Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
Sea o no cierto, el caso es que en esta primera fase de las negociaciones con posibles editoriales en Estados Unidos, estaban actuando como intermediarios de los militares bolivianos, dos periodistas estadunidenses, calificados por Fidel como "periodistas allegados a la CIA", Andrew Saint George y Juan de Onís del "New York Times", quienes disponían de fotocopias del diario, aunque con el compromiso de no publicarlas. Las negociaciones se trabaron cuando Doubleday se retiró con el argumento de que los derechos de autor podían ser cuestionados por Aleida March, la viuda del Che.
Mientras las negociaciones proseguían, una variante no esperada por nadie se produjo: A finales de enero del 68, en la oficina de la agencia cubana de información Prensa Latina en Santiago de Chile, un mensajero misterioso salió de la nada y como mago sacando un conejo del sombrero, hizo la siguiente afirmación:
—Vengo por encargo de Antonio Arguedas. Él quiere entregar el diario del Che a Cuba.
El mensajero señalaba que el origen de la oferta estaba en que el ministro del Interior de Bolivia estaba muy enfadado por la intromisión norteamericana en su país. Un grupo de periodistas encabezados por Hernán Uribe se reunieron para estudiar la insólita situación. Nada se podía perder, de tal manera que le dieron el sí al enviado de Arguedas y transmitieron un mensaje al viceministro del Interior cubano, Manuel Piñeiro. Poco después llegó el boliviano a Santiago con los microfilmes dentro de un disco de música folklórica. Se decide entonces que el transportista fuera el periodista Mario Diaz Barrientos, conocido como "El enano", quien viajó vía México a La Habana siendo escoltado, sin él saberlo, por agentes del Ministerio del Interior cubanos.
Fidel Castro aclararía más tarde: "Aunque el documento en sí mismo no ofrecía la menor duda de su autenticidad, todas las copias fotostáticas fueron sometidas a un riguroso examen a fin de comprobar no sólo dicha autenticidad, sino incluso cualquier alteración por pequeña que fuese. Los datos fueron además cotejados con el diario de uno de los guerrilleros sobrevivientes." La tarea de desentrañar la letra fue realizada por la viuda del Che, Aleida, apoyada por Manresa, su secretario; colaboraron también los tres supervivientes cubanos de la guerrilla: Alarcón, Tamayo y Villegas.
Sólo quedaba en pie una reserva para los cubanos, Fidel la registraría en el futuro prólogo del libro: "Como en este Diario la Revolución Cubana y sus relaciones con el movimiento guerrillero aparecen reiteradamente señaladas, algunos pudieran interpretar que su publicación por nuestra parte constituye un acto de provocación que dará argumentos a los enemigos de la Revolución y a los imperialistas yanquis y sus aliados, los oligarcas de América Latina, para redoblar sus planes de bloqueo, aislamiento y agresión a Cuba", pero la existencia de copias en manos de Barrientos y la CIA hacía absurda la objeción.
Toda la operación de manufactura del libro se mantiene en secreto, tras varios meses de transcripciones y autentificación, el manuscrito entra en la imprenta Osvaldo Sánchez el sábado 22 de junio. A las 11:45 de la mañana del domingo 30, el "Diario del Che en Bolivia" estaba listo. Alumnos de las Escuelas Técnicas echaron una mano para preparar la edición millonaria. Un día más tarde el libro se encuentra en las librerías de La Habana en distribución gratuita. Casi al mismo tiempo, lo editan Punto Final de Chile, Masperó en Francia, Ruedo Ibérico en Francia para la España franquista, Siglo
XXI
en México, Feltrinelli en Italia, Trinkot en la RFA y la revista Ramparts en Estados Unidos. Curiosamente la lista de editores no incluye editoriales ni periódicos de Europa oriental, lo que da una idea de las tensiones existentes en ese momento entre el socialismo irreal europeo y la revolución cubana, de los desamores de los burócratas de Europa oriental por El Che. Incluso la agencia checa CTK se dio el lujo de dudar de la autenticidad del diario en un despacho que comentaba la edición habanera.
Las librerías en la Habana estaban saturadas, las fotos muestran espectaculares concentraciones, millares de personas en las colas. El profesor de secundaria Israel Díaz fue el primero en recibir el diario en la librería de L y 27; llevaba desde las cuatro de la madrugada haciendo cola. En semanas el diario tendrá millones de lectores en todo el mundo, las reimpresiones se sucederán en ediciones de cientos de miles de ejemplares.
No sólo los checos ponen en duda la autenticidad de la versión cubana, lo sorprendente es que el periodista Saint George también lo hace, a pesar de que tiene que saber que el diario es auténtico, y dice que la versión real la publicará Stein and Day y que el original que él ha visto contiene críticas a Fidel.
La respuesta del primer mandatario cubano no se hace esperar y el 3 de julio del 68 en la televisión cubana comenta: "Nadie que esté en su sano juicio puede concebir que alguien publique una copia falsa de un documento cuyo original está en manos de otro, siendo además ese otro su enemigo."
Pero la edición cubana tiene una carencia, le faltan trece días que si bien no contienen información trascendente, serán una pista para descubrir cómo el libro llegó a sus manos. Días más tarde o bien una mano nacionalista y amiga o bien los militares bolivianos le filtran el diario del Che al periódico de la Paz "Presencia" y a la cadena radial boliviana Nueva América, que lo difunden el 11 y 12 de julio en su versión completa. Si existió algún intento para manipular el diario, éste ha sido desbaratado.
Ese mismo día, en medio de un escándalo público, se inicia una investigación en Bolivia para descubrir cómo se ha producido la filtración. El general Ovando, para liberar de culpas al ejército, convoca a la prensa a su oficina, muestra que los diarios se encuentran allí, en una caja fuerte, dentro de una caja de zapatos.
Una semana más tarde el presidente anuncia una nueva investigación. Ese mismo día el ministro de Gobernación, Antonio Arguedas, desaparece junto con su hermano, reapareciendo en Chile, donde pide asilo político.
Antonio Arguedas resulta un personaje, para decirlo de la manera más suave, peculiar; ex mayor de aviación y abogado de 40 años, ex miembro del Partido Comunista, ex militante de la facción de izquierda del MNR, ex agente de la CIA, suma demasiados virajes en su vida política para tener credibilidad. Ha sido acusado de manejar la represión contra los cuadros urbanos de la guerrilla del Che y cerrar los ojos ante torturas y asesinatos. Sin embargo, durante su exilio declara que admira a Fidel y que quiere tomar en sus manos el fusil que dejó "su amigo" Coco Peredo. ¿Son creíbles sus argumentos? Meses más tarde dirá respecto a sus motivaciones: "Mi propósito fundamental era evitar que el imperialismo norteamericano suplantara o modificara parcialmente el diario del Che Guevara." Fidel Castro confirmaría días más tarde que había sido Arguedas la fuente de la filtración y que había sido de forma totalmente desinteresada.
Y nuevamente una historia extraña. Arguedas se va de Chile exilado a Londres, donde es interrogado por la CIA y los servicios británicos, luego a y de ahí a Lima, para retornar finalmente a La Paz, donde se sometería aun juicio del que salió libre bajo fianza, parece que gracias al chantaje de amenazar con revelar las conexiones entre la CIA y el gobierno boliviano en la campaña contra El Che a través de 134 documentos que estaban en su poder. En una rocambolesca progresión, su casa sería volada de un bombazo, será tiroteado y terminará asilándose en la embajada de México en La Paz.
Con el final del "caso Arguedas" aparentemente la rocambolesca historia del diario de Bolivia del Che parecería condenada al olvido, pero mediada la década de los ochenta, el escándalo se reprodujo cuando la famosa casa británica Sotheby's anunció que en breve subastaría los diarios originales del Che y propuso 250 mil esterlinas como cálculo de valor. ¿Cómo habían llegado hasta allí? El gobierno boliviano anunció una investigación y llegó fácilmente hasta la figura del ex dictador, el general Luis García Meza, quien se los había vendido a "un brasileño", quien a su vez los había vendido o estaba usando de intermediaria una galería británica... En junio del 84 Sotheby's suspendió la subasta ante las repetidas demandas legales del gobierno boliviano.
La "maldición" del Che
En los siguientes 15 años, bajo el signo de una serie de sorprendentes casualidades, sin duda atribuibles a que los personajes involucrados vivían en tiempos inciertos y al filo de la navaja, la mayoría de aquellos que tuvieron que ver con la captura, la orden del asesinato y la desaparición del cadáver de Ernesto Guevara, sufrieron extraños accidentes mortales en helicópteros o automóviles, fueron ajusticiados por los herederos de la guerrilla, deportados, se enfermaron misteriosamente, fueron tiroteados, victimados por grupos terroristas de la izquierda fantasmagórica o de la derecha más cavernícola o asesinados a palos por sus propios ex compañeros.
Como si el fantasma del Che retornara a pedir cuentas a sus asesinos, una sistemática ola de violencia fue tocando uno a uno a casi todos los participantes en los acontecimientos. No es pues sorprendente que este cúmulo de casualidades diera nacimiento a la leyenda de la "maldición del Che" que según el rumor o la conseja popular hubiera organizado desde el más allá la coordinación de estos accidentes, atentados y enfermedades; un segundo rumor, sin ninguna prueba que lo apoyara, atribuyó a los servicios secretos cubanos una operación de venganza internacional. Curiosamente, los que propalaban la primera hipótesis no se sentían tan orgullosos del hecho, como aquel escritor cubano que una vez le sugirió al historiador sonriendo: "los servicios nuestros..." con un cierto tono de satisfacción en la voz.
Repasemos:
Honorato Rojas se volvió figura pública tras aquella fotografía en que el vicepresidente Siles lo felicitaba por haber delatado a la guerrilla y haber conducido al grupo de Tania y Vilo Acuña a la emboscada en el vado del Yeso, una foto patética, con Honorato vestido de ranger, con una gorra que le quedaba grande y su hija de año y medio en los brazos.
El 14 de julio del 69, un comando del renacido ELN lo ajustició de dos disparos en la cabeza. Vivía a unos kilómetros de Santa Cruz, en un ranchito de cinco hectáreas que le había regalado Barrientos.
Y sería el propio general René Barrientos el segundo en caer. Presidente de Bolivia y el que confirmó la orden de ajusticiamiento del Che, menos de un año más tarde moría carbonizado al desplomarse cerca de la población de Arque el helicóptero en que viajaba el 29 de abril del 69. El accidente nunca ha podido ser explicado. El rumor acusó a su viejo compañero, el general Ovando, de estar detrás del asesinato, en un momento en que Barrientos preparaba un autogolpe de estado para librarse de oposiciones internas y externas. Por cierto que Ovando fue arrojado en 1970 del palacio presidencial al que había llegado gracias a un golpe militar contra el sustituto de Barrientos, por otro militar, el general Miranda.
El escritor Jorge Gallardo, quien estuvo en estrecho contacto con la cúpula militar que protagonizó el golpe progresista de Torres años después de los sucesos, contaba: "Tres años después de la muerte del Che, la superstición popular presagiaba que desde su tumba se llevaría consigo a los responsables de su muerte." Y un par de historiadores cubanos que recorrieron el sur de Bolivia en la zona donde operó la guerrilla del Che, registraban: "A partir de estas creencias comenzó a circular entre los militares bolivianos y sus familiares una carta cadena, la cual decía que la muerte de Barrientos era un castigo de dios y que a todos los culpables del asesinato del Che una grave desgracia les esperaba. Para poder salvarse recomendaba rezar tres padres nuestros y tres aves marías. Había que reproducirla en nueve copias y enviarla a igual cantidad de destinatarios."
O bien las copias de la carta cadena resultaron insuficientes, o bien los actos se sucedían sin ninguna coordinación, el caso es que poco después del "accidente" de Barrientos una nueva muerte colaboró a que el rumor siguiera creciendo: El 10 de octubre de 1970, un día después del tercer aniversario de la muerte del Che, falleció en un accidente de automóvil el teniente Eduardo Huerta, quien había sido el primer oficial que participó en la captura.
La cadena prosiguió con el violento asesinato del teniente coronel Andrés Selich, quien fue uno de los pocos militares de alta graduación que entrevistó al Che en la escuela de La Higuera y trató de vejarlo. Al principio de la década de los setenta, bajo el gobierno de Bánzer, de quien había sido ministro del Interior, fue muerto a palos, en una sesión de "interrogatorio" realizada por agentes de seguridad militar cuando lo sorprendieron fraguando uno más de la cadena de golpes de estado que componen la historia de Bolivia.
Poco después, el coronel Roberto Quintanilla, quien como jefe de inteligencia del Ministerio del Interior, presenció la amputación de las manos del cadáver del Che para su posterior identificación y años más tarde fue el asesino material de Inti Peredo, fue ajusticiado en Hamburgo, en abril del 71, por una militante del ELN, Mónita Earlt.
Presentándose como una ciudadana alemana que requería una visa para Bolivia, Mónica entró en el consulado, solicitó ver al coronel Quintanilla y llevada a su presencia lo remató de dos tiros en el pecho, desapareciendo inmune tras la operación.
La "maldición" del Che no sólo era portada por militantes revolucionarios, a veces cobraba una forma diferente: el agente de la CIA que identificó al Che y luego fotografió su diario, Félix Rodríguez, a su regreso a Miami comenzó a sufrir de asma, a pesar de que el asma suele manifestarse en la infancia y él no tenía antecedentes de haber sufrido nunca esa enfermedad. "Cuando llegué aquí a Miami (..) acabé con un ataque de asma. Me hicieron pruebas de alergia de todo tipo y nada salió positivo. Concluyeron que era o la maldición del Che o algo psicológico, lo mismo me daba en climas secos que húmedos, fríos que calurosos."
El mayor Juan Ayoroa, cuyos rangers actuaron en la fase final de la campaña contra El Che e intervinieron en su captura y muerte, fue deportado por el gobierno Bánzer a finales de septiembre del 72.
Juan José Torres, quien era jefe del estado mayor del ejército boliviano durante la campaña del Che y suscribió la orden de ejecución, llegó años más tarde al poder, del que fue expulsado por un golpe militar de ultraderecha, y el 12 de febrero del 76 cayó asesinado de tres balazos en la cabeza por la ultraderechista triple A en Buenos Aires.