Ernesto Guevara, también conocido como el Che (47 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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A las 10:00 de la mañana del 22 de diciembre cae el cuartel en manos de las tropas de Bordón. Se capturan una docena de armas largas y abundante parque. Resisten tan sólo los francotiradores en la azotea del cine. Hacia las 2:00 de la tarde asoma la bandera blanca. Más o menos sobre esa hora aparecen por el pueblo nuevamente Olo Pantoja y San Luis que se han escapado del campamento de Manacas donde recibieron los primeros auxilios.

En Cabaiguán, con el amanecer, se reanudan los combates. Los hombres del Che se ven reforzados por los combatientes de Bordón y Pantoja. Los rebeldes sufren una nueva baja: el capitán José Ramón Silva es herido de gravedad por tercera vez desde el inicio de la invasión. A causa de la herida perderá el brazo.

A las 2:00 de la madrugada del 22 al 23. El Che, recién curado y desarmado, acompañado del cura de Cabaiguán entró al cuartel a parlamentar. El oficial al mando reacciona de manera altanera. El comandante Guevara le dice: El Che soy yo, y soy quien pongo las condiciones por ser el vencedor. Un rato más tarde los soldados se rendían tras 45 horas de combate. La rendición de los cuarteles se pactaba sobre la base política de dejar en libertad a la guarnición, condicionado a que saliera de territorio libre. De esa manera se daba la oportunidad de entregar las armas y salvarse.

Se habían capturado 90 prisioneros, siete ametralladoras calibre 30, 85 fusiles y ametralladoras ligeras y abundante parque. La victoria había sido rotunda, pero nuevamente el costo era excesivamente alto, tres de sus oficiales estaban heridos, uno de ellos muy gravemente. Para cubrir los huecos y sobre el terreno, El Che asciende a capitanes a Ramón Pardo (Guile) y a Rogelio Acevedo y a teniente a Leonardo Tamayo.

Hay una maravillosa foto del Che con el brazo enyesado y un esparadrapo en la frente, fumando un cabo de puro y sonriendo mientras los rebeldes le palmean la espalda. La sonrisa está depositada en los ojos. Aunque lleva más de 40 horas sin dormir, la victoria parece ser el mejor antídoto del sueño.

Las tropas, tras ser desarmadas, son liberadas y enviadas hacia Placetas, donde sus propios compañeros, por orden de la oficialidad, los detienen y no les dan de comer. Las guarniciones de Guayos y Cabaiguán han contraído la enfermedad de la derrota, y ésta es profundamente contagiosa.

Mientras tanto llega la noticia de que el pelotón de Armando Acosta ha protagonizado un milagro, ha tomado la ciudad de Sancti Spíritus aprovechando un alzamiento popular que el propio Acosta ha promovido. No ha sido mal compañero de la inteligente actuación del capitán rebelde un rumor que corría entre los sectores más humildes de la población: que El Che y Camilo, acompañados de un personaje llamado Juana de Arco, que quería vengar a su familia asesinada por la dictadura, venían a tomar la ciudad.

El frente guerrillero del Che cubre ahora 50 kilómetros sobre la carretera central, desde Sancti Spíritus a Placetas.

La ofensiva del Che está funcionando como una maquinaria de relojería perfecta. Aún resuenan los ecos de los últimos disparos en Cabaiguán cuando, sin poder ir a dormir, los pelotones del Ejército Rebelde reciben la orden de volver a movilizarse. No han pasado dos horas desde que los soldados se rindieron, cuando marchan hacia el pueblo de Placetas.

El día 23 el pelotón de Rogelio Acevedo había ocupado el pueblo de Falcón, entre Placetas y Santa Clara, y montado una emboscada para contener los míticos refuerzos, simultáneamente una columna del Directorio estaba actuando. Faure Chomón informaba: "Estamos presionando sobre Placetas. Ayer César Paz entró allí con una unidad y sostuvo un tiroteo. Habló por un carro amplificador y el pueblo lo aclamó. Después se retiró y la aviación bombardeó y ametralló los alrededores de Placetas. Pero salimos bien. Mantenemos el sitio (...) Hoy se nos han pasado algunos militares, entre ellos un teniente con sus armas..."

A las 4:30 de la madrugada del día 23, la situación en la región sur de Las Villas era la siguiente: El Ejército Rebelde dominaba todos los cuarteles al norte y este de la Sierra de el Escambray, con excepción del de Manicaragua, que estaba acosado por una columna del Directorio. Mantenía sus bases en la Sierra convertidas en zonas de entrenamiento de la reserva que se iba incorporando al combate en la medida en que las armas de los cuarteles capturados se distribuían. Sancti Spíritus estaba tomada por las fuerzas de los capitanes Acosta y Castillo, y El Che, tras la victoria de Cabaiguán, les había enviado, como refuerzo para avanzar sobre Jatibónico, al pelotón de Pantoja y San Luis (ambos convalecientes de sus heridas). Atacar los cuarteles cada vez más al oriente era la mejor contención que podía realizarse para que la dictadura no pudiera enviar tropas desde Ciego de Avila, donde sus reservas estaban relativamente frescas.

Al amanecer, los guerrilleros comienzan a infiltrarse en Placetas aún con el sonido de los disparos de Cabaiguán zumbando en sus oídos. La guarnición absolutamente desmoralizada, había pedido la evacuación del puesto, donde se encontraban más de un centenar de soldados "carentes de moral y desanimados por completo para luchar contra el elemento rebelde en mayoría abrumadora, con efectivos indudablemente en relación de 50 a 1", decía un informe del ejército exagerando fuertemente, porque El Che no contaba en esos momentos con 200 hombres para el ataque a Placetas. En respuesta al informe se había ordenado la evacuación a Santa Clara, pero la orden era tardía, porque Placetas estaba va cercada.

A las 4:30 de la madrugada comenzaron los disparos. Las tropas de Víctor Bordón entraron por un extremo del pueblo, las del Directorio dirigidas por Rolando Cubela por el otro; el pelotón suicida atacó al enemigo en el cine, Abrantes atacó el ayuntamiento, y el pelotón de Alfonso Zayas la jefatura de policía. El teniente Hugo del Río narra: "Había que ver cómo la población nos ayudaba en los distintos lugares donde combatíamos, En muchas ocasiones era tanta la cantidad de pueblo que se echaba a la calle que resultaba hasta peligroso, porque podían ser víctimas de la metralla enemiga."

El Che llegó a Placetas hacia las 6:30 de la mañana en un jeep que conducía su escolta Alberto Castellanos, en esos momentos el capitán Páez tomaba el cine y el pelotón del Vaquerito, tras haber ocupado sin disparos la estación de la microonda, combatía en los elevados.

El Che, desde una bodega en Placetas, se comunica con Faure Chomón por teléfono, quien mantiene una emboscada en Báez al suroeste de la ciudad para impedir el paso del ejército por esa carretera secundaria.

—¿Cuál es la situación?

—En Falcón hay una emboscada con una 30 por si vienen refuerzos.

—¿De Santa Clara no hay indicios de que hayan mandado refuerzos?

—No, ninguno, hasta Falcón no han entrado.

El Che se echó a reír.

—Esa gente está perdida.

En Placetas las fuerzas de Zayas mantenían la presión sobre la estación de policía, y a las cinco de la tarde, bajo fuego de ametralladora calibre 30, morteros y granadas, los policías pidieron una tregua para negociar con El Che.

Media hora después se rendían.

El fuego de los rebeldes se concentró entonces sobre el cuartel, donde se encontraban 104 soldados. El pelotón del Vaquerito actuó desde la parte de atrás y las tropas de Bordón desde el frente. El Che estaba en la línea de fuego.

Calixto Morales recuerda: "Me parece verlo en Placetas. Los francotiradores disparando y él por el medio de la calle como si nada."

En Placetas, los revolucionarios tuvieron una sorprendente adhesión. El teniente Pérez Valencia del puesto de Fomento, quien había permanecido unos días en el campamento de Manacas, había sido ganado para la causa del movimiento. Cuenta: "Le pedí al Che que me colocara un brazalete del 26 de Julio y mientras complacía mi petición, me dijo como en un susurro:

"—Yo no le prometo nada.

"Le contesté que yo nada más pedía que me dejaran combatir." Pérez Valencia, utilizando el altavoz, presionó a los defensores para que se rindieran: "Que no corra sangre, que yo soy Valencia y estoy aquí bajo las órdenes del Che y hasta con mi arma estoy. El Ejército Rebelde no es lo que ustedes creen." El capitán cedió. El Che entró entonces a conferenciar con los oficiales, usó un tono muy educado, hablaba bajito según uno de los testigos, pero el jefe de los sitiados, el teniente Hernández Rivero, se puso arrogante, comenzó a decir que él era un oficial de academia, que aquello lo defendía hasta la muerte. El Che no resistió la carcajada. Entonces los soldados tomaron la iniciativa y pasando por encima de su jefe comenzaron a rendirse.

Al conocerse la noticia de la rendición de las tropas, el pueblo se lanzó a la calle, gritando y sonando todas las campanas de las iglesias. Se rendían más de 150 hombres, y se capturaban 159 rifles, siete ametralladoras ligeras, una calibre 30, un mortero, granadas y parque.

El 22 de diciembre, días antes de la caída de Placetas, Fidel le había dirigido un mensaje al Che donde le señalaba que era un error en ese momento devolver los prisioneros al enemigo, que incluso si no los usaban en combate, los podían utilizar para labor de guarnición. El Che había retenido los prisioneros de Fomento aunque luego los liberó, y en el caso de Cabaiguán y Guayos los había liberado casi inmediatamente, practicando una táctica que el propio Fidel había aplicado una y otra vez en la Sierra Maestra, usando a los rendidos como un elemento desmoralizador. No hay constancia de la respuesta del Che al mensaje de Fidel, pero sin duda encontró argumentos tácticos para justificar la línea que estaba aplicando, aunque en el caso de Placetas, en lugar de liberar a los prisioneros directamente, los entregó a la Cruz Roja, lo que demoraría algunos días su reincorporación al ejército.

Horas después de la caída de Placetas, El Che llegaba en su jeep a Yaguajay, donde Camilo y su columna sostenían el cerco sobre el cuartel. La reunión se celebró en el Central Narcisa, en medio del interés de los campesinos locales que se acercaban para verlos juntos. Camilo, con su habitual sentido del humor comentó:

—Ya sé a qué me voy a dedicar cuando triunfemos: Te voy a meter en una jaulita y recorrer el país cobrando cinco kilos la entrada para verte. ¡Me hago rico!

La reunión entre los dos comandantes sirvió para precisar las futuras acciones. ¿Debería Camilo levantar el cerco a Yaguajay y unirse al Che en la ofensiva contra Santa Clara? ¿Había llegado ya la hora del ataque a la capital? El Che expuso sus planes y acordaron que Camilo continuaría presionando sobre Yaguajay, aunque colaboraría con una parte de sus fuerzas en las próximas operaciones del Che.

Mientras los dos comandantes rebeldes trazaban la estrategia de los combates para los próximos días en Las Villas, de los talleres de Ciénaga en La Habana sale un tren blindado, la mejor arma de la dictadura, con dirección a Santa Clara. Su salida se ha retrasado hasta ahora por los continuos sabotajes y en el momento de partir lo hace con la dotación incompleta. Las deserciones se han multiplicado, y lo seguirán haciendo en el trayecto, y su comandante se fugará con un millón de pesos de los salarios de los soldados rumbo a Estados Unidos. Aun así, el tren blindado y sus ametralladoras estarán en Santa Clara el día de Navidad... Esperando a las tropas del Che.

El 23, las fuerzas del Directorio habían atacado Manicaragua, y ese mismo día las fuerzas combinadas de Armando Acosta y Orlando Pantoja entraban en Jatibónico. El Che ordenó entonces a Víctor Bordón y su columna que operaran sobre la carretera que en el sur va desde la Sierra hasta Cienfuegos, y que luego ascendiera para cortar las comunicaciones de Santa Clara con La Habana. Mientras esas fuerzas estaban presionando al ejército y al mismo tiempo operaban como contención de posibles refuerzos, El Che preparó otra sorpresa a los soldados de la dictadura. Para celebrar la Nochebuena avanzó sobre Remedios y Caibarién en la costa norte de Las Villas y al noreste de Santa Clara, un par de poblaciones distantes unos ocho kilómetros entre sí.

Al mediodía del 25 de diciembre se inició la operación. Entre los dos cuarteles del ejército a los que se sumaban fuerzas policiacas y marineros, reunían el doble de efectivos (unos 250), que los del cuartel de Fomento, donde se había iniciado la ofensiva de Las Villas, y El Che esta vez iba a oponerles sólo un fragmento de su columna, incluso sin el apoyo del Directorio. Pero en cambio, los cuatro pelotones (Alfonso Zayas, el pelotón suicida del Vaquerito, el pelotón de Miguel Alvarez, el de Rogelio Acevedo) con unos 120 combatientes, estaban con la moral en los cielos, fogueados en el combate urbano y sus enemigos desmoralizados y a la defensiva.

Las rebeldes entran en el pueblo de Remedios a pleno sol, disparando sobre el ayuntamiento y el cuartel. El primer punto en caer fue la Junta Electoral, donde las fuerzas del pelotón suicida atacaron a un grupo de guardias que se rindió sin ofrecer demasiada resistencia. Se iniciaron enfrentamientos en la comandancia de policía y el cuartel donde se encontraban unos 200 soldados. Iniciado el combate, un nuevo pelotón se sumó a las fuerzas que estaban combatiendo, el del capitán Alberto Fernández, Pachungo, formado por 45 reclutas de Caballete de Casa, armados en Placetas con los fusiles recién capturados al ejército.

Sin que hubieran terminado las operaciones en Remedios, las tropas de la columna 8 iniciaron el ataque a Caibarién. Poco antes de las 11:00 de la noche del 25, El Che había iniciado la infiltración utilizando dos pelotones, el de Ramón Pardo, y el de Justo Parra. La población salió a la calle y rodeó a los rebeldes informándoles que los batistianos se habían refugiado en el cuartel de la guardia rural y en el puesto naval. A las 11:00 comenzó el tiroteo sobre ambos. El capitán de la marina Luis Aragón rindió el puesto naval sin combatir. El teniente Pérez Valencia, ya sumado al Ejército Rebelde, actuó como mediador. El Che se apuntó también un tanto en la guerra psicológica al invitar a rendirse usando la radio a una fragata de la marina de guerra que estaba cercana. El comandante rechazó la oferta, pero aceptó mantenerse al margen de la lucha. El Che lamentó el éxito a medias, porque le había comentado a su gente que podían desmontar los cañones de la fragata para usarlos más tarde en Santa Clara.

El combate en torno a la estación de policía en Remedios se volvió encarnizado. Acercándose a la estación, El Vaquerito detuvo a la tropa y ordenó que nadie lo siguiera hasta que no impartiera la orden, y se lanzó a cruzar la esquina; dos combatientes que no lo habían oído cruzaron corriendo atrás de él y El Vaquerito creyendo que habían desobedecido los mandó de vuelta, pero caminando lentamente en medio de los tiros que volaban por todos lados. Un poco más tarde, tras cortarle el agua a los sitiados, se inició un ataque con molotovs, pronto el edificio estaba en llamas y se oían los gritos de rendición. Una foto memorable registra al Vaquerito rodeado de sus hombres, ojos vidriosos y mirada fija, alucinado por el agotamiento y la tensión, y al fondo el viejo caserón con las llamas brotando por las ventanas.

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