Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online

Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (48 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
6.08Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

En la noche se cerró el cerco sobre el cuartel del ejército. El pelotón suicida fue a rematar el trabajo realizado por otros pelotones de la columna. El teniente Hugo del Río cuenta: "Ya habíamos tomado tantas posiciones que estábamos pegados a la caballeriza del cuartel. Llegó Miguel (Alvarez cuyo pelotón los iba a relevar), y nosotros pensamos que íbamos a descansar, porque llevábamos muchos días sin dormir, de combate en combate, pero no fue así. El Vaquerito nos reunió y nos comunicó que íbamos para Caibarién. Cuando estábamos en los trajines del relevo, Miguel le preguntó al Mexicano:

"—¿Dónde está el cuartel que nosotros tenemos que atacar?

"El Mexicano, poniendo la mano en la pared le dijo:

"—Aquí está, éste es el cuartel."

Al amanecer del 26 de diciembre el pelotón suicida entró en Caibarién. La población se había sumado ya masivamente al cerco y colaboraba en los combates que mantenía el pelotón de Guile sobre fuerzas superiores. Los dos pelotones mantuvieron el acoso durante la mañana del día 26. Se tiraba continuamente, se les había cortado el agua y los soldados no podían ni asomar la cabeza. La resistencia sin embargo, se mantenía, desesperando a los sitiadores. Se trató de incendiar el cuartel con gomas de automóviles en llamas, el experimento fracasó. El Vaquerito consiguió un carro de bomberos, ordenó que lo llenaran de gasolina y se acercó al cuartel para rociarlo, a riesgo de que los volaran a todos. Con un altoparlante habló con los soldados. Surgió una bandera blanca de una de las ventanas. El Vaquerito avanzó caminando hacia ella. El teniente a cargo del puesto se negaba a rendirse, porque parece ser que había cometido algunos crímenes contra la población y tenía miedo a las represalias. El Vaquerito indignado lo retó a darse de tiros con él afuera y no seguir exponiendo a sus soldados que no querían combatir. Mientras tanto, algunos rebeldes estaban desarmando a los soldados a unos metros de la conversación. El teniente insultó al Vaquerito, quien le contestó que estaba muy cansado, y mientras los soldados lo pensaban, él se iba a dormir un rato. Acto seguido se dejó caer en un catre de campaña y quedo profundamente dormido. Fue el golpe final a la moral de los guardias que no tardaron en rendirse.

Era la mañana del 26 de diciembre. Pocas horas antes el cuartel de Remedios había caído en manos de los rebeldes. En Remedios y Caibarién se habían capturado más de 200 fusiles y tomado más de 250 prisioneros. El ejército, en sus partes oficiales, convertiría a los 120 rebeldes en 1200.

Una foto muestra al Che en la entrada del cuartel de Remedios; demacrado pero sonriente, con el brazo izquierdo enyesado: parece mirar hacia algo situado en el cielo, ¿un avión a lo lejos?, a su izquierda Duménigo, el cocinero de la columna 8 lo contempla; tiene una mirada más prosaica, parece pensar en la inexistente cena. Durante aquellos días de combates continuo, la tropa rebelde había tenido pocas posibilidades de comer más allá de lo que la población les había dado en mitad de los enfrentamientos.

Acevedo intenta entrevistarse con su comandante. Cuando Guevara lo ve le suelta la bronca, se supone que el joven capitán debe estar en una emboscada en las afueras del pueblo. Acevedo arguye: es mi pueblo y además hay tres asesinos y torturadores de Batista entre los capturados y hay que hacer justicia. Guevara lo mira fijamente y le explica que ha dado su palabra y que los soldados serán liberados en la costa. Más tarde, la justicia revolucionaria se hará cargo de ellos. Acevedo acepta a regañadientes.

Mientras las fuerzas del Che combatían en Remedios y en Caibarién, un cambio importante se producía en el lado batistiano; Joaquín Casillas Lumpuy tomaba el mando de la conducción de la guerra en Las Villas, sustituyendo al indeciso Río Chaviano. Casillas traía como carta de recomendación sus tropelías en la zona de Oriente durante la guerra y el asesinato en 1948, cuando tan sólo era capitán, del líder azucarero Jesús Menéndez en Manzanillo. El cambio obedecía a que Bastista sospechaba que Ríos Chaviano estaba conspirando con el general Tabernilla para darle una salida blanda a la dictadura.

Un informe del SIM del 27 de diciembre sobre el estado de las tropas batistianas en Santa Clara, mostraba con bastante objetividad las dificultades que el coronel Casillas iba a encontrar: "Las tropas en general de aquella provincia se observan con mucho pesimismo, y se quejan de que en ningún caso donde se han batido con los alzados, siendo estos más numerosos y haber pedido refuerzos de hombres y parque se les ha enviado." El informe contenía una inexactitud, las tropas batistianas en todos los combates se habían enfrentado a fuerzas enemigas iguales o inferiores en número y no superiores; inferiores también en armamento, pero que actuaban a la ofensiva y que suplían con una tremenda moral y una excelente conducción a nivel de conjunto, y de escuadras y pelotones, las carencias.

En 10 días las tropas del Che y del Directorio le habían arrebatado a la dictadura un territorio de más de 8000 kilómetros cuadrados con casi un cuarto de millón de habitantes: habían tomado 12 cuarteles al ejército, la guardia rural, la policía y la marina en ocho pueblos y pequeñas ciudades; habían obligado a retirarse a las guarniciones de otra media docena de pueblos; habían capturado cerca de 800 prisioneros y obtenido cerca de 600 armas largas y municiones abundantes. Operando con una gran flexibilidad y acelerando el ritmo de la ofensiva, en la medida en que descubrían las debilidades del enemigo, con un bajísimo costo en muertos y heridos (tan sólo 11 muertos en toda la campaña). Pero quizá lo que hacía brillante la conducción de la guerra de guerrillas que estaba haciendo El Che era la velocidad de reacción que le había dado a la ofensiva, el ritmo desconcertante. Entre el combate de Fomento y el de Guayos y Cabaiguán pasaron 61 horas, pero entre la toma de estas ciudades y el ataque a Placetas pasaron tan sólo dos horas, y entre la toma de Placetas y el inicio del ataque a Remedios y Caibarién solamente 12 horas. Había aprovechado todas las debilidades del enemigo y toda la tremenda fuerza de sus invasores; esos jóvenes campesinos aparentemente inagotables, valientes al grado de la locura, burlones, risueños, fuertemente motivados, solidarios entre sí, orgullosos, acariciados por la admiración popular y conducidos por capitanes y tenientes que les hacían más que justicia, y que habían pagado con sangre la ofensiva. Ninguno de los capitanes de la invasión estaba ileso en esos momentos, varios de los tenientes rebeldes se encontraban también heridos, antes de haber sido promovidos a capitanes...

Se acercaba la hora de Santa Clara. El 27 de diciembre, en Placetas, la situación de las fuerzas conjuntas del 26 de Julio y el Directorio podía establecerse de la siguiente manera: En el oriente, el pelotón de Orlando Pantoja y San Luis se había tenido que replegar de Jatibónico por la aparición de refuerzos del ejército, entre los que se encontraban tanques y blindados y estaban bajo bombardeo de la aviación batistiana. Aún así, el pelotón, que ya era una pequeña columna de casi un centenar de hombres, estaba resistiendo. Al suroeste y noroeste de Santa Clara, donde operaban las fuerzas de Víctor Bordón para empezar a encerrar la capital de la provincia en un cerco, la situación era también difícil, esta pequeña columna de unos 75 hombres había venido describiendo un arco de sur a norte tomando una serie de pequeños cuarteles y buscando el bloqueo definitivo de la carretera central La Habana-Santa Clara combatiendo siempre. El día 27 fueron atacados desde su retaguardia por una columna con blindados que venía de Santa Clara al mando del propio Casillas Lumpuy, quien sabía que si le cortaban el paso a La Habana quedaría cercado totalmente por los rebeldes. Bordón se replegó combatiendo pero al día siguiente volvería a cortar la carretera utilizando carros de ferrocarril soldados. Al noreste, la columna 2 de Camilo mantenía sitiado el puesto de Yaguajay y controlaba toda una vasta zona. En el sur, una parte de las fuerzas del Directorio mantenían cercada la ciudad de Trinidad.

El centro de decisiones de la revolución en Las Villas estuvo efímeramente situado el día 27 en el Gran Hotel Tullerías de Placetas, un hotel pueblerino fundado en 1912 cuyo nombre aparentaba más que su realidad. El dueño había ordenado la limpieza para cederle a los rebeldes una habitación en buen estado. El Che ocupó fugazmente la habitación número seis y utilizó la 22, a la izquierda de la escalera, como comandancia. Al atardecer, a la luz de un quinqué, porque la luz eléctrica estaba cortada, Guevara se reunió con su segundo Ramiro Valdés y con el comandante del directorio Rolando Cubelas para resolver el acertijo militar más arriesgado de toda su vida de combatiente: el asalto a Santa Clara.

El Che se encontraba ante la alternativa de dar un tiempo para que las fuerzas de Camilo tomaran Yaguajay y las de Faure ocuparan Trinidad y ambas se concentraran sobre Santa Clara, o en cambio avanzar sobre la ciudad con las reducidas fuerzas de la columna 8 y del Directorio.

La organización clandestina e incluso la UPI a través de un cable que les informaba que Batista enviaría 2 mil hombre más a Santa Clara, les había ofrecido abundante información sobre las tropas que tenían enfrente: El tren blindado con sus 380 soldados, morteros, un cañón, bazookas, ametralladoras; la guarnición del "Leoncio Vidal", el principal cuartel de la provincia, con unos 1300 hombres, tanques y tanquetas; una guarnición en el aeropuerto, el cuartel del escuadrón 31 de la guardia rural, con 250 o 300 guardias, tanques y tanquetas; la estación de policía con 400 hombres entre policías, informadores y soldados, con dos tanques cometa y dos tanquetas y otras serie de pequeños destacamentos que reúnen más de 200 soldados. En total casi 3 200 batistianos a los que habría que sumar el apoyo activo de la aviación. El Che estaba particularmente inquieto porque teníamos una bazuca sin proyectiles y debíamos luchar contra una docena de tanques, pero también sabíamos que para hacerlo con efectividad necesitábamos llegar a los barrios poblados de la ciudad donde el tanque disminuye en mucho su eficacia.

El Che contaba para el ataque con siete pelotones que sumaban 214 hombres, el centenar de hombres de la columna del Directorio y otro medio centenar de reclutas de Caballete de Casa dirigidos por Pablo Ribalta, a los que acababa de armar, algunos de ellos ex combatientes del II Frente que se les habían pasado. Casi nueve soldados por cada rebelde, y las fuerzas del Che irían a la ofensiva. Los manuales militares estarían de acuerdo en que el comandante Che Guevara estaba preparando una locura. Iba a tomar la iniciativa frente a una guarnición que lo superaba en fuerza nueve a uno, y que tenía un poder de fuego infinitamente superior al suyo; renunciaba a concentrar una parte importante de sus guerrilleros en la operación, avanzaba con tropas que apenas si habían tenido reposo y sueño en los últimos 10 días (algunos de los hombres del pelotón suicida llevaban tres días sin dormir, lo mismo que los de Alfonso Zayas), y las municiones eran escasas. Pero la guerra del pueblo no se rige por manuales. El Che sabía que la velocidad de su accionar impedía que la dictadura pudiera reforzar Santa Clara; operaba sobre fuerzas desmoralizadas y contaba con el apoyo popular. Pero sobre todo, contaba con el sorprendente poder de combate de sus hombres, fogueados en los últimos 11 días, convencidos de la justicia de la causa, convencidos de la proximidad de la victoria. Contaba conque el ejército quedaría atrapado en la ciudad que pensaba defender y que podría ir aislando los reductos de las fuerzas militares para combatirlos por separado. Pensaba que sería una batalla larga.

Sólo en esto último, El Che Guevara no acertaría.

En la habitación del hotel Placetas únicamente quedaba por resolver la dirección central de la ofensiva. El Che tenía que entrar a Santa Clara evitando que los tanques del enemigo combatieran a la columna en despoblado o que la aviación pudiera bombardearlos en una zona sin refugio.

El geógrafo Núñez Jiménez, quien acabada de sumarse a la columna, nombrado por El Che con el rumbero nombre de "jefe del servicio topográfico de la columna 8", tenía que resolver el problema: "Me pidió que le encontrara un camino por el cual pudiera llegar con sus tropas a las puertas de Santa Clara sin ser descubierto por el enemigo. No podíamos utilizar ni la carretera central, partiendo de Placetas, ni la carretera de Santa Clara a Camajuaní, ramales en donde estábamos... Pero había otro camino. Un camino vecinal, poco frecuentado, que partiendo de La Vallita, llega hasta las afueras de Santa Clara por la Ciudad Universitaria."

Entre las 11 y las 12 de la noche los pelotones de la columna 8 empezaron a formarse en la calle principal de Placetas aquel 27 de diciembre; simultáneamente las fuerzas del Directorio comenzaron a reunirse en Manicaragua, 30 kilómetros al sur de Santa Clara, esperando la orden de avanzar.

CAPÍTULO 21

Los Mau Mau en Santa Clara

Al frente de la columna, apuntando hacia Santa Clara, cabalgaba la fama de los rebeldes, conocidos como los mau mau, de los que se decía eran caballeros, magnánimos, liberaban a sus prisioneros tras haberles explicado la razón de la revolución,atendían a heridos propios y ajenos, nunca abandonaban a un compañero en combate, advertían sus ataques, rehuían el derramamiento inútil de sangre, vengaban las ofensas populares, nunca eran derrotados.

Tras la fama, con el enorme peso de la responsabilidad encima y a sus 17 años seguía el capitán Rogelio Acevedo, quien había sido enviado en misiones de exploración con su pelotón. Tras él, el pelotón suicida, luego el resto de la columna encabezada por su comandante Ernesto Guevara, conocido como El Che, del que se decía que podía estar en varios lados al mismo tiempo y combatía de pie. Junto a él, dentro de un jeep toyota de color rojo, una mujer, Aleida March, quien conoce la ciudad perfectamente y le abrirá los puertas del apoyo popular, los caminos, las azoteas, los callejones.

La ciudad está en calma, silenciosa. Desde hace 24 horas no se escuchan las sirenas de las perseguidoras; Los soldados se han encerrado en los cuarteles y en las posiciones defensivas que les han señalado sus mandos.

A las dos de la madrugada la vanguardia de Acevedo se aproxima a Santa Clara en dos jeeps, llega a la Universidad y progresa, su primera fuente de información son algunos vecinos noctivagos, a los que no les logra sacar dónde está el ejército; las fuerzas de Batista no aparecen, tan sólo encuentran carros distribuidores de leche en su marcha hacia la ciudad.

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
6.08Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Key To the Kingdom by Dixon, Jeff
The Taming of the Queen by Philippa Gregory
War Games by Karl Hansen
A Gentleman's Honor by Stephanie Laurens
Underground by Antanas Sileika
Party of One by Dave Holmes
The Tantric Shaman by Crow Gray
Dead Calm by Jon Schafer
Sleeping with the Playboy by Julianne MacLean