Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Tags: #Biografía, Ensayo
Roberto Guevara, el hermano del Che, se presenta en Santa Cruz acompañado de un grupo de periodistas para recoger el cuerpo de su hermano ("Viajamos en avión a Bolivia, en un avión de periodistas, porque no tenía plata") y tan sólo recibe evasivas e informaciones contradictorias por parte de los militares. Existe una foto de Roberto en Santa Cruz, con traje de tres piezas, luce desconcertado, como si no supiera dónde depositar la vista.
Los rumores sobre el desaparecido cadáver recorren la gama de lo posible y algo más. El periodista mexicano José Natividad Rosales aseguraba que el cuerpo se encontraba enterrado en el cuartel de La Esperanza, donde habían sido entrenados los rangers, en un ataúd en tapa de cristal. Corrió la versión de que efectivamente el cuerpo había sido incinerado y que las cenizas habían sido esparcidas desde un helicóptero por la selva; se dijo que estaba emparedado en la alcaldía de Vallegrande, e incluso dos meses después de la muerte de Guevara, Michelle Ray recogía la versión de que el cuerpo estaba conservado en hielo en los sótanos de algún lugar en La Paz.
¿Cómo había muerto El Che? ¿Dónde estaba su cadáver?
Un cable de Interpress (puesto en circulación los días 11 y 12 de octubre) es el primero en poner en duda la versión oficial de la muerte, se basaba en una conversación con el forense Martínez Casso, que vacilando señaló que la muerte se había producido entre las 11 de la mañana y el mediodía del mismo lunes 9 de octubre, por lo tanto, si los combates se habían producido el 8...
El domingo 15 el capitán Gary Prado, que ha sido acusado de la muerte por un periodista, da una entrevista al corresponsal de la UPI y deja la historia ambigua, aunque salvando su intervención. Cuando él lo capturó estaba vivo y vivo lo entregó en La Higuera. ¿Estaba herido? ¿Era grave? No menciona el asunto.
Fidel Castro, en la primera comparecencia para confirmar la muerte del Che ante la televisión cubana, el día 15 de octubre, acusaba a los militares bolivianos de haber ejecutado al Che basándose en las contradicciones entre las declaraciones y la autopsia y las múltiples declaraciones de que El Che estaba herido pero no de gravedad cuando fue capturado. Un cable del 17 de octubre reafirmaba la nueva versión de las Fuerzas Armadas bolivianas: "El Che Guevara murió horas después de ser capturado vivo (...) a consecuencia de las heridas", pero la revista "Time", sin duda con información filtrada por el gobierno norteamericano, confirmaba la versión de Fidel ese mismo día: los militares bolivianos habían ordenado la ejecución del Che, quien había sido capturado vivo y herido. Pocos días después el británico Richard Gott escribiendo para "Punto Final" en Chile revelaba que desde el 8 de octubre les habían filtrado la noticia (probablemente el propio Papy Shelton en el club de golf de Santa Cruz) de que El Che había sido capturado.
Sería hasta el 5 de febrero del 68, cuatro meses después de los hechos, cuando aparecería la primera versión con abundantes detalles, de que El Che había sido capturado el día 8 y ejecutado el día siguiente en la escuela de La Higuera, un reportaje de la francesa Michelle Ray para la revista estadunidense "Ramparts", titulado: "La ejecución del Che por la CIA."
Al paso del tiempo, sorteando el pantano de la desinformación, la verdadera historia se fue abriendo camino. Más complicado habría de ser el descubrir el paradero de los cadáveres del Che y sus compañeros. Los investigadores cubanos Cupull y González recogieron a finales de los años ochenta rumores sobre dos posibles ubicaciones de la tumba colectiva: "Se habla de dos lugares, un terreno al fondo del dormitorio del regimiento Pando o a un costado de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Vallegrande. Hay 200 metros de distancia entre los dos puntos." Pero el primero en romper el silencio oficial que ocultó durante años el paradero de la tumba fue el mayor Saucedo Parada, de la inteligencia militar boliviana, quien años más tarde confesó varios de los elementos clave de la información que el historiador recoge.
Habrían de pasar 28 años para que uno de los enterradores, el entonces capitán Vargas Salinas, hoy general retirado, decidiera romper definitivamente el silencio reconociendo que había participado en el entierro junto con el mayor Flores. Y relatara que, al amanecer del 11 de octubre de 1967, habían hecho una zanja con la ayuda de un tractor a un costado de la pista aérea, habían arrojado los cuerpos del Che y sus compañeros y luego cubrieron la tumba para que no quedaran huellas.
El descubrimiento provocó un gran revuelo en noviembre de 1995. El ejército boliviano titubeó, se contradijo, el alcalde de Vallegrande pretendía que los alrededores del aeropuerto se declarasen "patrimonio histórico", para fomentar el turismo hacia ese pueblo alejado de la mano de todos los dioses; el presidente boliviano Gonzalo Sánchez ofreció una búsqueda que le permitiera al Che gozar de "cristiana" sepultura...
En noviembre y diciembre del 95 las brigadas comenzaron las excavaciones coordinadas por expertos argentinos y con la colaboración de un forense cubano. Siguiendo la voz popular, se descubrieron en Cañada del Arroyo las tumbas de un segundo entierro colectivo, el del grupo que sería asesinado posteriormente en Cajones, el grupo de Huanca y los enfermos, pero las búsquedas del cuerpo del Che han sido, hasta el momento de entregar a la imprenta este libro, infructuosas...
Los muchos relojes del comandante Guevara
Resulta sorprendente que un hombre que en vida manifestó tanto desapego por las cosas, por los objetos materiales, haya dejado tras de sí, en su muerte, un enorme rastro de pertenencias, de cosas con las que vivió. Cosas que le pertenecieron, o que dicen que le pertenecieron o que pudiéron haberle pertenecido.
En Cuba los objetos del Che son parte de una veneración laica: En la entrada de la revista "Verde Olivo" se encuentra en una pequeña vitrina la cámara que en 1960 El Che le prestó a la revista y luego les regaló, una Exakta de 35 milímetros. Los visitantes invariablemente se detienen ante la vitrina y luego levantan la vista para encontrarse con una foto de un Che sonriente.
Lina González, una vieja campesina en las Lomas del Pedrero le enseña cariñosamente al periodista Mariano Rodríguez "el taburete, la mesa y la tacita donde se sentaba, comía y tomaba café."
En Cabaiguán, en el museo municipal dedicado al Che, se muestra a los visitantes la férula de yeso que llevó en el brazo izquierdo, fracturado en los últimos días de la batalla de Santa Clara. ¿Cómo fue a dar allí? ¿Será verdadera? Porque la férula lo acompañó hasta la entrada en La Habana y hay fotos que lo muestran con el brazo izquierdo aún enyesado en el pequeño despacho de La Cabaña. ¿Cómo retornó el yeso a Cabaiguán?
Hace años se hizo en Cuba una exposición con objetos que tenían que ver con la guerrilla boliviana en el Museo de la Revolución, pero ni el jeep "de Tania" era el de Tania, ni los calcetines, "delgaditos, de esos que se usan en uniformes de lujo del ejército cubano —le contará al historiador indignado uno de los sobrevivientes de la guerrilla boliviana— eran del Che. El Che usaba unas medias azules gruesas, compradas en Francia y los calcetines estaban limpios, nuevecitos, mientras que las medias del Che estaban rotas, tiesas, porque nunca se lavaba los pies."
Como las astillas de la vera cruz, o los talismanes de la suerte, los objetos del Che provocaron en amigos y enemigos una cacería cuasi religiosa, una veneración amable, un tráfico amoral y multitud de ridículos fraudes.
Tras su captura, el comercio con las escasísimas pertenencias del Che se desató entre La Higuera (donde como dice el poeta Enrique Lihn, El Che "ha instalado post mortem su cuartel general"), Vallegrande y La Paz. Una mentalidad en que se combinaba el derecho a la rapiña, el botín de guerra y el fetichismo impulsó a los militares primero y luego a los civiles cercanos a robar todo lo que pasaba frente a ellos que hubiera pertenecido al Che Guevara. Los dólares estadunidenses, los pesos bolivianos y los dólares canadienses se repartieron en La Higuera a espaldas de los mandos superiores, la pluma Parker fue a dar a manos de un suboficial, quien terminó cambiándosela a un periodista por una serie de fotos; el anillo del Che fue recogido por otro, quien se dedicó a sacarle copias, que años más tarde seguía vendiendo, la carabina m2 dañada terminó en las manos del coronel Zenteno y dicen que éste, para quedar bien, se la entregó al general Ovando; una de sus pipas fue robada por el coronel Selich y otra por el sargento Bernardino Huanca. Nadie quiso su calzado hecho con cueros y mecate, sus abarcas que habían substituido a las botas destrozadas.
Nada sin embargo ha tenido tantos propietarios simultáneos como el reloj del Che.
El 8 de octubre de 1966 el comandante Guevara llevaba encima dos relojes Rólex, el suyo y el de su asistente, que le había sido entregado al Che al morir Coello. Al ser capturado los soldados le quitaron ambos. En su primera conversación dentro de la escuela de La Higuera, El Che se lo ha contar a Gary Prado, quien llama a los soldados y recupera dos Rólex Oster Perpetual.
—Acá tiene sus relojes, guárdelos, nadie se los quitará.
El Che responde que prefiere que él se los guarde y que si pasa algo se los haga "llegar a los míos." Prado le pide que identifique el suyo, El Che se lo marca con una x en el reverso, utilizando una piedrecita. Prado se queda con el del Che y le da al mayor Ayoroa el de Coello.
Hasta aquí la historia oficial, pero el telegrafista de la Higuera, Cortez, vio cómo el coronel Selich le quitaba al Che su reloj aprovechando que estaba amarrado. Y el agente de la CIA, Félix Rodríguez, narra cómo se hizo con el reloj del Che engañando a un soldado que se lo había quitado y cómo se lo puso en la muñeca cuando ascendió al helicóptero en que abandonó el poblado de La Higuera, y en el proceso el Rólex Oster Perpetual se vuelve un Rólex GT Master. Pero el periodista hispano-mexicano Luis Suárez aseguraba que el Rólex del Che fue a dar a la mano del sargento Bernardino Huanca, quien se lo quitó al cadáver.
Otras versiones hacen propietario del reloj al general Ovando y otra más, la más fantástica, hace recorrer al reloj millares de kilómetros, del cadáver al médico que hizo la autopsia, del médico a su hijo, quien lo entregó como pago de una deuda en una cantina de la ciudad mexicana de Puebla.
Los diarios escurridizos
Entre el material capturado a la guerrilla en el combate de la quebrada del Yuro, más allá de las obsesiones fetichistas de oficiales y soldados, hay una serie de cuadernos y agendas que resultaban un botín de guerra jugoso para los militares, en particular dos: se trataba de una libreta color rojiza de espiral de 14 x 20 centímetros con la fecha "1967" inscrita en la portada y una agenda café impresa en Frankfurt. La primera contenía el diario del Comandante Guevara de noviembre y diciembre del 66 y en su reverso los mensajes intercambiados entre la guerrilla del Che y La Habana, y la segunda, sus escritos diarios a lo largo de 1967 hasta el 7 de octubre. Existían además una libreta con un directorio de contactos en todo el mundo, dos libros pequeños de claves y un cuaderno de color verde donde El Che había copiado poemas de León Felipe, Neruda y Guillén. Gary Prado había marcado uno de los diarios en la propia quebrada del Churo con la nota: "encontrado en la mochila."
La primera noticia pública de la existencia de los diarios fue dada por el jefe de las fuerzas armadas, el general Ovando, cuando se los mostró a los reporteros en una conferencia de prensa en el Hotel Santa Teresita el 10 de octubre.
Durante esos dos primeros días el diario ha venido pasando de manos: del capitán Gary Prado que lo marca, al coronel Zenteno en La Higuera, al agente de la CIA, Rodríguez, quien lo fotografía, a inteligencia militar en Vallegrande, a Ovando, quien lo ojea en su alojamiento del Banco Central, a su ayudante, el teniente Olmos, que se lo entrega al comando de la viii División para una conferencia de prensa y que descubre, cuando lo va a reclamar, que ha ido a dar a manos de otro agente de la CIA, García. En el avión de retorno a La Paz el capitán Pamo lo recupera de manos de García y se lo devuelve a Ovando, quien lo entrega posteriormente a Inteligencia Militar, que lo depositan en una caja fuerte.
La copia fotográfica de la CIA arribará a Washington en los siguientes días. Existe un memorándum del 11 octubre del 67 de Rostow al presidente, que sin duda hace alusión a los diarios: "Esta mañana estamos 99% seguros de que El Che Guevara está muerto (censurado). Esto(a)s deben llegar a Washington hoy o mañana."
Una semana más tarde las dos figuras de la dictadura militar boliviana comienzan una guerra de declaraciones y maniobras que involucran los diarios del comandante Guevara: el 16 de octubre a través de un cable de ansa, el ejército boliviano informa que tiene intención de "vender el diario para resarcirse de las pérdidas que le causó la guerrilla."
El 7 de noviembre el general Ovando, comandante de las fuerzas armadas, anuncia que el diario se venderá al mejor postor. El presidente Barrientos, para llevarle la contraria, anuncia que ya se vendió a un consorcio editorial estadunidense.
A lo largo de noviembre los generales intentan cerrar el negocio de la venta del diario y escuchan ofertas de Doubleday en Estados Unidos y Magnum, la empresa francesa de "París Match", cuya intervención en la puja es más bien una cortina de humo tendida por una periodista francesa para obtener más información. Se habla de ofertas que, "se iniciaron en 20 mil dólares y alcanzan la cifra de los 400 mil", que parecen ser exageradas. El 22 de noviembre un decreto presidencial autoriza a las fuerzas armadas a disponer de los documentos y pertenencias del Che.
Varios investigadores cubanos han insistido en que la operación editorial no era importante en sí misma, que de lo que se trataba era de legitimar una versión del diario que estaba siendo retocada por la CIA. Cupull y González afirman concretamente que en la estación de La Paz se encontraban trabajando técnicos y calígrafos, con la intención de producir distorsiones, omisiones y alteraciones para generar una nueva versión del diario útil en la guerra caliente contra Cuba. Sin duda podría resultar muy interesante para la Agencia producir una versión que les permitiera, entre otras cosas, enfrentar la figura del Che a la de Fidel, o incrementar las tensiones entre los cubanos y el bloque soviético, desprestigiar al propio Che mostrándolo como un aventurero despótico o un iluso, o aumentar las tensiones entre el guevarismo y los partidos comunistas latinoamericanos. Pero una operación de esta magnitud era muy delicada, no sólo en sus aspectos técnicos, habría que lograr una versión de diario que tuviera credibilidad, que se ajustara lo más posible al personaje y sus escritos anteriores.