Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
El comandante Hernández insiste en hablar con El Che. Núñez y Rodríguez lo acompañan. El Che será muy tajante con nuevo jefe del regimiento. Dicen que dijo:
—
Mire, comandante, mis hombres ya hablaron de esta cuestión con la comandancia. La cuestión es o rendición incondicional o fuego, pero fuego de verdad. Sin ninguna tregua: ya la ciudad está en nuestras manos... A las 12:30 doy la orden de reanudar el ataque con todas nuestras fuerzas; tomaremos el cuartel al precio que sea necesario. Ustedes serán responsables por la sangre derramada. Además, ustedes deben saber que hay posibilidades de que el gobierno de Estados Unidos intervenga militarmente en Cuba y si es así el crimen será mayor, porque apoyarán a un invasor extranjero. Para esa oportunidad sólo queda darles una pistola para que se suiciden, pues conociendo esto, serían reos de la traición a Cuba
.
El comandante Hernández regresa a conferenciar con sus oficiales, en las postas se están produciendo deserciones y confraternización entre los soldados y los rebeldes. Los militares dudan. Faltando minutos para la hora señalada y con loa rebeldes con el cartucho en el directo, aceptan una rendición negociada, en la que se les permita abandonar el cuartel desarmados y ser enviados a La Habana vía Cai-barién. Se les notifica que los que hayan cometido hechos de sangre contra la población quedan excluidos del arreglo.
Mientras se produce la negociación en las afueras del cuartel, faltando 10 minutos para la hora de la reanudación del fuego, espontáneamente, los soldados comienzan a arrojar las armas al suelo y avanzan desarmados hacia las filas rebeldes.
Son las 12:20 de la mañana del primero de enero del 59. Con la caída del cuartel "Leoncio Vidal" termina la batalla de Santa Clara.
Las fuerzas rebeldes toman el aeródromo, donde no se han producido combates.
Las fotos registran a los pobladores de Santa Clara contemplando sorprendidos los vagones destruidos, las masas de hierro torcido de la debacle del tren blindado. Los rebeldes victoriosos ante el tanque inmóvil. Los jóvenes barbudos frente al cuartel tiroteado y ahora en silencio. Los grupos de soldados batistianos desarmados reunidos en torno a un joven rebelde que los alecciona. El Che dando instrucciones al lado de un tanque, sosteniendo el brazo izquierdo lesionado con el derecho. Bajo la boina en la que están prendidas dos espadas cruzadas de metal, los ojos vidriosos de agotamiento, que junto con los labios, de los que cuelga un pedazo de tabaco, dejan flotar una sonrisa.
Fidel, desde Radio Rebelde, impulsa la ofensiva final en una rápida sucesión de nuevos comunicados intimando a la rendición a la guarnición de Santiago, ordenando el movimiento de las columnas Che y Camilo rumbo a La Habana, ordenando al Che que tome la fortaleza de La Cabaña y a Camilo el bastión batistiano de la guarnición de Columbia, en la capital, y ordenando a la columna de Víctor Mora tomar las ciudades de Camagüey, Guantánamo, Holguín y Victoria de las Tunas. Se decreta la huelga general en Santiago a partir de las tres de la tarde.
Enrique Oltuski, el coordinador regional del 26 de julio, quien ha estado haciendo un viaje desesperado, lleno de accidentes para transmitir un mensaje de Fidel al Che, llega a Santa Clara en medio de la fiesta popular y se encuentra al Che en el despacho de Obras Públicas. Narra: "Detrás de un gran buró de frente a mí, estaba El Che, de pie. Un brazo enyesado le colgaba de un trapo negro amarrado al cuello. Intercambiamos cortos saludos. Con un gesto en la mano me indicó que esperara mientras le daba instrucciones a un joven rebelde que a falta de barba se había dejado crecer el pelo.
"La habitación era pequeña y estaba toda cerrada. Empecé a sentir calor. En seguida llegó el olor penetrante del cuerpo del Che. El tiempo pasaba muy lentamente. Extraje el mensaje de Fidel del forro de mi pantalón; era la orden de avanzar sobre La Habana. Al final el rebelde salió y yo le alargué el papel al Che. Cuando terminó de leer se volvió hacia la ventana y miró afuera:
"—
Sí, ya lo sabía, partimos dentro de unas horas
.
"—Pero, ¿cómo?
"—
Logramos establecer contacto con Fidel por radio
.
"
Me invadió una sensación de frustración (...)"—Ya he designado gobernador civil de la provincia
.
"Se trataba de un hombre de su columna (el capitán Calixto Morales), en el fondo estaba la desconfianza política que El Che sentía por nosotros, los representantes del Llano."
Mientras tanto en La Habana, desde que se conoce la noticia de la huida de Batista, los estudiantes comienzan a concentrarse, aparecen colgadas banderas del 26 de julio en la colina universitaria. La población se vuelca a las calles, hay saqueos en el Biltmore y el Sevilla Plaza, en los casinos; milicias del 26 de Julio toman los periódicos batistianos, la policía en represalia ametralla en los barrios bajos a las concentraciones de civiles; se libera a los presos de la prisión del Príncipe. Resistencia Cívica se hace con el control de la CMQ. En el caos, los cuadros urbanos del 26 y del II Frente proceden a cubrir restos de un vacío de poder muy endeble, porque al fin y al cabo hay millares de soldados batistianos aún en los cuarteles. Los policías abandonan varias de las estaciones, sólo en algunas responden a tiros a las presiones de la multitud que va creciendo en las calles.
A las 2 de la tarde el embajador estadunidense Earl T. Smith acompañado de otros miembros del cuerpo diplomático, se reúne con Cantillo (no con el presidente Piedra, no hay formas ni falsas imágenes respecto a dónde se encuentra el poder real). Los estadunidenses buscan una salida a la dictadura que no pase por Fidel y el 26 de julio, pero que excluya a los batistianos, que se guarden las apariencias. El sector de relevo son los "militares puros" que habían conspirado contra Batista y estaban encarcelados, encabezados por Barquín y Borbonet. Cantillo es dócil a las presiones y a las siete de la tarde saca al militar de la Isla de Pinos junto con el dirigente del 26 de Julio, Armando Hart.
La población está en la calle. La fiesta popular inunda Santa Clara, gritos y llanto, los rebeldes son botín de la multitud. Se baila y se canta en la Santa Clara liberada, también se pide paredón para los torturadores capturados.
Oltuski continúa: "La noticia de la rendición del ejército de la dictadura se extendió por toda la ciudad y miles de personas convergían sobre el edificio donde nos encontrábamos. Sabían que allí estaba El Che y nadie quería perder la oportunidad de conocerlo. Hubo que poner guardias en la entrada para impedir que aquella masa humana nos arrollara.
"En el piso de arriba se habilitó provisionalmente una cárcel para los criminales de guerra de las fuerzas represivas que uno a uno iban siendo descubiertos y atrapados por el pueblo."
Las fuentes se contradicen en los nombres y el número, pero no queda ninguna duda que durante esas primeras horas de la liberación de Santa Clara El Che firmó la sentencia de muerte de varios policías batistianos, a los que la gente acusaba de torturadores y violadores. En principio varios de los detenidos que habían actuado como francotiradores en el hotel Santa Clara: Villaya, Félix Montaño, José Barroso Pérez, Ramón Alba Moya, Mirabal. A este grupo hay que añadir al jefe de la guarnición, Casillas Lumpuy, quien había sido detenido por las tropas de Bordón cuando intentaba escaparse de la ciudad.
No hice ni más ni menos que lo que exigía la situación, la sentencia de muerte de esos 12 asesinos porque habían atentado contra el pueblo, no contra nosotros. Por cierto que Casillas no morirá fusilado sino en un forcejeo con uno de los guardias cuando lo llevaban al paredón. La foto del intento de Casillas, vestido con una camisa de cuadros de manga corta, de quitarle el rifle a su custodio, recorrerá el mundo. Un par de días más tarde será fusilado el jefe de la policía Cornelio Rojas, detenido en Caibarién cuando trataba de huir
.
Mientras en Santa Clara los combatientes del Che y el Directorio mantienen un férreo control sobre las armas y la situación en las calles, en La Habana la multitud ejerce una justicia largo tiempo postergada, una especie de vandalismo racional y selectivo dirige a las multitudes que atacan las estaciones de la Shell, de la que se decía había colaborado con Batista regalándole tanques, destruyen los casinos, propiedad de la mafia estadunidense y del submundo batistiano, destrozan parquímetros, uno de los negocios turbios del sistema, asaltan las casa de personeros del régimen (en la de Mujal tiran el aire acondicionado por la ventana). El descontrol del aparato represivo, que se va descomponiendo en segundos al producirse una fuga masiva de los cuadros batistianos, va generando un vacío de poder que ni Cantillo ni Barquín pueden llenar ante la negativa de las fuerzas revolucionarias de entrar en negociaciones. Son tomados los estudios de la televisión y testigos espontáneos denuncian los horrores de la pasada represión batistiana.
A las nueve de la noche se pacta la rendición de Santiago. Fidel entra en la capital de Oriente, le toma juramento al magistrado Manuel Urrutia como presidente y anuncia su marcha a La Habana. Reitera la declaración de una huelga revolucionaria. Radio Rebelde declara ley seca en las ciudades tomadas.
En Santa Clara El Che comienza a reagrupar los pelotones dispersos de su columna: las fuerzas de Bordón y Ramiro son convocadas. Unos coches con altoparlantes recorren las calles llamando a los rebeldes de la columna a concentrarse. El Che se entera de que algunos combatientes están tomado autos abandonados por los batistianos que escaparon y enfurecido ordena que las llaves se entreguen.
No iban a echar a perder en un momento lo que el Ejército Rebelde había tenido por norma: el respeto a los demás. Se irían a La Habana, en camión, en guagua o a pie, pero todos en lo mismo. Le echa un rapapolvo al adolescente Rogelio Acevedo, quien ha requisado un Chrysler 58 y lo manda a buscar su viejo jeep
.
En esas horas recibe una comunicación de Gutiérrez Menoyo poniendo a su disposición las tropas del II Frente.
No había problema alguno. Dimos entonces la instrucción de que nos esperaran porque teníamos que arreglar los asuntos civiles de la primera gran ciudad conquistada
. El combatiente Mustelier le pide al Che que le permita ir a Oriente a ver a su familia, el comandante de la columna le responde secamente que no.
—Che, pero ya se ganó la revolución.
—
No, se ganó la guerra, la revolución empieza ahora
.
En la noche arriba Camilo al frente de su columna, los dos amigos se reúnen en el edificio de Obras Públicas mientras a la columna de Camilo le preparan 600 sandwiches y 24 cajas de malta Hatuey. Ellos serán los primeros en salir hacia La Habana. Poco antes El Che se ha entrevistado con Faure Chomón del Directorio, quien acaba de llegar de Trinidad. Ha tenido que explicarle que sus órdenes son marchar en solitario hacia la capital. No ha sido un momento fácil, tras un último mes de absoluta compenetración entre las dos fuerzas revolucionarias, explicar por qué Fidel los excluye (o al menos los margina) en un acto de sectarismo, de la ofensiva final.
Oltuski registra: "Quedábamos pocos en el edificio de Obras Públicas. El cansancio de muchos días había ido venciendo y unos se fueron a sus casas, otros yacían tendidos en el suelo o sobre los sacos de arena de los parapetos.
"En el amplio salón todos dormían, menos Camilo, quien había llegado hacía muy poco, El Che y yo. Camilo derrochaba su gracia inacabable relatando los aspectos humorísticos de sus últimas aventuras. Estábamos tendidos en el suelo, recostados contra los sacos, en la escasa luz que entraba a través de las ventanas de los postes del alumbrado.
"Alguien vino y trajo una cesta llena de manzanas y así caímos en cuenta que era año nuevo, y a pesar de las diferencias que ya apuntaban entre nosotros, me sentía bien entre aquellos hombres. Los ruidos fueron en aumento frente al edificio y llegaron unos rebeldes y dijeron que estaban listos. Nos pusimos de pie y salimos afuera. La noche era fresca. El ruido de los motores y la luz de los faros lo ocupaban todo. A esa hora había pocos curiosos. Algunos de los familiares de los asesinos dormían contra las paredes."
A las 5:50 del amanecer del 2 de enero la columna de Camilo salió de Santa Clara rumbo a La Habana.
El largo Enero del 59
A lo largo de la mañana del 2 enero automóviles con altoparlantes recorrían la ciudad de Santa Clara retransmitiendo un mensaje, que se escuchaba también a través de las emisiones de Radio Rebelde, repetido hasta la saciedad: "Se avisa a los miembros de la columna 8, que por orden del comandante Ernesto Che Guevara deben reunirse inmediatamente en el campamento, para organizarse y poder partir."
Formados ante el "Leoncio Vidal." Hacia las tres de la tarde, en jeeps, camiones y rastras con los tanques, salen unos 400 hombres. El Che viaja en un chevrolet color aceituna decomisado, con Aleida y su escolta: Villegas, Hermes Peña, Mendoza Argudín y Alberto Castellanos al volante, no van excesivamente holgados los seis en un coche. No muy convencido de las habilidades de sus guajiros para moverse en las ciudades, El Che transmite verbalmente una risueña amenaza:
El que atropelle a alguien o choque lo fusilo
.
Una segunda parte de la columna 8 a cargo de Ramiro Valdés, quien tiene que reagrupar efectivos, lo seguiría más tarde. Por orden de Fidel, El Che marcha sin las fuerzas del Directorio que lo han acompañado en las últimas jornadas de combates en Santa Clara? ¿Por qué? ¿Un ramalazo de sectarismo, desconfianza política en estos momentos de incertidumbre hacia la fuerza que representa a buena parte de los estudiantes radicales? ¿Voluntad de capitalizar la victoria sólo para el 26 de Julio? Nunca quedará claro el motivo de esta desafortunada decisión.
Mientras tanto en La Habana, con los restos de la dictadura batistiana en fuga o descomposición, se producen tiroteos esporádicos entre las milicias urbanas de los resistentes y policías o formaciones parapoliciales, como los Tigres del senador Masferrer. Automóviles desbocados recorren las calles, mientras la sabiduría popular convertida en venganza la emprende contra los símbolos del desaparecido poder lanzando a la calle las ruletas y las mesas de juego de los casinos. En el inicio de la tarde en el Parque Central se produce una concentración obrera de apoyo a la revolución; en las paredes de los edificios cuelga la bandera del 26 de Julio y aparecen carteles con vivas a Fidel.