Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
Dreke narra: "Yo oigo que Osmany habla con alguien. Estábamos en un patiecito y desde la sala llega un compañero, blanco él, pelado al rape, con espejuelos.
"—¿Lo conoces?
"—Ni por asomo, ni en los periódicos he visto a este hombre. "—El compañero Ramóm —dice Osmany.
"—¿Estás bien, Dreke?
"—¿No lo conoces todavía?—pregunta Osmany. "La voz me suena un poco, pero no doy, tiene una prótesis en la boca. Nos sentamos en una mesita.
"—No jodas más, acaba de decírselo.
"—¿Tú no conoces al Che? —dijo Osmany.
"Cuando a uno lo hieren, se siente un impacto, una cosa caliente, un corrientazo. El corazón me saltó, me puse de pie de un salto.
"—
Siéntale, siéntate
—me dice El Che.
"La figura era la misma, pero ya hablaba normal.
"El Che me dice que en seguida vamos a salir. Me pregunta por la columna, el entrenamiento... Habla de la misión. ¡Es el Congo! Me entrega una pistola Makarov, chiquitica.
"—
¿Tú sabes jugar ajedrez? Y éste tampoco sabe
—dice como quejándose y refiriéndose a Tamayo... Luego continuó escribiendo. Los papeles iban a dar directamente al suelo arrugados."
Dreke ya no retorna al campamento, porque se queda en la casa de seguridad, donde además del Che se encuentran Coello, su ayudante, y Martínez Tamayo. El Che siguió al día siguiente escribiendo, a ratos leía; de repente se puso a hacer gimnasia, planchas. El 31 de marzo en la noche se presenta Fidel con Osmany. Fidel y El Che salen a conversar. El Che le entrega los papeles que ha estado escribiendo, es la carta de despedida.
Fidel, me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a quién se debería avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron en el camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático, porque somos más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la par
t
e de mi deber que me ataba
a
la revolución cubana en su territorio y me despido de ti., de tos compañeros, de tu pueblo, que ya es mío
.
Y prosigue: señalando que tiene una deuda con Fidel, el haber pensado en algún momento que no podría llegar hasta el final.
He vivido días magníficos y sentí
a
tu lado el orgullo de pertenecer
a
nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios. Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que le está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
La carta no está exenta de un cierto dramatismo, ausentes en ella los habituales tonos burlones del Che. Pareciera como si la despedida se presintiera para siempre.
Aquí dejo lo
más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos (...) y dejo
a
un pueblo que me admitió
c
omo su hijo: eso lacera una parte de mi espíritu.
Y el tono se repite:
Digo una vez más que libero
a
Cuba de cualquier responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo, que si me llega la llora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será
fiara
este pueblo y especialmente para ti.
Y hay algo en ella de testamento:
Que no dejo
a
mis hijos y
a
mi mujer nada material y no me apena; me alegro que así sea. Que no pido nada para ellos, pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse
.
Tendría muchas cosas que decirte
a
ti y
a
nuestro pueblo pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo que yo quisiera, y no vede la pena emborronar cuartillas. Hasta la victoria siempre. ¡Patria o muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario. Che.
Fidel leyó la carta que El Che le entregaba. A pesar del control que habitualmente ambos han tenido con sus emociones debe haber sido un momento difícil. A unos metros los observan sus acompañantes, Dreke y Martínez Tamayo. En un apartado Fidel les dirá que tienen que cuidar al Che, ser discretos, proteger al Che.
El comandante Ernesto Guevara saldrá de la casa de seguridad al día siguiente. Cuando se va de Cuba hereda tres viejos uniformes colgados en un armario, un automóvil usado 1956 comprado de segunda mano, una regular biblioteca llena de libros y un montón de papeles, diarios, notas. De estos escasos bienes sólo recuperará algunos libros que mandará a pedir en los próximos meses.
Tatú, el Tres
Al amanecer del 2 de abril de 1965 Osmany Cienfuegos actuó como chofer para llevar a tres singulares pasajeros al aeropuerto de La Habana: Víctor Dreke, quien llevaba un pasaporte a nombre de Roberto Suárez, José María Martínez Tamayo, quien viajaba como Ricardo y Ernesto Guevara, conocido como Ramón, casualmente tres nombres con R.
En el automóvil se hicieron bromas. El titular de un periódico habanero informaba que en la ciudad estaban "20 huevos por la libre", o sea que se podían comprar fuera de la cuota de la libreta. La falta de humor habitual en la prensa cubana, permitía todo tipo de bromas. En América Latina no se puede andar diciendo que los huevos andan por la libre. El clandestino "doctor Ramón", presentado como traductor y médico, se burlará de uno de los enlaces que los reciben en uno de los múltiples aeropuertos que van a recorrer en los siguientes días:
—¿No sabía que en Cuba los huevos están por la libre?
Amanece, uno de esos amaneceres pegajosos habaneros que son premonición del sol. Los tres personajes suben a un avión, sientan al Che, en el centro, quien tranquilamente se pone a leer. A lo largo de las escalas, una red de agentes los estará esperando y resolverá trámites de aduana y pasos fronterizos. Los tres hombres van armados, pero "siempre hay alguien para resolver."
El viaje indirecto toma 15 días. Así arriban a Dar Es Salaam el 19 de abril. Tan sólo dos meses después de la anterior visita del Che, un mes tan sólo desde su retorno a Cuba. Sin embargo, el hombre no es el mismo, había recobrado su independencia de acción, no era el ministro que hablaba en nombre de un gobierno y de una revolución en el poder, sujeto a silencios, diplomacias y protocolos, aunque fueran pocos; era un guerrillero, era de nuevo Ernesto en motocicleta, era la sensación de ignorancia en el futuro que los acompañó en el Granma. Como diría Eduardo Galeano años más tarde: "con la capacidad de sacrificio de un cristiano de las catacumbas. El Che había elegido un puesto en la primera línea de fuego, y lo había elegido para siempre, sin concederse a sí mismo el beneficio de la duda ni el derecho al cansancio."' Era eso, o ¿era la libertad? Era sin duda una forma de "libertad", la especificada en los término de su carta de despedida:
Hago formal renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de mi grado de comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra que no se pueden romper como los nombramientos
.
Los espera en el aeropuerto el embajador Rivalta, quien ha recibido un cable cifrado que le informa la llegada de un grupo de cubanos para una misión importante. Pablo cuenta: "Cuando arriba el avión yo estoy esperando al grupo y veo descender en primer lugar a Dreke, después a Martínez Tamayo, después viene un hombre que yo creo que conozco. Era un hombre blanco. Una persona madura; con espejuelos, sobre lo gordito. Me pongo a pensar en los momentos que uno ha vivirlo en la clandestinidad y me digo: éste es un compañero que viene de escolta de Dreke y Martínez, y me pongo, y miro y vuelvo a mirar y sigo mirando, porque realmente sus ojos son inconfundibles. Lo que son sus ojos y esa parte de aquí, de encima de los ojos, son inconfundibles. Y yo que lo he conocido de tan cerca, pues me digo: Coño, yo conozco a este señor. Pero no me da. No me acaba de dar quién es."
Le presentan a Ramón, pero El Che no resiste la posibilidad de hacer una broma, de jaranear, vacilar:
—¿Tú no me conoces?
Rivalta duda, niega.
—
Barrigón
—le dijo y se sigue con otros pequeños insultos.
—No, no, compañero, yo no lo conozco— dice Pablo muy serio.
—
¿Vos sigues siendo tan comemierda como siempre?
—pregunta El Che, y entonces Rivalta reacciona y se le salen las lágrimas.
—¡Cállate, carajo! No hagas ningún gesto. Soy yo mismo.
Rivalta registrará años más tarde: "Me dio alegría, pero me dio terror también."
El grupo es alojado en un hotel en el centro de Dar Es Salaam, más tarde se instalarán en una casa en las afueras de la ciudad bajo condiciones de estricta seguridad. Pronto comenzaran a llegar los combatientes que fueron entrenados en Pinar del Río, en La Habana han sido despedidos por el propio Fidel: "Cuando lleguen al Congo se van a encontrar una persona que los va a mandar, que es como si fuera yo." Al llegar a Dar Es Salaam, se concentran en una casa en las afueras de la ciudad. Hay un par de blancos entre los que los reciben. Algunos se dan cuenta de que el compañero blanco, calvo, con pipa, «le una complexión normal, un poco pesado, camuflado, con pantuflas, que, andaba por ahí mirando, es el que mandaba. Dreke les informa: Es el profesor de francés.
En el primer grupo de combatientes se encuentra el doctor Zerquera, Torres, Pichardo, veteranos de la limpia del Escambray contra las bandas de la contra. Los voluntarios de la columna del Che podrán ser negros, pero su idea de África es muy vaga, en sus propias palabras, es un batiburillo en el que intervienen: "muchos monos, selva, zebras y elefantes, manadas, muchas cobras, la ferocidad de los Africanos, las cerbatanas, aquellas cosas siniestras que enseñaba Tarzán..".
En el momento en que el grupo del Che entra a Tanzania, los dirigentes del Movimiento de Liberación de El Congo se encontraban en una conferencia en El Cairo, que al menos iba a durar un par de semanas más. El Che estaba inquieto, preocupado por la demora. No
había comunicado a ningún congolés mi decisión de luchar aquí, así como, ahora, mi presencia. En la primera conversación con Kabila no podía hacerlo, porque no estaba nada decidido, y luego que se aprobara el plan hubiera sido peligroso que se conociera mi proyecto antes de llegar a destino (...). No se me ocultaba el hecho de que una negativa me colocaba en una situación difícil, pues ya no podría regresar, pero también calculaba que para ellos sería difícil negarse. Estaba realizando un chantaje de cuerpo presente.
Los cubanos hacen contacto con el representante congoleño de mayor jerarquía que hay en Tanzania en ese momento, Antoine Godefroi Chamaleso. Con él y otros cuadros de segunda línea del Movimiento se discute la infiltración. Dreke cuenta: "Habíamos hecho una coordinación. Como El Che actuaba de traductor del español al francés, le ponía de su parte lo que quería, simulando que me traducía. Resultaba gracioso. El Che me decía de repente a mitad de la traducción:
Precisa tal cosa...
Yo ponía de mi parte, para que no se notara que él cambiaba en las traducciones.
—
Coño, tú sirves como buen actor
—le dirá al final de la conversación El Che.
La mancuerna Che-Dreke informa a los congoleños que respondiendo a su solicitud de asesores, les están enviando un grupo de instructores de artillería y morteros, subordinado a ellos y que iba a vivir en las mismas condiciones, participando incluso en los combates. Esta idea parece no gustarles mucho a los congoleños, quienes por otro lado hablaban de crear un gran ejército, abrir varios frentes, pasar a la ofensiva. Al Che y a Dreke les queda la sensación de que no hay una unidad y que se encuentran con tensiones producto del tribalismo. Y lo que es peor, los jefes del frente de la región limítrofe a Tanzania, el frente del Lago, están todos en el exterior
Chamaleso acepta bajo su responsabilidad los 30 "instructores" que Dreke le ofrece, e incluso que el grupo ascienda a unos 130, siempre bajo mando congoleño. Un delegado partió hacia El Cairo para informar a Kabila de la llegada de los cubanos. El Che no ha revelado su personalidad..porque
tenía interés en la lucha del Congo y
temía que mi ofrecimiento provocara reacciones demasiado agudas, y algunos de los congoleses o el mismo gobierno amigo, me pidiera abstenerme de entrar en la lid
.
La actitud del Che a juicio de Dreke "era muy audaz, decía que en las conversaciones no había logrado datos precisos sobre la situación de la lucha armada."
Lo demás lo vamos a aprender allí.
Alrededor del 20 de abril El Che se suma al grupo en las afueras de Dar, una casa de madera y mampostería; ahí se quita la dentadura pos-tiza, los lentes y los restos del disfraz. Su idea original era ingresar al Congo con la totalidad de la columna, un grupo de más de 100 hombres, porque si la operación se descubría, las tropas de Tshombe y los mercenarios podían cerrar el acceso a través del Lago Tangañica, pero al paso de los días, la ansiedad lo carcome. Comentará más tarde que la espera es
angustiosa en Dar Es Salaam
porque quería estar dentro del Congo cuanto antes.
Rivalta consigue un bote, el propio Che supervisa la operación. Pero hay que hacerle arreglos, el tiempo pasa.
—
Con diez podemos empezar, no hay que esperar mucho
—le dice a Dreke.
Un día o dos antes de salir desde Dar Es Saalam, El Che toma un diccionario de swahili-francés que ha estado estudiando y bautiza al grupo con nuevos seudónimos: Dreke será Moja (en swahili el uno): "Papi" Martínez Tamayo será M'bili (el dos) y él mismo será Tatú (el tres) y así los 14 primeros combatientes. El doctor Zerquera recuerda las reglas del juego en esta primera conferencia que el comandante Guevara le da a sus hombres: "Nosotros íbamos a ayudar a un movimiento de liberación. Nuestra ayuda consistiría en asesoramiento. Hablaba de las experiencias de la Sierra. De que allí primero íbamos a dar y no a recibir, que había que sacrificarse, que no podíamos comer antes qué los guerrilleros nativos, que no quería manifestaciones de prepotencia, que fuéramos modestos, e|ue tuviéramos presente que éste era un país con cuatro siglos de atraso, íbamos a chocar con la miseria en su punto álgido. Allí nadie podía tener más que nadie, a no ser por causa muy justificada. Otra cosa que dijo fue que
el que le metía mano a una Africana por supuesto tenia que cargar con ella.
Y
era separado de la guerrilla.
Que él no garantizaba el tiempo que pasaríamos allí, que quizá en cinco años se pudiera plantear una su situación del personal." Finalmente pidió que si alguien quería renunciar lo dijera entonces. Nadie se retiró.