Ernesto Guevara, también conocido como el Che (45 page)

Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online

Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
10.18Mb size Format: txt, pdf, ePub

Con el coronel Bayo, el hombre que los había entrenado en México. Cuba, 1960.

Jugador empedernido de ajedrez, participó en varios torneos siendo ministro de industria en Cuba, obtuvo en simultáneas tablas con algunos grandes maestros.

La cueva de Los Portales, donde instaló la comandancia durante la crisis de Octubre del 62.

En una comparecencia ante la televisión cubana, cultivando el parecido con el cómico mexicano Cantinflas como una manera irreverente de romper las jerarquías, 1961.

Con Jorge Ricardo Masetti, fundador de la agencia Prensa Latina, al que lo unía una fuerte amistad. Junto con Massetti diseñó un proyecto guerrillero en Argentina que llevó a la muerte al periodista.

CAPÍTULO 20

La campaña Relámpago

Sin advertencia previa, sin preparación extraordinaria, el 15 de diciembre El Che desata su muy particular versión de la guerra relámpago. En las primeras horas de la noche los pelotones de la fuerza combinada de la columna 8 y el Directorio comienzan a cerrar los accesos a Fomento, un pueblo de 10 mil habitantes en el que existe un cuartel del ejército con unos 140 hombres de guarnición. Las fuerzas del capitán Silva cortan la vía Fomento-Placetas en un punto conocido como El Nazareno y tienden una emboscada. El Che le escribe una nota a Cubela: Rolando, ya destruimos el puente sobre el río Falcón y hemos puesto sitio a Fomento, necesitamos la cooperación de ustedes por el camino de Báez. Un pelotón del Directorio al mando del capitán Juan Abrantes, El Mexicano, avanza sobre Báez en el flanco izquierdo de Fomento, y lo toma sin combate. A las 9:00 de la noche el pelotón del capitán Alfonso Zayas entra en el central Santa Isabel. El Che esta operando con una variante de la vieja experiencia guerrillera adquirida en la Sierra Maestra y las pequeñas experiencias obtenidas en los combates de diciembre contra los cuarteles: aislar la zona, colocar emboscadas. Aprovechar el acuartelamiento del enemigo, desmoralizar al ejército a través de la propaganda. Pero lo que suelen confirmar las crónicas contemporáneas es que detrás del ataque está la urgente necesidad de conseguir armas y municiones. La mayoría de los rifles, después de la ofensiva batistiana, se han quedado con 20 balas y hay cientos de voluntarios desarmados esperando en Caballete de Casa.

A las 6:30 de la mañana del día 16, tres de los pelotones de la columna, el de Zayas, el de Joel Iglesias y el de Manuel Hernández comienzan a infiltrarse en la ciudad. Media hora más tarde Aída Fernández, la telefonista de Fomento, recibe una llamada desde el central Santa Isabel que la sorprende. Una voz de hombre de raro acento sudamericano reclamaba comunicación telefónica con el teniente Valencia, jefe del cuartel. Pérez Valencia, un oficial de carrera de 32 años, calvo y con un potente bigote, hijo de campesinos pobres, años más tarde contaría: "Cuando tomé el auricular supe que era El Che quien se interesaba por mí. Me informó que tenía el cuartel rodeado y enfatizó que toda resistencia sería inútil. Me instó a que evitara el derramamiento de sangre rindiéndome a sus armas. Dijo que mis hombres quedarían en libertad, bajo la condición de que salieran del territorio controlado por los rebeldes una vez pactada la rendición. Le respondí que no aceptaba su ofrecimiento." Pérez Valencia contaba con 150 hombres, mejor armados que los rebeldes y con abundantes municiones. Había establecido una zona defensiva formada por el cuartel, el centro telefónico, el teatro Baroja y el hotel Florida, en la que pensaba atrapar a los rebeldes, y esperaba que al iniciarse el combate recibiría refuerzos de Santa Clara y entonces podría pasar a la ofensiva. El Che actuaba inicialmente tan sólo con tres pelotones manteniendo el resto en emboscadas en las afueras de Fomento.

En el curso de la mañana, mientras se va avanzando hacia el cuartel hasta tomar posiciones a unos 25 metros, los rebeldes al mando de Manuel Hernández atacan una patrulla y rinden a un pelotón del ejército en las cercanías de la estación CNC, sufriendo tan sólo dos bajas. Comienza el cerco. El pueblo ha salido a la calle y colabora con los rebeldes fabricando bombas molotov, levantando barricadas, transportando a los heridos. Al caer la noche anónimos ciudadanos incendian las cortinas del cine haciendo arder el edificio y obligando a que los defensores se rindan. Se han entregado todos los grupos de soldados a excepción del más importante, el del cuartel, donde el teniente Pérez Valencia cuenta con 121 hombres, El Che se ve obligado a tomar una decisión fundamental: ¿Mantiene el cerco o se retira hacia la sierra? Las emboscadas de contención siguen firmes, el enemigo no ha enviado refuerzos desde Santa Clara; ni siquiera ha utilizado a los soldados de los cercanos cuarteles de Cabaiguán o Placetas. Tiene en las manos un problema grave, la falta de municiones. Los hombres de la columna iniciaron el combate de Fomento con 40 balas por fusil en promedio. Por lo tanto resulta esencial no sólo rendir el cuartel sino arrancarle las municiones al ejército.

Si la situación del Che es difícil, la de Pérez Valencia en el interior del cuartel es más bien extraña. Aunque no tiene posibilidades de saberlo, sus 121 hombres están cercados por menos de un centenar de rebeldes peor armados que sus soldados. Pero contra las paredes de su cuartel no sólo disparan los Garand y los San Cristóbal de los rebeldes, también disparan los mitos. El teniente se atiene a la disciplina militar más elemental: Sus órdenes son "resistir y esperar refuerzos." El Che le hace caso a su instinto, y mantiene el cerco. Al amanecer comienza a actuar la aviación batistiana. Es bombardeado el pelotón que mantiene la emboscada en la carretera de Fomento a Placetas; también sufren los bombardeos los caseríos cercanos, el local de la Colonia Española y el de la Cruz Roja, causando 18 bajas entre la población civil. Pero a pesar del castigo de la aviación a nuestro Ejército Rebelde, las desmoralizadas tropas de la dictadura no avanzaban por tierra en apoyo a sus compañeros.

Sobre el cuartel actuaban ahora cuatro pelotones, se estrenaba como unidad de combate el pelotón suicida dirigido por El Vaquerito. A causa de la pequeña distancia en la que se mantenía el cerco, de 25 a 30 metros en algunos casos, las acciones de los rebeldes para aumentar la presión eran muy peligrosas.

Amado Morales, uno de los miembros del pelotón suicida, cuenta: "Tamayo sube a la azotea de una clínica (...) y empieza a tirarle a los soldados que estaban al frente. Yo salté una cerca de mampostería para ocupar una posición de una casa de familia que estaba cerca, al llegar a dicha casa tomé la posición en una terracita que lo único que tenía para parapetarse era un muro suficientemente bajito como para que no pudiéramos guarecernos detrás del mismo. A esa posición acudió también el compañero Sergio Lemus. Nada más que disparé algunos tiros y caí herido producto de la metralla enemiga. Minutos después un disparo de fusil hacía blanco en la cabeza de Lemus, quien murió instantáneamente a mi lado. El compañero Hugo del Rio me arrastró hacia él poniéndome fuera del peligro." Del Río completa: "Al Vaquerito y a mí no nos matan en aquel lugar porque nos tiramos hacia atrás a la velocidad de un rayo."

No era el pelotón suicida el único en sufrir bajas en aquel combate. Al exponerse demasiado, Joel Iglesias, el joven capitán, es herido por una bala que le entra por el cuello y le fractura el maxilar inferior. Cae en un lugar cubierto por el fuego enemigo, pero un grupo de hombres de su pelotón lo rescata en medio de las balas. Iglesias piensa que se va a morir y pide que le avisen al Che. Lo transportan sin conocimiento a una clínica en el mismo pueblo de Fomento. El Che llega corriendo. Joel es uno de los muchachos de origen campesino con los que ha convivido en los días más duros de la Sierra Maestra y de la invasión. Le dice a los médicos, como si su orden tuviera posibilidades de detener el derrame de sangre, que el muchacho no puede morir. No es la única baja importante que sufre la columna, otro de sus oficiales atacantes, el capitán Manuel Hernández, queda gravemente herido.

Other books

So Close to Heaven by Barbara Crossette
Breaking Point by Lesley Choyce
Breathe for Me by Anderson, Natalie
Ebb Tide by Richard Woodman
The Ascent by Ronald Malfi
Black Friday by Ike Hamill
The Alpha Claims A Mate by Georgette St. Clair
Starting from Scratch by Bruce George
Dangerous Games by John Shannon