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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (53 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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La primera columna rebelde en entrar en la ciudad es la Ángel Ameijeiras (unos 150 hombres) dirigida por un viejo conocido del Che, Víctor Paneque, que se instala en el Palacio de los Deportes; se trata de milicianos que operaban en los alrededores de la ciudad.

Luego arriba Gutiérrez Menoyo con el II Frente del Escambray, que se acuartela en el Instituto del Vedado.
Había entrado "heroicamente"en La Habana. Pensamos que podría ser una maniobra para tratar de hacerse fuertes, de tomar algo, de impulsar alguna cosa. Ya los conocíamos, pero cada día los conocíamos más
.

Ya las 5:15 de la tarde entran las avanzadas de la columna de Camilo en Columbia sin encontrar oposición por parte de los militares "puros" quienes han reemplazado en la jefatura del más importante centro militar de la dictadura a los batistianos. Allí Camilo recibe una llamada del Che, quien se encuentra a mitad de camino, con una columna que ha ido creciendo gracias a las sumas de milicianos.

Avanzada la noche, El Che contempla por primera vez La Habana, la capital de la República, una ciudad que le han contado centenares de veces pero que nunca ha visto, una ciudad que debe parecerle irreal. Con tres coches se adelanta por el camino de Boyeros para llegar directamente al campamento de La Cabaña. En la entrada de la fortaleza hay centinelas que mantienen una desconfiada distancia con algunos milicianos que vigilan desde el exterior el campamento. El Che no duda y entra caminando directamente, sin vacilaciones: tal como ha hecho Camilo unas horas antes en Columbia. Lo recibe un militar "puro", Varela, que inmediatamente le entrega el mando. Ha pasado las últimas horas aterrorizado, pensando que la guarnición batistiana lo quería envenenar y negándose a comer y beber.

¿Así es la victoria? ¿Un ingreso nocturno sin pena ni gloria a mitad de la noche en un cuartel cuyo jefe se rinde antes de que se lo pidan?

El Che distribuye guardias, ordena que se haga un inventario, se controlen las armas. Distribuye a los 600 hombres que ahora forman su columna. Al amanecer se va a la CMQ en el Vedado, la estación de radio y televisión más importante de La Habana. Lo retienen en la puerta, los milicianos de las redes urbanas del 26 de Julio no conocen al Che. Sin dar demasiadas explicaciones se abre paso. A través de la radio logra comunicarse con Fidel, se encuentra en Bayamo con Camilo, quien ha viajado en avión hacia Oriente para reportar la pacífica toma de las guarniciones habaneras.

El Che está agotado, pero como bien decía Pinares, uno de los segundos de Camilo: "En La Habana no se podía dormir, ni en los laureles ni en la cama. Había una agitación..."

La Cabaña, es una fortaleza del siglo
XVII
que domina La Habana, acostada sobre el mar en la bahía profunda; un conjunto de cuarteles y cuartelillos, fosos y fortalezas, casamatas y edificios de oficinas. La hiedra crece sobre las paredes y aún pueden verse en los patios viejos cañones coloniales.

En las primeras horas del 3 de enero, El Che hace reunir a los 3 mil soldados batistianos que se encuentran en la fortaleza. Hace un discurso conciliador. Aún no está claro el panorama:
Los guerrilleros deben aprender disciplina de ustedes y ustedes deben aprender de los guerrilleros cómo se gana una guerra
. Una foto lo mostrará agotado, profundamente demacrado, aún con el brazo en cabestrillo y la huella en la frente del tiro a sedal. No ha dormido.

En una de las oficinas del cuartel descubre a un soldado ante una máquina de escribir, un sargento del ejército batistiano. Lo contempla atentamente.

—¿Usted ha salido a combatir?

—No, yo soy oficinista.

—¿Y no ha torturado a nadie?

El hombre niega. El Che le pregunta si sabe usar esa máquina de escribir. El hombre afirma.

—Váyase, quítese el uniforme y vuelva para acá.

Así se inicia la relación con José Manuel Manresa, que ha de durar durante los siguientes cinco años.

Se celebra en las calles, prosigue la huelga general. En estos primeros tres días de revolución 800 exilados retornan en avión de todos los puntos de América. Fidel lentamente, muy lentamente, consolidando la victoria política más que asegurando la victoria militar, avanza hacia La Habana. Dirá más tarde: "Y además cuesta un trabajo tremendo meter la marcha, el orden de la columna, porque se meten máquinas por donde quiera y yo digo que menos mal que no tenemos que combatir, porque el caso iba a ser que había que pedir que dispararan con mortero e iba a disparar el flash un periodista." La noticia de un nuevo gobierno comunicada primero por Radio Rebelde, ya está en los diarios: Urrutia presidente, primer ministro Miró Cardona y un gabinete en el que domina la oposición burguesa moderada con incrustaciones del 26 de Julio y del que están ausentes las otras dos fuerzas insurreccionales aliadas al 26, el psp y el Directorio. Conserva el control casi absoluto del Ejercito Rebelde (comandante en jefe, comandantes regionales, aunque cede por unos días al batistiano Rego Rubido, quien capituló en Santiago el Ministerio de la Guerra); de la policía (Ameijeiras), y mantiene hombres del 26 de Julio en el recién creado Ministerio de Malversación de Bienes (Faustino Pérez) que perseguirá la corrupción batistiana; Educación con Armando Hart; Sanidad con un médico de la Sierra, Julio Martínez Páez; Interior con Luis Orlando Rodríguez; Trabajo a cargo de Marcelo Fernández, y Comunicaciones con Oltuski al frente. Es un gobierno del 26 de Julio urbano, el Llano y la oposición democrática más blanda. Un extraño gobierno.

Una parte de los excluidos se muestra poco dispuesta a aceptarlo. Hacia las cuatro de la tarde entra la columna del Directorio en La Habana y para mostrar que tiene un espacio en el proceso revolucionario, ocupa el Palacio Nacional.

Con la llegada de Franqui a La Habana, "Revolución", el periódico del 26 de Julio, se convierte en un diario de gran tiraje ocupando las instalaciones de un periódico batistiano. Un anuncio en las páginas interiores muestra, con la estética blanca de la publicidad de los años cincuenta, un barbudo con una granada al cinto y un pintor de brocha gorda frente a frente con el letrero de "Toda nuestra confianza" entre ellos. El anuncio registra "El emocionado aplauso" de la Dupont Intera-merican Chemical Co. a la revolución, un amor bastante efímero.

En la noche del 4 de enero el Directorio anuncia que esperaría al presidente Urrutia en Palacio para hablar con él y expresarle sus condiciones. La tensión permanece. El 5 de enero, mientras Fidel prosigue su marcha hacia La Habana, El Che se entrevista con Camilo en Columbia: Se encuentra presente Carlos Franqui, quien narra: "Después llegó El Che, con su traje bohemio, su calma, su pipa y su aire de profeta revolucionario. Había dificultades en el Palacio Presidencial. El Directorio Revolucionario se había instalado allí. El Che no había encontrado a Faure Chomón y Rolando Cubela no había querido recibirlo (...) El Directorio nunca simpatizó con Urrutia (...) No faltaban los recelos, las intrigas y otras cosas también de parte y parte (...) Camilo, entre bromas y veras, dijo de dispararle un par de cañonazos de advertencia a Cubela, si no le entregaba el Palacio. Yo que por el Palacio no tenía simpatía, dije que me parecía una buena cosa, pero El Che con su responsabilidad nos dijo que no era hora para esa clase de cañonazos, con paciencia regresó al Palacio, encontró a Faure Chomón y las cosas se arreglaron."

El enfrentamiento se ha evitado, pero no las discrepancias. El Directorio acuerda dejar Palacio y su columna ocupa la Universidad de La Habana, pero Faure Chomón declara a la prensa: "Entendemos que las cosas que se están haciendo en Santiago de Cuba no son correctas, estimamos que para que el sacrificio no sea en vano, todo el movimiento revolucionario debe organizarse en un solo partido revolucionario." El nombramiento de Santiago como capital provisional, una medida táctica de Fidel para impedir la aparición de un gobierno de mediación en La Habana, una medida que no durará una semana, tiene molestos a los miembros del Directorio, injustamente marginados.

Esa noche El Che se desplaza en una avioneta al aeropuerto de Camagüey, en el centro de la isla, para informarle a Fidel, quien viene lentamente aproximándose en una caravana triunfal, sobre la situación de La Habana. Los comandantes no se han visto desde hace casi seis meses, cuando El Che dejó la Sierra Maestra al mando de la columna 8. La entrevista se produce en el aeropuerto y más tarde se une a ella el presidente Urrutia, quien ha llegado en avión desde Santiago. El fotógrafo de la World Wide registra a Fidel y El Che sonrientes, conspirando.

Mucho menos sonriente el embajador estadunidense Earl Smith a su salida del campamento de Columbia, donde se entrevistó con Camilo para pedir que los rebeldes no fusilen al general Cantillo. Francamente hostil a los triunfadores, dirá más tarde que los revolucionarios barbudos le recuerdan a personajes de una película de Dillinger que acaba de ver.

El 5 de enero, tras constantes demoras y movimientos en falso, Urrutia aterriza en el aeropuerto de Boyeros en las afueras de La Habana. Camilo ha decretado la ley marcial y desplegado a los hombres de su columna. Una foto sitúa en el aeropuerto al presidente flanqueado por el jefe de las fuerzas rebeldes en la capital y El Che, quien trae en las manos un inevitable tabaco. Hay una cierta tensión en los rostros de los tres. Una tensión infundada porque el Directorio habría de entregarle a Urrutia el Palacio a las siete de la tarde. El agua no ha llegado al río y las contradicciones entre los revolucionarios se contienen. Se produce una primera sesión del gabinete gubernamental al fin de la cual se levanta la ley marcial. Hacia el final de la reunión aparece en Palacio nuevamente el embajador estadunidense. Hombre malquerido y acusado de haber sido el más importante soporte de Batista, su presencia y sus pretensiones de dictar condiciones provocan ira entre los rebeldes armados. La revista "Bohemia" consigna: "la ira de los combatientes sólo se detenía por el respeto a la vecina nación del norte."

En el despacho de La Cabaña, un estrecho cuarto, con un escritorio al fondo, cuya mayor virtud son las cuatro pequeñas ventanas que dan a la Bahía de La Habana permitiendo una vista a lo lejos de la cúpula del Capitolio, El Che dará ese día sus primeras entrevistas, al periódico argentino "La Tarde" ya "Revolución"; más tarde a "La Tarde" y al "Mundo", y en los'siguientes días a "Prensa Libre", "Bohemia" y a multitud de corresponsales internacionales. Durante una semana será asediado por la prensa. Primero el contraataque:
Llamar comunistas a todos los que se niegan a someterse, es un viejo truco de los dictadores, el 26 de Julio es un movimiento democrático
. Las fotografías muestran al demacrado personaje con unas potentes ojeras, pero también de vez en cuando con una sonrisa picara. El entrevistado mueve la muñeca que aún le duele, contesta el teléfono constantemente. No acaba de estar a gusto con la prensa. No está acostumbrado al alud de periodistas,
lo que hacemos por la libertad de un pueblo no es tema para publicar y mucho menos los aspectos de nuestra vida personal
. En una de las entrevistas realizadas en esa primera semana de la revolución alguien le cuenta la anécdota de que las plantas transmisoras del ejército de Batista lo identificaban como "el rebelde del burrito."
Suerte que tiene uno
, responde El Che.

Acosado por las preguntas de los reporteros no acaba de encontrarse, ni siquiera en sus respuestas; quizá porque no entiende cuál es su lugar y su papel en estos momentos del proceso revolucionario, incluso sus opiniones sobre la reforma agraria son muy cautelosas:
Una de las medidas fundamentales será darle al campesino el trato que se merece
. Como si no fuera esencial para él una reforma agraria radical, como si no supiera a qué le da derecho al guajiro el haber participado en la victoria. Se mueve en los lugares comunes (
la unidad es un factor esencial
), o las verdades evidentes (
en Cuba se corta la mentira de que no se puede hacer una revolución contra el ejercito
). Parece desconcertado ideológicamente, ausente de claridad, autocensurado ante a la prensa. Es evidente que no encuentra su lugar en la victoria.

Los periodistas descubren entre los oficiales del ejército rebelde en el entorno del Che a Aleida March. Esto no es Las Villas y Aleida resulta un personaje desconocido. Ella también es objeto de una entrevista, una de las pocas que responde en su vida:

—Yo no puedo decir que soy la secretaria del Che, porque soy combatiente. Junto a él hice la campaña de Las Villas y tomé parte en todos los combates que se hicieron allí. Por eso soy su ayudante. (...) Cuando se me hizo prácticamente imposible continuar viviendo en Santa Clara por mis actividades revolucionarias, decidí unirme a los que combatían a la dictadura empuñando las armas (...) Confieso que al principio me resultaba muy difícil la vida allí, pero después me acostumbré, sobre todo cuando pasaron los primeros encuentros con el enemigo.

No le sacarán más.

El 8 de enero, desde la fortaleza de La Cabaña El Che escucha el clamor popular que está produciendo la entrada de la columna de Fidel. Con unos prismáticos observa el primer jeep donde Fidel, acompañado de Camilo, encabeza la columna en medio de la multitud que impide materialmente el paso de los vehículos.

En tan sólo un día Fidel consolida su liderazgo popular indiscutible. Sus discursos en el campamento de Columbia, con las palomas que se posan en el hombro y Camilo al lado ("¿Voy bien, Camilo?"), sus llamados a un orden que promete cambios, su clara voluntad compartida con el pueblo de desmontar la dictadura de Batista, su halo mágico, le permiten zanjar la disputa con el Directorio traspasándoles la presión popular. Durante un par de días el Directorio a la defensiva se verá obligado a explicar por qué ha ocupado depósitos de armas y se replegará políticamente.

En los próximos días Fidel se librará de los "puros" y los batistianos suaves: Barquín (a la Academia Militar), Borbonet (como jefe de un batallón de tanques), Rego Rubido (agregado militar a Brasil). Amei-jeiras declarará que la policía depende del Ejército Rebelde y no del Ministerio del Interior, y El Che y Camilo ordenarán el desarme de las milicias.

Un poco más tarde, por instrucciones del propio Fidel, se organiza la Seguridad del Estado en reuniones en las que intervienen Raúl, El Che, Ramiro Valdés y un cuadro del psp, Osvaldo Sánchez, con una amplia experiencia conspirativa por haber participado del aparato clandestino de los comunistas cubanos.

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