Ernesto Guevara, también conocido como el Che (103 page)

Read Ernesto Guevara, también conocido como el Che Online

Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
11.79Mb size Format: txt, pdf, ePub

Al día siguiente, El Che sigue avanzando armando emboscadas que protejan su flanco.
Pensaba salir por la madrugada río abajo, pero se vieron soldados bañándose a unos 300 metros de nuestra posición. Resolvimos entonces cruzar el río sin dejar huellas y caminar por la otra senda hasta el arroyo nuestro.
Al día siguiente la guerrilla rompe el primer cerco y captura a un grupo de campesinos que habían reunido varias vacas extraviadas.
Nos pasamos la noche comiendo.

Debray cuenta: "Durante los cinco minutos de reposo que había por cada hora de marcha podía tomarse una o dos tazas de un elíxir más o menos fangoso. Por lo demás, todo era igual para todos. Colgaba y descolgaba su hamaca sin ayuda, exigía estrictamente en cada comida la misma media sardina o los tres pedacitos de carne que correspondía a cada uno, llevaba el mismo peso en su mochila, y en una ocasión en que atravesando un río su reserva de maíz cayó al agua, se pasó un día entero sin comer, por no tener que acudir a las reservas de los demás. De esta regla de igualdad o de mortificación se había hecho un credo y una piedra de toque para el examen ideológico.

"—¿Ves este pan de azúcar, Debray?
Era después de la cena, ya de noche, en torno a las brasas. Estaba apoyado relajadamente en el suelo.
Pongamos que pese 20 gramos. Con lo que podrías hacer dos buenos trozos. Doscientas calorías para cada uno y nada más. Pongamos que te rodean diez hambrientos y todo dependen de ti, ¿qué harías?

"—Sacaría a la suerte los dos beneficiados.

"—
¿Porqué?

"—Más vale dos compañeros que tengan la oportunidad de sobrevivir comiendo un poco que diez que no tengan ninguna, comiendo diez veces nada.

"—
Pues te equivocas, Debray. Cada cual debe tener sus migajas
y
que sea lo que dios quiera. La revolución tiene sus principios. Y siempre habrá dos burócratas menos.

"—¿Cree que es mejor que caigan con toda seguridad 10 revolucionarios en absoluta igualdad de condiciones?

"—
Siempre que la moral esté a salvo, la revolución también lo estará. Si no ¿qué sentido tiene?

Durante los tres siguientes días la vanguardia y el centro de la columna avanzan hacia Pirrenda con Vilo Acuña a cargo de la retaguardia que se retrasa. Pacho registra en su diario que: "La radio informa que El Che está en Bolivia." Se trata de un rumor sin origen claro, pero es quizá suficiente para motivar el día 9 una reunión en el Pentágono en la que participan varios generales, el director de la CIA, Helms, y el asesor presidencial para temas de seguridad y América Latina, Walter Rostow. A pesar de que se piensa que se está siguiendo una falsa pista y que El Che no se encuentra en Bolivia, se decide cooperar aún más estrechamente con las fuerzas armadas bolivianas.

El 10 de abril El Che vio llegar al médico peruano que le avisaba
que venían 15 soldados río abajo. Inti había ido a avisar a San Luis en la emboscada. No quedaba otra cosa que esperar y eso se hizo; mandé a Coello para que estuviera listo a informarme.

La retaguardia apoyada por Inti y San Luis estaba colocada a ambos lados del río, cuando una patrulla de unos 15 soldados avanzó por las márgenes buscando huellas de la guerrilla. El fuego duró unos cuantos segundos y quedaron un soldado muerto, tres heridos y seis prisioneros, poco después un oficial del ejército era capturado. Pero la guerrilla había sufrido una baja importante, un golpe grave en el fugaz tiroteo: Jesús Suárez Gayol, El Rubio, compañero del Che durante los últimos años había muerto de un balazo en la cabeza.
Su garand estaba trabado y una granada, con la espoleta suelta, pero sin estallar, estaba a su lado.

Las tropas con las que se había chocado formaban parte de una patrulla que exploraba las inmediaciones del Río Ñancahuazú. El mayor Rubén Sánchez, quien dirigía la compañía que había tomado el campamento, cuenta: "A las tres de la tarde aparecen dos soldados desesperados que habían escapado de la zona de Iripiti. Algunos oficiales iban en un estado tan lamentable de sicosis, que no podían ni explicar lo que había pasado. Serené a uno de los soldados y me pudo decir que a las 11 de la mañana habían tenido un combate con los guerrilleros, que les habían hecho una emboscada. No me podía dar detalles, distancia, número de efectivos de los guerrilleros, porque se desorientaron, huyeron como pudieron y a duras penas llegaron al campamento. Había muerto el teniente Saavedra. Recibí instrucciones del coronel Rocha, entonces comandante de la Cuarta División, de avanzar. Eran ya las cuatro de la tarde y se iba a hacer de noche, así que avancé lo más rápidamente posible con
35
soldados que tenía, más 18 que habían regresado de la emboscada de la mañana, con una ansiedad por recuperar el cadáver del oficial."

El Che adivinando la reacción del ejército, en lugar de proseguir la marcha ordena adelantar la emboscada, de nuevo a cargo de San Luis,
unos 500 metros, pero contando ahora con el auxilio de toda la vanguardia. En primera instancia había ordenado el repliegue, pero me pareció lógico dejarla así. Cerca de las 17 llega la noticia de que el Ejército avanza con grandes efectivos. Ya
no queda sino esperar. Mando a Harry Villegas para que me dé una idea clara de la situación.

En la narración del mayor Sánchez: "En lugar de alejarse del lugar donde habían hecho la primera emboscada, se adelantaron dos o tres kilómetros y nos tendieron otra. Un Cessna volaba sobre nosotros para colaborar en el ataque. Como estaba convenido, yo le di la señal disparando una pistola de humo. Allí comenzó el combate. Yo iba en el tercer lugar, aunque está indicado que el comandante vaya en el centro, en la retaguardia. Pero lo hacía para darle valor a la tropa, que estaba muy desmoralizada.

Los soldados avanzan
desplegados por el río, pero sin mayores precauciones y la sorpresa fue completa.
Pacho abre el fuego. En la narración de Sánchez: "toda la gente que estaba alrededor mío, cayó muerta o herida. El teniente Ayala que llevaba un mortero 60 cayó herido de un tiro en el pecho. Quedé solo con vida, en medio de los caídos. Entonces me volqué a la izquierda buscando protección. Allí me encontré con dos soldados que también se replegaban; del frente nos intimaban a rendirnos. Entramos en posición y comenzamos a disparar hacia la zona de donde nos gritaban. En ese momento aparece otro grupo de atrás y también nos exigen rendición. Puse a un soldado a disparar hacia atrás mientras el otro y yo seguíamos disparando. En ese momento cesó el fuego. Se hizo un silencio absoluto. Sentí la rodilla de un hombre en el cuerpo y que me agarraba del mentón y me lo torcía. Después supe que era Maimura. Los soldados alcanzaron a gritar: '¡No lo maten, que es el mayor!' Nos rendimos. Uno me quiso quitar el revólver pero yo saqué la munición del tambor y me lo guardé. 'Este revólver nadie me lo quita', dije. San Luis me preguntó: ';Cuánta gente tiene? ;Por dónde vienen?' Yo le dije:

"—Pierde su tiempo: no le voy a dar: ninguna información.

"Otro guerrillero, parecía boliviano, dijo:

"—Estos militares son unos ladrones.

"—Usted es un ladrón, no yo.

"En eso estábamos cuando San Luis me da un empujón y me lleva hasta el río porque era bajada, y aparezco ante un guerrillero que estaba con la carabina al hombro fumándose un cigarrillo a media playa, mientras algunos seguían disparando y otros tratando de replegarse por los alrededores. Era Inti. Bajó San Luis y me dijo:

"—Mayor, haga rendir a su tropa.

"—No puedo ordenar que se rinda mi gente, puedo ordenar que se replieguen.

"—Hágala rendir porque si no, los vamos a matar— dijo San Luis. "—Máteme si quiere —le dije, pero yo no doy una orden de rendición.

"San Luis se adelantó y me quedé con Inti. Me invitó a un cigarrillo. Me dijo: 'Mayor, por favor, no se mueva de mi lado.' Pero yo no podía obedecer porque tenía heridos y muertos, algún herido todavía flotando en el agua y fui a socorrerlos. Inti me vio y no me dijo nada. Cuando terminé de socorrer a los heridos, lógicamente, volví a su lado.

"—Ustedes son ladrones y asesinos— le dije a Inti—. ¿Por qué matan a mis soldados?.

'Inti me entregó un anillo, el del teniente que había muerto en la mañana, y me dijo:

"—Tome, para que se lo dé a su viuda. Los relojes los necesitamos, por eso no los devolvemos, nosotros no somos ladrones, ni asesinos. Usted nos llama así porque no comprende el sentido de nuestra lucha."

Sánchez reflexionaba: "Todos hablaban de un jefe y yo me reía. Bueno, si todos estos parecen la élite, de acuerdo a su conversación: San Luis, que era el que ha sido el más activo en el combate; Inti, que dice haber sido el jefe de la emboscada; el jefe superior, no puede ser otro que El Che."

Villegas le hará llegar al Che el primer informe:
Esta vez hay 7 muertos, 5 heridos y un total de 22 prisioneros.
Por segunda vez en un día la guerrilla ha destruido al ejército. La banda de fantasmas del Che ha golpeado otra vez. El periodista Luis Suárez recogerá la impresión de uno de los soldados derrotados meses más tarde: "Los guerrilleros son flacos, muy pálidos, parecen de cera."

El Che se acercó también a observar a los soldados capturados aunque sin dejarse ver y ordenó a Inti que sondeara la posibilidad de que el mayor Sánchez se pasara a la guerrilla. El mayor se negó, pero aceptó en cambio llevar un comunicado del ELN a la prensa, y cumplirá su palabra. De las dos copias que se le entregan cuando lo liberen, dará una a la inteligencia militar y sin mencionar la segunda se la hará llegar a un hermano suyo que es periodista y que a su vez se la filtrará al diario "Prensa Libre" de Cochabamba.

Sánchez no sólo cumplirá su palabra. Quedará profundamente impactado por la guerrilla y sus razones sociales. Al paso de los años, será pieza clave en un golpe militar desde posiciones de izquierda.

El 12 de abril El Che celebrará una breve ceremonia para enterrar al primer cubano muerto en combate, su amigo Suárez Gayol, El Rubio.
Reuní a todos los combatientes menos los 4 de la resaca para hacer una pequeña recordación del Rubio y significar que la primera sangre derramada fue cubana. Le salí al paso a una tendencia (...) que había cristalizado ayer
,
al manifestar el
c
amb
io
que cada vez confiaba menos en los cubanos (...) Hice un nuevo llamado a la integración como única posibilidad de desarticular nuestro ejército, que aumenta su poder de juego y se foguea en combates, pero no ve aumentar su número, sino al contrario, disminuye en los últimos días.
Habrá de escuchar además la protesta de Tania, quien se ha quedado en el campamento durante el combate y exige estar en la primera línea.

Luego de guardar todo el botín en una cueva bien condicionada por el Ñato, salimos a las 14, con paso lento. Tan lento que casi no avanzamos, debiendo dormir en una pequeña aguada, apenas iniciando el camino.
Pacho registra en su diario: "El charqui tiene miles de gusanos. A pesar de estar podrido y yo mal del estómago lo como hasta hartarme."

En un movimiento envolvente retornan al campamento principal (Pacho dirá: "Le hemos jugado la cabeza a los guardias y estamos en el punto de partida"), para descubrir que el ejército no ha encontrado la cueva más importante. La guerrilla se mueve lentamente. El Che anotará en su diario:
Los norteamericanos anuncian que el
envío de asesores a Bolivia responde a un viejo plan y no tiene nada que ver con las guerrillas. Quizás estamos asistiendo al primer episodio de un nuevo Vietnam.

Su plan inicial es movilizar al conjunto de la guerrilla
y operar un
poco por la zona de Muyupampa, para luego retroceder hasta el norte. Si fuera posible. Quedarían Debray y Bustos encaminados hacia Sucre-Cochabamba, de acuerdo con las circunstancias. Con las comunicaciones cortadas a través de la radio y sin enlaces con la ciudad, le escribe un mensaje a Fidel cifrado y en escritura invisible que piensa hacerle llegar con Debray:
Se
descubrió la finca y el ejército nos persiguió; le dimos la primera paliza pero estamos aislados (...) Tania está aislada aquí, pues vino violando instrucciones y fue sorprendida por los acontecimientos (...) Ya tenemos suficiente Glucontime, no mandar más. No hay noticias del trio (Monje, Kolle, Reyes) tampoco confío en ellos y han expulsado a la gente de la juventud que está con nosotros. Yo recibo todo por radio pero es inútil si no lo comunican simultáneamente a La Paz; estamos aislados por ahora. Y añade que quiere que Debray salga para organizar una red europea de solidaridad y que Bustos también lo haga para
organizar pases al sur y colectar argentinos; también está embotellado aquí.

El 16 de abril tras haberse reunido con ellos la retaguardia a cargo de Vilo Acuña, la guerrilla se pone de nuevo en movimiento.
La vanguardia salió a las 6:15 y nosotros a las 7:15 caminando bien hasta el río Ikira, pero Tania y Machín se retrasaron. Cuando se les
t
omó la temperatura, Tania tenía más de 39 y 38 Machín. Además, el retraso nos impedía marchar como estaba programado. Dejamos a ellos dos, más el doctor Cabrera y Serapio un kilómetro río arriba del Ikira, y seguimos lomando el caserío llamado Bella Vista o más precisamente a 4 campesinos que nos vendieron papas, un puerco y maíz. Son campesinos pobres y están muy atemorizados por nuestra presencia aquí.

Los campesinos reaccionan a la previa presencia de soldados bolivianos que han aterrorizado a la población con una contrapropaganda exótica: "los guerrilleros son paraguayos, culean a las mujeres, cuelgan de los árboles a los hombres o los apresan y los llevan con ellos para que les carguen las mochilas, se roban los animales y los sembradíos, pegan luego a las casas. Vienen a sembrar el comunismo paraguayo en nuestra tierra." Los campesinos se preguntan desconcertados que cosa será eso del "comunismo paraguayo" y por las dudas huyen de la guerrilla como del diablo.

A pesar del escepticismo del Che, aunque nunca habría de saberlo, la guerrilla estaba encontrando simpatías entre los indígenas. Los rostros hieráticos de los aislados campesinos bolivianos, no revelaban nada, pero a pesar de las represalias que a partir de e se momento desataría el ejercito, capturando, destruyendo cosechas, torturando, apaleando, ofreciendo recompensas, comenzaban a interesarse por la guerrilla, a hacerse preguntas.

Other books

Haunted by Amber Lynn Natusch
The Dalwich Desecration by Gregory Harris
Simple Choices by Nancy Mehl
Birthday by Allison Heather
His Eyes by Renee Carter
Holiday by Rowan McAuley