En el océano de la noche (43 page)

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Authors: Gregory Benford

Tags: #ciencia ficción

BOOK: En el océano de la noche
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Unos pocos hombres miraban la tridimensional. Un delantero erró un tiro y uno de los espectadores se rió. La pantalla titiló y apareció una mujer. Sonrió sensualmente en dirección a la cámara, alzó una botella verde y dijo:

—¡Exprimidla para levantar el ánimo! ¡Estimula! Probad...

Nigel se volvió para irse y tropezó con Nikka.

—¿Lo tienes todo?

Nigel le mostró el paquete de papeles y fotos que llevaba bajo el brazo.

—Todo lo que descubrimos, incluyendo aquello que no entendemos.

—¿No deberíamos advertir al Equipo Número Uno que dejaremos el turno temprano?

—No, no quiero que nadie se entretenga por ahora con la memoria del ordenador. Mientras no sepamos qué fue lo que borró hoy las secuencias, nadie deberá tocar la consola.

Nikka señaló hacia el otro extremo del corredor y se pusieron en marcha.

—¿Llamaste a Valiera? —preguntó ella.

—Sí, y dijo que vayamos cuando se nos antoje. Creo que no debemos postergarlo más. Y prefiero que Sanges no meta la cuchara antes de que hablemos con Valiera.

Nikka se encogió de hombros.

—Me parece que eres demasiado severo con él. Debe de tener el corazón en su sitio porque de otra forma no se habría incorporado a esta expedición. No es justo que pensemos lo peor de él sólo porque es un Nuevo Hijo. Hay hijos de puta que son Nuevos Hijos y otros que no lo son, y no veo mucha diferencia entre unos y otros.

—Es posible —respondió Nigel con indiferencia.

Estaban frente a la puerta del despacho de Valiera. Golpeó, sostuvo la puerta para que entrara Nikka, y la siguió. Sanges y Valiera los miraban en silencio, sentados, esperando.

Nikka se detuvo un momento, atónita, pero Nigel no dejó traslucir ninguna emoción y le acercó una silla desde el fondo de la habitación. Intercambiaron unas frases corteses y Valiera dijo:

—El señor Sanges me ha informado de que desaparecieron algunas de las secuencias que ustedes habían descubierto.

—Sí —respondió Nikka—. Pensamos que se han borrado de alguna forma. Debe de haber algún sistema de recuperación y eliminación de datos, y es lógico que lo active algún control de la consola. Si cualquiera de los tres equipos ensaya nuevas secuencias corremos el riesgo de perder información.

—Pero si dejamos de explorar no encontraremos nada —objetó Sanges sensatamente.

—Hemos venido a pedir que se suspendan todos los trabajos, en la consola, hasta que hayamos asimilado el material que tenemos —explicó Nigel—. Sencillamente no contamos con información y personal suficientes para manipular el material compilado. Necesitamos correlaciones cruzadas, diversificación: antropología, historia, radiología, un pozo de física y teoría de la información y muchas otras cosas. La NSF debería publicar lo que hemos descubierto y pedir consenso...

—Creo que es demasiado pronto para eso —respondió Valiera parsimoniosamente—. Apenas hemos empezado a...

—Me parece que tenemos suficientes estímulos para la reflexión —lo interrumpió Nikka—. Ya contamos con dos fotos de esas criaturas altas y peludas...

—Sí. He visto una en el informe de su turno. Interesante. Podría ser una forma primitiva de hombre —comentó Valiera.

—Estoy seguro de que lo es —dijo Nigel. Se inclinó hacia delante en su silla—. He elaborado algunas hipótesis a partir de lo que encontramos y pienso que apuntan en una dirección muy significativa. Más tarde presentaré un informe, con abundante documentación. Pero creo que debería enviar inmediatamente una conclusión preliminar a la NSF, para reclutar más investigadores y para ampliar la gama de opiniones. Sospecho que existen grandes probabilidades de que los extraterrestres que se estrellaron aquí hayan ejercido una influencia significativa sobre la evolución del hombre.

Se produjo una pausa tensa. Sanges meneó la cabeza.

—No entiendo por qué... —murmuró Valiera.

—Admito que no es todavía más que una idea. ¿Pero no le parece extraño que hayamos tropezado tan rápidamente con cosas tales como el derivado de la fisostigmina, visto a lo largo de cada uno de sus ejes mayores de simetría? Hay rastros de ácido desoxirribonucleico, algunas otras moléculas orgánicas de cadena larga que no logramos identificar, y Kardensky acaba de enviarme un informe sobre esa criatura hirsuta. Los estudiosos de Cambridge no consiguen encajarla en el esquema habitual de la evolución de los primates. Es corpulenta, probablemente bastante adelantada, y puede tratarse de una variante que aún nadie ha exhumado. Esos científicos están acostumbrados a inspeccionar huesos, como usted sabe, y es difícil discernir muchos detalles debajo de tanto pelo.

—Es precisamente por eso por lo que tenemos que encontrar más elementos —argumentó Sanges.

—Pero no podemos arriesgarnos a borrar más ítems de la memoria del ordenador. No después de los que perdimos hoy —afirmó Nikka con tono grave.

—Es cierto —prosiguió Nigel atropelladamente—. Y puede tratarse de un asunto de capital importancia: es imposible reemplazar la información del pasado. Lo que me preocupa desde hace varios días es el hecho de que parece una gran coincidencia que esta nave haya caído aquí hace quinientos mil o un millón de años. Las últimas teorías sobre nuestra evolución sitúan muchos cambios en ese mismo lapso.

—Pero la evolución empezó mucho antes —manifestó Valiera.

—Es cierto. Sin embargo gran parte de nuestro progreso se materializó durante el último millón de años. En ese período aprendimos muchas cosas: la formación de grupos numerosos, la caza mayor, toda la gama de las relaciones familiares, los tabúes. El arte. La religión. Creo que existe la posibilidad de que los extraterrestres hayan influido en ese proceso. El hombre siempre ha sido una anomalía, una especie que evolucionó en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Y usted piensa que ello se debió a que los extraterrestres utilizaron la fisostigmina para alterar nuestro antiguo material genético? —preguntó Sanges deliberadamente.

—Eso casi podemos hacerlo ahora —respondió Nikka—. Estamos aprendiendo a manipular tramos del complejo del ácido ribonucleico. Hay una legislación al respecto.

Valiera la estudió con expresión distante y después se volvió hacia Nigel.

—Por supuesto, no soy un antropólogo profesional, pero creo que incluso hay una laguna en lo que acaba de decir. Si los extraterrestres se limitaron a enseñar estas cosas a nuestros antepasados, ¿cómo explica la evolución simultánea de las manos, los mayores cerebros, la postura erguida y todo lo demás? Lo que tanto interesa en el hombre primitivo es esta evolución paralela de lo mental y lo físico. Es inútil enseñarle una operación a un animal que no está en condiciones de ejecutarla.

Nigel pareció preocupado y reflexionó un momento.

—Sí, entiendo lo que quiere decir. Esto elimina el nexo motor entre la evolución física y la mental. Pero verá, pudo tratarse de una ayuda selectiva. Bastaba esperar que una pequeña horda de primates adquiriera una determinada aptitud, digamos la de arrojar cuchillos de piedra afilados en lugar de acercarse para usarlos a mano. Entonces sólo hacía falta enseñarles a utilizar mejor esa aptitud. A emplear lanzas, que son más útiles para la caza mayor. Con una intervención directa sobre los componentes del ARN se podía acelerar la evolución, darle un empujoncito cuando se apartaba del rumbo fijado. Hace un millón de años el hombre aún era plasmado por su entorno. Pienso que un golpe de timón en la dirección correcta (y esto depende de lo que se entienda por correcta) tendría efectos de muy largo alcance.

Sanges se levantó con un súbito estallido de energía nerviosa y se apoyó contra el borde del escritorio de Valiera. Cruzó los brazos y dijo:

—¿Por qué alguien habría de hacer eso? Se necesitaría muchísimo tiempo... ¿y con qué fin? Nigel esbozó un ademán de impotencia.

—Lo ignoro. Quizá para asumir el control. Lo que más llama la atención en el hombre es la forma en que aprendió a movilizar pequeñas hordas de cazadores trashumantes, y a organizar operaciones de caza mayor en las que perseguía a centenares o millares de animales ¿Cómo se gestó la cooperación? Me parece que éste es uno de los rasgos más eficientes del hombre, que en el otro extremo del espectro es francamente hostil a sus semejantes. La guerra es una manifestación de esta tensión.

Valiera sonrió desganadamente.

—¿Por qué molestarse en controlar algo poco mejor que un animal?

—Creo que ni siquiera podemos hacer conjeturas sobre eso —respondió Nikka—. Sus objetivos podrían haber sido incluso económicos, si de lo que se trataba era de adiestrarnos para hacer algo que a ellos les interesaba. O tal vez sólo quisieron legarnos la inteligencia por sí misma. Es bastante probable que esas criaturas hirsutas, las que aparecen en las fotos, ya fueran seminteligentes.

—Sí —se apresuró a asentir Nigel—, aun con nuestros actuales métodos precarios, los derivados de la fisostignina pueden adiestrar a los animales para ejecutar trabajos muy delicados. Esto es suficiente para convencernos de cualquier cosa. —Miró a Sanges con expresión hosca—. O casi.

Sanges resolló desdeñosamente.

—Todo este conjunto de hipótesis es increíble.

El redoble despertó a Ichino y a Graves. Era un ruido portentoso que se oía por encima del agudo murmullo del viento.

—¿Qué... es... eso? —murmuró Graves.

—Un helicóptero —dijo Ichino, aunque ni siquiera él lo creía. Se acercó a la ventana y escudriñó la noche sin estrellas. Vio los árboles más próximos. No había ninguna luz en el lugar de donde procedía el redoble—. Supongo que no es nada grave —agregó—. ¿Es posible que alguien lo esté buscando en un helicóptero?

—Ah... sí, quizás. Un guía que quedó en Dexter. Sin duda, me había echado de menos.

—Es posible que vea nuestra luz.

—Sí.

—No importa. Dentro de uno o dos días podré salir a pie.

—Estupendo. Supongo que no corre prisa.

Ichino encendió la radio de la cabaña para distraer a Graves de la resonancia lenta y grave que parecía hacerse cada vez más intensa. La radio emitió una estática sibilante, pero no sintonizó ninguna emisora. Manipuló los controles. El aparato estaba averiado pero no quería invertir su tiempo en repararlo. Se acercó a la chimenea y arrojó algunas astillas de cedro. Se inflamaron alegremente, crepitando y ahogando el lejano redoble.

—Listo. Se estaba enfriando el ambiente.

—Sí. Qué tormenta tan endemoniada —comentó Graves.

Valiera esbozó una sonrisita.

—Aunque les agradezco que hayan venido a plantearme esto, Nikka y Nigel —dijo con tono circunspecto—, creo que deberían enfocar las cosas desde una perspectiva más amplia.

—Sin duda podrían intentarlo —murmuró Sanges secamente.

—Casualmente sé —continuó Valiera—, que la religión del señor Sanges postula que la Biblia y todos los textos anteriores contienen una metáfora de la creación. No cuestionan seriamente la teoría moderna sobre la evolución del hombre.

—Claro que no —intercaló Sanges—. Como ustedes lo sabrían si se hubieran tomado el tiempo...

—Incluso están dispuestos a admitir que la vida pudo originarse en otra parte —lo silenció Valiera—, pues las condiciones necesarias parecen existir en todo el Universo. Pero lo que sí afirman es que nuestra vida se gestó en la Tierra...

—El divino origen natural —explicó Sanges—. Un principio muy importante para nosotros.

—Y también existen otras opiniones acerca de los orígenes del hombre —prosiguió Valiera—. Pienso que nosotros, como miembros de una expedición científica, debemos tratar de no remover estos problemas a menos que poseamos pruebas categóricas.

—Pero sólo podremos obtener pruebas —replicó Nikka enérgicamente—, si profundizamos los estudios... si contamos con la mayor cantidad posible de especialistas.

—Cuando se comunican estas hipótesis a un grupo de gente, por reducido que sea —manifestó Sanges—, generalmente se filtran hasta la prensa.

—Ese problema recae sobre la NSF, ¿no es verdad? —dijo Nigel con lenta y deliberada frialdad.

—Es un problema que nos afecta a todos nosotros —lo corrigió Valiera.

—De todas maneras solicitamos que todo esto sea transmitido a la Tierra —contestó Nigel.

—Nos oponemos a que archiven los materiales —agregó Nikka—. Dados los procedimientos chapuceros que emplean aquí, es demasiado peligroso. Podríamos perder...

—Lo único que les interesa es hacer circular sus propias... sus propias teorías —exclamó Sanges con tono de ira—. Destruir las creencias sin...

Valiera hizo un ademán y Sanges se interrumpió bruscamente. Mantuvo la boca abierta un momento antes de cerrarla con un ruido seco.

—Y creo que ustedes son injustos con las creencias del señor Sanges —dijo Valiera sin alterarse—. La teología de los Nuevos Hijos es sutil y...

—Oh, sí —asintió Nigel—. Nuestro colega es un tipo muy sutil. Dígame, señor Sanges, ¿cuando va a pescar, utiliza granadas de mano?

—No creo que el sarcasmo... —empezó Valiera.

—¿Qué hace falta para despertarles a ustedes dos? —preguntó Nigel, arqueando las cejas.

—¿Para despertarnos? —repitió Sanges.

—Sí, para despertarles y hacerles ver la realidad. Formulamos una petición —Nigel miró a Valiera—. Proceda.

—¿Quieren transmitir libremente a la Tierra? —inquirió Valiera.

Nikka:

—Sí. Ahora.

Nigel:

—Con nuestros nombres.

Sanges frunció la boca.

—¿Con sus nombres, además?

—Por supuesto —respondió Nigel—. Asumiremos la responsabilidad de nuestros actos.

—Ya están asegurándose la fama. Quieren ser los primeros en publicar datos sobre los restos de Marginis.

—Sólo una especie de memorando —contestó Nigel—. Eso es todo.

—Necesitaremos su firma —le dijo Nikka a Valiera.

Valiera se recostó hacia atrás en su sillón y cerró los ojos. Era obvio que estaba sopesando las alternativas.

—Sin duda, ustedes entenderán que en estas circunstancias es necesario garantizar la seguridad...

—Me cago en la seguridad —exclamó Nikka.

—... y sé que cuento con el apoyo de ustedes para mantener el equilibrio entre todas las partes en caso de discrepancia. Sé que el señor Sanges opina que esta información sólo es preliminar y que por consiguiente no debe ser difundida a los cuatro vientos. Creo que si consultara a los otros equipos, éstos opinarían más o menos lo mismo. Debo confesar que entiendo muy bien sus argumentos y que me parecen válidos.

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