerzo. Con el guajiro Crespo habíamos descubierto un nido de gallinas y racionábamos el uso que hacíamos de los huevos dejando uno, como es usual, para que siguiera poniendo. Ese día, en vista de los tiros escuchados por la noche, Crespo decidió que debíamos comernos el último huevo, y así lo hicimos.

Repentinamente, al mediodía, una figura aparece en medio de las casas campesinas. Cuentan que se desarrolló entonces este diálogo absurdo:

—Ya llegaron —le dijo a Fidel uno de los guerrilleros—. Ah, qué bien, que pasen —respondió Fidel pensando que se trataba de los campesinos propietarios de los bohíos.

—¡No, los soldados!

Sea o no cierto, tal como estaba convenido, Fidel abre fuego con su rifle de mira telescópica fulminando a uno de los soldados. De pronto descubrí que en el bohío cercano a mis posiciones había otro soldado que trataba de esconderse del fuego. Se le veían solamente las piernas, pues mi posición elevada hacía que el techo del bohío lo tapara. Tiré a rumbo la primera vez y fallé: el segundo disparo dio de lleno en el pecho del hombre que cayó dejando su fusil clavado en la tierra por la bayoneta. Cubierto por el guajiro Crespo, llegué a la casa donde pude observar el cadáver quitándole sus balas, su fusil y algunas otras pertenencias.

El Che no cuenta que se acercó al muerto en medio del tiroteo arriesgándose a quedar en un fuego cruzado. ¿Qué es lo que ve? Se trata del primer hombre al que ha matado. Quizá en el combate de La Plata sus balas hayan acertado en otro soldado batistiano, pero en la confusión del combate imposible saberlo. Ahora sí. Años más tarde, evadiendo la pregunta, El Che se limitará a dejar una reflexión de médico: había recibido un balazo en medio del pecho que debió haber partido el corazón y su muerte fue instantánea; ya presentaba los primeros síntomas de la rigidez cadavérica debido quizás al cansancio de la última jornada que había rendido.

El Che pide permiso para lanzarse a recuperar los demás rifles, pero Fidel se lo niega, el objetivo ya se ha cumplido. Por lo que puede verse se le han causado algunas bajas a la vanguardia de la tropa que puede ser numerosa, hasta de 300 soldados. El combate fue de una ferocidad extraordinaria y pronto estábamos huyendo cada uno por nuestro lado. Curiosamente ambas fuerzas se moverán rehuyéndose en paralelo y habrá momentos en los siguientes días en que sin saberlo se encuentren a unos centenares de metros entre sí.

Cinco soldados han quedado muertos, pero la guerrilla no mide sus éxitos tan sólo por las bajas enemigas, han gastado 900 balas y recuperado tan sólo 70 y un fusil. No era una victoria completa, pero tampoco una victoria pírrica. Habíamos medido nuestras fuerzas con el ejército en nuevas situaciones y habíamos superado la prueba.

Durante los siguientes días la guerrilla se aproxima a la zona de Caracas donde se habían creado primeros lazos con campesinos. Se encuentran un panorama desolador, el ejército ha pasado por ahí creando el vacío mediante el terror.

A pesar de las victorias la situación no estaba muy alegre en esos días; la columna, sin su espíritu forjado en la lucha todavía y sin una clara conciencia ideológica, no acababa de consolidarse. Un día uno, un día otro se ausentaban compañeros; pedían funciones que a veces eran de mucho mayor riesgo en la ciudad pero que significaban siempre la huida ante las duras condiciones del campo.

Más duras aún porque se les ha infiltrado un traidor. Un campesino, Eutimio Guerra, con el que en los primeros momentos se había creado una gran confianza, ha sido capturado por la tropa de Casillas y accede traicionar a la guerrilla a cambio de 10 mil pesos y la oferta de un grado en el ejército si mataba a Fidel. Gracias a sus delaciones han sido quemadas casas de campesinos que colaboraban con el 26 de Julio. Eutimio se presenta en el campamento de Caracas y un día después pide permiso para ir a ver a su madre, supuestamente enferma. Fidel no sólo se lo concede sino que además le da algo de dinero. Eutimio rápidamente se presenta ante los militares y da la ubicación del campamento.

El día 30 por la mañana, después de una noche fría, cuando empezábamos a levantarnos, escuchamos el zumbido de aviones que no se podían localizar pues estábamos en el monte. La cocina encendida estaba a unos doscientos metros más abajo en una pequeña aguada, allí donde estaba la punta de vanguardia.

De pronto se oyó la picada de un avión de combate, el tableteo de unas ametralladoras y, a poco, las bombas. Nuestra experiencia era muy escasa en aquellos momentos y oíamos tiros por todos lados. Las balas de calibre 50 estallan al dar en tierra y golpeando cerca de nosotros daban la impresión de salir del mismo monte al tiempo que se oían también los disparos de las ametralladoras desde el aire, al salir las balas. El propio Eutimio los ha señalado desde una avioneta Beaveer y marcado la posición.

En medio de las bombas, que azotan sobre todo el campamento original, del que casualmente se han movido en la noche anterior, El Che se queda con Chao, veterano de la guerra de España, en la retaguardia, para recoger a los que se hayan perdido mientras la columna se dispersa.

A lo largo del día el grupo se une a Guillermo García y otros dos compañeros y buscan el punto de reunión que había sido marcado por Fidel en la Cueva del Humo de la que conocíamos el nombre pero no sabíamos exactamente cuál era el lugar. Así pasamos la noche en medio de la incertidumbre, esperando ver a nuestros compañeros, pero temiendo encontrar al enemigo. Los campesinos con los que se tropiezan están muy asustados. Al arriero Ciro Frías, que había colaborado con la guerrilla, el ejército le requisó su mercancía, quemaron su tienda, mataron a su hermano y detuvieron a su esposa... La tensión es mucha y uno de los reclutas, el campesino Sergio Acuña, dejó silenciosamente su canana y el fusil y desertó de la guardia a él encomendada. Anotamos en nuestro diario de campaña que se había llevado un sombrero guajiro, una lata de leche condensada y tres chorizos; en aquel momento lo sentimos mucho por la leche condensada y los chorizos.

Ese primero de febrero, la incertidumbre termina cuando aparece loma arriba Crescencio Pérez con una larga columna integrada por casi todos los nuestros y una nueva gente incorporada de Manzanillo que estaba dirigida por Roberto Pesant. Los de Manzanillo traen cosas en ese momento valiosísimas, entre otras un equipo de cirugía y ropa interior. Yo ligué un calzoncillo y camisetas con iniciales bordadas por las muchachas de Manzanillo.

El grupo se mueve por la sierra recorriendo territorios conocidos. La supervivencia de la guerrilla hoy estriba en su movilidad. Los campesinos que los apoyan están siendo acosados. De vez en cuando aprieta el hambre. Recuerdo todavía, como uno de los grandes banquetes de mi vida, el momento en que el guajiro Crespo se presentó con una lata conteniendo cuatro butifarras, producto de sus ahorros anteriores, diciendo que era para los amigos; el guajiro, Fidel, yo y algún otro, disfrutamos de esa magra ración como de un banquete opíparo.

El Che está pasando un mal momento, a sus habituales ataques de asma se suman unas fiebres palúdicas y fueron el guajiro Crespo y el inolvidable compañero Julio Zenón Acosta los que me ayudaron a recorrer una jornada angustiosa. Para rematar es víctima de diarreas potentes y deshidratación. El Che no es el único en estar sufriendo los rigores de la Sierra. Ramiro Valdés se resiente de una vieja lesión en la pierna, Ignacio Pérez también está lesionado y varios de los nuevos reclutas no resisten las presiones y son licenciados. Después, los que quedaran y resistieran las primeras pruebas se acostumbrarían a la suciedad, a la falta de agua, de comida, de techo, de seguridad y a vivir continuamente confiando sólo en el fusil y amparados en la cohesión y resistencia del pequeño núcleo guerrillero.

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
12.87Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Bride for Glenmore by Sarah Morgan
Introduction to Tantra: The Transformation of Desire by Lama Thubten Yeshe, Glass, Philip
Shadow of a Doubt by Carolyn Keene
The Long Result by John Brunner
Quickstep to Murder by Barrick, Ella