Amadís de Gaula (148 page)

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Authors: Garci Rodríguez de Montalvo

BOOK: Amadís de Gaula
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Oído esto por aquellos señores romanos, rogaron a Brondajel de Roca, que era muy principal y muy razonador entre ellos, que le respondiese, el cual le dijo:

—En mucho tenemos, señor Amadís, vuestra graciosa habla y mucho os debe ser agradecida, pero como este hecho sea tan crecido y para ello es menester el consentimiento de muchas voluntades, no podríamos así al presente responder hasta que con los caballeros que así son se platique, porque aunque de muchos de los que aquí vienen no se hace cuenta, muy principales son para esto, señor, que nos decís, porque en nuestra tierra tienen muchas fortalezas y ciudades y villas del imperio, y otros oficios de comunidades que tocan mucho a la elección del imperio, y por esto, si os pluguiere, nos daréis lugar que veamos a Flamíneo, que es un caballero muy honrado, que nos han dicho que está herido, y en su presencia serán por nosotros todos llamados y se os podrá dar deliberadamente la respuesta.

Amadís lo tuvo por bien y les dijo que respondían como caballeros cuerdos y lo que debían y que les rogaba, porque creía que su partida de allí sería breve, no hubiese dilación. Ellos le dijeron que así se haría, que la tardanza sería para ellos más grave. Pues luego cabalgaron todos tres y se entraron en la villa, que ya de los muertos estaba desembarazada, que el rey Lisuarte mandó venir de esas comarcas muchas gentes que los enterraron.

Y como llegaron a la posada do Flamíneo estaba, descabalgaron y entraron en su cámara, y como se vieron fueron muy ledos en sus voluntades, aunque los continentes muy tristes por la gran desventura que le había venido, y luego le dijeron como era menester que hiciese llamar todos los alcaides y personas señaladas que habían quedado vivas de los que allí estaban, porque era necesario que supiesen una habla que Amadís le había hecho en que estaba su deliberación o prisión para siempre. Flamíneo los mandó llamar, y venidos los que venir pudieron estando juntos, Brondajel de Roca les dijo:

—Honrado caballero Flamíneo, y vosotros, buenos amigos: ya sabéis las grandes dichas y grandes fortunas que sobre todos los de Roma son venidas, después que por mandado de nuestro emperador, que Dios perdone, venimos en esta isla de la Gran Bretaña y porque tan notorias son a vosotros será excusado repetirlas ahora. Nosotros, estando presos en la Ínsula Firme, Amadís de Gaula tuvo por bien de nos hacer venir aquí donde nos veis, el cual con mucho amor y buena voluntad nos ha traído y hecho muchas honras, y nos ha hablado largamente diciendo que pues nuestro imperio romano está sin señor y de derecho más que a otro alguno le viene la sucesión de él a Arquisil, que él será agradable en que por vosotros y nosotros sea por señor y emperador tomado, y que no solamente nos dará libre de la prisión que sobre nosotros tiene, mas que nos será fiel amigo y ayudador en todo lo que menester le hubiéramos, y pareciónos según el afición a esto que os decimos mostró que tiene por dicho que si con voluntad de nosotros se hiciese, que nos dará las gracias que oísteis, y si no de ser poner con sus fuerzas para que por otra vía se haga. Así que, buen señor, y vos, buenos amigos, esto es para lo que aquí fuisteis llamados y porque vuestras voluntades se determinen sabiendo las nuestras, es mucha razón que se os declaren, lo cual es que hemos platicado entre nos mucho sobre esto y hallamos que lo que este caballero Amadís os pide y ruega es lo que nos habíamos con mucha afición de rogar y pedir a él, porque como sabéis aquel tan gran señorío de Roma no puede estar sin señor, ¿pues quien más por derecho, por esfuerzo, por virtudes, que este Arquisil lo merece? Por cierto, a mi ver ninguna. Éste es nuestro natural, criado entre nosotros, sabemos sus buenas costumbres y maneras. A éste sin empacho podemos pedir por fuero lo que siendo derecho otro por ventura que extraño fuese nos lo negaría. Demás de esto ganamos en amistad a este famoso caballero Amadís, que así como siendo enemigo tanto poder tuvo de nos dañar, siendo amigo con aquél mismo mucha honra y bien nos puede hacer y enmendar todo lo pasado. Ahora decid lo que os place, y no miréis a nuestra prisión ni fatiga, sino solamente a lo que la razón y la justicia os guiare.

Como las cosas justas y honestas tengan tanta fuerza que aún los malos sin gran empacho negar no la puedan, así estos caballeros, como personas discretas y de buen conocimiento, viendo ser muy justo y a lo que eran obligados lo que aquel caballero Brondajel de Roca dijo, no le pudieron contradecir, aunque como siempre acaece en las muchas voluntades haber diversas discordias, tantos hubo allí que a la razón miraron y siguieron que los que otra cosa quisieran no hubo lugar su deseo, y todos juntamente dijeron que así como Amadís lo demandaba se hiciese y con su emperador se tornasen a sus casas sin se más de tener en aquellas tierras donde malandantes habían sido, y que a ellos, como a muy principales, dejaban a cargo de lo que Arquisil había de jurar y prometer, y con este asiento se tornaron a Amadís al monasterio, y dijéronle todo lo que estaba concertado, de que hubo gran placer. Pues, finalmente, todos juntos los caballeros y grandes señores de los romanos y las otras gentes más bajas del imperio dentro en la iglesia juraron a Arquisil por su emperador y le prometieron vasallaje, y él les juró todos sus fueros y costumbres y les hizo y dio todas las mercedes que con razón le pidieron. Así que por esto podemos decir que algunas veces vale más ser sojuzgado y apremiados de los buenos fuera de nuestra libertad que con ella sirve y obedecer a los malos, porque de lo bueno no se espera en la fin sino bien, y de lo malo, aunque algún tiempo tenga flores, al cabo han de ser secas con las raices donde procede, que este Arquisil fue criado con hombre de su sangre que fue el emperador Patín, al cual muchos señalados servicios hizo en honra de su corona imperial y en lugar de haber conocimiento de ellos los trajo desviado, casi desterrado y maltratado de donde él estaba, temiendo que la virtud y buenas maneras de este caballero por donde había de ser querido y amado y hechas muchas mercedes le habían de quitar el señorío, y siendo preso de su enemigo, donde no esperaba gracia ni honra ninguna antes todos al contrario, de éste por ser tan diverso y acabado, en la virtud que al otro fallecía le vino aquella tan gran honra y tan gran estado como ser emperador de Roma, en lo cual deben tomar todos ejemplo y llegarse a los virtuosos y cuerdos, porque de lo bueno su parte les alcanza, y apartarse de los malos escándalos y envidiosos de poca virtud y de muchos vicios, porque así como ellos dañados no sean.

Capítulo 118

De cómo el rey Lisuarte hizo juntar los reyes y grandes señores y otros muchos caballeros en el monasterio de Luvaina, que allí con él estaban, y les dijo los grandes servicios y honras que de Amadís de Gaula había recibido y el galardón que por ello le dio.

Así como habéis oído fue tomado por emperador de Roma este virtuoso y esforzado caballero Arquisil a causa de su buen amigo Amadís de Gaula.

Ahora cuenta la historia que todos estos reyes, príncipes y caballeros estuvieron muy viciosos a su placer en aquel monasterio y en la villa de Luvaina. hasta que el rey Lisuarte fue en mejor disposición de salud y se levantó de la cama, y otros muchos de sus caballeros que heridos habían estado, curando de él y de ellos aquel maestro gran Helisabad, y como así el rey Lisuarte se viese, hizo un día llamar a los reyes y grandes señores de ambas partes, y junto con ellos en la iglesia de aquel monasterio les dijo:

—Honrado reyes y famosos caballeros, muy excusado me parece traeros a la memoria las cosas pasadas, pues que así como yo las habéis visto, en las cuales si atajo no se diese, los vivos que somos de los muertos iguales nos haríamos, pues dejándolas aparte, conociendo el gran daño que así al servicio de Dios como a nuestras personas y estados ocurriría en ellas procediendo, he tenido al noble rey Perión de Gaula y a todos los príncipes y caballeros de su parte para que en presencia suya y vuestra os diga lo que oiréis.

Entonces, volviéndose a Amadís, le dijo:

—Esforzado caballero Amadís de Gaula, según la fin y propósito de mí, hablo fuera de mi condición, que es no loar a ninguno en presencia, y de vuestro querer, que siempre de ello empacho recibe, me será forzado delante de estos reyes y caballeros reducir a sus memorias las cosas pasadas entre vos y mí desde el día en que en mi corte quedasteis por caballero de la reina Brisena, mi mujer. Y aunque a todos ellos sean notorias, viendo que como ellas pasaron por mí son conocidas, tendrán a bien y a honesta causa el galardón que a su merecimiento por mí se quiere dar, cierto estando vos en mi casa después que vencisteis a Dardán el Soberbio, y habiéndome traído para mi servicio a vuestro hermano don Galaor, que fue el mayor don que nunca a rey se hizo, y yo fui enartado y mi hija Oriana, por este malo Arcalaus el Encantador, y así ella como yo presos, sin que de todos mis caballeros pudiese ser defendido ni socorrido, constreñidos a guardar mi palabra que se lo defendí. Donde teníamos ella y yo en peligro de muerte y de cruel prisión las personas y mis reinos a ventura de ser perdidos, pues a este tiempo viniendo vos y don Galaor de donde la reina os había enviado, sabiendo en el estado que mi hacienda estaba, poniendo entrambos vuestras vidas en el punto de la muerte por remediar las nuestras, fuimos remediados y socorridos, y mis enemigos, los que presos nos llevaban, muertos y destrozados, y luego por vos socorrida la reina mi mujer y muerto Barsinán, padre de este señor de Sansueña, que la tenía cercada en la mi ciudad de Londres, de manera que así como con mucho engaño y gran peligro fue preso, así con mucha honra y seguridad mía y de mis reinos por vos fui restituido. Esto pasado dende ha algún espacio de tiempo, fue aplazada batalla entre mí y el rey Cildadán, que presente está, de ciento por ciento caballeros, y antes que a ella viniésemos vos me quitasteis de mi estorbo a este caballero don Cuadragante y a Famongomadán y Basagante su hijo, los dos más bravos y fuertes jayanes que en todas las ínsulas de la mar había, y les tomasteis a mi hija Leonoreta con sus dueñas y doncellas y diez caballeros de los buenos de mi corte que los llevaban presos en carretas, donde con todo mi poder nunca la pudiera cobrar, pues según la gente que el rey Cildadán a la batalla trajo, así de fuertes jayanes como de otros muy valientes caballeros, si por vos no fuera, que de un golpe matasteis al fuerte Sarmadán el León y de otro me librasteis de las manos de Madanfabul, el jayán de la Torre Bermeja, que desapoderado de todas mis fuerzas, sacándome de la silla debajo el brazo me la llevaba a meter en sus naos, y por otras muchas cosas famosas que en la batalla hicisteis, conocido es que no hubiera yo la victoria y grande honra que allí hube. Pues junto con esto vencisteis aquel muy valiente y famoso en todo el mundo Ardán Canileo el Dudado, por donde mi corte fue muy honrada en se hallar en ella, lo que en ninguna de las que él anduvo pudo hallar, que en ellas ni en todas las partes que él fue, uno, ni dos, ni tres, ni cuatro caballeros le pudieron ni osaron tener campo. Pues si queremos decir que a todo esto erais obligados, pues que vos hallabais en mi servicio y que la gran necesidad y la obligación que sobre nuestra honra teníais os constreñía a lo hacer, dígase lo que por mí habéis hecho, después que más a mi cargo por haber dado lugar a malos consejeros que al vuestro de mi casa más como contrario y enemigo que como amigo ni servidor os partisteis, que sabido por vos en el tiempo que más enemigos estábamos la gran batalla que con este rey Arábigo y otros seis reyes y otras muchas extrañas gentes y naciones yo hube que venían de propósito y esperanza de sojuzgar mis reinos, tuvisteis manera con el rey vuestro padre y don Florestán vuestro hermano cómo a ella vinieseis en mi ayuda, donde con más razón y justa causa según el rigor y saña nuestra me deberíais ser contrario. Y casi por la bondad de vos todos tres, aunque de mi parte hubo muy buenos y muy preciados caballeros, yo alcancé tan gran vencimiento que destruyendo todos mis enemigos aseguré mi persona y real estado, con mucha más honra y grandeza que la que de antes tenía. Ahora, viniendo al cabo yo sé que a vuestra causa en la segunda batalla que hubimos fue quitada y reparada la gran afrenta en que yo y todos los de mi parte estábamos, como ellos saben, que entiendo que cada uno sintió en sí lo que yo, pues en este socorro postrimero bien será excusado traerlo a la memoria, que aún la sangre de nuestras llagas corre y las ánimas no han tenido lugar de tornar a sus moradas, según ya de nosotros eran alejadas y despedidas. Ahora, buenos señores, me decid: ¿qué galardón se puede dar a que la igualeza de tan grandes servicios y cargos satisfacer pueda? Por cierto, ninguna, salvo que honrada y acatada está mi persona mientras que sus días duraren, que estos mis reinos y señoríos que juntos con ella tantas veces por la mano y bondad de este caballero han sido socorridos y amparados, los haya en casamiento con mi hija Oriana, y que así como por voluntad a ellos dos son juntos en matrimonio sin lo yo saber, así sabiéndolo quiero que queden por mis hijos sucesores herederos de mis reinos.

Amadís cuando oyó el consentimiento que el rey tan público daba para que a su señora hubiese, que en comparación de ella todas las otras cosas por él contadas y dichas no tenía tanto como en nada, fue al rey e hincó los hinojos, y aunque no quiso le besó las manos, y le dijo:

—Señor, si a la vuestra merced pluguiera, todo esto en loor mío se ha dicho se pudiera excusar, porque según las mercedes y honras que yo y mi linaje de vos recibimos, a mucho mayores servicios éramos obligados, y por esto, señor, no os quiero dar gracias ningunas, pero por lo postrimero, no digo de la herencia de vuestros grandes señoríos, mas darme por su voluntad a la princesa Oriana os serviré todos los días que viva con la mayor obediencia y acatamiento que nunca hijo a padre ni servidor a señor lo hizo. El rey Lisuarte lo abrazó con muy grande amor, y le dijo:

—Pues en mí hallaréis aquel amor tan entrañable como con vos lo tiene ese rey que os engendró.

Todos fueron mucho maravillados cómo el rey en su habla atajó aquellos grandes fuegos de enemistades que tan gran tiempo habían durado, sin quedar cosa alguna en que fuese necesario de entender, y si de ello les plugo excusado sería decirlo, porque con gran soberbia se demandasen, según las muertes de los suyos habían visto, y las suyas tan cercanas, mucho estaban ledos de haber paz, y preguntábanse unos a otros si sabían por qué el rey dijera que Amadís y Oriana estaban juntos en matrimonio; porque después que la tomaron en la mar y la llevaron a la Ínsula Firme, nunca en ellos tal cosa sintieron, pues de antes mucho menos. Mas el rey que lo sintió rogó al santo hombre Nasciano que así como a él se lo había dicho se lo dijese aquellos señores, porque supiesen el poco cargo que Amadís tenías en la haber tomado en la mar y también cómo él estaba sin culpa no lo sabiendo en la dar al emperador y cómo si su hija sin su licencia y sabiduría lo hizo, la gran causa y razón que a ella la obligó.

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