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Authors: Daniel Tammet

Tags: #Autoayuda, #Biografía

Nacido en un día azul (6 page)

BOOK: Nacido en un día azul
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Uno de los efectos secundarios más corrientes de la medicación es la hipersensibilidad a la luz del sol, y por eso pasaba los meses de verano en casa mientras mi hermano jugaba fuera, en el jardín o en el parque. A mí no me importaba porque, incluso en la actualidad, la luz del sol me irrita y me hace sentir incómodo, y raramente salgo fuera durante mucho tiempo cuando hace sol. Tras las crisis, mis padres quisieron tenerme más vigilado, por lo que pasaba mucho tiempo en la sala de estar, mirando la televisión o bien jugando con monedas o cuentas que me daban, ya que así mi madre podía verme continuamente.

También experimenté efectos secundarios que me provocaban mareos y me hacían sentir un poco atontado. Siempre que me empezaba a marear me sentaba de inmediato, cruzaba las piernas y esperaba a que la sensación desapareciese. A veces eso desconcertaba a mis padres, sobre todo si íbamos andando por la calle y de repente me detenía y me sentaba en medio del pavimento. Por fortuna, los mareos no duraban mucho, sólo unos pocos segundos. La pérdida de control, así como lo impredecible de los mareos, me asustaba, y después de sentir uno estaba irritable y lloroso.

Existe una compleja relación entre el sueño y la epilepsia, con una elevada incidencia de trastornos oníricos entre quienes la padecen. Algunos investigadores creen que los sucesos relacionados con el sueño, como los terrores nocturnos y el sonambulismo, pueden representar la presencia de una crisis nocturna cerebral. De vez en cuando presenté episodios de sonambulismo —a veces con frecuencia, y otras no—, desde los seis años hasta el inicio de la adolescencia. El sonambulismo ocurre durante las tres primeras horas de sueño, cuando las ondas cerebrales del durmiente aumentan de tamaño, y el dormir carece de sueños y es profundo. Por lo general, el sonámbulo no responde si se le habla y no recuerda el episodio al despertar. En mi caso, saltaba de la cama y caminaba por mi habitación, siguiendo siempre el mismo recorrido. A veces me golpeaba contra las paredes o la puerta de mi habitación, despertando a mis padres, que dulcemente me guiaban de vuelta a la cama. Aunque de hecho no es perjudicial despertar a un sonámbulo, puede causar confusión y malestar en éste.

Mis padres adoptaron varias precauciones para garantizar mi seguridad nocturna. Despejaban el suelo de mi habitación de juguetes antes de acostarme y dejaban una luz encendida en el pasillo. También hicieron poner una puerta en lo alto de la escalera después de una ocasión en la que aparentemente las bajé sonámbulo, dirigiéndome a la parte de atrás de la casa. Me hallaron tirando de la puerta de la cocina, que daba al jardín.

Tal vez por eso a veces me sentía muy cansado de día y sólo quería dormir. Para mí era normal apoyar la cabeza en el pupitre y quedarme dormido. Los profesores, a los que mis padres habían puesto al corriente, en todo momento se mostraron amables y comprensivos. Siempre me resultaba confuso despertarme al cabo de diez, veinte o treinta minutos, hallar la clase vacía y oír a los niños corriendo por el patio, pero mis profesores siempre estaban allí para que me sintiese seguro.

El impacto acumulativo de los diversos efectos secundarios sobre mi primer año en el colegio fue bastante considerable. Me resultaba muy difícil concentrarme en clase o trabajar a un ritmo regular. Fui el último niño de mi clase que se aprendió el abecedario. Mi profesor, el señor Lemon, trataba de ayudarme mediante adhesivos de colores si cometía pocos errores al ir escribiendo el alfabeto. Nunca me sentí avergonzado ni cohibido por ir retrasado respecto a otros niños, porque no los consideraba parte de mi mundo.

Dos veces al año visitaba el Hospital Infantil de Westminster, en Londres, acompañado por mi padre, para que me realizasen un electroencefalograma a fin de controlar mi estado. Íbamos en taxi, llegábamos pronto, como de costumbre, y luego esperábamos a que nos llamasen. A lo largo de esos años debo de haber pasado muchas horas sentado en las salas de espera de los hospitales.

Al cabo de tres años se decidió ir retirando paulatinamente mi medicación contra las crisis. Mi madre se asustó ante la posibilidad de que la epilepsia reapareciese, aunque por fortuna no he vuelto a tener ningún ataque. Desaparecieron los efectos secundarios de la medicación y a partir de entonces mejoró mi rendimiento escolar.

No está claro qué efecto permanente —de tener alguno— dejó la epilepsia en mi cerebro y cómo actúa. Mis crisis infantiles tenían su origen en el lóbulo temporal izquierdo y algunos investigadores han sugerido que una explicación para las capacidades de los genios autistas sería una lesión cerebral en la zona izquierda que provocase una compensación en la región cerebral derecha. La causa es que las capacidades que resultan más evidentes en los genios autistas, como las relacionadas con cifras y cálculos, están asociadas con el hemisferio derecho.

No obstante, no es fácil determinar si la epilepsia es la causa o un síntoma de lesión en la zona izquierda del cerebro, y es muy posible que mis crisis infantiles fuesen consecuencia de una lesión cerebral previa, probablemente de nacimiento.

Por esa razón, los científicos se han interesado en estudiar mis capacidades perceptivas, para comprobar en qué difieren respecto a las de otras personas. El Centro de Investigación sobre el Autismo de Cambridge llevó a cabo un estudio en otoño del 2004 con este motivo. El director del centro es Simon Baron-Cohen, un profesor de psicopatología del desarrollo y un importante investigador de los trastornos autistas.

El estudio comprobó la teoría de la «coherencia central débil», que dice que los individuos autistas tienden a procesar detalles a expensas de la información de conjunto («el cuadro completo»), mientras que la mayoría de las personas integran la información en un contexto y en lo esencial, a menudo pasando por alto pequeños detalles. Por ejemplo, se han realizado estudios que han demostrado que los niños autistas reconocen mejor que otros no autistas rostros familiares en fotografías cuando se les ofrece sólo un detalle de esos rostros.

En el test de Navon, a los participantes se les pide que identifiquen un objetivo seleccionado que existe tanto a un nivel local como global. En la prueba que realicé en el centro, los investigadores me pidieron que apretase un botón que había junto a mi mano izquierda si veía la letra «A» y que apretase el que se hallaba junto a mi mano derecha si no la veía. Se mostraron unas rápidas imágenes sobre la pantalla que tenía delante y las respuestas fueron automáticas. En varias ocasiones apreté el «no», aunque poco después mi cerebro descubría que la configuración general de las letras creaba la forma de una «A». Los investigadores llaman «interferencia» a este fenómeno, y suele utilizarse en ilusiones ópticas. Para la mayoría de la gente, la interferencia viene causada por la forma global. Por ejemplo, cuando se les muestra una letra «H» compuesta por muchas letras «A» pequeñas, la mayoría de la gente no ve de inmediato las «A» a causa del efecto de interferencia que produce ver la forma de la «H». En mi caso, al igual que en el de las personas autistas, la interferencia se invierte y a mí me cuesta ver la forma general porque mi cerebro se centra automáticamente en los detalles individuales.

En las ilustraciones de arriba la imagen de la izquierda muestra la letra «A» compuesta de haches pequeñas. La de la derecha, la letra «H» compuesta de aes pequeñas.

En Australia, el profesor Alian Snyder —director del Centro Mental de la Universidad de Sídney— ha provocado un considerable interés en sus investigaciones a causa de sus afirmaciones de que puede reproducir capacidades de genio autista en sujetos que no lo son utilizando una técnica llamada «Estimulación Magnética Transcraneal (
EMT
)».

Se ha utilizado la
EMT
como una herramienta médica en la cirugía cerebral, conteniendo zonas específicas del cerebro a fin de permitir que los médicos observen los efectos de la cirugía en tiempo real. Se trata de una técnica no agresiva y aparentemente sin efectos secundarios.

El profesor Snyder cree que el pensamiento autista no es totalmente distinto del normal, sino una forma extrema. Inhibiendo temporalmente parte de la actividad cerebral —la capacidad de pensar contextual y conceptualmente, por ejemplo—, Snyder afirma que puede utilizarse la
EMT
para inducir un mayor acceso a las zonas del cerebro responsables de recopilar información sin tamizar ni filtrar. Al hacerlo, espera poder mejorar el cerebro cerrando ciertas partes, cambiando la manera en que el sujeto percibe distintas cosas.

El profesor utiliza un casco sujeto a una máquina de
EMT
mediante electrodos. Se aplican electrodos a los lóbulos temporales, que envían impulsos variables de energía magnética. Parte de los sujetos que han pasado por el procedimiento afirman haber experimentado un aumento temporal de la capacidad de dibujo y de corrección de pruebas; los dibujos de animales se tornan más reales y detallados, y la lectura es más precisa.

La mayoría de las personas leen reconociendo grupos de palabras familiares. Por esa razón pasan por alto pequeños errores ortográficos o repeticiones de palabras, como en el ejemplo siguiente:

ÁRBOLES

EN LA

LA SELVA

Leído con rapidez, la mayoría de la gente no se fijaría en el segundo «la», que sobra.

Un efecto beneficioso de procesar información en segmentos en lugar de holísticamente es que puedo corregir pruebas muy bien, pues me fijo mucho en los detalles. Los domingos por la mañana, mientras leo las páginas del periódico sentado a la mesa, no hago más que molestar a mis padres señalando los errores gramaticales y ortográficos que descubro. «¿Por qué no puedes leer el periódico como todo el mundo?», me pregunta mi madre, exasperada, después de que yo le señale el vigésimo error en el diario.

El profesor Snyder afirma que las capacidades del genio autista pueden encontrarse en todo el mundo; sólo que la mayoría no puede desbloquearlas. Cree que mis crisis epilépticas pueden haber desempeñado un papel parecido al de las pulsaciones de energía magnética de su máquina de
EMT
, afectando a ciertas áreas de mi cerebro, facilitando la aparición de mis capacidades con los números y el procesamiento perceptivo diferente.

Existen ejemplos de personas que han adquirido capacidades de genio autista tras enfermedades o lesiones cerebrales. Una de ellas es Orlando Serrell, que recibió en la cabeza el impacto de una pelota de béisbol cuando tenía diez años. Varios meses después empezó a recordar enormes cantidades de información, incluyendo números de matrículas, letras de canciones e informes meteorológicos.

También se ha informado de transformaciones parecidas en los casos de pacientes que sufren demencia frontotemporal (
DFT
), una enfermedad degenerativa cerebral que predomina en el lóbulo frontal y temporal. La personalidad, el comportamiento y la memoria se ven afectados con el avance de la enfermedad. La
DFT
suele afectar a adultos entre los cuarenta y los cincuenta años.

Bruce Miller, neurólogo de la Universidad de California, en San Francisco, dice que algunos de sus pacientes con
DFT
desarrollan espontáneamente interés y capacidad artística y musical. Estudios realizados mediante imágenes cerebrales muestran que en los pacientes que desarrollan habilidades, el fluido sanguíneo o la actividad metabólica son más reducidos en el lóbulo temporal izquierdo. Por mi parte, el hemisferio cerebral derecho, donde se halla localizado el procesamiento visual y espacial, queda mucho mejor protegido.

Es posible que las crisis de mi infancia pudieran haber desempeñado un importante papel a la hora de convertirme en lo que soy hoy en día. Hay otras muchas personas que han sentido lo mismo acerca de sus experiencias epilépticas, como Fiodor Dostoievski, el escritor ruso del siglo
XIX
—autor de clásicos de la literatura como
Crimen y castigo
y
Los hermanos Karamazov
—, que tuvo una rara forma de epilepsia lóbulo-temporal llamada «epilepsia extática». Las crisis de Dostoievski tenían lugar sobre todo de noche y eran generalizadas, afectando a todo el cuerpo. Su experiencia le condujo a crear personajes con epilepsia en cuatro de sus novelas: Kirrilov en
Los endemoniados
, Smirdiakov en
Los hermanos Karamazov
, Nelli en
Humillados y ofendidos
, y el príncipe Mishkin en
El idiota
.

El autor describió sus experiencias epilépticas de esta manera:

Durante algunos instantes experimento una felicidad imposible en un estado ordinario, y que otras personas no pueden concebir. Me siento lleno de armonía y en un mundo íntegro, y la sensación es tan intensa y dulce que a cambio de unos pocos segundos de tal gozo uno estaría dispuesto a dar diez años de vida, tal vez la vida entera. Sentí que el cielo descendía a la tierra y me engullía. Alcancé a Dios y me fundí con Él. La gente sana ni siquiera puede imaginarse qué es la felicidad, esa felicidad que nosotros los epilépticos experimentamos durante un segundo antes de un ataque.

Se cree que el escritor y matemático Lewis Carroll también tuvo crisis lóbulo-temporales, que pudieron haberle inspirado su obra más famosa:
Alicia en el país de las maravillas
. El siguiente fragmento describe una experiencia de caída involuntaria muy similar a la de una crisis epiléptica:

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