Amadís de Gaula (9 page)

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Authors: Garci Rodríguez de Montalvo

BOOK: Amadís de Gaula
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—Por Dios, más leal os era aquel caballero que vos a él, mas yo haré que compréis vuestra deslealtad, y mandóla quemar. El rey se maravilló mucho quién sería el caballero que allí los hiciera venir, y dijo el escudero, con quien el Doncel del Mar se aposentara en su castillo:

—¿Por ventura si será un caballero novel que aguardamos yo y una doncella de Dinamarca que hoy aquí llegó?.

—¿Y qué caballero es?, dijo el rey.

—Señor —dijo el escudero—, él es muy niño y tan hermoso que es maravilla de lo ver, y vile hacer tanto en armas en poca hora, que si ha ventura de vivir, será el mejor caballero del mundo.

Entonces contó cuanto de él viera y cómo librara al rey Perión de muerte.

—¿Sabéis vos —dijo el rey —cómo ha nombre?.

—No, señor —dijo él—, que él se encubre mucho en demasía.

Entonces hubo el rey y todos más gana de lo saber que antes, y el escudero dijo:

—La doncella anduvo más con él que no yo.

—¿Es aquí la doncella?, dijo el rey.

—Sí —dijo él— que venía a demandar a la hija del rey Lisuarte.

Luego mandó que ante él viniese y contó cuanto de él viera y cómo lo aguardara, por lo que la doncella que le dio la lanza dijo que la traía para el mejor caballero que ahora la podría en mano tener.

—Tanto sé yo de él —dijo ella—, mas de su nombre no sé nada.

—¡Ay, Dios!, ¿quién será?, dijo el rey. Mas su amiga no dudaba quién podría ser, porque la doncella le había contado cómo la venía a demandar para la llevar consigo. Y así como se lo nombró sintió en si gran alteración, porque creído tuvo que el rey daría lugar la llevasen a su padre e ida no sabría nuevas tan continuo de aquél que más que a sí misma quería. Así pasaron seis días que de él no supieron nuevas. Y estando el rey hablando con su hijo Agrajes que se quería partir a Gaula con su compaña, entró una doncella por la puerta e hincó los hinojos ante ellos y dijo:

—Señor, oídme un poco ante vuestro padre.

Entonces tomó en sus manos un yelmo con tantas heridas de espada que ningún lugar sano en él había y diolo a Agrajes y dijo:

—Señor, tomad este yelmo en lugar de la cabeza de Galpano y dóyoslo de parte de un caballero novel, aquél a quien más conviene traer armas que a otro caballero que en el mundo sea, y este yelmo os envía él, porque deshonró a una doncella que iba en vuestro mandado.

—¿Cómo —dijo él—, muerto es Galpano por mano de un caballero? Por Dios doncella, maravillas me decís.

—Cierto, señor —dijo ella—, aquél conquirió y mató cuantos había en su castillo y a la fin se combatió con él solo y cortóle la cabeza y por ser enojosa de traerme dijo que bastaba el yelmo.

—Cierto —dijo el rey— aquél es el caballero novel que por aquí pasó, que por cierto sus caballerías extrañas son de otras, y preguntó a la doncella si sabía cómo había nombre.

—Sí, señor —dijo ella—, mas esto fue con gran arte.

—¡Por Dios, decídmelo —dijo el rey—, que mucho me haréis alegre.

—Sabed, señor —dijo ella—, que ha nombre el Doncel del Mar.

Cuando esto oyó el rey fue maravillado y todos los otros y dijo:

—Si él fue a demandar quién lo hiciese caballero no debe ser culpado, que mucho ha que me lo rogó y yo lo tardé, e hice mal de tardar caballería a quien de ella tan bien obra.

—¡Ay! —dijo Agrajes—, ¿dónde le podría hallar?.

—Él se os encomienda mucho —dijo la doncella—, y mándaos decir por mí que lo hallaréis en la guerra de Gaula, si ahí fuereis.

—¡Ay, Dios, qué buenas nuevas me decís! —dijo Agrajes—, ahora he más talante de me ir y, si lo yo hallo, nunca a mi grado de él seré partido.

—Derecho es —dijo la doncella—, que él mucho os ama; Grande fue la alegría que todos hubieron de las buenas nuevas del Doncel del Mar. Mas sobre todos fue la su señora Oriana, aunque más que ninguno lo encubría. El rey quiso saber de las doncellas por cuál manera lo hicieron caballero y ellas se lo contaron todo. Y dijo:

—Más cortesía halló en vos que en mí, pues yo no lo tardaba, sino por su pro, que lo veía muy mozo.

La doncella contó a Agrajes el mandado que le traía de aquélla que la historia contará adelante. Y él se partió con muy buena compaña para Gaula.

Capítulo 8

Cómo el rey Lisuarte envió por su hija a casa del rey Languines y é1 se la envió con su hija Mabilia, acompañadas de caballeros y dueñas y doncellas.

Después de diez días que Agrajes fue partido llegaron ahí tres naos en que venía Galdar de Rascuil con cien caballeros del rey Lisuarte y dueñas y doncellas, para llevar a Oriana. El rey Languines lo acogió bien, que lo tenía por buen caballero y muy cuerdo. Él le dijo el mandado del rey, su señor, cómo enviaba por su hija, y además de esto Galdar dijo al rey de parte del rey Lisuarte que la rogaba enviase con Oriana a Mabilia su hija que así como ella misma sería tratada y honrada a su voluntad. El rey fue muy alegre de ello y ataviólas muy bien y tuvo al caballero y a las dueñas y doncellas en su corte algunos días haciéndoles muchas fiestas y mercedes, e hizo aderezar otras naves y abastecerlas de las cosas necesarias e hizo aparejar caballeros y dueñas y doncellas, las que le pareció que convenían para tal viaje. Oriana, que vio que este camino no se podía excusar, acordó de recoger sus joyas y andándolas recogiendo vio la cera que tomara al Doncel del Mar y membrósele de él y viniéronle las lágrimas a los ojos, y apretó las manos con cuita de amor que la forzaba y quebrantó la cera y vio la carta que dentro estaba y leyéndola halló que decía:

—Éste es Amadís Sin Tiempo, hijo de rey.

Ella, que la carta vio, estuvo pensando un poco y entendió que el Doncel del Mar había nombre Amadís y veía que era hijo de rey. Tal alegría nunca en corazón de persona entró como en el suyo. Y llamando a la doncella de Dinamarca le dijo:

—Amiga, yo os quiero decir un secreto que le no diría sino a mi corazón y guardadle como poridad de tan alta doncella como yo soy y del mejor caballero del mundo.

—Así lo haré —dijo ella—, y señora, no dudéis de que me decir lo que haga.

—Pues, amiga —dijo Oriana—, vos ir al caballero novel que sabéis y dígoos que le llaman el Doncel del Mar y hallarlo habéis en la guerra de Gaula, y si vos antes llegaréis, atendedlo, y luego que lo viereis, dadle esta carta y decidle que ahí hallará su nombre, aquél que le escribieron en ella cuando fue echado en el mar y sepa que sé yo es hijo de rey y que pues él era tan bueno cuando no lo sabía, ahora trabaje de ser mejor y decidle que mi padre envió por mí y me llevan a él, que le envío yo decir que se parta de la guerra de Gaula y se vaya luego a la Gran Bretaña y trabaje de vivir con mi padre hasta que le yo mande que lo haga.

La doncella, con este mandado que oír, fue de ella despedida y entrada en el camino de Gaula, de la cual se hablará en su tiempo. Oriana y Mabilia con dueñas y doncellas, encomendándolas el rey y la reina a Dios, fueron metidas en las naos, los marineros soltaron las áncoras y tendieron sus velas y como el tiempo era aderezado, pasaron presto en la Gran Bretaña, donde muy bien recibidos fueron.

El Doncel del Mar estuvo llagado quince días en casa del caballero y de la doncella, su sobrina, que le curaba, en cabo de los cuales, comoquiera que las heridas aún recientes fuesen, no quiso ahí más detenerse y partióse un domingo de mañana, y Gandalín con él, que nunca de él se partió. Esto era en el mes de abril y entrando por una floresta oyó cantar las aves, y veía flores a todas partes y como él tanto en poder de amor fuese, membróse de su amiga y comenzó a decir:

—¡Ay, cautivo Doncel del Mar, sin linaje y sin bien, cómo fuiste tan osado de meter tu corazón y tu amor en poder de aquélla que vale más que las otras todas de bondad y hermosura y linaje! ¡Oh, cautivo por cualquier de estas tres cosas, no debía ser osado el mejor caballero del mundo de la amar, que más es ella hermosa que el mejor caballero en armas y más vale la su bondad que la riqueza del mayor hombre del mundo, y yo cautivo que no sé quién soy, que viva con trabajo de tal locura, que moriré amando sin se lo osar decir.

Así hacía su duelo e iba tan atónito que no cataba sino a las cervices de su caballo y miró en una a una espesura de la floresta y vio un caballero armado en su caballo aguardando un su enemigo, el cual había oído todo aquel duelo que el Doncel del Mar hacía, y como vio que se callaba, parósele delante y dijo:

—Caballero, a mí parece que más amáis vuestra amiga que a vos, despreciándoos mucho y loando a ella; quiero que me digáis quién es y amarla he, pues que vos no sois tal para servir tan alta señora según lo que a vos he oído.

Dijo el Doncel:

—Señor, caballero, la razón os obliga a decir lo que decís, pero lo demás no lo sabréis en ninguna manera. Y más os digo, que de la vos amar no podríais de ello ganar ningún buen fruto.

—De venir a hombre afán y peligro —dijo el caballero— por buena señora en gloria lo debe recibir, porque a la fin sacará de ello el galardón que espera. Y, pues, hombre en tal alto lugar ama, como vos, no se debería de enojar de cosa que le viniese.

El Doncel del Mar fue confortado de cuanto le oyó decir y tuvo que bien hacía a él esta razón y quiso ir adelante, más el otro le dijo:

—Estad quedo, caballero, que todavía conviene que me digáis lo que os pregunte por fuerza o de grado.

—Dios no me ayude —dijo el Doncel— si a mi grado vos lo sabréis, ni de otro por mí mandado.

—Pues luego sois en la batalla, dijo el caballero.

—Más me place de eso —dijo el Doncel del Mar— que de lo decir.

Entonces enlazaron sus yelmos y tomaron los escudos y las lanzas, y queriéndose apartar para su justa llegó una doncella que les dijo:

—Estad, señores, estad y decidme unas nuevas, si las sabéis, que yo vengo a gran prisa y no puedo atender el fin de vuestra batalla.

Ellos preguntaron qué quería saber.

—Si vio alguno de vos —dijo ella— un caballero novel que se llama el Doncel del Mar.

—¿Y qué le queréis?, dijo él.

—Traigo las nuevas de Agrajes, su amigo, el rey de Escocia.

—Aguarda un poco —dijo el Doncel del Mar—, que yo os diré de él, y fue para el caballero que le daba voces que se guardase y el caballero hirió en el escudo tan bravamente que la lanza fue en piezas por el aire, mas el Doncel del Mar, que lo acertó de lleno, dio con él y con el caballo en tierra y el caballo se levantó y quiso huir. Mas el Doncel del Mar lo tomó y dióselo diciendo:

—Señor caballero, tomad vuestro caballo y no queráis saber de ninguno nada contra su voluntad.

Él tomó el caballo, mas no pudo tan aína cabalgar que era maltrecho de la caída. El Doncel del Mar tornó a la doncella y díjole:

—Amiga, ¿conocéis éste por quien preguntáis?.

—No —dijo ella—; que nunca lo vi, más díjome Agrajes que él se me daría a conocer tanto que le dijese que era suya.

—Verdad es —dijo él—, y sabed que yo soy.

Entonces desenlazó el yelmo, y la doncella que le vio el rostro dijo:

—Cierto, creo yo que decís verdad, que a maravilla os oí loar de la hermosura

—Pues, decidme —dijo él—, ¿dónde dejasteis Agrajes?.

—En una ribera —dijo la doncella— cerca de aquí, donde tiene su compaña para entrar en la mar y pasar a Gaula y quiso antes saber de vos porque con él paséis.

—Dios se lo agradezca —dijo él—, y ahora guiad y vámoslo a ver.

La doncella entró por el camino y no tardó a mucho que vieron en la ribera las tiendas y los caballeros cabe ellas y siendo ya cerca oyeron en pos de sí unas voces diciendo:

—Tomad, caballero, que todavía conviene que me digáis lo que os pregunto.

Él tornó la cabeza y vio el caballero con quien antes justara, y otro caballero con él y tomando sus armas fue contra ellos que traían las lanzas bajas y al más correr de los caballos. Y los de las tiendas lo vieron y tan bien puesto en la silla que fueron maravillados; y ciertamente podéis creer que en su tiempo no hubo caballero que más apuesto en la silla pareciese, ni más hermoso justase, tanto que en algunas partes donde él se quería encubrir, por ellos fue conocido y los dos caballeros le hirieron con las lanzas en el escudo, que se lo falsaron, mas el arnés no, que era fuerte, y las lanzas fueron quebradas e hirió al primero que antes derribara y encontróle tan fuertemente que dio con él en tierra y le quebró un brazo y quedó como muerto y perdió la lanza, mas puso luego mano a la espada y dejóse ir al otro que los hería y dióle por cima del yelmo, así que la espada llegó a la cabeza y como por ella tiró quebraron los lazos y sacóselos de la cabeza y alzó la espada por lo herir y el otro alzó el escudo y el Doncel del Mar detuvo el golpe, y pasando la espada a la mano siniestra, trabóle del escudo y tiróselo del cuello, y dióle con él encima de la cabeza, que el caballero cayó en tierra aturdido. Este hecho, dio las armas a Gandalín y fuese con la doncella a las tiendas.

Agrajes, que se mucho maravillaba quién sería el caballero que tan presto a los dos caballeros había vencido, fue contra él y conocióle y díjole:

—Señor, vos seáis muy bien venido.

El Doncel del Mar descendió de su caballo y fuéronse ambos a abrazar, y cuando los otros vieron que aquél era el Doncel del Mar, fueron con él muy alegres, y Agrajes dijo:

—¡Ay, Dios!, que mucho os deseaba ver.

Y luego lo llevaron a su tienda y lo hizo desarmar y mandó que le trajesen allí los caballeros que en campo maltrechos quedaban. Y cuando ante él vinieron, díjoles:

—¡Por Dios!, grande locura comenzasteis en acometer batalla con tal caballero.

—Verdad es —dijo el del brazo quebrado—, mas ya fue hoy tal hora que lo tuve en tan poco que no creía hallar en él ninguna defensa, y contó cuanto con él le aviniera en la floresta, sino el duelo, que no lo osó decir. Mucho rieron todos de la paciencia del uno y de la grande soberbia del otro. Aquel día holgaron allí con mucho placer y otro día cabalgaron y anduvieron tanto que llegaron a Palingues, una buena villa que era puerto de mar frontera de Gaula, y allí entraron en las naos de Agrajes y con el buen viento que hacía, pasaron presto el mar y llegaron a otra villa de Gaula, que Galfán había nombre y de allí se fueron por tierra a Baladín, un castillo donde el rey Perión era, donde mantenía su guerra habiendo mucha gente perdido, que con su venida de ellos muy alegre fue e hízoles dar buenas posadas y la reina Elisena hizo decir a su sobrino Agrajes que la viniese a ver. Y llamó al Doncel del Mar y otros dos caballeros para ir allá. El rey Perión cató el Doncel y conociólo que aquél era el que él hiciera caballero y el que le acorriera en el castillo del viejo y fue contra él y dijo:

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