Ernesto Guevara, también conocido como el Che (51 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Poco después Qrestes Colina se encuentra con El Che, quien viene con un teniente del ejército prisionero y en un ataque de ira le dice; "Lo que tenernos que hacer es matar a éste."El Che con suavidad responde: ¿Tú crees que somos iguales que ellas?

El pelotón de Zayas pelea en el gobierno provincial, se combate contra los francotiradores del Gran Hotel, se lucha en la cárcel, en la Audiencia. Se rinden los soldados que guarnecían la iglesia del Carmen, Cae la noche.

En los otros frentes de combate en Las Villas la situación ha sido también favorable para los rebeldes. En Santo Domingo, a pesar de los bombardeos del ejército, la columna de Bordón libera por segunda vez la ciudad y toma el puente sobre el río Sagua. En Jatibónico, en el oriente, el pelotón de San Luis y Olo Pantoja se ha enfrentado con una fuerte resistencia de columnas enemigas con blindados desde el día anterior y ha tenido un gran día al emboscarlos. En Trinidad las fuerzas del Directorio dirigidas por Faure han conquistado el último reducto de los batistianos, la cárcel.

Desde el día 29, el mando de las tropas que combaten al oriente está a cargo del segundo comandante de la columna 8, Ramiro Valdés, quien participó en el inicio de la batalla de Santa Clara, y ahora se hace cargo de darle forma a la nueva subcolumna con los pelotones de Olo y de Acosta. Con esto El Che no sólo fortalece la contención y amplía sus posibilidades defensivas, sino que crea una reserva estratégica en caso de que las cosas no vayan como piensa en Santa Clara. A pesar de apuesta fuerte, El Che mantiene abierta la alternativa de que una fuerza importante quede a salvo de una posible derrota y pueda reconstruir el frente.

El 31 de diciembre, un joven periodista se encuentra con el comandante Guevara en la comandancia del Ejército Rebelde, a lo lejos se escucha la explosión de las bombas que los B26 de Batista siguen arrojando sobre la ciudad.

"Alguien que estaba a mi lado me mostró al Che, señalándolo con la mano. Allí estaba, en efecto. Delgado, el pelo hecho una maraña, el brazo en cabestrillo, el uniforme raído. Cualquiera lo hubiera tomado por el más humilde de los soldados si no fuera por su mirada penetrante con un inusual fulgor en medio del rostro fatigado." A ese Che al borde del agotamiento le queda enfrente la estación de policía, que le ha costado la caída de uno de sus mejores capitanes y el cuartel "Leoncio Vidal", que con sus 1 300 soldados sigue siendo superior en poder de fuego a todas las tropas que la revolución tiene en la ciudad, y los francotiradores del Gran Hotel y la Audiencia y el cuartel de la Guardia Rural que cerca la columna del Directorio.

El Che planea el último empujón sobre las fuerzas enemigas. Lo hace basándose en un certero análisis de la actitud de los militares batistianos: Su disposición a no luchar ofensivamente. Tiene encima la responsabilidad de mandar al combate por cuarto día consecutivo a unas fuerzas que apenas si han dormido, y llevan sobre sus espaldas un par de semanas de continuos combates; que han sufrido bajas importantes entre sus mandos y luchan regularmente contra un enemigo superior en fuerza y apoyado por tanques. Recuerdo un episodio que era demostrativo del espíritu de nuestra fuerza en esos días finales. Yo había amonestado a un soldado por estar durmiendo en pleno combate, y me contestó que lo habían desarmado por habérsele escapado un tiro. Le respondí con mi sequedad habitual; gánate otro fusil yendo desarmado a la primera línea... si eres capaz de hacerlo. En Santa Clara, alentando a los heridos en el hospital de sangre, un moribundo me tocó la mano y dijo: ¿Recuerda, comandante? Me mandó a buscar el arma en Remedios... y me la gané aquí. Era el combatiente del tiro escapado, quien minutos después moría, y me lució contento de haber demostrado su valor.

El adolescente muerto se llamaba Miguel Arguín.

Esa mañana en Santa Clara se combate por toda la ciudad. Rogelio Acevedo, ayudado por un grupo de limpiabotas, adolescentes, casi niños, ha intentado incendiar la Audiencia con una lata de cinco galones de gasolina; fracasó. Frente a la estación de policía las fuerzas del pelotón suicida apoyadas por refuerzos preparan el ataque final. Los miembros del pelotón quieren vengar la muerte del Vaquerito. Dentro de la estación, el coronel Rojas ha asesinado a uno de sus hombres, el capitán Olivera, porque quería rendirse. La iglesia del Carmen ha sido tomada desde el día anterior por un grupo de rebeldes que hicieron un boquete en la parte trasera y desde ella se hostiga a la comandancia. Al intentar salir un tanque, su conductor es alcanzado en la cabeza por un tiro de los rebeldes y el vehículo está ahora inmóvil. En el interior de la estación los muertos comienzan a corromperse, no se le puede dar atención a los heridos, los policías tienen hambre, están desmoralizados y se dispara continuamente sobre ellos.

Hacia las cuatro de la tarde el coronel Rojas pide una tregua para sacar los heridos. Tamayo le da dos horas, luego intima a la rendición. Negocian a mitad de la calle, no se llega a un acuerdo. Cuando se va a reiniciar el fuego el coronel le habla de nuevo a Leonardo Tamayo, éste se dirige a la estación caminando seguido de alguno de los rebeldes a los que tiene que frenar. Una vez adentro le habla directamente a los policías, les dice que si no quieren pelear más que suelten los fusiles y se formen afuera. Como si hubiera sido el propio coronel Rojas el que diera la orden, los policías comienzan a salir de la estación, son 396, los rebeldes que los cercaban unos 130. En la confusión Rojas se escapa. El pueblo entra en la estación, en los sótanos encuentran instrumentos de tortura.

No sólo cae la estación de policía. El gobierno provincial, con su centenar de soldados, es atacado por las fuerzas de Alfonso Zayas y por la parte trasera por el pelotón de Alberto Fernández, que rompiendo paredes logra entrar al edificio. Allí el capitán Pachungo Fernández, con una granada en la mano, sorprende a los soldados y los obliga a rendirse. El pelotón del capitán Acevedo toma la Audiencia a pesar de los tanques que la protegen. Cinco aviones bombardean la ciudad, utilizan bombas de 500 libras que destruyen las casas como si fueran de papel. Se encarnizan especialmente sobre el edificio de la Audiencia recién capturado por los rebeldes, pero comienzan a actuar las ametralladoras antiaéreas ocupadas en el tren blindado y los aviones desaparecen del aire de Santa Clara. Cae la cárcel, son liberados los presos políticos, los comunes se fugan por un boquete aprovechando el desconcierto. Sobre el "Leoncio Vidal" comienzan a presionar los pelotones de los rebeldes, que vienen del centro de la ciudad, y las fuerzas de Ribalta desde el barrio del Condado, que llegan a atrincherarse a unos 100 metros del regimiento.

Se combate ante el Gran Hotel donde hay una docena de francotiradores en el piso 10, policías, miembros del odiado SIM, el Servicio de Inteligencia Militar, torturadores, que además han creado un escudo humano negándose a dejar salir del hotel a los huéspedes. Desde el parque y los edificios de enfrente se dispara contra ellos. Alberto Fernández dirige a un grupo que se encarga de incendiar el segundo piso con molotovs. Los francotiradores están atrapados en el hotel, se les corta el agua, no tienen comida. Pero desde las alturas han herido a muchos civiles y milicianos que cruzaban el parque y aún tienen municiones. La escuadra del más joven de los Acevedo participa en un "torneo de rotura de ventanas" con los francotiradores batistianos.

Se combate en el escuadrón 31. Los cañonazos de los tanques destruyen el edificio de la Canada Dry y varios chalets colindantes desde los que los rebeldes disparan contra el cuartel. Cada vez más cerca.

A mitad de la tarde de ese 31 de diciembre, la comandancia del Che recibe la información, a través de su estación de radio, de que Yaguajay se ha rendido a las tropas de Camilo. Quedan liberadas esas fuerzas para el asalto final al "Leoncio Vidal."

A las 10 de la noche, Casillas Lumpuy se comunica con Batista, le dice que la ciudad está al borde de caer en manos de los rebeldes y que necesita urgentemente refuerzos. No obtiene del dictador ni siquiera una mala promesa. Durante la noche, tras arengar a los soldados y oficiales y exigirles una heroica resistencia, se disfraza con un sombrero de palma y un traje de civil y argumentando que tiene que hacer una inspección en la provincia, se escapa del cuartel junto con el jefe de operaciones, Fernández Suero.

Ya sólo le quedan a los batistianos tres enclaves armados: el Gran Hotel, el escuadrón 31 y el "Leoncio Vidal." El Che sabe que está a punto de iniciarse la ofensiva final sobre Santiago de Cuba y le urge resolver estos tres focos de resistencia. Está a punto de terminar 1958.

CAPÍTULO 22

El primer día de la revolución

En la noche del 31 de diciembre al 1 de enero de 1959, para ser precisos a las 3:15, cuatro aviones de Aerovías Q despegaron del campamento militar de Columbia en los alrededores de La Habana. Antes de subir al primero de ellos, Fulgencio Batista, le dijo al general Cantillo que lo dejaba a cargo del país, del negocio, de todo, y desapareció hacia la nada, al exilio, a Miami, aunque los vuelos ya en el aire cambiaron de rumbo para tomar el de Santo Domingo, tierra de otro dictador sangriento, Leónidas Trujillo.

Todavía no amanece en Santa Clara. En las primeras horas de la mañana los periódicos habaneros reproducen un cable de la Associated Press que informa que "las tropas gubernamentales apoyadas por tanques y aviones, habían machacado a las fuerzas rebeldes en retirada en las afueras de Santa Clara y las arrojaron hacia el este fuera de las provincia de Las Villas." En el cuartel del escuadrón 31 los soldados han dejado de disparar. Dreke se aproxima cautelosamente. Una bandera blanca asoma por una ventana. Rolando Cubela se ha reincorporado tras su estancia relámpago en el hospital. El Che acaba de hacerle llegar una pequeña nota:
Rolando, exige rendición incondicional. Yo te apoyaré con los refuerzos necesarios. Saludos. Che.
El escuadrón 31 se rinde. Entre los soldados que se entregan corre el rumor de que Batista ha huido. Los rebeldes se contemplan asombrados. ¿Todo ha terminado? El capitán Milián, jefe de las tropas rendidas, con permiso de los dirigentes del Directorio, se comunica utilizando una mi-croonda con el cuartel "Leoncio Vidal. El oficial que le contesta lo insulta. El pueblo sale a la calle y contempla alborozado a los soldados derrotados ante la fachada del cuartel que muestra centenares de impactos de bala. Los prisioneros son conducidos a la presencia del Che en la comandancia rebelde.

El Gran Hotel también está a punto de caer. Los francotiradores, aislados en el piso 10, se han visto obligados a tomar café en un cenicero, han saqueado el bar. El capitán Zayas coloca un tanque ante la fachada y destroza las ventanas a tiros. Las tropas del teniente Fernández inician el asalto. Los francotiradores se rinden. Entre insultos salen del hotel con los brazos en alto la docena de policías, chivatos y torturadores: Barroso, Montano, Alba, Moya, Campos Vives, El Tigre y el conocido delator Villaya.

Sólo queda el "Leoncio Vidal." Allí el mando ha sido tomado por el coronel Cándido Hernández, sustituyendo a los fugados Casillas y Fernández Suero. El teniente Hugo del Río desde la radio de un automóvil policiaco capturado en la jefatura se pone en contacto con el regimiento, el oficial que contesta le pide una tregua, Del Río responde que ésa sólo puede concederla El Che, pero acepta buscar al comandante rebelde para informarle de la petición. Encuentra al Che en la comandancia reunido con el geógrafo Núñez Jiménez y el doctor Rodríguez de la Vega. Tras explicarles lo que está sucediendo acompaña al Che a la patrulla de policía y a través de la radio lo pone en contacto con el regimiento. El Che acepta enviar a Núñez Jiménez y Rodríguez de la Vega a entrevistarse con el coronel Hernández. Poco después éste solicita una tregua indefinida, a lo que los emisarios responden que no hay otra negociación que la rendición incondicional. El coronel Hernández argumenta que ya había perdido las vidas de su hermano y su hijo en combate y que él había servido sobradamente a la patria y transmite el mando y la decisión al comandante Fernández y a sus oficiales superiores. Fernández es quien ahora insiste en hablar con El Che.

Cuando van a iniciarse las negociaciones, llega al "Leoncio Vidal" una transmisión de Columbia, el campamento militar donde reside el Estado Mayor en La Habana Se trata del general Eulogio Cantillo.
Las noticias eran contradictorias y extraordinarias: Batista había huido ese día, desmoronándose la jefatura de las fuerzas armadas. Nuestros dos delegados establecían contacto por radio con Cantillo, haciéndole conocer la oferta de rendición, pero éste estimaba que no era posible aceptarla, porque constituía un ultimátum y que él había ocupado la jefatura del ejército siguiendo instrucciones precisas del líder Fidel Castro
. Hernández pide a los emisarios que hablen con Cantillo, quien les ofrece una tregua. Núñez y Rodríguez le repiten que sólo puede haber rendición incondicional. Cantillo trata de engañarlos diciendo que ha nombrado el gobierno provisional por órdenes de Fidel Castro y que en esta situación no puede rendir la plaza. La conversación termina en insultos.

Unas horas antes, a las 7:30 de la mañana, en el batey del central América, en la provincia de Santiago, comandancia de las fuerzas rebeldes, Fidel se acerca a la puerta a tomar un café, está echando pestes contra los irresponsables que celebraron el fin del año disparando tiros al aire y gastando municiones. De repente le llega la noticia de la fuga de Batista captada en Radio Rebelde, se indigna, el dictador se ha escapado, huele un golpe de Estado, comienza a concentrar a los capitanes para marchar sobre Santiago. Se confirma la noticia. Carlos Piedra, magistrado de la Suprema Corte, es el nuevo presidente, Cantillo, quien ha estado conspirando con apoyo de la embajada de Estados Unidos buscando una salida blanda a la revolución, es el jefe del ejército.

Fidel se apoya en un armario y escribe: "Revolución sí, golpe militar no" y hace un llamado para la huelga general. En jeep va a la estación de Radio Rebelde para grabar el mensaje. A las diez de la mañana la comunicación está en el aire y comienza a ser repetida por decenas de estaciones de radio en todo el país y en América Latina.

El Che escucha el mensaje de Fidel más o menos al mismo tiempo que recibe las últimas informaciones del cuartel sitiado.
Hicimos inmediato contacto con Fidel, anunciándole las nuevas, pero dándole la opinión nuestra sobre la actitud de Cantillo, opinión que coincidía absolutamente con la suya: La opción de una junta militar escamotearía la revolución, obligaría a negociar con los restos de la dictadura
.

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