Amadís de Gaula (4 page)

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Authors: Garci Rodríguez de Montalvo

BOOK: Amadís de Gaula
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—Pues, maestro —dijo el rey—, ¿qué es lo que muestra que lo echaba en un río?.

—Eso, señor, no lo quieras saber, que no te tiene pro alguno.

—Todavía —dijo él— me lo decid y no temáis.

—Pues que así te place —dijo Ungan—, quiero de ti fianza que por cosa que aquí diga no habrás saña de aquélla que tanto te ama, en ninguna sazón.

—Yo lo prometo, dijo el rey.

—Pues sabe —dijo él— que lo que en el río veían lanzar, es que será así echado el hijo que de vos hubiere.

—¿Y el otro corazón —dijo el rey—, que me queda qué será?.

—Bien debes entender —dijo el maestro— lo uno por lo otro, que es que habréis otro hijo y por alguna guisa lo perderéis contra la voluntad de aquélla que ahora os hará el primero perder.

—Grandes cosas me habéis dicho —dijo el rey—, y a Dios plega por la su merced que lo postrimero de los hijos no salga tan verdadero como lo que de la dueña que yo amo me dijisteis.

—Las cosas ordenadas y permitidas de Dios —dijo el maestro—, no las puede ninguno estorbar ni saber en qué pararán, y por esto los hombres no se deben contristar ni alegrar con ellas, porque muchas veces así lo malo como lo bueno que de ellas a su parecer ocurrirles puede, suceder de otra forma que ellos esperaban. Y tú, noble rey, perdiendo de tu memoria todo esto que aquí con tanta afición has querido saber recoge en ella de siempre rogar a Dios, que en esto y en todo lo ál haga lo que su santo servicio sea, porque aquélla, sin duda, es la mejor.

El rey Perión quedó muy satisfecho de lo que deseaba saber y mucho más de este consejo de Ungan el Picardo, y siempre cabe sí lo tuvo, haciéndole mucho bien y mercedes. Y saliendo al palacio halló una doncella más guarnida de atavíos que hermosa y díjole:

—Sabe, rey Perión, que cuando tu pérdida cobrares, perderá el señorío de Irlanda su flor, y fuese que no la pudo detener. Así quedó el rey pensando, en esto y otras cosas.

El autor deja de hablar de esto y torna al doncel que Gandales criaba, el cual, el Doncel del Mar se llamaba, que así le pusieron nombre, y criábase con mucho cuidado de aquel caballero don Gandales y de su mujer, y hacíase tan hermoso que todos los que lo veían se maravillaban. Y un día cabalgó Gandales armado, que en gran manera era buen caballero y muy esforzado y siempre se acompañara con el rey Languines en el tiempo que las armas seguían. Y aunque el rey de seguirlas dejase, no lo hizo él así, antes las usaba mucho y yendo así armado, como os digo, halló una doncella que le dijo:

—¡Ay, Gandales, si supiesen muchos altos hombres lo que yo ahora, cortarte habían la cabeza!.

—¿Por qué?, dijo él.

—Porque tú guardas la su muerte, dijo ella. Y sabed que ésta era la doncella que dijo el rey Perión que cuando fuese su pérdida cobrada, perdería el señorío de Irlanda su flor. Gandales, que no lo entendía, dijo:

—Doncella, por Dios os ruego que me digáis qué es eso.

—No te lo diré —dijo ella—, mas todavía así vendrá.

Y partiéndose de él se fue su vía. Gandales quedó cuidando en lo que dijera, y a cabo de una pieza viola tornar muy aína en su palafrén diciendo a grandes voces:

—¡Ay, Gandales, acórreme, que muerta soy!.

Él cató y vio venir en pos de ella un caballero armado con su espada en la mano y Gandales hirió el caballo de las espuelas y metióse entre ambos y dijo:

—Don caballero a quien Dios dé mala ventura, ¿qué queréis a la doncella?.

—¿Cómo —dijo él—, queréis la vos amparar a ésta por engaño me trae perdido el cuerpo y el alma?.

—De eso no sé nada —dijo Gandales—, mas ampararos la he yo, porque mujeres no han de ser por esta vía castigadas, aunque lo merezcan.

—Ahora lo veréis, dijo el caballero, y metiendo su espada en la vaina tornóse a una arboleda donde estaba una doncella muy hermosa, que le dio un escudo y una lanza y diose a correr contra Gandales, y Gandales contra él, e hiriéronse con las lanzas en los escudos, así que volaron en piezas y juntáronse de los caballos y de los cuerpos de consumo tan bravamente que cayeron a sendas partes y los caballos con ellos y cada uno se levantó lo más presto que pudo, y hubieron su batalla así a pie, mas no duró mucho que la doncella que huía se metió entre ellos y dijo:

—Caballeros, estad quedos.

El caballero que tras ella venía quitóse luego afuera y ella le dijo:

—Venid a mi obediencia.

—Iré de grado —dijo él—, como a la cosa del mundo que más amo, y echando el escudo del cuello y la espada de la mano hincó los hinojos ante ella, y Gandales fue ende mucho maravillado y ella dijo al caballero que ante sí tenía:

—Decid a aquella doncella de so el árbol que se vaya luego, si no la tajaréis la cabeza.

El caballero se tornó contra, y ella díjole:

—¡Ay, mala, yo me maravillo que la cabeza no te tiro!.

La doncella vio que su amigo era encantado y subió en su palafrén llorando y fuese luego. La otra doncella dijo:

—Gandales, yo os agradezco lo que hicisteis, id a buena ventura, que si este caballero me erró yo le perdono.

—De vuestro perdón no sé —dijo Gandales—, mas la batalla no le quito si no se otorga por vencido.

—Quitaréis —dijo la doncella— que si vos fueseis el mejor caballero del mundo haría yo que él os venciese.

—Vos haréis lo que pudiereis —dijo él—, mas yo le quitaré si no me decís por qué dijisteis que guardaba muerte de muchos altos hombres.

—Antes os lo diré —dijo ella— porque a este caballero amo yo como a mi amigo y a ti como a mi ayudador.

Entonces le apartó y díjole:

—Tú me harás pleito como leal caballero que otro por ti nunca lo sabrá hasta que te lo yo mande.

Él así lo otorgando, díjole:

—Dígote, de aquél que hallaste en la mar que será flor de los caballeros de su tiempo. Éste hará estremecer los fuertes, éste comenzará todas las cosas y acabará a su honra, en que los otros fallecieron, éste hará tales cosas que ninguno cuidaría que pudiesen ser comenzadas ni acabadas por cuerpo de hombre. Éste hará los soberbios ser de buen talante, éste habrá crudeza de corazón contra aquéllos que se lo merecieren, y aún más te digo: que éste será el caballero del mundo que más lealmente mantendrá amor y amará en tal lugar cual conviene a la su alta proeza; y sabe que viene de reyes de ambas partes. Ahora te ve —dijo la doncella—, y cree firmemente que todo acaecerá como te lo digo y si lo descubres venirte ha por ello más de mal que de bien.

—¡Ay, señor! —dijo Gandales—, ruégoos, por Dios, que me digáis dónde os hallaré para hablar con vos en su hacienda.

—Esto no sabrás tú por mí ni por otro, dijo ella.

—Pues decidme vuestro nombre, por la fe que debéis a la cosa del mundo que más amáis.

—Tú me conjuras tanto que te lo diré, pero la cosa que yo más amo sé que más me desama que en el mundo sea, y éste es aquel muy hermoso caballero con quien te combatiste, mas no dejo por eso yo de lo traer a mi voluntad, sin que él otra cosa hacer pueda. Él sabe que mi nombre es Urganda la Desconocida, ahora me cata bien, y conóceme si pudieres.

Y él, que la vio doncella de primero que a su parecer no pasaba de diez y ocho años, viola tan vieja y tan lasa que se maravilló como en el palafrén se podía tener y comenzóse a santiguar de aquella maravilla. Cuando ella así lo viometió mano a una bujeta que en el regazo traía, y poniendo la mano, por sí tomó como de primero, y dijo:

—Parécete que me hallarías aunque me buscases? Pues yo te digo que no tomes por ello afán, que si todos los del mundo me demandasen no me hallarían si yo no quisiese.

—Así Dios me salve —dijo Gandales—, yo así lo creo. Mas ruégoos, por Dios, que os membréis del doncel que es desamparado de todos sino de mí.

—No pienses en eso —dijo Urganda—, que ese desamparado será amparo y reparo de muchos, y yo lo amo más que tú piensas, como quien atiende de él cedo haber dos ayudas, en que otro no podría poner consejo, y él recibirá dos galardones, donde será muy alegre, y ahora te encomiendo a Dios, que irme quiero y más aína me verás que piensas.

Y tomó el yelmo y escudo de su amigo para se lo llevar. Y Gandales, que la cabeza le vio desarmada, pareció el más hermoso caballero que nunca viera. Y así se partieron de en uno. Donde dejaremos a Urganda ir con su amigo y contarse ha de don Gandales, que partido de Urganda tornóse para su castillo y en el camino halló la doncella que andaba con el amigo de Urganda que estaba llorando cabe una fuente, y como vio a Gandales conociólo y dijo:

—¿Qué es eso, caballero, cómo no os hizo matar aquella alevosa a quién ayudabais?.

—Alevosa no es ella —dijo Gandales—, mas buena y sabida, y si fueseis caballero yo os haría comprar bien la locura que dijisteis.

—¡Ay, mezquina! —dijo ella—, cómo sabe a todos engañar.

—¿Y qué engaño os hizo?, dijo él.

—Que me tomó aquel hermoso caballero que visteis, que por su grado más conmigo haría vida que con ella.

—Ese engaño así lo hizo —dijo él—, pues que fuera de razón y de conciencia vos y ella lo tenéis según me parece.

—Pero comoquiera que sea —dijo ella—, si puedo yo me vengaré.

—Desvario pensáis —dijo Gandales—, en querer enojar aquélla que no solamente antes que lo obréis, más que lo penséis, lo sabrá.

—Ahora os id —dijo ella—, que muchas veces los que más saben caen en los lazos más peligrosos.

Gandales la dejó, y fue como antes su camino, cuidando en la hacienda de su doncel, y llegando al castillo antes que se desarmase le tomó en sus brazos y comenzóle a besar, viniéndole las lágrimas a los ojos, diciendo en su corazón:

—Mi hermoso hijo, si querrá Dios que yo llegue al vuestro buen tiempo.

En esta sazón había el doncel tres años y su gran hermosura por maravilla era mirada, y como vio a su. amor llorar púsole las manos ante los ojos como que se los quería limpiar, de que Gandales fue alegre, considerando que siendo en más edad, más se dolería de su tristeza, y púsole en tierra y fuese a desarmar y dende adelante con mejor voluntad curaba de él, tanto que llegó a los cinco años. Entonces le hizo un arco a su medida y otro a su hijo Gandalín y hacíalo tirar ante sí, y así lo fue criando hasta la edad de siete años. Pues a esta sazón el rey Languines, pasando por su reino con su mujer y toda la casa, de una villa a otra y vínose al castillo de Gandales, que por ahí era el camino, donde fue muy bien festejado; mas a su Doncel del Mar y a su hijo Gandalín y a otros donceles mandólos meter en un corral, porque no le viesen, y la reina, que en lo más alto de la casa posaba mirando de una finiestra, vio los donceles que con sus arcos tiraban y al Doncel del Mar entre ellos, tan apuesto y tan hermoso que mucho fue de lo ver maravillada y violo mejor vestido que todos, así que parecía el señor y de que no vio ninguno de la compañía de don Gandales a quien preguntase, llamó sus dueñas y doncellas y dijo:

—Venid y veréis la más hermosa criatura que nunca fue vista.

Pues estándole mirando todos como a una cosa muy extraña y crecida en hermosura, el Doncel hubo sed y poniendo su arco y saetas en tierra fuese a un caño de agua a beber. Y un doncel mayor que los otros tomó su arco y quiso tirar con él, mas Gandalín no lo consintió y el otro empujólo recio. Gandalín dijo:

—Acorredme, Doncel del Mar, y como lo oyó dejó de beber y fuese contra el gran doncel y él le dejó el arco y tomólo con su mano y diole con él por cima de la cabeza gran golpe según su fuerza y trabáronse ambos, así que el gran doncel, malparado, comenzó a huir y encontró con el ayo que los guardaba y dijo:

—¿Qué has?.

—El Doncel del Mar —dijo— me hirió.

Entonces fue a él con la correa y dijo:

—¿Cómo, Doncel del Mar, ya sois osado de herir los mozos?; ahora veréis cómo os castigaré por ello.

El hincó los hinojos ante él y dijo:

—Señor, más quiero que me vos hiráis que delante de mí sea ninguna osado de hacer mal a mi hermano, y viniéronle las lágrimas a los ojos y el ayo hubo mancilla y díjole:

—Si otra vez lo hacéis, yo os haré bien llorar.

La reina vio bien todo esto y maravillóse por qué a aquél llamaban Doncel del Mar.

Capítulo 3

Cómo el rey Languines llevó consigo al Doncel del Mar y a Gandalín, hijo de don Gandales.

Así estando en esta sazón entró el rey y Gandales, y dijo la reina:

—Decid, don Gandales, ¿es vuestro hijo aquel hermoso doncel?.

—Sí, señora, dijo él.

—Pues, ¿por qué —dijo ella— le llamáis el Doncel del Mar?.

—Porque en la mar nació —dijo Gandales— cuando yo de la pequeña Bretaña venía.

—Por Dios, poco os parece, dijo la reina. Esto decía por ser el doncel a maravilla hermoso y don Gandales había más de bondad que de hermosura. El rey, que el doncel miraba, y muy hermoso le pareció, dijo:

—Hacedlo aquí venir, Gandales, y yo lo quiero criar.

—Señor —dijo, él—, sí haré, mas aún no es edad que se deba partir de su madre.

Entonces fue por él y trájolo y díjole:

—Doncel del Mar, ¿queréis ir con el rey, mi señor?.

—Yo iré donde me vos mandare —dijo él—, y vaya mi hermano conmigo.

—Ni yo quedaré sin él, dijo Gandalín.

—Creo, señor —dijo Gandales—, que los habréis de llevar ambos, que no se quieren partir.

—Mucho me place, dijo el rey. Entonces lo tomó cabe sí y mandó llamar a su hijo Agrajes, y díjole:

—Hijo, estos donceles ama tú mucho, que mucho amo yo a su padre.

Cuando Gandales esto vio, que ponían al Doncel del Mar en mano de otro que no valía tanto como él, las lágrimas le vinieron a los ojos y dijo entre sí:

—Hijo hermoso, que de pequeño comenzaste andar en aventura y peligro, y ahora te veo en servidumbre de los que a ti podrían servir, Dios te guarde y enderece en aquellas cosas de su servicio y de tu gran honra, y haga verdaderas las palabras que la sabia Urganda de ti me dijo y a mí me deje llegar a tiempo de las grandes maravillas, que en las armas prometidas te son.

El rey, que los ojos llenos de agua le vio, dijo:

—Nunca pensé que erais tan loco.

—No lo soy tanto como cuidáis —dijo él—, mas si os pluguiere, oídme un poco ante la reina.

Entonces mandaron apartar a todos, y Gandales les dijo:

—Señores, sabed la verdad de este doncel que lleváis, que yo lo hallé en la mar, y contóles por cuál guisa y también dijera lo que de Urganda supo, sino por el pleito que hizo.

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