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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (114 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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Van a buscar al general Alfredo Ovando, ministro de Guerra, en la pequeña oficina que ocupa en la ciudadela militar de Miraflores, quien al recibir a los tres oficiales manda a llamar al general Juan José Torres, jefe del estado mayor de las Fuerzas Armadas que ocupa la oficina de enfrente al salón de reuniones anexo a la oficina de Ovando. Es en este salón donde se reúnen los cinco militares. Es posible que se haya consultado a otros altos cargos de las fuerzas armadas, como el comandante de la Fuerza Aérea León Kolle Cueto, curiosamente hermano del dirigente del PC, Jorge Kolle.

No existe ninguna constancia de lo que se deliberó en esa sala, tan sólo de la decisión. Una vez llegado a un acuerdo los generales se lo comunican al presidente René Barrientos, quien da su visto bueno.

A las 11:30 de la noche el Comando de las fuerzas armadas envía al coronel Zenteno en Vallegrande el siguiente mensaje por morse: "Orden presidente Fernando 700." El Che Guevara ha sido condenado a muerte.

Para el biógrafo más frío, mucho más para los acalorados, estas 18 horas en La Higuera resultan desesperantes. Ernesto Guevara ha vivido dejando tras de sí un río de papeles que fijan sus impresiones, sus versiones, incluso a veces sus más íntimas emociones; diarios, cartas, artículos, entrevistas, discursos, actas. Ha vivido rodeado de narradores, testimoniales, voces amigas que cuentan y lo cuentan. Por primera vez, el historiador tiene que apelar tan sólo a testimonios hostiles, muchas veces interesados en distorsionar lo sucedido, en construir una versión fraudulenta. Lo que hoy se sabe ha venido surgiendo a cuentagotas a lo largo de 28 años, fruto de tenacidades periodísticas, de memorias tardías para fabricar disculpas. La Higuera es un páramo de palabras donde sólo queda lugar para preguntas: ¿Sabe que lo van a matar? ¿Cómo valora ahora a Simón Cuba, del que tantas veces en su diario ha renegado? ¿Saca las cuentas de los guerrilleros vivos, los detenidos y los muertos? Quedan Pacho y Pombo con Inti, Dariel, Darío, El Ñato y Tamayo; Huanca y el médico De la Pedraja han escapado con los heridos. ¿Lo habrán visto caer detenido? ¿Intentarán algo? ¿Dedica sus horas a pensar en Aleida y los chicos, en el pequeño Ernesto al que casi no conoce? ¿En los muertos? Los otros muertos que han jalonado el camino, Ramos Latour y Geonel, El Patojo y Camilo y Masetti; San Luis, Manuel, Vilo y Tania... y la lista se hace interminable. Son sus muertos, murieron porque creían con él. ¿Le duele la herida? Él nunca dejó a un prisionero sin cuidados, le han dado una aspirina para curar un tiro de bala. ¿Repasa la derrota, el último eslabón en una cadena que se alarga: el grupo de Puerto Maldonado, el de Salta, ahora la suya, la guerrilla del Che? ¿Qué le espera? ¿Cincuenta años de cárcel? ¿Una bala en la nuca? No es esta la primera derrota, ¿quién sabe si será la última? Su diario se encuentra en la casa del telegrafista, a unos metros de donde lo tienen prisionero. Ha habido otras derrotas, pero por primera vez en su vida,

Ernesto Guevara es un hombre sin papel y sin pluma. Un hombre esencialmente desarmado porque no puede narrar lo que está viviendo.

En La Higuera hace una hora y media que se ha producido el primer cambio de guardia. El Che se encuentra tirado en el suelo, la herida ha dejado de sangrar.

Uno de los soldados que hacen guardia en el cuarto contará años más tarde: "Una de las cosas que yo vi, y me pareció que era un ultraje al guerrillero, fue que Carlos Pérez Gutiérrez entra, lo agarra de su cabeza y le escupe en su cara, y El Che no se aguantó y también le escupió, además le dio una patada que le hizo dar un volterete, no sé en qué lugar le haya dado la patada pero vi a Carlos Pérez Gutiérrez tendido en el suelo y Eduardo Huerta con otro oficial más, lo detienen."

Un poco más tarde un enfermero del ejército le lava la pierna con desinfectante; no llega más allá la curación. Ninfa Arteaga, la esposa del telegrafista se ofrece para llevar comida a los presos, el suboficial de guardia se niega. "Si no me dejan darle de comer a él no le doy a nadie." Su hija Elida le lleva un plato al guerrillero ciego (¿El chino Chang?) en otro de los cuartos. La última comida del Che será un plato de sopa de maní.

El subteniente Toti Aguilera entra en la habitación.

—Señor Guevara, está a mi cargo.

El Che le pide un cigarrillo. Aguilera le pregunta si es médico, El Che afirma y dice que también dentista, que ha sacado muelas.

El teniente da vueltas por el cuarto tratando de sacar un hilo de conversación. Termina huyendo, no hay ambiente con ese personaje huraño que sale del mito y está herido; no logra romper esa distancia cabrona que El Che siempre ha impuesto a los suyos, mucho más a los ajenos, mucho más a los enemigos.

Varios soldados entran más tarde al cuarto. Hablan de todo, a ratos, a desgana, ¿Hay religión en Cuba? ¿Es cierto que lo quieren cambiar por tractores? ¿Usted mató a mi amigo? Hay insultos. Dicen que un suboficial le pregunta, al ver al Che recogido sobre sí mismo en una esquina del cuarto:

—¿Está pensando en la inmortalidad del burro?

Guevara, al que tan queridos le resultaron siempre los burros, sonríe y responde:

—No, teniente, estoy pensando en la inmortalidad de la revolución a la que tanto temen aquellos a los que ustedes sirven.

Hacia las 11:30 de la noche un par de soldados se quedan solos con El Che, sin suboficiales ni oficiales. El Che habla con ellos, les pregunta de dónde son. Ambos son de origen minero, uno hijo de minero. Les habla. Piensan que a lo mejor pueden escapar con él. Uno de ellos sale de la escuela para ver cómo andan las cosas por afuera. El pueblo sigue en estado de alerta. Hay tres anillos de guardias, el tercero de gente de otro regimiento, se lo comunican al Che.

Dicen que dijo:
No se preocupen, estoy seguro que yo mucho tiempo no voy a estar preso porque muchos países van a reclamar por mí, entonces no hay necesidad y no se preocupen tanto, yo no creo que me pase cualquier otra cosa.

Uno de los dos grupos de guerrilleros sobrevivientes ha logrado evadir el cerco del ejército, Inti Peredo cuenta: "Esa noche tensa y angustiosa, ignorábamos absolutamente lo que había sucedido y en voz baja nos preguntábamos si quizá otro compañero además de Aniceto había muerto en el combate." Al amanecer bajan de nuevo a la quebrada y tras una corta espera se movilizan hacia el segundo punto de contacto, a unos cuantos kilómetros de La Higuera. Alarcón completa: "Nos dirigimos hacia el segundo punto de contacto, cerca del Río el Naranjal. Teníamos que volver otra vez en dirección a La Higuera y en esa tarea nos sorprendió el día cerca de la aldeíta."

Amanece el 9 de octubre. Los cablegramas viajan de la embajada estadunidense en La Paz a Washington, el embajador Henderson le dice al Departamento de Estado que El Che está "entre los capturados seriamente enfermo o herido", los asesores en temas latinoamericanos de Lyndon Johnson usando fuentes de la CIA reportan que Barrientos dice que tiene al Che y que quiere verificar con las huellas digitales al hombre que ha sido capturado herido.

Amanece en La Higuera, los prisioneros escuchan el sonido del rotor de un helicóptero, las guardias son relevadas. El aparato transporta al coronel Zenteno, al que acompaña desde Vallegrande el agente de la CIA, Félix Rodríguez. Los dos personajes se dirigen a la casa del telegrafista donde se encuentran los documentos capturados en la mochila del Che.

Bajo el mando del mayor Ayoroa los rangers peinan las quebradas a la búsqueda de los sobrevivientes. El capitán Gary Prado da la versión oficial: "Se inicia este operativo en la mañana del 9 cuidadosamente revisando palmo a palmo las quebradas. La compañía A encuentra las cuevas donde estaban refugiados Chino y Pacho y cuando los intimaban rendición disparan y matan a un soldado, ocasionando la reacción rápida de los rangers, que con granadas de mano y ametralladoras los silencian." Curiosamente en otra parte de su versión dice que los soldados le reportaron "la presencia de guerrillero", no de dos. ¿Por qué si había dos hombres en la quebrada los supervivientes no los vieron la noche anterior? ¿Por qué no hay ninguna entrada en el diario de Pacho el día 8?

En La Higuera el coronel y el agente de la CIA entran a ver al Che. Un soldado contará años más tarde: "Uno de los comandantes discutió con El Che bastante fuerte y ese comandante tenía al lado una persona, un periodista sería, que grababa con una especie de grabadora muy grande colgada del pecho."

En la versión de Rodríguez, las cosas son más amables. Sacan al Che de la escuela y le piden permiso para hacer una foto. Félix se coloca al lado del guerrillero. Hacia las diez de la mañana el mayor Niño de Guzmán, el piloto del helicóptero, dispara la Pentax del agente de la CIA. La foto ha llegado hasta nosotros: El Che es una maraña de pelo aleonada, una cierta desolación áspera en el rostro, la barba sucia, los ojos achicados por el agotamiento y el sueño, las manos unidas como si estuvieran atadas.

Habrá otro par de fotos esa mañana tomadas por soldados y muy similares, en ambas el derrotado comandante Guevara rehúsa mirar a la cámara.

Zenteno va hacia el Churo para supervisar la operación en curso, Rodríguez mientras tanto manda con su RS48 portátil un mensaje cifrado. Selich, que lo observa, es muy preciso: "Traía una radiotransmisora de gran alcance que se instaló inmediatamente y transmitió un cifrado en clave de 65 grupos aproximadamente. Inmediatamente instaló sobre una mesa al sol una máquina fotográfica dispuesta sobre un dispositivo de cuatro pies telescópicos y comenzó a tomar fotografías."

Se interesa particularmente en los dos diarios del Che, el libro de claves y la libreta de direcciones en todo el mundo. Los militares y el agente de la CIA se encuentran en el patio frente a la casa del telegrafista.

Rodríguez hace un comentario al fotografiar el libro de claves: "Sólo hay dos ejemplares en el mundo, uno en manos de Fidel Castro y éste." Selich retorna a Vallegrande en el helicóptero con los dos soldados heridos. A las 11:30 Zenteno regresa a la Higuera con una escolta y el mayor Ayoroa, se encuentran al agente de la CIA en plena operación. Los militares lo ven hacer. Zenteno lo comenta apenas y Rodríguez le asegura que copias de las fotos les serán entregadas en La Paz. "Nadie objetó la toma de fotografías, nadie se opuso", dirá más tarde el mayor Ayoroa.

En la soledad del cuarto El Che les pide a sus custodios que le permitán hablar con la maestra de la escuela, Julia Cortez; ella dirá qué' El Che le dijo:

—Ah, usted es la maestra. ¿Sabe usted que la e de sé no lleva acento en ya se leer
— señala un pizarrón—.
Por cierto, en Cuba no hay escuelas c
omo
ésta. Para nosotros esto sería una prisión. ¿Cómo pueden estudiar aquí los hijos de los campesinos? Esto es antipedagógico.

—Nuestro país es pobre.

—Pero los funcionarios del gobierno y los generales tiene automóviles Mercedes y abundancia de otras cosas... ¿verdad? Eso es lo que nosotros combatimos.

—Usted ha venido de muy lejos a pelear en Bolivia.
—Soy revolucionario y he estado en muchos lugares.
—Usted ha venido a matar a nuestros soldados.
—Mire, en la guerra, o se gana o se pierde.

¿En qué momento el coronel Zenteno le transmitió a Ayoroa la orden presidencial de asesinar al Che? ¿Trató Félix Rodríguez de convencerlo de que no lo mataran, de que El Che era en esos momentos más útil vivo y derrotado que muerto? En sus memorias el agente de la CIA lo afirma, en sus posteriores declaraciones Zenteno no lo menciona.

Rodríguez cuenta que conversó con El Che durante hora y media, que incluso el comandante le pidió que transmitiera a Fidel el mensaje de que la revolución latinoamericana triunfaría y que le dijera a su mujer que se casara de nuevo y fuera feliz.

Pero la hora y media en realidad no pasó de un cuarto de hora y otras fuentes militares coinciden en que El Che reconoció a Rodríguez como un "gusano" al servicio de la CIA, lo llamó mercenario y se limitaron a intercambiar insultos.

El hecho es que a las 11:45 Zenteno recoge el diario y la carabina del Che y junto con Rodríguez parte en el helicóptero que acaba de retornar.

A medio día El Che pide que le permitan hablar de nuevo con la maestra. Ella no quiere, tiene miedo.

Mientras tanto, a unos quinientos o seiscientos metros del pueblo, los guerrilleros supervivientes esperan que se haga de noche para moverse. Alarcón cuenta: "Allí nos enteramos que El Che estaba preso (...) Nosotros oíamos las noticias a través de una radio chiquita que teníamos y que disponía dé un auricular (...) Nosotros creíamos que se trataba de desinformación del ejército. Sin embargo como a las 10 de la mañana ya hablaban de que El Che estaba muerto y (...) hablaban de una foto que él traía en su bolsillo con su señora y sus hijos. Cuando los tres cubanos oímos aquello nos miramos fijamente mientras las lágrimas nos salían en silencio. (...) Aquella cosa nos dio la veracidad de que El Che había muerto en combate, sin que nos pasara por la mente que lo teníamos vivo a poco más de quinientos metros."

A media mañana Ayoroa solicitó voluntarios entre los rangers para la tarea de verdugo. El suboficial Mario Terán pidió que le dejaran matar al Che, un soldado recuerda: "Decía como argumento que de la compañía B habían muerto tres Marios y en honor a ellos deben darme el derecho de matar al Che." Estaba medio borracho. El sargento Bernardino Huanca se ofreció para asesinar a los compañeros del Che.

Pasada la una de la tarde, Terán, de baja estatura, no mediría más de 1.60, chato, 65 kilos, entró al cuartito de la escuela donde estaba El Che, traía un M2 en las manos que le había prestado el suboficial Pérez. En el cuarto de al lado Huanca acribillaba al Chino y a Simón.

El Che estaba sentado en un banco, con las muñecas atadas, la espalda a la pared. Terán duda, dice algo, El Che responde:

—Para qué molestarse. Vienes a matarme.

Terán hace un movimiento como para marcharse y dispara la primera ráfaga respondiendo a la frase que casi 30 años después dicen que dijo El Che:
Tirá, cobarde que vas a matar a un hombre.

"Cuando llegué El Che estaba sentado en el banco. Al verme dijo:
usted ha venido a matarme.
Yo no me atrevía a disparar, y entonces el hombre me dijo:
Póngase sereno, usted va a matar a un hombre.
Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en el brazo, en un hombro y en el corazón."

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