Ernesto Guevara, también conocido como el Che (73 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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El 20 de mayo del 63 El Che pronunció un discurso muy pobre en el aniversario del periódico "Hoy." Una visión muy esquemática del marxismo, llena de lugares comunes y loas a los viejos cuadros del PSP. En su prólogo escrito esos días al "Partido marxista leninista ". una selec-ción de textos de teoría del partido mezclada con discursos de Fidel, repite estas visiones. Uno de sus biógrafos Massari, se lamenta de los "elogios de Guevara a la miseria teórica de aquel libreto." Es curioso, que El Che, tan crítico al camino económico que habían seguido los soviéticos, no tenía una mínima percepción del desastre social, el autoritarismo político, el carácter policíaco y represivo de la sociedad soviética. Y desde luego no tenía un reflejo teórico que le permitiera distanciarse de ella. Estaba prisionero del marxismo neandertal. Esta ceguera involuntaria que anota correctamente Karol y que registra Franqui, le impedía tener una visión global del problema.

Curiosamente, habría de ser en este momento de su vida cuando El Che iniciará la polémica contra el marxismo soviético al uso en torno a sus discrepancias en el manejo de la economía.

El 1 de junio habría de aparecer "Nuestra industria", una revista de debate y divulgación realizada con papel de bagazo de caña por el Ministerio, que se abría con un artículo del Che, "Consideraciones sobre los costos de producción como base del análisis económico de las empresas sujetas a sistema presupuestario." Bajo un título tan endemoniadamente formal, en un artículo que estaba destinado a la manera de analizar los costos de producción, se abría el debate por una esquina. En la introducción, sin polemizar, El Che señalaba que el camino soviético, de "autogestión financiera" de las empresas era diferente al camino industrial cubano de centralización, basado en las facilidades que daba ser un país pequeño y bien comunicado.

La respuesta polémica no habría de surgir de sus opositores, los cuadros del viejo psp, como Carlos Rafael Rodríguez, con quienes no había acuerdo en torno al sistema económico, sino de uno de sus "hijos políticos", el flamante ministro de Comercio Exterior, el comandante Alberto Mora, quien en junio, en la revista "Comercio Exterior", contestaba con un artículo titulado "En torno al cuestionamiento del funcionamiento de la ley del valor en la economía cubana en los actuales momentos." Mora, sin precisar con quién polemizaba, iniciaba su artículo diciendo: "algunos compañeros plantean que la ley del valor no funciona actualmente dentro del sector estatal de la economía cubana." El Che ni corto ni perezoso entró de lleno a la discusión, publicando en octubre, en el número 3 de "Nuestra Industria", el artículo de Mora y su respuesta: "Sobre la concepción del valor. Contestando algunas afirmaciones sobre el tema."

Empezaba El Che dejando claro que de "algunos" nada, que el debate tenía nombre y apellidos, y que de un lado se situaban entre otros, él, ministro de Industria y Luis Alvarez Rom, ministro de Hacienda, defensores de lo que se había dado en llamar la línea de "financiamiento presupuestario", porque
es bueno fijar no solamente los principios sino también las personas que los sostienen.

Tras meterse en un intrincado laberinto de citas y contracitas, El Che llegaba al meollo de su trama: La ley del valor
es reguladora de las relaciones mercantiles en el ámbito del capitalismo y, por tanto, en la medida en la que los mercados sean distorsionados por cualquier causa
(la fuerte intervención estatal)
así mismo sufrirá distorsiones.

Mora argumentaba que la propiedad estatal no era aún propiedad social (tímido incluso, porque ni lo era ni necesariamente lo sería) y que esto se hacía evidente por las contradicciones entre las propias empresas estatales. El Che respondía que estas contradicciones en todos los planos de la industria cubana, hasta llegar al taller, eran las contradicciones de un proceso.

Por último saludaba la iniciativa de Mora de salir a la polémica y lo felicitaba por la calidad de la revista de Comercio Exterior. Todo era aún relativamente amistoso y fraternal, aunque Mora había quedado dolido por el artículo del Che, que había sido injustamente fuerte. Mora y El Che eran amigos, pero cuando El Che se ponía a polemizar su tono irónico y jodido lo dominaba todo.

Este choque involucraba el enfrentamiento entre dos posturas en el interior del gobierno cubano en torno al manejo de la economía, una de ellas representada por Alberto Mora, Rolando Díaz y Marcelo Fernández, presidente del Banco Nacional, marxistas recién llegados, que sin haber sido miembros del PSP, tenían en materia económica asesores soviéticos (línea que apoyaban los viejos cuadros del PSP en el INRA) y la posición del Che calificada por Figueras como la de "un rebelde con causa" y tras la que se alineaban Alvarez Rom, de Hacienda, y Oltuski, en el Juceplan, quien no quería calcar o copiar algo que le traían de la Unión Soviética y decía que Cuba tenía una serie de condiciones para hacer las cosas de manera diferente.

Los partidarios de las tesis soviéticas apostaban por la "autogestión financiera" en las empresas con uso amplio del crédito bancario, cierta autonomía empresarial y estímulo material como herramienta principal para incrementar la producción, con salarios bien diferenciados que premiaran la productividad. El Che defendía la centralización en la industria basado en la idea de que Cuba tenía los mejores sistemas de contabilidad de América Latina, los mejores sistemas de comuni-cación y tenía la experiencia que no se debía perder de los monopolios estadunidenses en materia de dirección, sobre todo en la industria; además que el pequeño número de fábricas (había menos en toda (Alba que en la ciudad de Moscú) y la escasez de cuadros lo obligaba. Ir hacia la autogestión de las empresas para fomentar la competencia entre ellas significaba para El Che ir al capitalismo de principios de siglo, o hacia el socialismo de rumbo equivocado, de competencia y no de colaboración. El Che buscaba enfrentarse sobre todo a la idea de que las empresas se volvieran pequeños monstruitos guiados no por los intereses sociales sino por la necesidad de la rentabilidad, y junto a ello una política de producción a cualquier costo con estímulos materiales como motor.

Carlos Rafael, en el INRA, había hablado refiriéndose a la agricultura de "centralismo burocrático" y los desastres que éste había producido en la primera etapa. Parecía tácito que El Che y él aceptaban que lo que podía ser bueno para la industria no necesariamente lo era para la agricultura, o bien que no querían enfrentarse. De cualquier manera éste era sólo el primer round.

A partir de los últimos días de junio El Che hará una visita relámpago a Argelia, para estrechar los lazos entre Ben Bella y la revolución cubana. Allí se encuentra con Carlos Franqui, director de "Revolución." Franqui comentará años más tarde que El Che se estaba volviendo muy crítico respecto a la URSS. "Aceptaba algunos principios chinos: contar con las propias fuerzas, sin esperar nada ni del capitalismo ni de la Unión Soviética y su poder hegemómico." Habrá un segundo encuentro allí, con su amigo el periodista Jorge Ricardo Masetti, el hombre del Che en Argelia.

Masetti había dirigido la agencia Prensa Latina en los primeros años de la revolución, renunció al cargo en marzo del 61 como una reacción ante el sectarismo y regresó a su labor durante la invasión de Playa Girón, participando en la primera línea de combate y enviando sus comunicados de prensa durante los tres días de las acciones o participando en el interrogatorio de los capturados. En octubre del 61 viajó a Túnez con un mensaje de Fidel Castro, ofreciendo apoyo al FLN argelino. En enero del 62, el barco cubano Bahía de Nipe entregó) morteros y rifles a la guerrilla argelina. Masetti supervisó la operación. Las armas fueron transportadas a un campo cerca de la frontera. El barco regresó a Cuba con combatientes argelinos heridos en combate y huérfanos. A fines del 62, Masetti abandonó de nuevo La Habana, tras haber pasado allí tan sólo el tiempo suficiente para conocer a su nueva hija y desapareció de la vista pública. Entre los hombres del aparato se decía que estaba en Argelia colaborando en una operación que dirigía El Che a la distancia, y que sin duda tenía que ver con la presencia en África del norte de un grupo de voluntarios cubanos y un equipo médico que asesoraban a los argelinos en sus enfrentamientos contra la monarquía marroquí. Era cierto, en Argel lo encontró El Che y allí tuvieron en el 63 una más de las conversaciones que tendrían que afectar el futuro de ambos.

De regreso en La Habana, hacia la mitad de julio, El Che se entrevistará por primera vez con una delegación vietnamita. Li Van Sau recuerda: "Fue una madrugada de julio de 1963, en su oficina del Ministerio de Industria; estuvimos conversando hasta el amanecer. Che-nos explicó sus puntos de vista con relación a la lucha que librábamos contra los invasores yankis, insistiendo en su tesis de crear muchos Vietnam." Es la primera vez que El Che maneja el concepto que lo acompañará durante los últimos años de su vida: La lucha contra el imperialismo es una lucha a escala internacional que sólo puede resolverse multiplicando el número de focos en otras zonas del tercer mundo.

La bandera del FLN que le entrega la delegación y que él pone sobre su mesa y un perro que caga por los pasillos son los dos nuevos elementos en el entorno de Ernesto Guevara. ¿A qué hora se consi-guió El Che a ese perro monstruoso que camina por los pasillos del Ministerio de Industria como si fuera por su casa? El perro se llamaba Muralla y asistía como uno más a las sesiones del Consejo de Dirección del Ministerio, echado a los pies del Che, quien de vez en cuando le daba una palmada o le rascaba la cabeza. Un perro sin rabo que se subía al elevador y sabía bajarse en el noveno piso, llegaba hasta la oficina y rasgaba la puerta con las uñas para que El Che le abriera.

Muralla era el perro oficial, pero El Che mantenía excelentes relaciones con los perros callejeros de los alrededores del Ministerio, a los que controlaba y que lo acompañaban en las guardias y a los que daba de comer. Tenía advertidos a los perreros que no los molestaran.

El 10 de agosto El Che interviene enfurecido en una reunión del Consejo de Dirección del Ministerio. Un año antes había dado un plazo muy breve para que los administradores de fábricas obtuvieran al menos el sexto grado de enseñanza básica. Dura tarea, trabajando como esclavos, enfrentados a las carencias de repuestos y materias primas, con deberes políticos y militares, resultaba una tarea imposible. Incluso El Che, quien era enormemente riguroso, tuvo que dar marcha atrás y ofrecerles una prórroga de un año. Pasado el año se hicieron los exámenes, 132 de 986 suspendieron y un grupo importante no se presentó.

El Che se puso duro: ya se había advertido, los que reprobaron con menos de cinco tendrían que irse a la calle, los que sacaron de cinco a seis tenían una segunda oportunidad, y los que no presentaron el examen (260) tienen que presentarlo de inmediato y con el salario suspendido hasta no hacerlo.

Será una reunión particularmente áspera. Poco más tarde, tras reconocer que tiene métodos de trabajo explosivos, carga contra Edison Velázquez, un director general que planteaba las cosas a la tremenda, ofensivamente: "qué no hay revolucionarios en Cuba, qué no hay hombres aquí" y que ahora acusa a la reunión de que son reacios a la crítica. El Che salía de la silla:
Decir aquí que somas reacios a la crítica es mentira.. Yo no sé que interés tienes tú en plantear las cosas con una agresividad que no viene al caso, chico, con todas las deficiencias que tengamos no se está en una reunión de corderos (...) No, no se ha coartado nunca la opinión: una vez aquí, por un señor que dijo que yo era revisionista, y que se le sacó de una empresa, di una tángana; porque me pareció que era el método más incorrecto que hay, que alguien se refiera a una actitud personal del ministro y lo saquen de una empresa. Y he defendido siempre la libertad de decir lo que quieran de mí (...) siempre que cumplan con el trabajo. Pero no tengo que aguantar una crítica con la que no estoy de acuerdo y tengo mi derecho, el mismo que tienen ustedes de decirla (...) El otro día no dijeron hasta malas palabras en la empresa Química Básica. Allí lo que dijeron hubo que callarse porque tenían razón y se acabó el problema.
Y volviendo a Edison:
Tienes esa cualidad especial de decir cosas que a mí me sacan de las casillas, porque las considero básicamente injustas y básicamente incorrectas (...) que aquí todo el mundo está atemorizado
y
que aquí todo el mundo corre...

Edison le retruca: ¿De dónde sale eso, comandante?

—Yo te propongo que si aquí hay algún otro macho además de ti, que lo diga (...) es realmente insultante (...) en este Ministerio he tratado de que eso no existiera y cuando la época del sectarismo que se estaba siquitrillando gente injustamente (y yo participé de esa época como buen sectario) se reaccionó.

Lo que puede tener de deficiencia mi carácter, que lo he reconocido muchas veces, que lo he reconocido en el Consejo de Ministros y en todos lados
(pero)
no tengo el carácter explosivo para tratar a la gente que está jerárquicamente inferior.

Y la reunión se sigue calentando cuando Gravalosa dice que hay que partir cabezas a los ineficientes y El Che retruca que habría que crear un sistema justo para partir cabezas. Y señala que las cosas más graves que se han hecho en este país
no se han hecho a nivel de este Ministerio y
reconoce que en Industria hay un nivel mucho mejor de análisis y hay logros. Y repasa al Juceplan que
está tan desligado de la realidad como ustedes no pueden imaginarse
(salvando a Oltuski,
que acaba de salir al campo a enterarse y que regresó hecho un sabio).
Y sigue con la autocrítica
porque en estos últimos meses tengo unos pecadillos en unas partidas de ajedrez que me roban un poco de tiempo, pero en general utilizo todo mi tiempo para los problemas del país.

Se refería a sus intervenciones en el II Memorial Capablanca, donde aparecía fugazmente y jugaba unas partidas escondido en el centro de prensa; o sus intervenciones en el campeonato interno de ajedrez del Ministerio de Industria, donde quedó en tercer lugar, o aquel encuentro con el gran maestro Mijail Tal, a quien le sacó unas tablas en una simultánea. Y es el ajedrez el único vicio confeso que se toma muy en serio:
Cuando salí del Ministerio llamé a mi esposa y le dije "Voy a visitar a mi segunda novia" y me contestó, ya sé, vas para el ajedrez.
Un vicio por el que es capaz de sacrificios:
Oye
(le dirá al gran maestro cubano Eleazar Jiménez, durante la simultánea de 500 tableros en Camagüey contra el equipo mexicano, cuando los cubanos llegan tarde)
yo estoy a 140 kilómetros de aquí cortando caña y llegué a las ocho para poder jugar y ustedes...

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