Ernesto Guevara, también conocido como el Che (54 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Será también durante esos días de enero cuando El Che se enfrentará a Gutiérrez Menoyo y los hombres del II Frente. El estadunidense Richard Harris describe una reunión de Camilo, El Che y Raúl con cuatro de los comandantes del II Frente, Gutiérrez Menoyo, Fleitas, Carrera y Morgan. La reunión se produce en medio de una gran tensión que a ratos parece que se resolverá cuando los comandantes saquen sus pistolas y esta vez Camilo será el conciliador. Los dirigentes del II Frente exigían que se conservaran sus grados al incorporarse al Ejército Rebelde y El Che los enfrentó brutalmente.

Carrera preguntó: ¿Por qué distinguir entre los oficiales del II Frente y los suyos?

—¿Quién les dio a ustedes las estrellas?

Carrera gritando argumentó: ¡Fueron ganadas en combate!

—¿En qué combates?

La reunión quedó zanjada sin acuerdos cuando Raúl Castro decidió que los casos serían discutidos individualmente.

Meses más tarde El Che habría de contar:
A los pocos días llegaba la primera cuenta del hotel Capri, firmaba Fleitas; 15 mil en comida y bebida para un pequeño número de aprovechados. Cuando llegó la hora de los grados, casi un centenar de capitanes y un buen número de comandantes aspiraban a las canonjías estatales, además de un gran \ selecto núcleo de hombres representado por los inseparables Menoyo y Fleitas que aspiraban a toda una serie de cargos en el aparato estatal. No eran cargos extremadamente remunerados; todos tenían una característica: eran los puestos donde se robaba en la administración prerevolucionaria: Los inspectores de hacienda, los recaudadores de impuestos, todos los lugares donde el dinero caminaba y pasaba por sus ávidos dedos, eran el fruto de sus aspiraciones (...)
Desde los primeros días se plantearon divergencias serias que culminaban a veces en cambios de palabras violentos; pero siempre nuestra aparente (¿Lo traiciona el inconsciente?)
cordura revolucionaria primaba y cedíamos en bien de la unidad. Manteníamos el principio. No permitíamos robar ni dábamos puestos claves a quienes sabíamos aspirantes a traidores; pero no los eliminábamos, contemporizábamos, todo en beneficio de una unidad que no estaba totalmente comprendida
. Ese fue un pecado de la revolución.

Pero más allá de los "pecados" de conciliación, que sin duda no fueron imputables al Che, Fidel había logrado que el pequeño y confiable Ejército Rebelde fuera en los siguientes días su garantía de que la revolución no sería interrumpida ni abortada. ¿Pero qué tipo de revolución? ¿Una revolución que iba hacia dónde?

El Che ha quedado relegado a una segunda fila, pero tampoco quiere aparecer en la primera, no tiene vocación de poder, voluntad de poder; tampoco tiene muy claro qué tan lejos irá la revolución y cuál es su lugar en este proceso. Nada se sabe de sus conversaciones con Fidel en estos días. Un par de fotos y notas de prensa registran el rostro de concentración del Che que escucha a Fidel en la noche en el campamento de Columbia o dos días más tarde en La Cabaña sentados ambos en un catre. Lo que sí queda claro en ambas fotos, es que Fidel habla y El Che escucha.

De cualquier manera, el respiro concedido coincide con el arribo a La Habana de su familia. El 9 de enero recibe en el aeropuerto a sus padres. Mientras abraza a su hijo, Celia declara a la prensa: "Hace seis años que no lo veíamos; desde aquel día que lo despedimos en la estación de Retiro en Buenos Aires, desde donde se dirigía a Venezuela a trabajar en un hospital de leprosos."

Su padre contempla desconcertado y receloso a las decenas de hombres barbudos y armados, con collares de dientes de perro, semillas de árbol, vírgenes, crucifijos, y los amuletos que cuelgan de los cuellos de los zarrapastrosos soldados rebeldes.

Hay una secuencia de fotos reveladora por un lado de la necesidad de respiro, de descanso, de paz, que El Che ha acumulado en estos últimos meses, por otro del afecto que lo une a su madre: Celia y él están sentados en un sillón, la madre tiene una taza de café en las manos y parece hablarle, El Che con una gorra de kepi en el regazo, en lugar de su habitual boina, está recostado en el respaldo, los ojos cerrados, la boca semiabierta, a su lado, su hermano Juan Martín contempla la cámara. Una segunda foto muestra al Che cuya cabeza reposa en el hombro de su madre; de nuevo los ojos están cerrados. Está físicamente reventado.

Su padre le pregunta qué piensa hacer ahora con la medicina.

—De mi medicina, mirá, viejo, como vos te llamás Ernesto Guevara como yo, en tu oficina de construcciones colocás una chapa con tu nombre abajo y le ponés "médico" y ya podés comenzar a matar gente sin ningún peligro.

Al insistirle El Che responde en serio:

—De mi medicina puedo decirte que hace rato que la he abandonado (aunque unos días más tarde será nombrado médico honorario cubano por el Colegio Médico Nacional y no rechazará el nombramiento). Ahora soy un combatiente que está trabajando en un apuntalamiento de un gobierno. ¿Qué va a ser de mí? Yo mismo no sé en qué tierra dejaré los huesos.

La comunicación no es fácil. Tantos años de distancia los han convertido si no en desconocidos, en extraños. El Che es ahora un hom bre duro y muy seguro de sí mismo. Cuando su padre le pide un jeep para recorrer la Sierra Maestra le responde:

—Pongo un jeep a tu disposición con un soldado que ya hizo ese recorrido, pero eso sí, tenés que pagarte la gasolina y la comida.

Junto a sus padres arriban dos periodistas con los que está muy ligado amistosamente, Carlos María Gutiérrez y Jorge Ricardo Masetti, para cubrir el triunfo revolucionario y asistir a la primera reunión delo que han llamado en broma "el club de prensa libre", fundado en un bohío de la Sierra Maestra. Muy pronto se verán involucrados por El Che en una gran operación periodística.

Por lo pronto El Che ha tomado una medida policiaca, quizá alertado de su importancia por sus compañeros del PSP, y ha incautado los archivos del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), una de las tantas policías secretas batistianas, quizá con la intención de averiguar sobre infiltrados y soplones. Resultado de esta operación en la que detiene al subjefe, Castaño, es una conferencia de prensa donde muestra las pruebas de un atentado contra Fidel organizado por el BRAC.

El 13 de enero, prosiguiendo con sus truncadas vocaciones pedagógicas, inaugura una academia Militar Cultural en La Cabaña para proseguir con la alfabetización de los campesinos de su columna y para ofrecerle otras posibilidades a sus radicalizados guajiros en armas. Por ella pasan en rápida sucesión el poeta Nicolás Guillén y la pianista Enriqueta Almanza; se organizan cursos de alfabetización dados por estudiantes habaneros y enseñanza básica.

Mantiene la misma actitud espartana de la sierra y la misma rígida disciplina. En una de las casas vive compartiendo espacio con Aleida, Fernández Mell, y sus escoltas repartidos en los cuatro cuartos. Dirige el campamento desde una pequeña oficina hasta que el doctor Rodríguez de la Vega le reclama: "Oye, estamos comiendo mierda, desde aquí no se manda el regimiento, que allí es donde se manda." Mantiene a sus escoltas adolescentes: Villegas, Argudín, Castellanos y Hermes Peña bajo un rígido control paternal, les prohibe usar los automóviles de la guarnición y los castiga cuando se escapan para ver una Habana que a los jóvenes campesinos les resulta deslumbrante. Al grupo se unirá pronto su amigo Cáceres, El Patojo, quien viaja desde México.

Funda algunos pequeños talleres artesanales para el autoabasteci-miento y pone a cargo de ellos al teniente Orlando Borrego, un hombre que se había unido a la columna en el Escambray, estudiante de contaduría, duro de carácter. Los llama eufemísticamente: "Talleres La Cabaña Libre."

Mientras tanto, los juicios sumarios y las posteriores ejecuciones de los torturadores batistianos comienzan a crear las primeras tensiones entre la joven revolución y el gobierno de Estados Unidos. Por un lado no se contestan los pedidos de extradición del senador Mas-ferrer, quien llegó en su yate a Miami con 17 millones de dólares mal habidos, o de Ventura, uno de los más terribles asesinos uniformados de la policía de Batista. Por otro lado el senador Wayne Morse y la revista "Newsweek" acusan a la revolución de estar fusilando indiscriminadamente a sus opositores iniciando lo que será una campaña importante de otros sectores de la prensa estadunidense.

Según el historiador Hugh Thomas, hacia el 20 de enero se habían fusilado unos 200 militares y policías batistianos, en un ambiente recalentado por los medios de comunicación, la televisión, la radio y las revistas y diarios, que todos los días narraban historias terribles sobre cementerios clandestinos, asesinatos de jóvenes desarmados, violaciones, torturas; mostrando cementerios clandestinos recién descubiertos y reabriendo el expediente de matanzas de campesinos inermes durante las ofensivas contra la Sierra Maestra. Jules Dubois reseñaba en la prensa estadunidense el caso de uno de los condenados, un policía que había confesado al menos el asesinato y tortura de 17 jóvenes durante la etapa de la lucha urbana.

Ante la campaña estadunidense Fidel contraataca en un discurso dicho el 21 de enero ante Palacio, comparando los crímenes de la dictadura con los de Nuremberg y ratificando el derecho a la justicia popular y a los fusilamientos. Somete a referéndum de mano alzada si la justicia que se está haciendo con los torturadores es correcta. Según Carlos Franqui, en aquellos momentos director del periódico "Revolución": "Un descomunal sí unánime contestó la pregunta de Fidel. Un survey nacional privado daba 93% de sí a los juicios y los fusilamientos." El Che está presente en la concentración, pero no interviene en el acto. Simultáneamente sus amigos periodistas junto con otros profesionales latinoamericanos inician la "operación verdad" para contrarrestar la campaña.

El tema es candente. La presión popular entre los sectores sociales afínes a la revolución es enorme, y Fidel siente que ceder en una primera fase a las presiones estadunidenses es renunciar a la soberanía. El diario dirigido por Franqui cuenta que los fusilamientos eran la respuesta a "los bárbaros que sacaron los ojos, castraron, quemaron las carnes o arrancaron los testículos, destrozaron las uñas, introdujeron hierro en la vagina a las mujeres, quemaron los pies, cortaron los dedos, en fin, crearon ante Cuba un paisaje de los más espantosos" y reseña: "Ayer mismo oíamos al Che cuando respondía a un grupo de milicianos que querían darle una lección a unos chivatos sueltos todavía.

—Ustedes ni nadie pueden actuar a la libre. Existen tribunales revolucionarios. Si alguno actúa por sí, ordenaré que lo encierren y le formen juicio, también revolucionario."

Sin ninguna duda El Che estaba en favor de los juicios sumarios, pero resultan absolutamente irreales las versiones generadas en el exilio cubano que lo convierten en "El carnicero de La Cabaña", a cargo de la mayoría de los fusilamientos que se produjeron en La Habana. En La Cabaña funcionaban los Tribunales Revolucionarios 1 y 2, el primero juzgaba policías y militares, y el segundo (que no dictó penas de muerte) civiles. El TR1, a cargo de Miguel Ángel Duque de Estrada, sancionó con la pena de muerte varios casos; al menos durante el mes de enero, dos docenas de ellos. El Che no fue miembro de ninguno de los dos tribunales, pero en su condición de comandante de la guarnición revisaba las apelaciones. No debe haber tenido dudas al ratificar las condenas, creía en su justicia y en los últimos años había sacado de sí mismo una tremenda dureza ante situaciones así.

El 21 de enero llegan a La Habana Hilda Gadea y su hija Hilda Guevara de casi tres años. Las recoge en el aeropuerto a petición de Che, Óscar Fernández Mell. Poco más tarde se produce la entrevista pospuesta desde los días de México. Según Hilda Gadea, "Ernesto, con su franqueza de siempre, me habló de que tenía otra mujer que había conocido en la lucha en Santa Clara (...) Al principio él rechazó la idea del divorcio, pero según mi punto de vista no había otra solución."

Posiblemente la entrevista se haya limitado a ratificar los acuerdos de la separación previos y a acordar algo sobre la niña, quien habría de ser educada en Cuba, donde Hilda Gadea permanecería por lo pronto. Del encuentro con su hija ha quedado una foto: En la sala de una casa que el historiador no puede ubicar, El Che peludo, con chamarra de hule, conversa con Hilda; a su lado una muñeca del tamaño de su hija, blanca, impasible, contrasta con la actitud de la niña, que escucha concentrada, con una mano en la barbilla, sin ver el rostro de su padre. La muñeca ha sido comprada por un grupo de compañeros del Che para que se la diera a su hija, porque él no tenía dinero en el bolsillo.

Finalmente El Che reacciona, todo lo que ha estado guardando, cocinando en la cabeza, brota, y brota torrencialmente en uno de los mejores discursos de su vida. El 27 de enero da una conferencia en la Sociedad Nuestro Tiempo, que parece ser un frente cultural del PSP, titulada "Proyecciones sociales del Ejército Rebelde."

Si bien el que hable allí parece una apertura del PSP al ala izquierda del 26 de Julio, ese mismo día el histórico dirigente del partido, Blas Roca, habla en otro lugar a la misma hora. ¿Compitiendo?

El Che comienza hablando de la época de México y de algunos miembros del 26 (ex moncadistas) que luego se separarían porque pensaban que todo el problema era darle un golpe a Batista, acceder sólo al poder.

Analiza a la guerrilla como grupo errante, destruido físicamente pero combatiente,
pegados, pero no injertados en la Sierra Maestra
y por lo tanto valora como clave la incorporación campesina presionada por las brutalidades del ejército de Batista (
la suma del sombrero de yarey
) y el surgimiento de las dos palabras mágicas: reforma agraria.

Y ahí encuentra el eje, el sentido de su presencia, su lugar en el proceso: no olvidar los contenidos sociales de la revolución y en particular los contenidos agraristas.

Ya había tocado el tema en esa agitada mitad de enero, cuando comenzó a reaccionar políticamente publicando un artículo, "Guerra y población campesina", sobre una vieja historia, los obligados exilios de los campesinos de la sierra ante presión del ejército. Como si quisiera con él recordar el carácter agrario que subyacía detrás de la revolución antidictatorial que hoy dominaba las ciudades.

Una vez establecido el punto repasa la huelga de abril con un sentido:
El 26 de Julio salió fortalecido y la experiencia enseñó a sus dirigentes una verdad preciosa (...)
que la revolución no pertenecía a tal o cual grupo sino que debía ser la obra del pueblo cubano entero. Y retorna a mencionar el agrarismo que se fue creando entre los guerrilleros:
Los hombres y mujeres del Ejército Rebelde no olvidaron nunca su misión fundamental en la Sierra Maestra ni en otros lugares, que era la del mejoramiento del campesino, su incorporación a la lucha por la tierra
.

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