Esnobs (43 page)
Tal vez porque sabía que no se verían en algún tiempo, me preguntó por Edith. Le conté que estaba bien e hizo un gesto de aprobación.
—Me alegro.
—Estupendo.
Sacudió la cabeza y levantó las cejas.
—No sé —dijo—. ¡Mujeres!
Asentí, me reí en plan solidario y nos separamos como amigos. Supongo que se puede calcular el alcance de su desengaño por esta última reacción. No creo que Charles hubiera movido la cabeza y dicho «¡Mujeres!» a un conocido, como un personaje de comedia de situación, si su mujer hubiera decidido no volver con él. Creo que se habría aislado en un rincón oscuro y nunca habría vuelto a mencionar su nombre. Por eso supongo que hay que reconocer que Edith acabó con el hombre que más la quería. Pero no había malicia en los ojos de Simon y creo que hay que recordar una cosa: que a fin de cuentas no le hizo mal a nadie. Sin duda no es la peor de las referencias.
Tampoco le confesé nunca a Edith los esfuerzos de los Easton, o más exactamente de David, por congraciarse con la familia aunque fuera a sus expensas. Poco a poco, también se fue recuperando esa relación ligeramente incómoda. Al final, las cosas volvieron a la normalidad con sorprendente rapidez. Incluso los periódicos, que solo publicaron un par de artículos —en el
Standard
, me parece recordar, y en uno de los sensacionalistas— y se acabó.
Ella solo sacó el tema una vez, quizá porque yo no lo hacía. Estábamos paseando por el jardín una mañana de verano tres o cuatro años después de su regreso al nido y nos encontrábamos cerca de la rosaleda, donde habían puesto las sillas del rodaje tantos años antes. Los demás estaban jugando al
croquet
y el sonido de los golpes en las bolas y de las protestas de los jugadores animaba desde lejos nuestro paseo. De repente, me asaltó la imagen de Simon con la camisa de chorreras, tirado en el suelo con todo su atractivo, charlando en aquel lejano día con una Edith más joven y más tonta. Naturalmente, no dije nada y me sorprendió que, como si hubiera leído mis pensamientos, dijera:
—¿Todavía le ves de vez en cuando?
Negué con la cabeza.
—No. Creo que no le ve nadie. Se ha ido a California.
—¿A hacer cine?
—Bueno, esa era su idea. O por lo menos a hacer una serie de televisión.
—¿Y la está haciendo?
—Todavía no, pero nunca se sabe.
—¿Qué es de su mujer?
—Se ha ido con él.
Edith asintió. Seguimos paseando por la rosaleda. Unas flores rojas de fuerte aroma, tal vez Papa Meilland, llenaban el aire cálido con su dulce perfume.
—¿No me vas a preguntar nunca si soy feliz? —dijo Edith con una provocativa inclinación de cabeza.
—No.
—Pues te lo voy a decir de todos modos. —Cortó un capullo medio abierto y pasó el tallo por el ojal superior de mi camisa—. La verdad es que soy razonablemente feliz.
No dudé de su afirmación. Me alegro de que fuera, y siga siendo, razonablemente feliz. Eso es mucho más de lo que puede decir la mayor parte de las personas que figuran en mi agenda de direcciones.
Fin
Julian Alexander Fellowes
(Egipto, 1949) creció en Inglaterra y estudió en Cambridge. Actor en más de cuarenta películas y series de televisión, director, guionista —obtuvo un Óscar al Mejor Guion Original por
Gosford Park
— y creador de exitosas y reconocidas series como
Downton Abbey
, nos presenta
Esnobs
, su primera novela, que ha sido número uno en las listas de
best sellers
de Inglaterra y Estados Unidos, entre otros países.