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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

Ernesto Guevara, también conocido como el Che (111 page)

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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En la entrada del diario de Pacho Fernández Montes de Oca del 1 de octubre, una semana antes de los hechos que aquí se narran, se cuenta: "Fernando me pide un cigarro y que le arme un peine de la pistola. Tiene la pistola en la mano como si tuviera que resolver matarse antes de caer prisionero. Yo estoy en la misma disposición." Dariel Alarcón reflexionará años más tarde: "Es obvio que durante el fragor del combate o por otra razón desconocida, Che perdió este peine que le había preparado Pacho, y eso impidió que cumpliera una decisión que nadie, conociendo de su extraordinario valor tantas veces probado, de su desprecio a la muerte." El propio Fidel Castro en la introducción al diario del Che en Bolivia cuenta: "Se ha podido precisar que El Che estuvo combatiendo herido hasta que el cañón de su fusil m2 fue destruido por un disparo inutilizándolo totalmente. La pistola que portaba estaba sin magazine. Estas increíbles circunstancias explican que lo hubiesen podido capturar vivo."

La versión de la captura narrada un año más tarde por el ministro del Interior boliviano, Antonio Arguedas, confirma que la pistola estaba sin cargador, pero en las versiones militares, tanto en el inventario de objetos pertenecientes al Che, como en el recuento del responsable de la inteligencia militar, el coronel Saucedo, la pistola aparece con municiones.

¿Mienten los militares bolivianos en esto, como en tantas otras cosas, en su versión sobre la captura del Che? ¿Existía la voluntad de suicidio en el comandante Guevara en caso de caer capturado? ¿Se perdió el cargador en el combate? ¿Lo utilizó cuando se dañó su fusil? ¿O más sencillamente no tuvo tiempo de reaccionar en el momento de la detención, abrumado por el asma y sorprendido por la aparición inesperada de los tres soldados? Es imposible saberlo.

Más allá de los pequeños misterios, las fuentes coinciden en que la primera relación que El Che mantuvo con sus captores fue una breve conversación con el cabo:

—¿Cómo te llamas?

—Cabo N. Balboa Huayllas


Qué lindo nombre para un comandante guerrillero
—dicen que dijo. Y que luego repartió cigarrillos Astoria a los soldados que lo habían detenido.

El capitán Gary Prado, quien tenía el puesto de comando muy cerca de esa posición, hablando de sí mismo en tercera persona, narraría: "... avisando a su comandante de compañía que estaba a unos quince metros:

"—Mi capitán, aquí hay dos, los hemos agarrado."

"Presentándose en la posición el capitán Prado observa a los guerrilleros y pregunta:

"—¿Usted quién es?, dirigiéndose a Simón Cuba, que contesta "Willi" (...) y luego el otro (...). Soy
El Che Guevara.
Extrayendo una copia de los dibujos de Bustos, el oficial compara los rasgos y luego le pide que extienda la mano izquierda, donde observa claramente en el dorso una cicatriz que se había indicado como una señal particular de identificación."

Uno de los rangers dirá que El Che hablaba "orgullosamente, sin bajar la cabeza y no le apartaba los ojos a mi capitán." Gary Prado registrará años más tarde la imagen de su enemigo que le quedó para siempre en la memoria: "El Che tenía una mirada impresionante, unos ojos claros, una melena casi pelirroja y barba bastante crecida, Elevaba una boina negra, uniforme de soldado completamente sucio, una chamarra azul con capucha y el pecho casi desnudo, pues la blusa no tenía botones."

Prado, a través de un radiorreceptor GRC9 de la segunda guerra mundial, se comunica al cercano pueblo de Abra de Picacho para que a su vez su auxiliar el teniente Toti Aguilera se comunique a Vallegrande, sede de la viii División. Son las 14:50 y así queda registrado. El mensaje que envía Aguilera dirigido a Saturno, nombre clave del coronel Zenteno, es: "Hay tres guerrilleros muertos y dos heridos graves. Información confirmada por tropa asegura caída Ramón. Nosotros aún no confirmamos. Nosotros dos muertos y cuatro heridos."

De nuevo Prado, narra: "Una vez en el puesto de comando tomé algunas disposiciones. Estábamos bajo la sombra do un pequeño árbol, a la orilla de la quebrada, pero a diez metros por encima de ella y protegidos por una pequeña depresión. Ordené que los prisioneros fueran amarrados de pies y manos con sus propios cinturones y apoyados de espalda."

Dice que dijo El Che:

—No se preocupe, capitán, esto ya se terminó.

—Para usted sí, pero todavía quedan por ahí algunos buenos combatientes y no quiero correr riesgos. Y asegura que El Che concluyó:
—Es inútil, hemos fracasado...

Respondiendo a su llamarlo, el teniente Aguilera le informa a Prado que de Vallegrande le piden confirmación de la captura. Los coroneles que han estado haciendo esta guerra a kilómetros de las zonas de combate no se lo acaban de creer. A las 5:30 Prado envía un segundo mensaje por radio: "Caída de Ramón confirmada. Esporo órdenes qué debe hacerse. Está herido."

Media hora más tarde sale en helicóptero de Vallegrande el coronel Andrés Selich con dirección a La Higuera, el poblado más cercano a la Quebrada del Churo. Hacia las cuatro y media el helicóptero sobrevuela la quebrada y recibe fuego do los guerrilleros que aún continúan combatiendo.

También se aproximan a la zona de combate dos aviones cargados con napalm. A través de su radio el capitán Prado les pide que no bombardeen porque se está combatiendo muyen corto. En el fondo de la quebrada y en la cañada adyacente se mueven como sombras guerrilleros y rangers. Minutos después un pelotón del ejercito choca, ahora con Olo Pantoja y René Martínez Tamayo, cae herido un soldado que muere poco después, dos nuevos heridos; los guerrilleros son atacados con granadas de mano y muertos. Esta será la versión oficial.

A las cinco de la tarde de Vallegrande se envía un escueto cable-grama al comando del ejército en La Paz: "Confirmamos caída, de Ramón." Les ha tomado dos horas y media animarse a pasar la información al estado mayor.

Más o menos en ese mismo momento, uno de los tres grupos de guerrilleros que estaba combatiendo en la parte alta de la quebrada (Inti Peredo, Harry Villegas, Alarcón, El Ñato Méndez, Leonardo Tamayo, Adriazola) logra arribar al punto de encuentro que han fijado previamente con El Che tras evadir a los soldados bolivianos. En el camino han encontrado harina botada en el suelo, los combatientes se inquietan, El Che jamás hubiera permitido esto. Más tarde aparece el plato del Che pisoteado. Inti Peredo narrará: "Lo reconocí porque era una vasija honda de aluminio. No encontramos a nadie en el lugar de reunión, aunque reconocimos huellas de pisadas y las abarcas del Che, que dejaban una marca diferente a las demás y por lo mismo era fácilmente identificable. Pero esta huella se perdía más adelante." Alarcón completa: "Nosotros vimos salir al Che y escapar al cerco y por eso creíamos que ya estaba fuera de peligro. Serían las tres de la tarde cuando vimos que El Che iniciaba la retirada; entonces nosotros dijimos: ya está fuera de peligro, pero lo que no vimos luego es que volvía para socorrer a Simón y al Chino (...) El combate terminaría como a las cinco de la tarde."

¿Dónde estaba El Che? Se seguían oyendo disparos. Otro grupo, el de los enfermos conducido por Huanca, se ha logrado infiltrar, lo acompañan el médico Morogoro, los peruanos Cabrera y Calvan y Jaime Arana. Pacho en solitario ha logrado ocultarse en uña cueva en el fondo de la quebrada.

Oscurece. El capitán Prado decide replegarse hacia La Higuera, con su más preciada presa, el comandante Guevara capturado.

Una extraña procesión, un velorio mortuorio arranca. Casi un centenar de soldados atemorizados llevan los cadáveres de sus compañeros y los de Olo Pantoja y René Martínez Tamayo en camillas improvisadas. El Che, junto con Simón, es conducido amarrado por otros dos soldados que lo cargan en medio de un fuerte "dispositivo de seguridad."

La Higuera se halla a dos y medio kilómetros y en el camino se encuentran a unos soldados heridos que estaban siendo evacuados, El Che se ofrece para curarlos, el capitán Gary Prado se niega, lo culpa de la situación, El Che dice lacónicamente:
Es la guerra.
El capitán le ofrece cigarrillos rubios Pacific, pero El Che sólo acepta un Astorga negro de uno de los soldados.

Deben ser cerca de las siete de la tarde. Los hombres de la columna tenían órdenes de no dirigirle la palabra a los guerrilleros. De cualquier manera, El Che no volvió a hablar en el resto del camino. Quizá recordara lo que había escrito sobre Bolivia cuando la recorrió por primera vez:
La vida humana tiene poca importancia aquí y se da o se quita sin mayores aspavientos.

Durante la gira África de fines del 64 e inicios del 65.

Caracterizado para su salida clandestina hacia el Congo. Abril de 1965.

Base de Luluamburg en las montañas de El Congo, cerca del Lago Tangañica, 1965.

Clases de matemáticas a los miembros de la guerrilla.

En la base de Lualumburg, El Congo, 1965.

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