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Authors: John Ajvide Lindqvist

Tags: #Terror

Puerto humano (53 page)

BOOK: Puerto humano
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—¿Cómo es? ¿Hay ángeles, nubes y eso?

—¿Te gustaría que fuera así?

—No. Odio a los ángeles. Son muy feos y parecen tontos. No quiero estar con ellos.

—¿Dónde quieres estar entonces?

—Aquí. Aunque en el cielo.

—Pues entonces será así.

—¡Pues no! ¡Eso lo decide Dios!

—En ese caso, Dios puede decidir que cada uno lo tenga como quiera.

—Eso no puede ser.

—¿Por qué no?

—Porque entonces cada uno tendría su propio cielo y a Dios no le gustaría.

—¿No crees que le gustará?

—No. Dios es idiota. Todo lo ha hecho mal.

Visita

Ya eran casi las ocho y Anders seguía sentado a la mesa de la cocina con los añicos de su vida anterior esparcidos delante de él, tratando de recomponer algo que le ayudara a levantarse, cuando oyó la moto.

Vienen
.

Casi había conseguido olvidarse de Henrik y Björk. Después de las largas horas de sueño habían quedado reducidos a una pesadilla lejana, algo que había pasado hacía mucho tiempo y que no tenía nada que ver con él. Pero ahí llegaban ahora. Los chicos más tristes del mundo, que habían decidido ponerse al servicio del mar. Ahí venían a buscarle.

Adelante
.

La moto daba acelerones, como si condujeran todo el tiempo en primera. Tal vez había conseguido averiarla con el fuego. El estridente motor se acercaba a la casa y Anders esperaba que se parara y que se abriera la puerta de la calle. Se resignó y colocó una mano sobre la otra encima de la mesa esperando lo que tuviera que llegar.

El motor no se detuvo al llegar junto a la casa sino que siguió por el camino de fuera, dio la vuelta entre las rocas hasta que, bajando las revoluciones, el zumbido apareció delante de la ventana de la cocina. Estaban esperándolo. Anders se levantó apoyándose en la mesa; con la manta sobre los hombros como si fuera una capa, se acercó a la ventana.

Los vio abajo entre las rocas como figuras oscuras. Henrik sentado en el asiento y Björn en el carro. Anders abrió la ventana. Henrik aflojó el motor hasta dejarlo en un ronroneo sordo.

—¿Qué queréis? —preguntó Anders.

—Puede que estemos muertos o desaparecidos —amenazó Henrik—. Pero vamos a estar a tu lado hasta el día...

—Ni se te ocurra hablar de eso. ¿Qué queréis?

—Queremos arrancarte los dientes uno a uno. Porque
molestas
. Deja de
molestar
. Yo en tu lugar dejaría de hacerlo.

—¿Y eso por qué?

—Porque puede ocurrirle algo malo a alguien a quien quieres. Lo siento, no es una frase de ninguna canción. Digamos que ciertas chicas son más grandes que otras y las rocas te están llamando...

Henrik siguió con su manía de hacer frases, pero Anders ya no le escuchaba. Se había alejado de la ventana y estaba buscando la linterna. Björn llevaba algo en los brazos y si era lo que él creía que era...

La linterna estaba en el cajón de los trastos. Anders la agarró y la encendió, corrió hasta la ventana y alumbró a Björn mientras Henrik seguía salmodiando:

—... ha habido ocasiones en las que me habría gustado matarla, pero tú sabes que nunca haría...

La luz de la linterna cayó sobre Björn. Estaba sentado en el carro con las piernas cruzadas y tenía en brazos en cuerpo de un niño con un buzo rojo. Las cintas reflectantes de los lados lucían blancas y era el buzo de Maja, el que llevaba puesto el último día.

Si Anders había dedicado muchas horas exclusivamente a pensar, ahora todos los pensamientos desaparecieron de golpe y solo actuó. Cruzó la cocina corriendo y salió al cuarto de estar mientras a sus espaldas el motor de la moto empezaba a acelerarse.

La puerta de la terraza se había quedado encajada y perdió un par de valiosos segundos tratando de abrirla. Le pegó un empujón con el hombro y salió dando traspiés a tiempo de ver las luces del carro de la moto botando entre las rocas en dirección al mar.

Ahora os tengo, cabrones. No podréis escapar
.

Si se hubiera parado un instante a reflexionar, quizá habría caído en la cuenta de que Henrik y Björn no iban a ser tan tontos como para pensar que él se iba a quedar de brazos cruzados viendo cómo ellos se alejaban con su hija. Que era muy extraño que condujeran en dirección al mar.

Pero no lo pensó. Solo había visto que Björn llevaba a Maja en brazos, había oído a Henrik amenazando con hacer daño a la niña y él había actuado en consecuencia. En calcetines bajó las escaleras de la terraza de dos saltos y vio que Henrik y Björn estaban en la orilla del mar.

Los labios de Anders se abrieron como los de un animal carnívoro. No iban ir más lejos. Aunque ellos fueran fantasmas, la moto era una moto normal y una moto no puede ir por el agua. No se le ocurrió pensar que ya se había enfrentado antes a ellos y que ahora tampoco llevaba ningún arma con la que hacerles frente. Su único pensamiento era:
ahora os tengo
, y la clarividencia del ajenjo en el cuerpo, que le decía que ellos tampoco podían hacerle daño a él.

Anders se encontraba solo a cinco metros de ellos cuando salieron conduciendo sobre el mar. Anders siguió corriendo llevado por la inercia hasta que cayó de bruces en la playa. La moto se movía en el agua y al pasar delante del muelle Henrik le dijo adiós con la mano. Anders se quedó tirado en la playa con los puños apretados y la sangre zumbándole en el cerebro.

¡Es imposible! ¡No pueden!

¡Deteneos, cabrones! ¡Deteneos!

Henrik le volvió a decir adiós con los dedos por encima del hombro y, ciego de ira, Anders se lanzó al agua. Que no era agua. Ya había avanzado un par de metros cuando se dio cuenta de que caminaba sobre hielo. Se detuvo un momento, estupefacto. Aún llevaba la linterna en la mano y alumbró a su alrededor, hacia delante.

El mar aún no se había helado, pero detrás de Henrik y de Björn se extendía una calle de hielo de anchura suficiente para que pasara el carro de la moto, un puente de agua helada que iba desde el punto en donde ellos habían entrado hacia el mar.

Anders echó a correr.

En otras circunstancias, Anders se habría sorprendido al pasar corriendo por delante de su embarcadero y ver que allí las olas chapoteaban a ambos lados, pero ahora lo único que veía era la línea recta entre su cuerpo y el de Maja, la distancia que tenía que recorrer para tener a Maja en sus brazos.

Corría a grandes zancadas y cada vez que pisaba el hielo sus calcetines mojados alcanzaban a pegarse un poco al hielo antes de levantar el pie, lo cual le proporcionaba un punto de apoyo sorprendente y los iba ganando, los iba ganando. Antes de que él entrara en el agua, Henrik y Björn le sacaban una distancia de veinte metros. Ahora esa distancia se reducía con cada zancada que él daba. La moto no iba muy deprisa y los iba a coger.

¿Y luego?

En eso no había pensado.

La luna estaba alta en el cielo y creaba una senda plateada transversal sobre la calle de hielo. El haz de luz del faro de Gåvasten lo enfocaba directamente. Allí era hacia donde se dirigían ellos, pero no iban a llegar. Él los iba a coger antes. No sabía cómo, pero lo iba a hacer.

Anders se había alejado unos trescientos metros de la orilla. Ya no sentía los pies, solo eran un par de muñones congelados que le permitían avanzar. Ya se encontraba tan cerca de la moto como para poder ver los mechones sueltos de la melena de Henrik a la luz de la luna, y se preparaba para el esfuerzo final cuando cayó un bulto del carro.

Anders resbaló, dio un traspié, cayó de rodillas sobre la calle de hielo y alumbró en dirección al bulto que tenía delante mientras la moto se alejaba hacia fuera.

Maja, Maja, Maja
...

Era ella, sin duda. Cuando alumbró con la linterna vio el parche en el pecho del buzo. Maja le había clavado un cuchillo al buzo una vez que no se lo podía poner y Cecilia se lo había arreglado con un parche de Bamse.

—¿Cariño? ¿Mi niña?

Se arrastró hasta ella y la cogió. Cuando la tuvo entre sus brazos lanzó un grito.

Ella no tenía cabeza.

Qué han hecho, qué han hecho, qué han
...

Se le nublaron los ojos y cayó de bruces sobre el pequeño cuerpo por el que ya no podía hacer nada. Cayó sobre ella y no importaba. La niña no tenía cabeza, ni manos, ni pies.

Mientras la oscuridad ataba un nudo alrededor de su cabeza, oyó las gaviotas a lo lejos. Gaviotas que volaban de noche. El cuerpo de Maja crujió bajo el suyo, aplastado.

Anders se acurrucó en el hielo y levantó un poco su cabeza, dirigió la luz de la linterna hacia el cuello del buzo. No había ningún cuerpo dentro. Extendió la mano, pasmado, y tocó para ver lo que había en su lugar. Algas. El buzo estaba lleno de sargazos.

Permaneció un rato inmóvil contemplándolo mientras los gritos de las gaviotas se iban acercando. Sintió un hilillo frío que le corría por encima de la oreja y levantó la cabeza, encogió las piernas y se puso de pie con el buzo en los brazos.

Vio que la moto daba la vuelta cien metros más allá. Se acercaba alumbrándole directamente con el faro como si fuera un ojo perverso.

Una trampa. Ha sido una trampa
.

Se volvió dando unos pasos vacilantes en dirección a la isla. Sus pies chapoteaban y salpicaban. El hielo por el que antes había corrido estaba empezando a deshacerse. Avanzó unos diez metros más antes de que sus pies se hundieran bajo el agua y el muelle de hielo empezara a tambalearse bajo sus pies.

Anders abrazó con fuerza el buzo y continuó. Después de unos metros el hielo se rompió bajo sus pies y él se hundió en el agua. No llevaba ningún arma y solo tenía a la luna por testigo. Estaba en el agua fría y el faro de la moto se acercaba.

Astuto. Muy astuto por su parte
.

Solo habían pasado por alto un pequeñísimo detalle. Los sargazos con los que habían llenado el buzo hacían las veces de minúsculo flotador. Él no se hundió al momento. Consiguió así unos minutos de respiro antes de que el frío y el agua se apoderaran de él.

Era casi imposible moverse. Ya tenía antes el cuerpo congelado, pero ahora sentía que sus huesos sonaban como el hielo al romperse, mientras por puro y absurdo instinto de supervivencia intentaba patalear hacia tierra.

La moto lo adelantó y Henrik y Björn frenaron, cortándole el paso hacia la orilla. Anders los veía borrosos, como si tuviera una película de hielo delante de los ojos. Detrás de ellos se dibujaban contra el cielo cientos de siluetas menudas.

Las gaviotas quieren estar presentes también
.

Lo invadió una especie de paz, una pizca de calor. Ahora todo había terminado. Sus esfuerzos habían resultado inútiles, pero ya no importaba nada. Algo había conseguido. Al menos había vuelto a ver el buzo. Algo es algo. Podía llevárselo consigo a su tumba marina. Lo único desagradable era que las gaviotas también iban a liarse a picotazos tras él, quizá tuvieran tiempo de picotearle los ojos antes de que él...

—¡Sal y ven a buscar a tu querida! —gritó Henrik antes de que lo envolviera una nube de pájaros. Los chillidos claros de las gaviotas llenaron la noche cuando cayeron sobre los chicos de la moto y les tiraron del pelo, les picotearon la cara.

Björn se puso de pie en el carro y empezó a espantar a las violentas gaviotas, pero por cada una que conseguía quitarse de encima se posaban otras cinco agujereándole la ropa, e introduciendo los picos en su carne inhumana.

A Anders se le caían los párpados y solo quería dormir, hundirse. Ahora hacía calor y presenciaba un bello espectáculo: las alas blancas de las gaviotas que resplandecían a la luz de la luna, defendiéndole violentamente, a él, un pobre hombre.

Gracias, hermosas aves
.

Su mano izquierda se aferraba con fuerza al buzo de Maja y el movimiento de sus piernas se detuvo mientras Henrik y Björn aceleraban la moto y desaparecían en dirección a Gåvasten con la bandada de gaviotas detrás. Anders remaba sin fuerzas con la mano derecha, solo para mantenerse a flote y poder contemplar aquella hermosa escena más tiempo.

Buenas noches, olas pequeñas que chapoteáis. Buenas noches, olas pequeñas que chapoteáis
...

Pensó que eran Henrik y Björn, que se acercaban de nuevo después de haberse quitado de encima las gaviotas. Pero el ruido del motor que se acercaba sonaba distinto. También sus pensamientos estaban helados y discurrían lentamente por su cabeza mientras él se hundía. El agua había empezado a taparle la visión y a entrarle por la boca cuando cayó en la cuenta de que probablemente era el motor de Simon.

Se redujo la velocidad, el motor se quedó en punto muerto y Anders aún tragó agua fría antes de que una mano lo agarrara del pelo y tirara de él hacia arriba.

Luego subió al barco de una manera que no había modo de comprender. Fue como si el agua lo lanzara y cayó en el suelo del barco.

Estaba boca arriba mirando las estrellas y la cara de Simon. Un puño cerrado se posó sobre su frente y, antes de desmayarse, le pareció ver que el agua salía de su cuerpo en forma de vapor, sintió que le corría por la sangre una ola de calor verdadero. Después no vio ni sintió nada más.

Caminos extraños

Entonces llévame. Llévame a casa.

Súbeme por el sendero,

dobla la esquina, cruza el umbral, entra en la casa.

Levántame entre tus manos

cuidadosamente abiertas como párpados.

Mia Ajvide,
Si una chica quiere desaparecer
.

Otro más al mar

El barco estaba en el embarcadero y Anders yacía en él. Con la ayuda del Spiritus, Simon siguió secándole la ropa y calentándole el cuerpo. Había pedido al agua que lanzara a Anders, pero ahora para llevarlo a tierra no contaba con ninguna ayuda.

Por la tarde, Simon y Anna-Greta estuvieron pendientes de la casa de Anders para ver si se encendían las luces, si Anders volvía a casa. Dieron una vuelta al pueblo buscándolo y lo llamaron por teléfono, pero no obtuvieron respuesta. Al caer la tarde empezaron a pensar que Anders había cogido el transbordador y que se había ido de Domarö. O eso esperaban ellos.

Simon bajó a su casa a probarse la ropa para el día siguiente con aciagos presentimientos.

Desde que Anders había vuelto a la isla, Simon nunca había puesto en tela de juicio el recuerdo falseado que él tenía de Maja, porque no había visto la necesidad de hacerlo. Era la manera que Anders tenía de superar la tristeza, y mientras eso le hiciera bien, por lo que a Simon respectaba, podía seguir viviendo con esa ilusión.

BOOK: Puerto humano
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