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Authors: Daniel Tammet

Tags: #Autoayuda, #Biografía

Nacido en un día azul (20 page)

BOOK: Nacido en un día azul
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Por desgracia, mi experiencia es bastante común. Unos estudios realizados en el 2001 por la Sociedad Autista Nacional de Gran Bretaña indicaron que sólo el 12% de quienes tienen autismo de elevado nivel funcional o síndrome de Asperger cuentan con trabajos a tiempo completo. Por el contrario, el 49% de las personas con otras incapacidades y el 81% de quienes no están discapacitados tenían empleo en el 2003, según la Oficina Estadística Nacional. Existen varias razones para tal disparidad. Las personas con un trastorno autista suelen tener problemas acerca de las oportunidades de empleo o de comprender el confuso lenguaje que suele aparecer en los anuncios de trabajos. Las entrevistas de selección requieren capacidades de comunicación y de interacción social, que son precisamente las áreas en las que alguien con autismo tiene dificultades. Los folletos de información sobre empleo de la Sociedad Autista Nacional sugieren una prueba en lugar de una entrevista formal como alternativa justa. Las preguntas que se hacen en una entrevista también pueden resultar difíciles de comprender y de responder adecuadamente. Varias de las que me hicieron en mi entrevista trataban de situaciones hipotéticas, que me resultaron difíciles de imaginar y a las que hube de responder con brevedad. Sería mucho mejor si estuviesen basadas en experiencias pasadas reales que demostrasen lo que esa persona ya sabe.

Quienes están dentro del espectro autista pueden aportar muchos beneficios a un trabajo en una empresa u organización: fiabilidad, honradez, elevado nivel de precisión, una considerable minuciosidad y un buen manejo de datos y cifras. Las empresas que emplean a personas con autismo/Asperger ayudan a aumentar la diversidad entre su personal, mientras que los jefes con empleados autistas suelen descubrir que aprenden a comunicarse con todo su equipo de manera más eficaz.

La escasez económica no fue un problema insuperable para nosotros. Neil siempre me animó y apoyó: me tranquilizaba cuando me sentía frustrado o triste y me animaba a pensar positivamente acerca del futuro. En las Navidades del 2001 conocí a sus padres y a su familia. Yo estaba muy nervioso, pero Neil no dejó de repetirme que no tenía nada de lo que preocuparme. Fuimos hasta casa de sus padres, no lejos de la nuestra, y al abrir la puerta nos recibió su madre, que me invitó a pasar y me presentó al resto de los miembros de la familia de Neil: el padre, el hermano, la cuñada y la sobrina pequeña. Todo el mundo estaba contento y yo me sentí tranquilo y feliz. La comida fue abundante y sabrosa, y estuvo seguida de un intercambio de tarjetas y regalos. Al día siguiente, Neil nos llevó hasta Londres para visitar a mi familia, pues en esta ocasión le tocaba a él conocer a mis padres, hermanos y hermanas, que estaban deseando conocerle. El apoyo por parte de ambas familias significó mucho tanto para Neil como para mí mismo.

El verano siguiente nos trasladamos a un pueblecito rural y costero, Herne Bay, cerca de la histórica ciudad de Canterbury. Trasladarse de casa siempre es una experiencia estresante en la vida de una persona, y para mí no fue diferente. Las primeras semanas después de empezar a vivir en nuestro nuevo hogar fueron muy molestas, con muebles, pintura y cajas por toda la casa y pocas oportunidades para descansar y relajarse. Cuando Neil estaba ocupado con algo práctico, yo ayudaba preparando la comida y el té, y buscando por la casa todo aquello que él necesitaba. Eso me ayudaba a olvidar la ansiedad que experimentaba, centrándome en lo que podía hacer en lugar de preocuparme por lo que no podía. Era muy emocionante presenciar la transformación de una casa en un hogar.

Me sentía muy afortunado al contar con un grupito de buenos amigos. Gracias al correo electrónico podía mantenerme en contacto regular o irregular con amigos distantes, como Rehan y Birute. Las amistades más recientes han sido en cierto modo «accidentales», como maravillosos regalos sorpresa. Por ejemplo, uno de mis mejores amigos actuales (Ian) fue vecino de la infancia de Neil. Un día, poco después de que nos trasladásemos a Herne Bay, recibimos una postal de él reexpedida por los padres de Neil. Ian y Neil no se habían visto en quince años y, sin embargo, cuando le invitamos una noche, fue como si nunca se hubiesen separado. No tardamos en enterarnos de que yo tenía varias cosas en común con Ian, como nuestro amor por los libros y la historia, y desde entonces fuimos buenos amigos.

Es una maravilla cuando descubro que algunas de mis habilidades pueden ser de utilidad para mis amigos. Cuando Ian se casó hace poco con una rumana, me pidió que le ayudase a abordar la cuestión de aprender algo de la lengua materna de su esposa. A cambio, me lleva a jugar al golf los fines de semana. No soy buen jugador, aunque mi lanzamiento no está nada mal. A veces Ian se rasca la cabeza cuando me ve caminar hacia atrás en el
green
entre mi bola y el hoyo. Lo que hago es sentir la forma en que el terreno se mueve bajo mis pies; así me hago una idea de la manera en que se moverá la bola cuando la golpee. A mí me funciona.

Nuestras amistades son conscientes de mi Asperger e intentan, siempre que resulte posible, asegurarse de que me encuentre a gusto en cualquier situación social que comparta con ellos. A menudo suelen organizar reuniones que saben que me gustan tanto como a ellos. Cada año, Neil y otros amigos hacen que Ian organice una «búsqueda del tesoro» con su club de coches «Mini» y me invitan a participar. A cada equipo se le da una lista de pistas y preguntas que se van solucionando al conducir hasta determinados lugares señalados en un mapa, donde se halla la respuesta. Por ejemplo, una pista puede decir: «Alojamiento de equinos jóvenes», cuya respuesta aparecerá revelada tras llegar a un
pub
llamado
Colt's House
(Dehesa potril). Mientras Ian conduce, Neil va leyendo las indicaciones y yo ayudo a encontrar y desentrañar las respuestas a las preguntas. Es estupendo poder hacer algo en lo que todo el mundo disfruta por diferentes razones.

Siempre que visitamos a Ian y a su esposa Elaine (o al otro Ian y a su esposa Ana) solemos jugar después de cenar, a las cartas o al
Trivial
. Neil dice que es de buena educación dejar ganar a tus anfitriones, pero yo no lo comprendo. ¿Por qué no contestar a una pregunta cuya respuesta sabes?

Me encantan los acertijos y disfruto mirando programas de televisión como
¿Quiere ser millonario?
Por lo general, conozco la respuesta a la mayoría de las preguntas, pero tengo mis puntos débiles, como deportes y novelas de ficción. Mis preguntas favoritas son las que incluyen fechas («¿Qué año se celebró el Campeonato Mundial de Snooker en el Crucible Theatre?». Respuesta: «1977»), o cronología («Coloque estos cuatro acontecimientos históricos en el orden en que tuvieron lugar»).

Poco después de mi traslado a Herne Bay, Neil y yo decidimos trabajar juntos en una idea que se me había ocurrido: crear un sitio web educativo, con cursos en la red para estudiantes de idiomas. Neil, con su trabajo informático, se ocupaba de todos los detalles técnicos, mientras que yo escribía el contenido de la página y los cursos. Tras pensar un poco en ello, elegí el nombre de «Optimnem» para el sitio, a partir de Mnemosine, la inventora de las palabras y el lenguaje en la mitología griega. Los estudiantes recibían cada lección por correo electrónico, junto con audioclips grabados por hablantes nativos, muchos ejemplos escritos acerca del idioma, y ejercicios para ayudar a practicar y revisar cada paso. Al crear cada uno de los cursos tuve que echar mano de mi experiencia como profesor en Lituania y como tutor a fin de poder concentrarme en las partes del aprendizaje de lenguas que suele costarle más a la gente. Quería crear cursos que reflejasen mis propias experiencias personales como estudiante autista. Por esas razones, cada uno de ellos consta de «trozos» de información fácilmente asimilables. Las lecciones evitan lenguaje técnico del tipo «nominativo» y «genitivo» o «conjugación verbal», y en lugar de ello intentan explicar cómo cambian las palabras, dependiendo por ejemplo de su situación en una frase, mediante un lenguaje sencillo y claro. Utilizar muchos ejercicios escritos también significa que los estudiantes pueden ver el funcionamiento del idioma en varias situaciones diferentes; resulta más fácil recordar vocabulario nuevo cuando se presenta visualmente y en un contexto. Lanzamos la página web en septiembre del 2002 y fue un éxito, con miles de estudiantes de todas las edades y de todo el mundo, y millones de visitas. Optimnem está ahora en su cuarto año y es miembro de la Red Nacional de Aprendizaje de Gran Bretaña, un portal financiado por el gobierno que proporciona «la entrada a un valioso contenido educativo en Internet».

El éxito de la página web significó que yo ya trabajaba y ganaba dinero, algo de lo que me sentí orgulloso e ilusionado. También estaba la ventaja de poder trabajar en casa, que es estupendo para mí a causa de la ansiedad que puedo llegar a sentir cuando me hallo en un entorno que no puedo controlar y en el que no me encuentro a gusto. Estoy encantado de ser autónomo, aunque, claro está, no es una elección fácil y puede ser muy difícil llegar a ser económicamente independiente.

Neil también trabaja en casa, y sólo tiene que desplazarse a su oficina de Ramsgate una vez a la semana. En un típico día de trabajo, me siento frente a mi ordenador en la mesa de la cocina, en la parte de atrás de la casa, con una hermosa vista del jardín; Neil trabaja en el despacho (un dormitorio reformado) que tenemos arriba. Si necesito algún consejo acerca de algo relacionado con el sitio web, sólo tengo que subir las escaleras y preguntárselo. Vernos tanto es muy bueno, aunque sé que no funciona en todas las relaciones. Comemos juntos y charlamos mientras tomamos unos bocadillos o una sopa, que yo mismo preparo. A Neil le gusta compartir de vez en cuando mis obsesivas rutinas cotidianas: tomar el té conmigo a la misma hora cada día, por ejemplo. Después de trabajar, preparamos juntos la cena, lo que nos da la oportunidad de relajarnos y pensar en otras cosas.

Siempre me han gustado los animales, desde mi fascinación infantil por las mariquitas hasta los programas sobre fauna en la televisión. Creo que una razón de ello es que suelen ser más pacientes y tolerantes que muchas personas. Desde que me fui a vivir con Neil he pasado muchos ratos con su gata, Jay. Por entonces tenía menos de dos años y era muy distante; prefería pasar su tiempo sola, recorriendo los jardines del vecindario y refunfuñando siempre que Neil trataba de acariciarla o agarrarla. En esa época, Neil solía trabajar en la oficina y estaba fuera de casa casi todo el día. Antes de mi llegada, Jay había pasado sola muchas horas durante sus primeros años de vida. Debió de ser toda una sorpresa para ella y también una conmoción ver que ahora tenía compañía durante todo el día. Al principio no intenté tomarla ni acercarme a ella, porque sabía que era muy cautelosa y que no estaba acostumbrada a la gente. Por tanto, esperé a que despertase su curiosidad natural y no tardó en acercarse tímidamente a mí cuando me hallaba sentado en la sala de estar, husmeándome los pies y las manos si los ponía a su altura para frotarse la nariz en ellos. Con el tiempo, Jay empezó a pasar cada vez más ratos en casa. Cuando entraba, me arrodillaba hasta poner mi rostro a su altura, y lentamente extendía la mano alrededor de su cabeza y la acariciaba de la misma manera que la había visto limpiarse el pelo del lomo con la lengua. Luego comenzaba a ronronear, y abría y cerraba los ojos somnolienta, y entonces yo sabía que me había ganado su afecto.

Jay era una gata muy lista y sensible. A veces me tendía en el suelo para que ella se sentase en mi pecho o estómago y echase una cabezada. Antes de sentarse me daba unos amables golpecitos con las garras. Se trata de un comportamiento normal en los gatos, conocido como «hollar» o «remar» y se cree que indica satisfacción. Las razones de ese comportamiento no están claras, aunque la acción imita la forma en que un gatito utiliza sus garras para estimular el flujo de leche de la teta de su madre. Una vez que Jay se sentaba encima de mí, yo cerraba los ojos y respiraba más despacio, para que creyese que también dormía. Entonces se sentía segura, porque sabía que yo no iba a realizar ningún movimiento brusco, y se relajaba. Solía llevar jerséis gruesos y ásperos, incluso cuando hacía calor, porque sabía que Jay prefería su textura a la de las camisetas y otras prendas.

A pesar de todo su afecto, a veces Jay se mostraba distante e indiferente respecto a nosotros, sobre todo con Neil, algo que yo sabía que le molestaba enormemente. Le sugerí que tal vez necesitaba un compañero, otro gato con el que interactuar de manera regular. Yo tenía la esperanza de que Jay aprendería a ser más sociable y que sería más accesible. Leímos los anuncios en el periódico local y encontramos uno del dueño de una gata que había tenido gatitos hacía poco. Telefoneamos y concertamos una cita para ir a verlos. Cuando al día siguiente llegamos a la casa, nos dijeron que ya habían vendido varios y que quedaban sólo unos pocos. Señalé uno, un gatita diminuta, tímida y negra, y me dijeron que nadie había mostrado ningún interés en ella, porque era negra. Acordamos rápidamente llevarla a casa con nosotros y le pusimos el nombre de Moomin. Al principio, como cabía esperar, Jay no acababa de ver claro el papel de su nueva hermana, y le bufaba y gruñía en cuanto tenía oportunidad. Sin embargo, con el paso del tiempo dejó de hacerlo y empezó a mostrarse más tolerante con su presencia. Lo que resultó más alentador fue su gradual pero definitivo cambio de humor: se tornó mucho más afectuosa, deseosa de que la tomasen en brazos, y mucho más feliz, con largos y sonoros ronroneos y ganas de jugar con Moomin y con nosotros. Siempre que nos veía lanzaba un delicioso sonido «brrrp» a lo cual yo contestaba poniéndome a su altura y frotando mi cara contra el pelo de la suya.

En el verano del 2004 celebramos el quinto cumpleaños de Jay, ofreciéndole un banquete y algunos juguetes. No obstante, su apetito y energía parecían haber disminuido, lo que achacamos al calor que hacía. Solía sentarse o dormir debajo de una cama, una mesa o el toallero del baño. Yo comprendía muy bien ese comportamiento porque de niño también me metía debajo de la cama o de una mesa para calmarme y sosegarme. Pero Jay comenzó a hacerlo cada vez más, apartándose de nosotros. Luego llegó la enfermedad. Vomitaba a menudo, pero sólo líquido. Al principio fue una molestia, pero luego nos empezó a preocupar. Había perdido peso y caminaba lentamente por casa. Neil la llevó al veterinario, donde se quedó para hacerle unos análisis y pruebas. Nos dijeron que Jay padecía una infección hepática, algo muy raro en una gata tan joven, y que debía quedarse allí unos días para ser sometida a tratamiento. Llamábamos cada día para enterarnos de su estado, y se nos dijo que permanecía estable. Más tarde, una semana después de haberla llevado, recibimos una llamada del veterinario, que nos dijo que Jay no respondía al tratamiento y que tal vez sería buena idea que fuésemos a verla.

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