Ernesto Guevara, también conocido como el Che (72 page)

Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online

Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
9.62Mb size Format: txt, pdf, ePub

Cardenal: "No todos pueden ser como El Che..."

Haydée Santamaría: "El mismo Che no podía ser siempre como El Che. A veces también él se cansaba, y llegaba agotado a su casa y quería estar a solas con sus hijos."

Por aquellos días del inicio del año le dijo a Figueras:
Tú eres un poro aventurero y más yo.
Y en febrero del 63, Ernesto Guevara volvió a buscar sus propios límites. El rumor en La Habana decía que El Che había enloquecido, que ahora no era simplemente trabajo voluntario, sino que estaba empeñado en corlar tocia la caña él solo.

El 3 de febrero se aparece en Camagüey en terrenos del central que lleva el nombre de su columna en la guerra, Ciro Redondo, para probar una máquina para el corte de caña.

Durante el último año ha estado impulsando provectos para sustituir el corle a pie y a machete por una forma mecanizarla. En medio de grandes dificultades, pues no existen máquinas en Cuba ni en los países socialistas, un equipo de la empresa del azúcar ha estado dándole vueltas al asunto: desde tratar de copiar una cortadora de Hawaii que habían visto en una película, hasta adaptar una cortadora sudafricana o recuperar una thorton estadunidense que estaba tirada por ahí. Finalmente obtienen un modelo experimental. El Che ordenó en marzo del 62 la producción de un millar de cortadoras que se usarían montadas sobre un tractor común de 50 caballos de fuerza, que luego podría ser utilizado en las labores habituales del campo.

Había que probar el prototipo antes de lanzarlo a la guerra de la zafra y El Che se presentó en Camagüey y se reúne con la comisión local. "Estábamos acojonados", dirá uno de los guajiros a cargo de la comisión para armar el equipo.

En un pequeño campo que une el central Ciro Redondo con la carretera de Morón a Ciego de Avila, está el campo de La Norma y allí se establece El Che en un caserío y a las cuatro de la mañana del 5 de febrero se inicia el experimento. Tras la máquina van los repasadores, una decena de ellos, cortando las cañas y los tocones altos que se le pasan a la máquina, los "hacheros del Che", también anda por ahí el ingeniero Ángel Guerra, quien ha sido el responsable de la manufactura de la máquina, y Miguel Iparraguirre, quien llevará los controles de la prueba y al que El Che presiona continuamente para que no falsee los resultados.

Tras una jornada matadora de nueve horas y media, el primer día tumba casi 6 mil arrobas. Tres horas y media la cortadora está detenida por percances, varias veces El Che se baja del tractor para ver con los mecánicos qué mierda está pasando.

El Che ha tratado de huirle a la prensa, pero finalmente ha cedido a la presión de "Revolución", que manda a José Vázquez y al fotógrafo Alberto Korda. A lo largo del día los periodistas tímidamente han tratado de acercarse.
Esto no es propaganda,
dirá,
no vinimos a tirarnos la foto.
Finalmente acepta que Korda y un joven fotógrafo del "Adelante" de Camagüey le tomen algunas lotos, claro siempre y cuando cojan el machete y ellos también se pongan a cortar caña. El asunto va en serio, no se trata de trabajar para la foto y convencer a los que dudan de que es posible mecanizar parcialmente el corte de caña. Las lotos registran a un Che reconcentrado encima del tractor o peleando con los engranes junto con los mecánicos.

El 5 de febrero llega a las 5900 arrobas y el 6 a las 8800. El 8 de febrero el periodista de "Revolución" le pregunta cuánto ha cortado. El Che, seco como siempre, dice que 10
mil arrobas
y
una pata.
Así lo transmite el periodista por teléfono. Al día siguiente El Che leven-do el periódico le reclamará que cómo es bruto, que ¿qué es una pata?

—Pues en Argentina será como "un pico", o un "pilón" mexicano, un extra.


Qué va
.

Y explica que además de las arrobas le hizo una herida con las cuchillas en la pierna, en la pata, al jefe de su escolta, quien se acercó demasiado a la máquina. Que de esa pata estaba hablando.

El 9, tras una jornada mortal que empieza muy temprano en la mañana, toma la avioneta y va a Camagüey al primer chequeo de emulación de la zafra en el teatro Alcázar, donde aparece con el uniforme de operador y con huellas del polvo del corte. Llevaba en esos momentos 60 500 arrobas cortadas.

Anuncia que saldrán las 1000 cortadoras, que 500 de ellas están listas. Que sobre todo se trata de que los operarios las vayan mejorando en la práctica. Karol diría:' "No hay país en el mundo que tenga mil máquinas, y no hay país en el mundo que se le haya ocurrido producir mil máquinas sin prototipo."

Y El Che les cuenta a los macheteros y a los burócratas:
Ahora yo voy a hacer mi alarde personal aquí. El día lunes empecé a cortar en la máquina; al principio sucedió lo de siempre, se rompen los cardanes, se rompe esto, se rompe aquello, se da golpes, incluso tuvimos un accidente, compañeros que no tuvieron precaución
(...)
La máquina está cortando
4
mil arrobas allí donde la están probando
(...)
yo llevo cortadas en esta semana
45
mil
(...)
Las máquinas pueden cortar a razón de
800
arrobas por hora de trabajo en campos medianos
(...)
yo diría que no es tarea de un operador sino de dos operadores
(...)
No se puede pedir a la gente que esté
12
horas arriba de un tractor
(¿Y él, que había estado 13 horas una jornada?). Y termina defendiendo la máquina aunque aún sea complicada y tenga un nivel de desperfectos muy alto,
porque cortar caña es duro, porque cortar caña es un trabajo agobiador, pesado, que no tiene ninguna gracia, además; y además, porque no se acaba nunca el
cañaveral. Lo que provoca el aplauso interminable de quienes lo escuchan, que bien saben que es cierto, que el cañaveral es interminable.

Con un día de descanso en que retorna a sus labores de ministro de Industria y asiste a la inauguración de una fábrica de alambre de púas, el 11 de febrero se reincorpora y bate su récord, llega a 18700 arrobas cortadas en nueve horas y media. Un equipo de la televisión canadiense aparece por allí; El Che no les hace demasiado caso y responde a las preguntas rutinariamente para librarse de ellos, estos periodistas no se dan cuenta de la seriedad del asunto.

El equipo de apoyo se muere por él. El Che ya ha dado muestra de su habitual estilo: no habrá comida diferente, no habrá tiempos de descanso diferentes; si no hay café para todos, no habrá café para nadie. En un día sin demasiados accidentes, el 12 de febrero, llega a una cifra notable, 21400 arrobas cortadas. Emocionado, controla con Ipa-rraguirre,
¿Cuántas van?
La única manera de pararlo es ponerse frente al tractor y decirle que la gente que trabajaba con él estaba exhausta. Ahí mismo, sobre el campo y después de bañarse con agua fría, recibe al auditor general del Banco de Moscú, quien tiene cara de que no entiende por qué tiene que venir a discutir en un campo de caña con un ministro, y que además se tiene que soplar una explicación de la importancia del corte mecanizado que le da El Che, a quien a su vez poco parecen importarle los créditos del Banco de Moscú.

El 14 de febrero les avisan que hay un campo de caña cercano ardiendo, El Che se lanza con su equipo para allá; si la caña no se corta se pierde el azúcar. Sus propios compañeros tratan de pararlo por razones de seguridad, quizá el incendio ha sido producto de un sabotaje, las bandas de la contra pueden haber montado una emboscada. Pero al Che, tras el grito de
Vamos para allá,
no hay quien lo frene.

Cortar en un campo de caña quemada es un suplicio, el polvillo, la ceniza flota en el aire. Sufre un ataque de asma. El Che respirando angustiosamente, tiznado de pies a cabeza por las cenizas de la caña quemada y empapado en sudor dirige al grupo. Como si no hubiera cumplido sobradamente, el 15 de febrero se enfrenta en una compe-tencia de emulación a un operador estrella del central Brasil, Ibrahim Ventura, y le gana; su máquina termina casi sin frenos. Al día siguiente perdería en otra emulación contra el operador Roberto González, en Blanquiazul, en un terreno difícil, no llano y con piedras. Han estado trabajando en campos de una zona donde hay guerrillas de la contra. El Che no le hace mayor caso al asunto y trae enloquecidos a los miembros de su escolta, porque se niega a tomar medidas de seguridad y el 17 de febrero corta 20 mil arrobas más en el central Venezuela.

El Che se irá de Camagüey con bastante más de las 100 mil arrobas que prometió. Respecto a la prueba, la máquina sin duda funciona, pero un tercio del tiempo laborable se la pasa con roturas y fallos mecánicos, lo que obliga a la presencia permanente de un mecánico para mantener un ritmo de corte estable. Respecto a las versiones de que el trabajo voluntario sale más caro que el trabajo normal, en este caso se desmienten, los gastos del equipo del Che se pagan sobradamente de su labor.

Pero a pesar de los esfuerzos del intento de mecanización, tendrá que reconocer un par de meses más tarde que
la zafra no marcha todo lo bien que debiera marchar.
Son muchas las razones, la primera es el proceso de desmantelamiento de los cañaverales que uno lugar en el 02 en nombre de la diversificación agrícola, que hizo que El Che, a pesar de sus relaciones fraternales con Carlos Rafael Rodríguez, chocara violentamente con el INRA: la segunda tiene que ver con el abandono del corte de caña por millares de campesinos que se van hacia las ciudades o se dedican a otros cultivos, ahora que son propietarios de la tierra. Esa gente que no se ha ido a Miami sino que
está en el campo. Y hay menos mano de obra
y
corta menos
y
muchos campesinos le huyen a la zafra ahora que hay tierra
y
hay trabajo.
La tercera causa se encuentra las desigualdades en el trabajo voluntario, mientras qu5 en Camagüey, donde tradicionalmente había carencia de mano de obra para la zafra.
la gente que fue fracasó
y
se convirtió realmente más en un estorbo que en solucionadores del problema,
en La Habana funcionó,
los que vamos los domingos a realizar nuestra tarea podemos ver que la eficiencia (...)
ha aumentado mucho. Hay una serie de distinguidos burócratas que ya se están volviendo distinguidos cortadores de caña.

Y El Che sigue insistiendo en que el trabajo voluntario es la razón de ser de una sociedad que encuentra sus respuestas en lo colectivo.

Jorge Risquet cuenta que en una reunión con El Che en Oriente, le propuso establecer un estímulo económico dándoles casitas a las mejores brigadistas. El Che le pregunta:
¿No te parece un exceso de estímulo material?
Risquet respondió: "Coño, Che, de todas maneras hay que darle vivienda a la gente, premiar con estas casitas, no es gran cosa, además agrupa en una zona a los cortadores, de diez en diez. No, no me lo parece."

Y El Che tras esta aventura exitosa en la zafra, en medio de un fracaso importante, vuelve a la industria pensando como siempre que de su desarrollo depende la salida del bache por el que está pasando la economía cubana. El 24 de marzo, en la asamblea de la textilera Ari-guanabo, habla con las mujeres sobre la formación del Partido Unificado de la Revolución Socialista y se queja de que en el proceso de selección sólo haya cinco mujeres de 197 obreros escogidos, en una fábrica con una fuerte presencia femenina. Establece dos causas hipotéticas o
la mujer todavía no se ha desatado de una serie de lazos que la unen a un pasado ya muerto
o los hombres
consideran que todavía las mujeres no tienen el suficiente desarrollo y hacen valer la mayoría que tienen.
Recuerda una anécdota del Ministerio donde hubo que cambiar a una funcionaria porque su marido, un oficial del Ejército Rebelde, no la dejaba salir a una gira por el interior.
Esta es una manifestación cerril de discriminación de la mujer (...) El pasado sigue pesando sobre nosotros.

Visita la fábrica de refrescos Marcelo Salado (la ex cocacola de La Habana). Persigue a los técnicos, ya lo ha dicho antes en un programa de televisión:
¿Por qué la cocacola no sabe como antes?
Sabe parte de las respuestas pero no las da por buenas: las fábricas de refrescos estuvieron en enero entre 1500 y 1600 horas paradas por problemas de mantenimiento; el bloqueo afecta a las materias primas. Pancho Hernández, el responsable técnico, se queja de las críticas públicas, se habían hecho muchos esfuerzos.

—Mira, lo dije porque es verdad que el refresco sabe a jarabe, a medicina. ¿Es que no podemos hacer una cocacola parecida o mejor aún que la de los americanos?

Parece ser que no.

Y El Che entraba a las fábricas siempre por los talleres, nunca por las oficinas. En el documental de Pedro Chaskel, "Constructor cada día compañero", aparecen multitud de testimonios de la presencia del comandante Guevara en las empresas. Y se ve cómo El Che se transmuta en las reuniones con los obreros, se producen largas pausas para la sonrisa a mitad de un discurso. Nos llega la sensación de que está como en casa, de que goza las reacciones de los auditorios. En una fábrica, mientras la cámara salva la anécdota para la eternidad fiel recuerdo. El Che cuenta la historia del obrero que para ahorrar puso dos bobinas de papel, sobre ellas un tablón, sobre el tablón una escalera, se trepó, amarró la brocha a un palo y pintó aquella zona a la que nunca se llegaba... Luego los de control de seguridad le echaban la bronca al Che por estimular estas iniciativas enloquecidas.

Pero no sólo hay sonrisas en su relación con los obreros, también de vez en cuando habla fuerte con ellos, exige, critica. El 31 de mayo, tras una visita a la planta ensambladora de motocicletas en Santiago de Cuba, les escribe a los trabajadores una nota bronqueándolos por el uso privado que los militantes hacen de los productos y aclarándoles que
los obreros responsables de la producción de cualquier artículo no tienen derechos sobre ellos. Ni los panaderos tienen derecho a más pan, ni los obreros del cemento a más sacos de cemento: ustedes tampoco a motocicletas.

En este segundo trimestre del 63. dos noticias familiares afectarán su vida, por un lado su madre, Celia de la Serna, cuando regresaba del Uruguay a la Argentina fue detenida acusada de transportar literatura comunista, y habría de pasar dos meses en la cárcel correccional de mujeres en Buenos Aires, con problemas de salud. La venganza contra El Che se iniciaba en Argentina. Por otro lado una foto casera tomada hacia mayo del 63 mostraba a Aleida March con el embarazo muy avanzado de su próxima hija, que también habría de llamarse Celia, el cuarto hijo del Che, que nacería el 14 de junio. Aleida en la foto ríe a carcajadas mientras carga a un sonriente y calvo Camilo; Aleida II se debate en brazos de un Che risueño, que deposita su mano en el cuello de una pequeña Hilda, con flequillo y los ojos entrecerrados de placer.

Other books

Tangles and Temptation by India-Jean Louwe
A Life Transparent by Todd Keisling
I Shall Not Want by Julia Spencer-Fleming
The Purity of Vengeance by Jussi Adler-Olsen
Fly the Rain by Robert Burton Robinson
Haggard by Christopher Nicole
Shifting Gears by Audra North
Thicker Than Water by Anthea Fraser