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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (42 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Los cuatro pelotones de la columna 8 toman posiciones, las tropas de Bordón tienden emboscadas en los accesos al pueblo. La señal será el disparo del bazuca, pero los dos primeros disparos salen muy elevados. Se generaliza el tiroteo. El Che se encabrona e insulta al bazookero. Ordena entonces que se consiga gasolina para preparar bombas molotov; la tienda de abarrotes de un chino está cerrada y no encuentran gasolina, cuando finalmente lo hacen y preparan las bombas, los dos hombres que se acercan para arrojarlas, Amengual y Cabrales, son descubiertos y mueren ametrallados por los guardias. San Luis está a punto de morir al acercarse a tirarles una granada brasileña que le rebota enfrente y afortunadamente no explota.

Falla otras dos veces el bazuca. Tiene problemas con las municiones y con el magneto, tienen que hacerle un remiendo con pilas de linterna. El Che, desesperado, toma el bazuca en las manos y se alza en una lomita, casi a descubierto, carga el proyectil y nada, desesperado repite el intento, una, dos, tres veces y nada. Se encuentra como a 25 metros del cuartel y los defensores lo ubican y comienzan a disparar sobre él. Joel le reclama porque se está exponiendo demasiado: "La tierra que levantaban las balas nos tenía ciegos. Pero la lomita nos protegía. En tal situación y con tal volumen de fuego (...) El Che al ver que el bazookero no hacía blanco, no hacía nada, se molestó y parándose fue a dónde estaba, le quitó la bazuca y se paró allí en ese lugar, con los proyectiles picando por todos lados. No sé cómo pudo salvar la vida entre tantas balas. Cogió la bazuca para tirar (...) Yo me le paré delante y lo empujé tratando de que se metiera de nuevo tras la lomita. (...) Entonces él me dio un empujón bastante violento y tuvimos prácticamente una discusión." Bordón reflexionaría con justa razón más tarde: "El desprecio al peligro era el talón de Aquiles del Che."

Pero mientras tanto Guevara insiste. Lo único que le faltaba era que el bazuca tan vituperado por Peña no funcionara. Como al quinto intento sale el obús y hace blanco en el cuartel hiriendo a dos soldados y matando a uno. Seis guardias salen huyendo por la parte trasera, los demás se rinden.

El combate ha finalizado cuando comienza a amanecer, cerca de las cinco de la mañana. El pueblo entero vitoreaba a los guerrilleros según testimonio del propio cabo que comandaba a los guardias... Por cierto que el jefe de los defensores, el cabo Maximiliano Juvier, estaba casi en edad de retiro y el sargento lo había dejado allí a cargo de una guarnición de sólo 14 hombres bien armados. El Che después de regañarlo y desarmarlo lo envió a su casa, tras avisar a su mujer que estaba bien. No será la última vez en que Guevara y el cabo hayan de verse.

La victoria no fue rentable de ninguna manera, porque se gastaron unos miles de balas y sólo se recuperaron 600 o 700 proyectiles y cuatro springfields, pero políticamente fue un golpe que mostró nuestro deseo de hacer las cosas bien.

En el retorno a Gavilanes, un par de combatientes, El Vaquerito y Figaredo, se acercan al Che y le piden permiso para formar una escuadra de choque armada con automáticas que pueda utilizarse en el ataque a este tipo de cuarteles. El Che acepta y les pide que vayan elaborando una lista de voluntarios; serán bautizados como "el pelotón suicida."

El 27 de octubre El Che ha terminado de diseñar el esquema de sus campamentos: El Pedrero; Gavilanes, en la finca de un latifundista rodeada de grandes montes, y un campamento en la profundidad de la sierra, el más inaccesible, Caballete de Casa, donde monta la escuela de reclutas. Las labores allí van a toda velocidad, en días se han de construir cabañas en medio de los árboles, invisibles desde el cielo por lo tupido del bosque. En el Pedrero El Che se instala en casa de Lina González, una mujer de edad que recuerda muy bien que, cuando conoció al Che, "una hermosa sonrisa algo picara traía en su rostro."

Con las elecciones encima, El Che trabaja ahora contra el tiempo. Ante la mascarada electoral que Batista ha montado para recubrir su gobierno con un manto de legalidad, la consigna de la Sierra es abstención y sabotaje. Los días anteriores al 3 de noviembre, fecha de las elecciones, fueron de extraordinaria actividad: nuestras columnas se movilizaron en todas direcciones, impidiendo casi totalmente la afluencia a las urnas de los votantes en esas zonas (...) En general desde el transporte para los soldados de Batista hasta el tráfico de mercancías, quedaron detenidos. Pero la acción militar clave, el ataque al cuartel de Banao, en dirección opuesta al de Güinía, al oeste del macizo de la sierra, no será afortunada. Se dedica poco tiempo a la preparación, los guías no ubican bien a los pelotones, el bazuca vuelve a fallar, hay varias bajas entre los rebeldes en un combate que dura toda la noche, y al amanecer El Che da la orden de retirada para evitar que la aviación los encuentre sin protección. Víctor Bordón cuenta: "Nos retiramos amaneciendo. El camino era infernal; Che estaba bajo los efectos de un ataque de asma y ya no tenía medicina para combatir la enfermedad; toda la tropa estaba cansada y él hacía un esfuerzo sobrehumano para mantenerse en pie. En el trayecto interceptamos a varios caballos y Che montó en uno de ellos. Un joven combatiente observa la operación y lanza aire su crítica. Che lo escuchó, bajó de la bestia y siguió caminando junto a su columna. Ya salió el sol cuando llegamos a una finca que le decían cafetal. Empezamos a organizar el campamento para descansar cuando Che me manda a buscar. La crisis asmática no cedía. Di a Soto que venga acá. Llegamos. Che invitó al compañero a sentarse. La hierba estaba húmeda. Habló largo rato con Sotico, explicó porque había aceptado el caballo y que no viera eso como un acto de privilegio. ¿Estás convencido, muchacho? preguntó paternalmente, mientras situaba su mano derecha en el hombro del combatiente. Sotico empezó a llorar."

Las elecciones resultarán un fracaso para el gobierno, el corresponsal del "New York Times" calculaba que sólo había votado el 30% y en algunos lugares no había pasado del 10%, a pesar de presiones y fraudes. El resultado fue el esperado, resultó electo el candidato de Batista, Rivero Agüero. El fracaso de las elecciones se logró en Las Villas en forma espontánea, ya que no hubo tiempo de organizar sincronizadamente la resistencia pasiva de las masas y la actividad de las guerrillas. En esto El Che se equivoca. La acción antielectoral, las movilizaciones, probablemente no fueron coordinadas, pero El Che ve espontaneidad popular donde lo que hay es un largo trabajo de organización, acción y propaganda. Cuando El Che llega al Escambray existe previamente una red del 26 de Julio con una tremenda influencia social que sale de Santa Clara, Camagüey y Sancti Spíritus, y sube al Escambray tocando las pequeñas ciudades y pueblos hasta llegar a los poblados y rancherías del macizo montañoso. Reorganizada por Oltuski a partir del fracaso de la huelga de abril, la red a veces tiene dinámica propia, va por la libre, desde Güinía, donde un grupo dirigido por el médico del pueblo conectado con Santa Clara gracias a un taxista, conseguía armas y hacía sabotaje, hasta grupos de mujeres organizados en la Universidad de Las Villas que se dedican a la compra de balas a los soldados y a la propaganda. No hay día en que en la región no se produzcan movilizaciones de estudiantes, campesinos, pequeños empleados, cobro de los impuestos revolucionarios para el 26 de Julio, robos de armas o comida, colectas para la compra de ropa o calzado, atentados casi continuos. En Las Lomas hay una fábrica de tabaco, la Flor de Lis, donde los obreros reciben una cuota de la producción en tabaco que entregaban en un 95% para las guerrillas. Quizá la debilidad de la red está en la concepción del jefe de acción del 26 en Las Villas, Diego (Víctor Paneque), quien piensa que la dirección del movimiento debe hacerse desde las ciudades, claramente enfrentada a la visión del Che, quien tiene muy claro tras la huelga de abril que es en función de la guerrilla serrana como debe funcionar la red de acción. Pronto tomará medidas. Al llegar cambiamos en total el sistema de lucha en las ciudades, puesto que a toda marcha trasladamos los mejores milicianos de las ciudades al campo de entrenamiento para recibir instrucciones de sabotaje que resultó efectivo en las áreas suburbanas.

Existe, tomada en aquellos días posteriores al fracaso electoral de Batista, una foto del Che saliendo del campamento de Caballete de Casa a caballo, no en burro, como normalmente hacía; al fondo el paisaje imponente de los cerros y la vegetación exuberante, El Che muy erguido, muy orgulloso, la espalda echada hacia atrás, los bolsillos de la camisa repletos de mil y una porquerías y chingaderas, una granada colgando del cinturón. Razón tiene para estar contento. Caballete de Casa se ha convertido a toda velocidad en la base de extrema retaguardia que siempre ha querido, fortificada, con la función de acantonar hombres, darles instrucción y formación militar mientras se obtenían armas para ellos. La base tiene comandancia, planta de radio, y pequeños talleres de tabaquería, talabartería, hojalatería, armería. En Caballete hay un trabajo serio con los campesinos de la zona, se forma ahí el pelotón de escopeteros de Larrosa, se captan jóvenes combatientes del II Frente, acuden activistas estudiantiles de Santa Clara, incluso de La Habana atraídos por el halo mágico del Che y su invasión. Según las fuentes, pasarán por ella en el siguiente mes y medio entre 600 y 1000 reclutas. El Che pone a Pablo Rivalta a cargo de la base y comisiona a Vicente de la O para que comience a ejecutar la reforma agraria dentro de la zona liberada. Ya en noviembre la repartición de tierras está en marcha, la finca La Diana, cerca de Banao propiedad del gobernador de Las Villas, fue repartida entre los campesinos, y el 8 de noviembre se fecha la orden militar No.l que, entre otras cosas, contiene la propuesta de reforma agraria del Che: Confiscación inmediata de las tierras de los servidores de la dictadura, investigación de cualquier finca mayor de 30 caballerías, todo trabajador que lleve más de dos años de peón o rentista se convierte en dueño de la tierra que trabajó.

Nuevamente será un problema político el que sacará de quicio al Che en torno a la reforma agraria y el reparto de tierras. Tras de muchas depredaciones (...) donde nuestra paciencia fue puesta a prueba infinitas veces y donde aguantarnos más de lo debido, según la justa crítica del compañero Fidel, se llegó a un statu quo donde se nos permitía hacer la Reforma Agraria en toda la zona perteneciente al II Frente siempre y cuando se les permitiera a ellos cobrar tributos.

Por otro lado, a lo largo de ese mes el objetivo central de la invasión se irá cumpliendo, el pelotón de Silva bloquea la carretera de Trinidad a Sancti Spíritus y la carretera central que recorre la isla de punta a punta queda obstaculizada al dañar con un sabotaje el puente sobre el río Tuinicú. Además los sabotajes a la vía férrea interrumpen el ferrocarril central. La zona más convulsionada, Oriente, solamente recibía ayuda del gobierno por aire y mar; en una forma cada vez más precaria. Los síntomas de descomposición del enemigo aumentaban.

Una pequeña sombra oscurece el panorama, entre las acciones que El Che propuso para sabotear las elecciones estaba el asalto a un banco en Sancti Spíritus; una acción combinada entre las milicias urbanas y la guerrilla. La idea era utilizar el dinero del asalto para el financiamiento de las más urgentes necesidades. Oltuski estaba en "total desacuerdo" con la acción y de acuerdo con Víctor Paneque la bloqueó porque pensaba que los asaltos bancarios no mejorarían la imagen pública del movimiento y porque a esas alturas de noviembre llegaba dinero en grandes cantidades a las arcas del movimiento proveniente de fuerzas conservadoras que veían cercano el colapso del régimen y querían quedar bien con los posibles triunfadores. Oltuski le ofrecía en cambio 50 mil pesos de la tesorería.

La respuesta provoca una enfurecida carta del Che fechada los primeros días de octubre en la que después de reprenderlo porque la operación estaba pactada y los del llano no cumplieron su palabra, le dice que le importa un bledo que las direcciones de los pueblos amenacen con renunciar. Me veo en la triste necesidad de recordarte que he sido nombrado comandante en jefe (...) renuncie o no renuncie yo barreré con la autoridad de que estoy investido, con toda la gente floja de los pueblos aledaños a la sierra (...) ¿Porqué ningún guajiro ha encontrado mal nuestra tesis de que la tierra es para el que la trabaja, y sí los terratenientes? Y si eso no tiene relación con que la masa combatiente esté de acuerdo con el asalto a los bancos cuando ninguno tiene un centavo en ellos...

La historia no termina allí. Oltuski, sin malas intenciones le pide un recibo por los 50 mil pesos y El Che le dice que entre compañeros ese es un insulto, que él no necesita una firma suya para nada. No se me hubiera ocurrido pedírtela a ti por nada, aunque le exigiría 100 a Gutiérrez Menoyo.

Curiosamente, este enredo del dinero provocará un viaje que alterará la futura vida del comandante Guevara, una comisión de miembros de la red urbana del 26 de Julio encabezada por el financiero, el doctor Serafín Ruiz de Zárate sube al Escambray para entregarle al Che los 50 mil pesos, lo acompañan Martha Lugioyo, Graciela Piñeira, el médico Cuco Rodríguez de la Vega y Aleida March, una activista de Santa Clara que había tenido intervenciones importantes como mensajera y en el traslado de combatientes durante la huelga de abril y el levantamiento de Cienfuegos, y quien formaba parte del grupo que dirigía la acción en Las Villas. Durante tres días y tres noches la comisión permanece en El Pedrero. Cuando se disponen a retornar un enlace les informa que Aleida y Rodríguez de la Vega son buscados por la policía y ambos se quedarán en la zona del Escambray, Zárate con la columna y Aleida en Placetas.

Las relaciones de Ernesto Guevara con las mujeres han sido tratadas por sus cronistas y biógrafos con una cautela que raya en el puritanismo Victoriano. Si esto es así en la mayoría de los casos, la historia de sus relaciones con la que sería su última mujer tiene visos de demencia puritana. Quizá no sólo por esta cautela hagiográfica que aísla lo público de lo privado, sino también por la extraordinaria humildad de Aleida, quien se ha negado a dar entrevistas (el historiador desesperanzado fue capaz de localizar tan sólo una y de no más de diez renglones en la revisión de millares de artículos de prensa sobre El Che y sus compañeros) y ha minimizado su papel en el proceso revolucionario, muy importante a veces, como se verá cuando se narre la batalla de Santa Clara. Tan es así que cuesta trabajo saber un poco más sobre Aleida, fuera de su segundo apellido, Torres, y algunas de sus actividades en la resistencia villareña, e incluso no existe en los centenares de libros sobre la revolución cubana una breve nota biográfica suya.

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