Authors: Agatha Christie
Miró a las hermanas sucesivamente.
—Era el nombre de una muchacha que conocimos —admitió Lavinia Glynne—. Por eso nos sorprendió.
—Sobre todo porque tuvo una muerte horrible —señaló Anthea.
—¡Anthea, no es necesario entrar en esos detalles! —intervino Clotilde, con un tono de reproche en su voz.
—Pero si todo el mundo sabe muy bien lo que le sucedió —replicó Anthea. Miró a miss Marple—. Creía que usted ya estaba al corriente porque usted conoció a Mr. Rafiel. Quiero decir que él nos escribió una carta hablándonos de usted y, por lo tanto, tenían que conocerse. Imagino que él le habría contado todo el caso.
—Lo siento mucho, pero me temo no saber de qué me está hablando.
—Encontraron su cadáver en una zanja.
No había manera de hacer callar a Anthea, se dijo miss Marple, cuando contaba una cosa. Pero le pareció que la voz chillona de Anthea ponía a Clotilde cada vez más tensa. La hermana mayor sacó un pañuelo y se secó las lágrimas con mucha discreción. Después se sentó muy erguida, con la espalda recta y una expresión trágica en sus ojos.
—Verity era una muchacha a la que queríamos mucho —señaló Clotilde—. Vivió aquí durante un tiempo. Yo le tenía muchísimo cariño.
—También ella te lo tenía a ti —dijo Lavinia.
—Sus padres eran amigos míos —manifestó Clotilde—. Murieron en un accidente de aviación.
—Ella iba al colegio Fallowfield —explicó Lavinia—. Supongo que esa es la razón por la que miss Temple la mencionó.
—Comprendo —dijo miss Marple—. Miss Temple era la directora, ¿verdad? He oído mencionar a Fallowfield muy a menudo, por supuesto. Es un colegio excelente.
—Sí —asintió Clotilde—. Verity era una de sus alumnas. Después de la muerte de sus padres vino a vivir con nosotras durante algún tiempo hasta que decidiera qué quería hacer con su futuro. Tenía dieciocho o diecinueve años. Era una muchacha encantadora, muy dulce y cariñosa. Había manifestado interés por hacerse enfermera, pero era muy inteligente y miss Temple insistió mucho en que debía ir a la universidad, por lo que estaba preparando las pruebas de ingreso cuando ocurrió aquello tan terrible. —Desvió la mirada y después de una breve pausa, añadió—: ¿Le importa si abandonamos el tema?
—No, por supuesto que no —respondió miss Marple—. Lamento mucho haber sacado a relucir esta tragedia. No sabía nada, quiero decir que no tenía... —La anciana se volvió cada vez más incoherente.
Aquel mismo día se enteró de algo más. Mrs. Glynne se presentó en su dormitorio cuando miss Marple se cambiaba para ir a cenar al hotel.
—Me pareció que debía venir y contarle algo más sobre aquella muchacha —dijo Mrs. Glynne—. Por supuesto, usted no podía saber que nuestra hermana Clotilde la quería muchísimo y que su muerte le produjo una consternación tremenda. Nunca la mencionamos si podemos evitarlo, pero creo que todo resultará más fácil si le cuento todos los detalles para que usted lo entienda. Al parecer, Verity, sin saberlo nosotras, había trabado relación con un joven indeseable, más que un indeseable porque resultó ser muy peligroso, una persona con antecedentes delictivos. Vino a visitarnos un día cuando estaba de paso. Conocíamos muy bien a su padre. Creo que lo mejor será decirle toda la verdad si no la sabe y no parece que la conozca. Se trataba de Michael, el hijo de Mr. Rafiel.
—Vaya —exclamó miss Marple—, no recordaba el nombre, pero sí sabía que él tenía un hijo que no había salido muy buena pieza.
—Mucho más que eso. Siempre le había causado problemas. Lo habían juzgado un par de veces por diversos delitos: asalto a una adolescente y cosas por el estilo. Por supuesto, siempre he pensado que los jueces son demasiado clementes en estos casos. No quieren entorpecer los estudios universitarios de los jóvenes. Los dejan marchar con... ahora no recuerdo como lo llaman, una sentencia suspendida, libertad condicional o algo así. Si a esos muchachos los enviaran a la cárcel por lo menos una vez, les serviría de advertencia sobre los riesgos de la vida delictiva. También era un ladrón. Robaba cosas, falsificaba cheques. Era un delincuente empedernido. Éramos amigas de su madre. Creo que fue una suerte para ella morir joven y evitarse las molestias de ver el camino que seguía su hijo.
»Mr. Rafiel hizo todo lo posible. Intentó buscarle trabajos adecuados, pagó las multas y todo lo que hacen los padres, pero creo que fue un gran golpe para él, aunque intentaba aparentar indiferencia y lo consideraba como una de esas cosas que pasan. Tuvimos, como la gente del pueblo le dirá, una racha de asesinatos y de violencia en este distrito. No sólo aquí, sino también en otros lugares, a veinte millas, incluso a cincuenta, y hubo un par que la policía consideró obra del mismo autor, aunque ocurrieron a cien millas del pueblo. Pero la mayoría de los delitos se concentraron en esta zona. La cuestión es que un día Verity salió para ir a visitar a una amiga y ya no regresó. Acudimos a la policía, la buscaron por toda la región, pero no encontraron ningún rastro. Se publicaron anuncios, pero la policía sugirió que podía haberse marchado con un amigo. Entonces circuló el rumor de que la habían visto con Michael Rafiel. Para entonces, la policía ya le había echado el ojo como presunto autor de varios delitos, aunque no habían encontrado ninguna prueba directa. Se dijo que a Verity la habían visto, por la descripción de sus prendas y otras cosas, en compañía de un joven que podía ser Michael y en un coche cuya descripción correspondía con el suyo, pero no tenían nada hasta que encontraron el cadáver unos seis meses más tarde, a unas treinta millas de aquí en la zona boscosa. Lo habían enterrado en una zanja y cubierto con piedras y tierra suelta. Clotilde tuvo que ir a identificarlo. Era Verity. La habían estrangulado y, a continuación, le habían destrozado la cabeza. Clotilde nunca se recuperó del todo. Además de un lunar y una vieja cicatriz, la identificaron por las prendas y el contenido del bolso. Miss Temple quería mucho a Verity. Sin duda pensó en ella antes de morir.
—Lo siento mucho —se disculpó miss Marple—. Lo siento muchísimo. Por favor, dígale a su hermana que no lo sabía. No tenía ni idea.
Miss Marple caminaba lentamente por la calle principal del pueblo en dirección a la plaza del mercado. La encuesta judicial tendría lugar en un edificio de estilo georgiano que desde hacía un siglo se conocía con el nombre de Curfew Arms. Miró la hora. Disponía de más de veinte minutos. Se entretuvo mirando los escaparates y se detuvo ante una tienda que vendía lanas y prendas de punto para niños. Una dependienta joven atendía a una madre con dos hijos pequeños. En el otro extremo del mostrador había una mujer mayor.
La anciana entró en la tienda, caminó hasta el extremo del mostrador y después de sentarse delante de la mujer mayor, sacó una muestra de lana rosa. Explicó que se le había acabado la lana de este color y que necesitaba acabar una prenda infantil. No tardaron en encontrar la lana de marras y traerle otras muestras que podían interesarle. En cuestión de minutos, charlaban amigablemente. Empezaron por el trágico accidente. Mrs. Merrypit, si su nombre era el mismo que aparecía escrito en el cristal del escaparate, se explayó a gusto y comentó que ya iba siendo hora de que el ayuntamiento hiciera algo para evitar los peligros en los senderos y las vías públicas.
—La lluvia arrastra la tierra, los peñascos se aflojan y caen. Recuerdo un año en que cayeron tres piedras y se produjeron tres accidentes. Un niño estuvo a punto de perder la vida y, al cabo de unos seis meses, un hombre acabó con un brazo roto. El último acabó con la pobre Mrs. Walker. Era medio ciega y casi sorda del todo. Dijeron que no había oído nada, porque si no se hubiera apartado. Alguien vio rodar el peñasco y comenzó a dar voces, pero estaba demasiado lejos como para correr en su ayuda y la pobre acabó muerta.
—Qué pena —opinó miss Marple—. Algo realmente trágico. Son cosas que son difíciles de olvidar.
—Tiene usted toda la razón. Supongo que el coroner lo mencionará.
—Seguro que sí. Aunque nos parezca terrible es un accidente con una explicación natural, aunque claro que a veces ocurren las desgracias porque alguien interviene. Empuja una piedra y, antes de que pueda evitarlo, se produce una avalancha. Esa clase de cosas.
—Eso es cierto. Los chicos son capaces de todo. Pero no creo que nunca nadie los haya visto rondando por allá arriba.
Miss Marple pasó al tema de los jerseys, pero especialmente de colores brillantes.
—No es para mí —aclaró—, sino para uno de mis sobrinos nietos. Quiere uno de cuello alto y de colores vivos.
—Sí, ahora les gustan los colores vivos —admitió Mrs. Merrypit—, pero sólo para los jerseys, las camisas y las chaquetas. En cambio, los pantalones tienen que ser negros o azul oscuro.
Miss Marple describió un jersey a cuadros de colores vivos. Había un amplio surtido de jerseys con dibujos de todo tipo y colores, pero no había nada en rojo y negro, ni tampoco se mencionó que lo hubieran tenido en existencia. Después de mirar unos cuantos, miss Marple se dispuso a marcharse, no sin antes mencionar los asesinatos que, según le habían dicho, se habían cometido en la región.
—Al final pillaron al culpable —manifestó Mrs. Merrypit—. Un chico muy guapo, en el que nadie hubiera pensado. Un muchacho bien educado. Había ido a la universidad y todo. Dijeron que su padre era muy rico. Supongo que estaría algo perturbado. No lo enviaron a Broadway o como se llame el lugar donde los mandan. No, no lo hicieron, pero creo que era un caso de locura. Hablaron de cinco o seis chicas más. La policía interrogó a todos los jóvenes de los alrededores. Al primero que se llevaron fue Geoffrey Grant. Estaban casi seguros de que había sido él. Siempre había sido un poco raro desde que era un niño. Buscaba a las niñas pequeñas cuando iban a la escuela, les ofrecía caramelos y después se las llevaba a pasear por el bosque para que vieran los flores o algo así. Sospechaban que había sido él, pero no lo era. Después buscaron a otro, Bert Williams. Pero no había estado por aquí cuando ocurrieron dos de los casos. Dijeron que tenía una coartada. Luego cogieron al último, ahora no recuerdo el nombre. Creo que era Luke, no, no, Mike no-sé-qué. Un chico muy guapo, pero como le digo, con pésimos antecedentes. Robos, falsificación de cheques y no sé cuántas cosas más. También había estado metido en eso que llaman posible paternidad. No es exactamente eso, pero usted ya me entiende. Cuando una muchacha va a tener un bebé. Dictan una orden y el tipo tiene que pagar. Se ve que ya había hecho lo mismo con otras dos chicas.
—¿La muchacha iba a tener un hijo?
—Así es. Al principio, cuando encontraron el cadáver, todos creímos que se trataba de Nora Broad, la sobrina de Mrs. Broad, la que tiene una tienda de comestibles. Se las pintaba de maravilla con los chicos. Desapareció de su casa. Nadie sabía dónde estaba. Así que, cuando encontraron el cuerpo al cabo de seis meses, creyeron que era ella. —¿No lo era?
—No, era otra persona.
—¿Encontraron su cuerpo?
—No. Supongo que algún día lo encontrarán, pero la policía cree que lo arrojaron al río. Claro que nunca se sabe, ¿verdad? Nunca se sabe lo que puedes encontrar cuando aran un campo o algo así. Una vez me llevaron a ver todo un tesoro. Se llamaba Luton Soo, ¿no? En algún lugar al este del país. Lo encontraron en un campo arado. Hermoso. Naves de oro, barcos vikingos y platos de oro, unas fuentes enormes. Sí, nunca se sabe. Cuando menos te lo esperas, encuentras un cadáver o una cosa de oro, y bien puede llevar enterrado cientos de años o sólo cuatro, como Mary Lucas, que llevaba cuatro desaparecida. La encontraron en algún lugar cerca de Reigate. La vida es muy triste. Sí, es una vida muy triste. Nunca sabes lo que te puede pasar.
—Había otra muchacha que vivía por aquí —dijo miss Marple—, a la que también asesinaron.
—¿Se refiere usted al cadáver que creyeron que era el de Nora Broad, pero que no lo era? Se me ha olvidado el nombre. Esperanza o Caridad, uno de esos nombres. Usted ya me entiende. Estaban muy de moda en la época victoriana, pero ahora ya casi no se oyen. Vivía en la casona. Estaba allí desde que murieron sus padres.
—Murieron en un accidente, ¿verdad?
—Efectivamente. En un avión que volaba a Italia o a España, a uno de esos países del Mediterráneo.
—¿Dice usted que vino a vivir aquí? ¿A casa de unos parientes?
—No sé si eran parientes, pero creo que Mrs. Glynne era gran amiga de su madre o algo así. Mrs. Glynne, por supuesto, estaba casada y vivía en el extranjero pero miss Clotilde, la mayor de las hermanas, la morena, quería muchísimo a la muchacha. La llevaba con ella al extranjero, a Italia, a Francia y a otros muchos lugares. La mandaba a clases de mecanografía y taquigrafía, y a clases de arte. Miss Clotilde es muy aficionada al arte. Quería muchísimo a la chica. Cuando desapareció, se llevó un disgusto terrible y nunca más ha vuelto a ser la misma, todo lo contrario de miss Anthea.
—Miss Anthea es la más joven, ¿no?
—Sí. Algunas personas dicen que no está muy bien de la cabeza. Muchas veces se la ve paseando por la calle, hablando sola y moviendo la cabeza de una manera muy extraña. Los niños le tienen miedo. Dicen que está loca. No lo sé. En los pueblos la gente dice de todo. Su tío abuelo, que era el dueño de la casona, también era un poco rarillo. Practicaba el tiro al blanco con un revólver en el jardín, aunque nadie averiguó nunca por qué lo hacía. Al parecer, estaba muy orgulloso de su puntería.
—¿También miss Clotilde es rara?
—Oh, no, es muy inteligente. Creo que habla latín y griego. Le hubiese gustado ir a la universidad pero tuvo que cuidar de su madre que era invalida durante muchos años. Pero sentía un gran aprecio y cariño por aquella chica. No consigo recordar su nombre. La cuestión es que la quería y la trataba como a una hija, y entonces apareció aquel muchacho, creo que se llamaba Michael, y un buen día la chica desapareció sin más, sin decirle ni una palabra a nadie. No sé si miss Clotilde sabía que iba a tener un bebé.
—Pero usted sí lo sabía —señaló miss Marple.
—Ah, bueno, tengo mucha experiencia. Por lo general, sé cuando una muchacha está embarazada. Salta a la vista. No es sólo la figura, sino que lo sabes por la mirada en sus ojos, la manera que tienen de caminar y sentarse, y todas esas cosas. Sí, me dije, aquí tenemos a otra más. Miss Clotilde tuvo que ir a identificar el cadáver. Fue un golpe terrible. Se convirtió en otra persona. Estaba loca por aquella muchacha.