Ernesto Guevara, también conocido como el Che (71 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Dos días después estallará lo que habrá de conocerse como "La crisis de los cohetes." A las siete de la tarde del 22 de octubre el presidente Kennedy se dirige a la nación en un mensaje televisado de 17 minutos anunciando la "evidencia indiscutible de las bases en Cuba", habla de que se establecerá una cuarentena y un cerco. En inmediata respuesta los barcos soviéticos en ruta reciben ordenes de ignorar el bloqueo.

Al día siguiente se decreta en Cuba la "alarma de combate." El periodista argentino Adolfo Gilly reseñaría: "Fue como si una larga tensión contenida se aflojara, como si todo el país como un solo cuerpo dijera: por fin." El Che es designado jefe del Ejército occidental y se dirige a Pinar del Río. Según Tamayo, su asistente, El Che pensaba que la guerra estallaría en cualquier momento y que la invasión ahora sí vendría por esa zona. Establece su cuartel general en la cueva de Los Portales, al pie de los cerros que rodean el valle de San Andrés de Caiguanabo, a orillas del río San Diego. Una cueva natural que había sido mínimamente adaptada en época pre revolucionaria por el latifundista Cortina, quien había construido unos escalones y ampliado la glorieta. La cueva era majestuosa, pero en su interior, de una manera terriblemente austera se habían montado compartimentos, comunicaciones, unos catres, dos fogones, una mesa con una losa sobre dos pilares de piedra. Estalactitas, golondrinas en el día y murciélagos en la noche.

A toda velocidad y pensando que la guerra esperaba al final de la esquina, El Che comenzó a organizar depósitos de municiones en cuevas y serranías, recorrió trincheras y acantonamientos, hablando con la gente y subiendo la moral. El esquema era crear una primera línea de defensa siguiendo la experiencia de Bahía de Cochinos y luego en caso de que la invasión lograra crear una cabeza de playa, replegarse a una guerra de guerrillas en la Sierra de los Órganos. Durante aquellos días de alerta El Che recorría la zona a su cargo y en las noches leía y jugaba al ajedrez.

El 24 de octubre Krushev dirige a Kennedy un mensaje urgente: la URSS ve el bloqueo como una agresión y no instruirá a los barcos que se desvíen. Pero en las primeras horas de la mañana los buques soviéticos en ruta a Cuba comienzan a disminuir la velocidad, regresan a puerto o alteran sus rutas. Sólo un buque-tanque, el Bucarest, continúa avanzando hacia la línea de bloqueo. ¿Será el encargado de probar las amenazas estadunidenses?

Fidel le envía una nota urgente a Krushev dos días más tarde: "La agresión es inminente, se producirá en las próximas 24 o 72 horas, lo más probable es que sea un ataque aéreo con objetivo limitado a los blancos que se quiere destruir, el segundo es la invasión. Resistiremos el ataque cualquiera que sea." Sugiere en el segundo caso que si hay ataque nuclear se dé una respuesta nuclear. Ese mismo día Kennedy acuerda el aumento de la frecuencia de los vuelos de observación.

Al día siguiente Fidel ordena que se dispare sobre los vuelos piratas. Hacia las 12 del mediodía un avión U2 estadunidense que sobrevuela territorio cubano es derribado por un proyectil SAM, disparado por iniciativa de los comandantes rusos de una de las bases. La tensión llega al máximo. Y entonces, sin advertir o tomar en cuenta a los cubanos, Krushev propone a Kennedy el desmantelamiento de las bases a cambio de una propuesta de no invasión a Cuba y una negociación sobre la retirada de los misiles estadunidenses en Turquía que apuntan hacia la URSS, Kennedy acepta en principio la propuesta. I os cubanos han sido atrapados nuevamente en un juego déla geopolítica de la guerra fría.

El 28 de octubre, en la redacción del periódico "Revolución". su director Carlos Franqui recibe un cable de AP en el que se entera deque Nikita va a retirar los cohetes. El director del diario se comunica con Fidel. Es la primera noticia para el dirigente cubano. Fidel larga una retahila de insultos: "Pendejo, hijo de puta, cabrón." Al día siguiente "Revolución" titula: 'Los soviéticos retiran los cohetes", en la calle se canta: "Nikita mariquita, lo que se da no se quita."

Un día mas tarde Fidel recibe de Krushev una parte de la información. El dirigente sovietico aclara que ha negociado sobre la base de una promesa de Kennedy de no intervención. Fidel declara públicamente que se opone a una inspección de Cuba, justifica el que hubieran derribado el avión y le contesta a Krushev: "El peligro no nos impresiona porque el peligro ha estado colgando sobre nosotros desde hace mucho tiempo y de una cierta manera nos hemos acostumbrado a él."

En los siguientes días la tensión irá decreciendo. Hilda Gadea, quien regresa de su trabajo encontrará al Che en su casa: "Encontré a Er-nesto todo sucio, las botas llenas de barro, jugando con la niña en el piso (...) jugando también con el perro." Ante la proximidad de la muerte, el retorno a la vida.

En un artículo escrito en esos días y que no habría de publicarse sino después de su muerte, quizá por su denuncia de la actitud de los soviéticos, "Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana", haría un balance áspero de la crisis:
Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que esta dispuesto a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a sociedades nuevas y
que cuando se hace, sin consultarlo, un pacto por el cual se retiran los cohetes atómicos, no suspira de alivio, no da gracias por la tregua: salta a la palestra para dar su voz propia y única, su posición combatiente, propia y única, y
más lejos, su decisión de lucha aunque fuera solo.

Como siempre, cuando estaba enfurecido, El Che se sumergirá en un mutismo declarativo respecto a la URSS y la crisis y se dedicará de lleno, enclaustrado, a las tareas industriales. Saverio Tutino, entonces corresponsal del diario comunista italiano "L'Unita", intenta entrevistarlo y se encuentra con una triple negativa:
No, porque es comunista, italiano, y lo que es peor, periodista.
Tutino consignaría más tarde: "Tenía un aura de misterio que derivaba de su silencio y sus posiciones de izquierda, la renuncia a los privilegios, el trabajo nocturno... Corría el rumor de que El Che había querido dispararles a los aviones estadunidenses durante la crisis."

CAPÍTULO 32

"El mismo Che no podía ser siempre como el Che"

Los soviéticos, para suavizar las agrias reacciones de sus aliados cubanos enviaron a su única carta posible a la isla, Anastas Mikovan. éste se reunirá el 5 de noviembre con Fidel, Raúl, Dorticós, Aragonés, Carlos Rafael y el embajador soviético Alexeiev, el único funcionario soviético al que los cubanos parecían tener respeto, y de quien se decía que había llorado de desesperación cuando se retiraron unilateralmente los cohetes. Es obvio por qué El Che no fue invitado a la reunión. De cualquier manera la frialdad reinaba en el encuentro y no se produjo ningún comunicado público. Al día siguiente, el enviado del Kremlin volvería a ver funcionarios cubanos en el aniversario de la revolución de octubre en la embajada de la URSS sin que cambiara el talante. Mikovan, para mejorar el ambiente, hacía discursos izquierdistas anti estadunidenses y tenía que enfrentarse al criticismo de los estudiantes de la Universidad de La Habana, sin recibir mayor atención oficial.

Así transcurrió noviembre, con la sensación de que en el límite, la isla dependería de sus propias fuerzas en el enfrentamiento mortal con Estados Unidos. Al paso de los días, mientras el gobierno cubano se negaba a cualquier tipo de control, por un problema de dignidad nacional, Kennedy retiraría el bloqueo naval mientras los soviéticos desmontaban las bases.

El 4 de diciembre El Che responderá una entrevista de un periodista del diario comunista "Daily Worker", que parece ser que fue suavizada antes de publicarse, porque El Che había despotricado contra el liberalismo de Krushev. No andaba el comandante Guevara de buen humor, porque una semana más tarde polemizaría en público con el diario "Revolución" como resultado de la publicación de un diario suyo de la invasión retocado por
un señor de Santa Clara, bastante picúo que quiso agregar hazañas mediante adjetivos. El poco valor que pudieran tener aquellas notas, acaba cuando pierden autenticidad.
Se quejaba además de que en el artículo dicen que para él en el Escambray la guerra era algo secundario, lo cual dicho así era absurdo. Por último se enfadaba porque Ramiro era registrado en el artículo como "cercano colaborador", cuando era en realidad el segundo jefe de la columna.
Me parece que si hubieras revisado el texto se hubieran obviado los errores,
le decía a Franqui y le señalaba además que había una tentación al sensacionalismo en la manera en que las cosas se titulaban.

El director de "Revolución" respondía que había sido un error del pie de foto y que las notas del diario estaban preparadas para un número de "Revolución" de la época clandestina, sin que "nosotros supiéramos que se habían agregado algunos adjetivos." Y Franqui defiende los titulares llamativos diciendo que el impacto de la revolución se rescata en estos titulares fuertes y agresivos. Y remata: "Sólo nos queda desearte la maldición gitana de que algún día, cuando pasen los años y hayas tenido éxito en todas las tareas que te haya asignado la revolución, te nombren director de un periódico revolucionario."

Y nuevamente El Che se replegó a las tareas de la industrialización, constatando que la productividad había subido durante la crisis... a pesar de movilizaciones de milicias, alertas, prioridades militares en transporte... Sólo había una manera de entenderlo: la conciencia de los trabajadores en momentos de crisis se elevaba por encima de los problemas, era esa tensión política, ese factor de conciencia el que hacía la diferencia que ninguna norma, compulsión o premio podían lograr. Era la propia lección de su vida, la gran dínamo era la conciencia social, la voluntad.

Trabajaba en su pequeña y austera oficina del noveno piso, decorada fríamente tan sólo con una foto de Camilo, un diploma en el que se le reconocían sus actividades en el trabajo voluntario, un dibujo de un minero trabajando, dos horribles sillones dorados, un mapa industrial de un pequeño televisor, dos ceniceros. Allí habría de recibir a uno de sus nuevos colaboradores, el economista cubano Miguel Alejandro Figueras, quien recluta para la Dirección de Planificación a largo plazo, y le confiesa que el futuro pasa por la electrónica, la siderúrgica y las computadoras, un tema del que no se hablaba entonces en.

Todos los lunes había una doble reunión del Consejo de Dilección y en la tarde una revisión de una empresa en particular. El Che en las lardes no dirigía la discusión, pero tenía sus notas sobre el informe subrayadas y llenas de anotaciones.
¿A
qué hora se lo había leído? Había varios provocadores en esas reuniones, según uno de los asistentes, al Che le gustaba que le discutieran, no le gustaba el servilismo, no aplastaba al que le oponía argumentos y evitaba que los viceministros los aplastaran.

Por esos días El Che presenta al Consejo de Ministros el documento "Tareas generales para 1963", donde propone concentrar las tareas del Ministerio en la consolidación, abandonando la política de inversiones (no comprar nuevas fábricas a los soviéticos mientras se instala lo ya contratado en la Europa socialista), resolver las discrepancias en las políticas salariales, fomentar la lucha contra el burocratismo, insistir en la capacitación profesional y técnica y comenzar la batalla por la calidad.

La lucha por la capacitación estaba ya en marcha, en la industria, de los 189 514 obreros que dependían del Ministerio, el 34,4% estaban estudiando. Por otro lado se iniciaban los trabajos de investigación científica asociados a la industria. Figueras recordaría que entre el 63 y el 64: "se crearon los diez centros de investigaciones del Ministerio de Industria, y eso en un momento en el que menos personal había."

Y El Che seguía siendo ese personaje difícil y entrañable, que presionaba brutalmente a sus colaboradores y mantenía una eterna reserva, difícil de romper. Oltuski cuenta: "Nos fuimos acercando en encuentros varios, pero sin intimidad ni amistad, incluso en los primeros meses de enero tuvimos varios choques. Un día puse la mano sobre su hombro en señal de afecto y me dijo:

"—¿Y esa confianza?

"Y cayó mi mano. Pasaron los días y un día me dijo:
"—¿Sabés? No eres tan hijo de puta como me habían dicho.
"Y reíamos y ya fuimos amigos."

Y las anécdotas sobre el peculiar estilo del Che se multiplicaban: El 21 de enero se estudiaba en el Consejo de Dirección del Ministerio de Industria las empresas farmacéuticas. El Che tenía un termo de café al lado sin empezar y a Gravalosa le urgía que lo abriera y sirviera. Pero el termo permaneció cerrado durante toda la reunión. Al finalizar Gravalosa protestó: Reuniones y sin café... El Che le dijo:
No había café para todos, no habrá café para nadie.

Y a Miguel Ángel Figueras le diría:
Ustedes saben que yo no soy muy partidario del estímulo material, pero voy a emplear el desestímulo material. Como parte de su trabajo es visitar dos empresas al mes, y como ustedes no han cumplido, a partir de hoy el que tenga atrasos no cobra hasta que se ponga al día.

Ya pesar y a causa de su dureza, El Che creaba fidelidades pasmosas y también odios apaches, por la mezcla de austeridad y exigencia brutal, por la dureza de sus humores, y provocaba amores imposibles entre el personal femenino del Ministerio de Industria. Una trabajadora del Ministerio, Yolanda Fernández, diría: "La personalidad del Che y su figura llamaban la atención a muchas muchachas del Ministerio, hubo algunas que hasta estuvieron enamoradas de él. Era un hombre que la naturaleza le dio algunos rasgos que lo hacían lucir bien, era muy varonil, de ojos bonitos, hablaba con ellos."

Seis o siete años más tarde de la historia que aquí se está contando, el poeta Ernesto Cardenal visitó Cuba; a lo largo del viaje fue recogiendo anécdotas
sobre
El Che que todo el mundo parecía querer contarle, que nadie podía guardar; la suma de aquellas historias del ministro que comía en la cafetería del Ministerio como uno más de los trabajadores, con su escudilla de aluminio haciendo colas, del hombre que no dormía; del que después de trabajar trabajaba, del ministro que en su casa, los domingos, al finalizar la jornada de trabajo voluntario, se ponía a leer informes de pie con la punta de la silla en la espalda para no quedarse dormido. Historias que se sintetizan en esta brevísima conversación:

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