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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (75 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Y ese personaje, inquietaba cada vez más a los servicios de inteligencia estadunidense, El 30 de diciembre del 63, circulaba un dos-sier de seguridad nacional entre altos cargos de la administración de Lyndon Johnson que advertía del aumento del material incitando la revolución en América Latina en los discursos de Fidel, las intervenciones de Radio Habana y las palabras del Che Guevara.

CAPÍTULO 33

El 64, los subterráneos de la Revolución

En el inicio del 64 Guevara anunció un plan de inversiones para la industria de 180 millones, que era 18% menor que el anterior. El desarrollo industrial se frenaría ligeramente y se haría más énfasis en la agricultura, y en particular a las infraestructuras agrícolas, caminos a los campos cañeros, facilidades de almacenaje, etc.

Miguel Ángel Figueíras, uno de los cuadros del Che, explica: "El gobierno examinó que se había ido creando un déficit comercial tremendo con los países socialistas y pensamos que había que pararlo; se llegó a la conclusión que en el corto plazo la única forma era recuperar el potencial de la producción azucarera." Mientras que el ritmo de la industrialización decrecía a pesar de los éxitos logrados:
se crearon nuevas capacidades y se reequiparon muchos de los pequeños y medianos talleres existentes en la rama de la mecánica, lo cual ha sido uno de los factores que ha permitido mantener nuestras fábricas funcionando cuando el bloqueo norteamericano sobre las piezas de repuesto ha mostrado sus más crudos efectos.
Decrecer el ritmo, pero mantener la tensión para corregir errores.

Con Regino Boti, el ministro de Economía y secretario técnico del Ju-ceplan, mantenía El Che en aquellos meses un conflicto permanente, acusando al Juceplan de ser un antro burocrático, muy formal. En su correspondencia con Boti, con quien polemizaba frecuentemente, pero a quien le tenía cariño y respeto, las puyas eran constantes. En octubre del año anterior le había escrito:
Lamento que mi ausencia de la junta (Juceplan) le haya impedido realizar cualquier consulta referente a problemas de la producción. Para su información ni los barcos de Camagüey ni los de Oriente han sufrido por el ciclón. Cualquier noticia telefónica o por escrito o cualquier duda en el campo de la producción y otros que domino (teoría del valor, por ejemplo) estoy a sus gratas órdenes
.

Meses más tarde, a principios de febrero del 64, en una discusión sobre un problema técnico, culminaba:
Le saludo compañero ministro, con el grito de lucha de la Junta Central de Planificación: Viva la guerra epis-tolar. Muera el trabajo productivo. E
l 12 de junio le escribe otra carta respondiendo a una solicitud de aumento del número de ejemplares déla "Revista Médica Panamericana",
amparado en mi pequeña y poco edificante historia de médico,
donde le dice que la revista es una porquería y
las porquerías no cumplen funciones políticas, y
una cuarta el 17 de junio respondiendo a una solicitud de un particular para obtener un torno:
Los medios básicos no son mercancías. Si tiene amigos, búsquele usted los medios de explotación.

A finales de ese mismo año caracterizaría a la Junta como un desastre por
la inseguridad que se tiene cada vez que se firma un papel, de si se está haciendo una cosa inteligente o se está firmando una barbaridad por los sistemas de comunicación existentes.
Sin embargo, El Che estimaba a Boti,
uno de esos tipos que caen bien, pero que además investiga las cosas, se preocupa, sabe movilizar a la gente.
Y cuando Boti dejó el Ministerio de Economía al ser éste absorbido por la Juceplan dirigida por Dorticós, y se fue a trabajar a una fábrica, El Che lo felicitó.

La malicia epistolar no se limitaba al Juceplan, al ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, le devolvió una vez una carta con la siguiente nota:
Te devuelvo la porquería de carta que me mandaste p
ara que aprendas que no se puede firmar algo sin leerlo.

Y más allá de sus guerras interminables contra la burocracia. El Che seguía impulsando el trabajo voluntario. El 11 de enero del 64 entregó certificados de trabajo voluntario y recibió el que le acreditaba sus horas de colaboración. En la reunión, en una acto de la CTC, repasaba las historias de un obrero de 70 años que cumplió su cuota y una mujer que alcanzó las 340 horas y un obrero que hizo 980 horas.
Pero no es lo importante el conseguir la rentabilidad de nuestras empresas mediante el sacrificio de algunos trabajadores (...) se refleja en la conciencia que se adquiere frente al trabajo.
Y remata el acto: E
n estos días de Pascuas cayeron en mis manos unos pequeños obsequios, no tan pequeños. Consideramos a título personal que se los podíamos entregar a algunos de los compañeros más destacados. No los voy a mostrar aquí porque son bastante bonitos y podría confundirse con un estímulo material y no es esa mi intención
(y se los entrega a los tres mencionados).

En el discurso había enfatizado que la compulsión social era buena, pero que no se podía presionar a la gente, que si se presionaba o se obligaba el trabajo voluntario, perdía su carácter de voluntario, perdía su sentido.

Y una y otra voz volvía sobre el sentido de la conciencia, en el premio, en el esfuerzo, en el castigo. Al inicio del año el periodista Severo Cazalis, "Siquitrilla", había mencionado el tema del campo de trabajo de Guanahacabibes, al final de la entrevista El Che le había preguntado:
Yo sé que usted no está de acuerdo con G
uauahacabibes. Y anula falla de respuesta le preguntó.
¿Le gustaría ir?

El tema era del dominio público, y había creado terribles rumores y amargas resonancias, la idea de campos de trabajo estaba asociada históricamente a un eufemismo fascista o a los campos de concentración soviéticos. Ya El Che había discutido frecuentemente el asunto en el Ministerio, por ejemplo en el 62, cuando el director de la empresa de derivados del cuero había dicho que no se podía sancionar a nadie a ir a Guanahacabibes sin que la sanción se discutiera en los organismos de base del partido, y El Che había respondido que
Guanahacabibes no es u
na sanción feudal. A Guanahacabibes no se envía a la gente que debiera ir a la cárcel. A Guanahacabibes se envía a gente que ha cometido
f
a
l
tas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado con sanciones simultáneas de privación del puesto. Es trabajo duro, no es trabajo bestial.
Catando hay un robo el ladrón va a la cárcel y el director que lo solapó a
Guanahacabibes. Yo a la gente que he visto no sale amargada, despechada...
es más, resume,
a Guanahacabibes va el que quiere, el que no quiere irse va del Ministerio.

Guanahacabibes, cuyo nombre ponía nervioso a más de un funcionario cubano, era un pequeño pueblo, Uvero Quemado, en medio de un bosque en la península de Corrientes, donde existía una empresa maderera en medio de la nada que había sido abandonada. Originalmente readaptado por las Fuerzas Armadas como un campo de trabajo, era también usado por el Ministerio de Industria.

En el 64, acompañado de Siquitrilla, El Che viajó nuevamente al campo de trabajo. Fracasan en el primer intento por culpa de una tormenta y poco tiempo después lo intentan de nuevo.

—Me parece que somos los únicos empeñados en ir a Guanahacabibes de todas formas—dice el periodista.

—No; hay otros que también parecen empeñados
—dice El Che, quien pilotea un Cessna.

Al arribar, el periodista descubrir a un centenar de personas en el centro de rehabilitación, están armados, como en casi todo el mundo, en la sociedad cubana la práctica de las milicias ha introducido en la vida cotidiana la presencia de los fusiles; pero no hay vigilancia, no se trata de una prisión.

El Che pregunta:
¿Hay aquí alguno que no esté de acuerdo con la sentencia?

Nadie contesta. Están por los motivos más diversos, estudiantes, un comandante, administradores de industrias. El recién llegado trabajará como leñador, luego pasa a trabajar en oficios más elaborados; en una fabriquita de bates de béisbol, una pollería. Tienen una guerra permanente con las judías que se comen los sembrados; en el lugar hay una panadería, una escuela, producen miel. Varios se dan clases entre sí. El poblado es autosuficiente, todo construido por los que ahí trabajan. Al lado hay un pueblo con carboneros.

En el caso del Ministerio de Industria la mecánica funcionaba así: En casos de indisciplina, faltas a la moral, fallos en el trabajo, el Ministerio determinaba la sanción de varias semanas o meses trabajando en Guanahacabibes, el sancionado podía apelar, aceptar la sanción, o negarse a aceptarla. Ea sanción estaba usualmente acompañada con la suspensión temporal en el trabajo. Al retornar del campo el sancionado volvía a su puesto de trabajo habitual. Borrego añade: "El Che insistía que una vez cumplida la sanción, no se le podía sacar a ese cuadro constantemente esa falla que había tenido, porque ese era un problema saldado."

Al comandante Guevara le gustaba la idea, y solía bromear o medio bromear amenazando frecuentemente a su equipo con unas "vacaciones" en Guanacahabibes. Manresa, su secretario, confesaría que frecuentemente lo amenazó con enviarlo a Uvero Quemado. Pero era un campo de trabajo singular, mientras que por un lado El Che Guevara frecuentemente iba los domingos a compartir el trabajo con los sancionados, el campo tenía una fama siniestra, sobre todo entre los cuadros medios y de mando del Ministerio. Un historiador como Draper conocido por su antipatía por la revolución cubana, aseguraba que Guanahacabibes era un campo de concentración que tenía aterrorizado a los trabajadores. En marzo del 64 cuando El Che discutía con obreros de vanguardia, les preguntó que quiénes querían volverse administradores, y uno le contestó que nadie quería ir a plantar eucaliptos a Guanacahabibes. El Che siguió la broma diciendo que en primera allí no había eucaliptos, sino
mosquitos y otras
c
osas. Y si mandáramos a todos los que se equivocan, ya habría rascacielos.

Hay un testimonio interesante de un sancionado por seis meses a causa de un problema amoroso cuando estaba estudiando becado en Rusia, el dirigente de la JC, Francisco Martínez Pérez. Conversando con El Che le dijo que le parecía injusta la sanción, El Che le preguntó si le parecía sin embargo que aquella experiencia lo ayudaba a formarse como revolucionario, y el hombre dijo que sí, que sin duda. En Guanahacabibes trabajaba como carbonero.

En febrero del 64, El Che volvió a la carga en el debate iniciado un año antes sobre las divergencias entre el modelo industrial soviético y el cubano con un artículo titulado: "Sobre el sistema presupuestario de financiamiento." La idea era establecer de una manera simple las diferencias que a veces se presentaban como
oscuras y sutiles.

Mientras que para los defensores del proyecto del Che las empresas eran una unidad de producción, para los partidiarios de la "autogestión financiera" a la soviética eran un conglomerado de fábricas que producían cosas similares.

Mientras que para El Che el dinero era sólo un valor aritmético para valorar la empresa, para los otros funcionaba como un instrumento de control, como una medida del sentido final.

Mientras que para El Che las normas de producción ponían un límite a la sobreproducción y cuando un obrero lo cumplía, ganando un sobresueldo por ello, tenía que capacitarse para ascender a la categoría superior, para los partidiarios del modelo soviético se trataba de estimular económicamente la producción y no había límites en el sobrepago de los que hacían destajo y horas extras.

Ambos modelos estaban controlados por un plan general, pero mientras en el esquema del Che se tendía a la centralización y colaboración entre empresas, el otro promovía una descentralización más acusada para favorecer la competencia.

Mientras El Che concebía que el gran estímulo a la producción era la conciencia, el trabajo voluntario y la educación, en el otro lo eran los premios a nivel de empresa y de trabajadores, los repartos de utilidades.

El Che precisaba:
No negamos la necesidad objetiva del estímulo material, pero no será la palanca fundamental. Los partidarios del "cálculo" contestaban que el estímulo material se haría morir mediante el aumento de los bienes de consumo, pero para El Che, estímulo material directo y conciencia son términos contradictorios
.

E insistía:
El trabajo debe dejar de ser una penosa necesidad para volverse un agradable imperativo. Las nuevas relaciones de producción deben servir para acentuar la evolución del hombre hacia el reino de la voluntad.

Sobre los precios El Che decía que sus oponentes pensaban que el mercado debía fijarlos a través de una forma controlada de la oferta y la demanda, y él pensaba que
el Ministerio de Comercio Interior se encargaría de nivelar la capacidad de compra de la población con los precios de las mercancías ofrecidas,
dando baratos los básicos y cargando la mano
en los superfluos.

En síntesis, las virtudes del provecto del Che, según el propio Che, serían: La centralización, que utiliza racionalmente los recursos, racionaliza el aparato administrativo, ahorra fuerza de trabajo, unifica laboralmente todo un gran aparato y permite movimientos sin conflictos salariales, se simplifica el control de inversiones. Por otro lado piensa que:
Todavía es muy difícil precisar cuáles fallas son producto de debilidades inherentes al sistema y cuáles otras debidas sustancialmente a nuestro grado de organización actual
(carencias y problemas con materias primas, falla de cuadros, falta de técnicos).

Le habrá de responder Marcelo Fernández defendiendo el sistema de la "autonomía financiera", por dos razones: por su disciplina financiera y control económico, y porque mejorará las relaciones entre productores y consumidores, mejorará la calidad y aumentará la producción. Las empresas no tienen estímulos para cobrar sus mercancías, pero si sus salarios dependieran de ello... Fernández, argumentaba, que poseía registros bancarios que probaban que a las empresas del Ministerio de Industria les importaba un bledo las transferencias económicas, aunque tiene que reconocer que en este caos en que vive el país las empresas del INRA eran peores. Demuestra, que aunque en teoría no se usa el crédito bancario en el "sistema presupuestario de financiamiento", en el trienio 61-63 las empresas manejadas por los hombres del Che habían sido deficitarias y habían cubierto su déficit con créditos bancarios.

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