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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

Los guardianes del oeste (29 page)

BOOK: Los guardianes del oeste
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—¿O Mandorallen? —sugirió el monarca con una sonrisa.

—No, Garion —repuso el joven después de reflexionar un instante—. No creo que Mandorallen tenga las cualidades necesarias; aunque podría sorprendernos, ¿sabes? En varias ocasiones, Hunter ha sido un murgo.

—¿Un murgo? ¿Cómo puedes fiarte de un murgo?

—Yo jamás he dicho que siempre podamos fiarnos de Hunter.

—Nunca comprenderé a los espías ni su mundo —afirmó Garion mientras meneaba la cabeza con expresión de perplejidad.

—Es como un juego —le explicó Seda—. Después de un tiempo, el juego en sí pasa a ser más importante que el bando en el que estés. En ocasiones, las razones que nos mueven a hacer las cosas son bastante oscuras.

—Ya lo he notado —dijo el rey—. Y ya que has sacado el tema, dime, ¿cuál es la verdadera razón de tu visita a Riva?

—No es ningún secreto, Garion —respondió Kheldar con cortesía mientras se acomodaba los puños de la chaqueta gris—. Hace unos años me di cuenta de que un comerciante que viaja no puede mantenerse al tanto de todo. Si uno pretende controlar una situación local, necesita un agente en el lugar de la escena..., alguien que pueda aprovechar una oportunidad en el mismo momento en que se presente. He localizado mercados para ciertos productos rivanos, como cristal, botas de calidad, capas de lana y cosas por el estilo, y creo que sería bueno tener un representante aquí.

—Es una gran idea, Seda. Los negocios de la ciudad se hallan estancados y un comercio nuevo podría darles energía. —El príncipe lo miró rebosante de alegría—. Además, los impuestos adicionales me vendrían bien.

—¿Qué?

—Siempre hay impuestos, Seda, aunque no sean excesivos. Estoy seguro de que lo comprenderás. Se necesita mucho dinero para administrar un reino.

—¡Garion! —exclamó el joven con tono angustiado.

—Es una de las primeras cosas que aprendí. A la gente no le molestan demasiado los impuestos si sabe que todo el mundo paga lo mismo, por lo tanto no puedo hacer excepciones..., ni siquiera por un viejo amigo. Te presentaré a Kail, mi administrador principal. Él se ocupará de organizarlo todo.

—Me decepcionas, Garion —dijo el príncipe con cara de frustración.

—Como tú dices siempre, los negocios son los negocios, Seda.

Se oyó un golpe suave en la puerta.

—¿Sí? —respondió Belgarion.

—El guardián de Riva, Majestad —anunció el centinela de la puerta.

—Hazlo pasar.

El alto y canoso guardián entró silenciosamente.

—Príncipe Kheldar —saludó a Seda con una inclinación de cabeza y luego se volvió hacia Garion—. No es mi intención molestarte, pero se ha presentado un asunto urgente.

—Por supuesto, Brand —repuso el rey con cortesía—. Siéntate.

—Gracias, Belgarion —dijo aquél, dejándose caer sobre una silla con expresión de alivio—. Mis piernas ya no son lo que eran.

—¿No es maravilloso envejecer? —intervino Seda—. La mente mejora, pero todo lo demás comienza a deteriorarse.

Brand le respondió con una breve sonrisa.

—Se ha producido un pequeño altercado en la guarnición de la Ciudadela, Garion —habló sin rodeos—. Yo ya he castigado a los dos jóvenes implicados, pero pensé que tal vez si tú les hablaras podría evitarse un derramamiento de sangre.

—¿Un derramamiento de sangre?

—Estaban discutiendo sobre algo sin importancia y una cosa llevó a la otra, hasta que forcejearon un poco y se aflojaron unos cuantos dientes. Todo habría terminado allí si no fuera porque decidieron desafiarse formalmente. Supuse que tú querrías evitar un duelo de espadas.

—Por supuesto.

—Yo puedo ordenarles que retiren sus desafíos, pero siempre existe la posibilidad de que una noche se enfrenten en algún lugar privado. Creo que las palabras del rey podrían hacerles olvidar esas tonterías. Son dos jóvenes bastante honestos y no debemos permitir que se hagan picadillo entre sí.

El monarca asintió con un gesto.

—Hazlos venir a primera hora de...

De repente, el medallón de Garion se movió de un modo extraño y el joven interrumpió lo que estaba diciendo, atónito por la vibración que sentía en el pecho. El amuleto se puso muy caliente y el rey sintió un extraño zumbido en los oídos.

—¿Qué pasa, Garion? —preguntó Seda con curiosidad.

Garion comenzaba a alzar una mano, intentando encontrar la fuente de aquel sonido, cuando el amuleto dio un salto tan violento como un verdadero golpe en el pecho. El zumbido se apagó y el rey oyó la voz de su esposa, llamándolo: «¡Garion, ayúdame!»

El alorn se puso de pie de un salto, mientras Brand y Seda lo miraban estupefactos.

—¡Ce'Nedra! —gritó—. ¿Dónde estás?

«¡Ayúdame, Garion! Estoy en los baños.»

—¡Deprisa! —les dijo a los demás—. ¡Ce'Nedra nos necesita en los baños! —Y corrió fuera de la habitación, después de coger una espada enfundada que había en un rincón.

—¿Qué ocurre? —preguntó Seda en el pasillo mientras corría tras él.

—No lo sé —respondió—. Me llamó para pedirme ayuda. —Mientras corría, Garion agitaba la espada, como si intentara desenvainarla—. Algo está ocurriendo en los baños.

Para llegar a los baños de la Ciudadela, situados en los sótanos, había que recorrer un largo camino y descender por unas escaleras que parecían interminables. Garion bajaba los escalones de tres en tres, mientras Seda y Brand lo seguían, pisándole los talones. Los criados y los oficiales se quedaban azorados al verlos pasar corriendo con expresiones siniestras y las armas en las manos.

Al final de la última escalinata, encontraron la pesada puerta de los baños femeninos, pero estaba cerrada por dentro.

Garion empleó de inmediato su poder, se concentró en su voluntad y ordenó:

—¡Estalla!

Y la puerta con bordes de hierro saltó de las bisagras y cayó hacia adentro.

La escena que descubrieron en el interior era terrorífica. Arell yacía en un rincón, con una daga clavada entre los omóplatos. En el centro de la humeante piscina, una mujer alta y delgada, vestida con una túnica oscura, mantenía hundido a alguien debajo del agua con expresión siniestra, alguien que luchaba débilmente, y un gran abanico de cabello cobrizo flotaba sobre la superficie.

—¡Ce'Nedra! —gritó Garion, saltando a la piscina con la espada en alto.

La mujer de la capa oscura lo miró con asombro y huyó despavorida del furioso rey.

El menudo cuerpo de Ce'Nedra emergió, lánguido, a la superficie y empezó a flotar, con la cabeza hacia abajo, moviéndose ligeramente con las ondulaciones del agua. Garion arrojó la espada con un gemido de angustia y avanzó con esfuerzo en el agua caliente, que le llegaba a la cintura, mientras extendía los brazos con desesperación para coger el cuerpo inerte que flotaba un poco más allá.

Mientras tanto, Brand corría por el pasillo de azulejos que rodeaba la piscina, rugiendo de rabia y con la espada en alto, detrás de la mujer. Esta se dirigía hacia una puerta estrecha que había al fondo de los baños. Sin embargo, Seda se le había adelantado y perseguía a aquella mujer con una daga de largo filo en la mano.

Garion tomó en sus brazos el cuerpo de su esposa y corrió hacia la orilla de la piscina, donde descubrió, con horror, que ya no respiraba.

—¿Qué puedo hacer? —gimió, desesperado—. ¿Qué puedo hacer, tía Pol? —Pero tía Pol no estaba allí. Apoyó a Ce'Nedra con cuidado en el borde de la piscina. La joven no se movía ni respiraba y tenía un horrible color gris azulado—. ¡Que alguien me ayude! —gritó Garion, mientras volvía a coger el cuerpo inerte y lo estrechaba entre sus brazos.

De repente, algo palpitó con fuerza sobre su pecho y el rey miró la cara de su esposa, buscando con ansiedad algún signo de vida, pero Ce'Nedra no se movía y su pequeño cuerpo estaba laxo.

Otra vez la estrechó contra sí y sintió de nuevo aquel fuerte latido, casi como un golpe en el corazón. Volvió a apartar un poco a Ce'Nedra e intentó encontrar el origen de aquella extraña sensación. La luz vacilante de una de las antorchas, que se hallaban dispuestas sobre soportes de hierro en las paredes de mármol de la piscina, pareció danzar sobre el amuleto de plata que colgaba del cuello de la joven. ¿Podría haber sido...? Con mano temblorosa, Garion rozó el amuleto con la punta de los dedos y sintió un extraño cosquilleo. Apartó la mano, sobresaltado, pero enseguida volvió a cogerlo y cerró la mano sobre él. Lo sentía palpitar en su palma, como un corazón de plata que latía con un ritmo titubeante.

—¡Ce'Nedra! —dijo con brusquedad—. Tienes que despertar. ¡Por favor, no te mueras, Ce'Nedra! —Pero su esposa no se movió. Con el amuleto todavía en la mano, Garion comenzó a sollozar—. Tía Pol —lloró desconsolado—. ¿Qué puedo hacer?

—¿Garion? —se oyó la voz asombrada de Polgara, que llegaba hasta él desde una enorme distancia.

—¡Tía Pol! —gimió él—. ¡Ayúdame!

—¿Qué ocurre? ¿Cuál es el problema?

—¡Es Ce'Nedra! ¡Se ha... ahogado!

Tras pronunciar aquellas palabras, él mismo se dio cuenta de la magnitud de lo que había sucedido, como si recibiera un golpe enorme y devastador. Entonces comenzó a llorar otra vez con sollozos desgarradores.

—¡Ya está bien! —exclamó la voz de la hechicera con la fuerza de un latigazo—. ¿Dónde ocurrió? —preguntó—. ¿Y cuándo?

—Aquí en los baños. No respira, tía Pol. Creo que está muerta.

—Deja de lloriquear, Garion —dijo con un tono que era como una bofetada en plena cara—. ¿Cuánto hace que dejó de respirar?

—Unos minutos..., no lo sé.

—No debes perder el tiempo. ¿La has sacado del agua?

—Sí, pero no respira y su cara tiene un color ceniciento.

—Escucha con atención. Tienes que sacarle el agua de los pulmones. Ponla boca abajo y presiónale la espalda. Intenta hacerlo con el mismo ritmo de una respiración normal y ten cuidado de no apretar demasiado para no hacerle daño al bebé.

—Pero...

—¡Haz lo que te digo, Garion!

El rey le dio la vuelta a su esposa y comenzó a presionarle las costillas con cuidado. Una asombrosa cantidad de agua salió por la boca de la joven, pero ella siguió inmóvil.

Garion se detuvo y volvió a coger el amuleto.

—No ocurre nada, tía Pol —dijo.

—¡No pares!

El alorn presionó de nuevo la espalda de Ce'Nedra y, cuando estaba a punto de darse por vencido, ella comenzó a toser. El joven estuvo a punto de llorar de alivio. Continuó apretándole la espalda hasta que ella tosió con más fuerza y comenzó a sollozar débilmente.

—¡Está llorando, tía Pol! —exclamó Garion tras coger el amuleto—. ¡Está viva!

—Bien, entonces ya puedes parar. ¿Qué ocurrió?

—Una mujer intentó matarla en los baños. Brand y Seda la están persiguiendo.

Hubo un largo silencio.

—Ya veo —dijo Polgara por fin—. Ahora escúchame con atención, Garion. Los pulmones de Ce'Nedra quedarán muy débiles después de esto. Ahora, el riesgo principal es que coja una congestión y tenga fiebre. Debes abrigarla y dejarla descansar. Su vida y la del bebé dependen de eso. En cuanto empiece a respirar mejor, llévala a la cama. Estaré allí en cuanto pueda.

Garion actuó con rapidez. Reunió todas las toallas y batas que pudo encontrar e improvisó una cama para su esposa, la cual lloraba débilmente. Cuando la estaba cubriendo con una capa, Seda regresó con expresión sombría, seguido por Brand, que jadeaba de forma notable.

—¿Está bien? —preguntó el corpulento guardián con cara de desesperación.

—Eso creo —respondió Garion—. He logrado que volviera a respirar. ¿La mujer escapó?

—No exactamente —explicó Seda—. Corrió hacia arriba hasta llegar a las almenas. Una vez allí, descubrió que yo estaba pisándole los talones y, como no tenía escapatoria, se arrojó al vacío.

—Bien —dijo el rey, sin detenerse a pensarlo, contento de que se hubiera matado.

—No, en realidad no está bien. Necesitábamos interrogarla. Ahora nunca descubriremos quién la envió.

—No lo había pensado.

Brand estaba junto al cuerpo de su sobrina y la miraba con expresión de tristeza.

—Mi pobre Arell —musitó con tono acongojado. Luego se arrodilló e intentó sacarle la daga que llevaba clavada en la espalda—. Incluso con su muerte, sirvió a su reina —añadió, casi con orgullo. Garion lo miró asombrado—. La daga está atascada —explicó Brand— y la mujer que la mató no pudo recuperarla, por eso intentaba ahogar a Ce'Nedra. Si hubiera podido usar el cuchillo, habríamos llegado demasiado tarde.

—Descubriré al responsable de esto —afirmó Garion entre dientes—. Creo que lo haré desollar vivo.

—Es un buen sistema —dijo Seda—, aunque también podríamos hervirlo. Es mi método favorito.

—Garion —murmuró Ce'Nedra débilmente, y cuando él la miró todos los deseos de venganza se esfumaron por completo de su mente.

Mientras abrazaba a su esposa, oyó la conversación que mantenían Seda y Brand.

—Cuando hayan recogido lo que queda de la asesina —decía el hombrecillo en voz baja—, quiero que me traigan todas sus ropas.

—¿Sus ropas?

—Exacto. La mujer ya no puede hablar, pero sus ropas quizá sí. Te sorprendería enterarte de todos los datos que puedes descubrir de una persona con sólo examinar su ropa interior. Es necesario averiguar quién está detrás de todo esto y esa mujer es nuestra única pista. Quiero saber quién era y de dónde venía. Cuanto antes lo haga, antes podré empezar a calentar el aceite.

—¿El aceite?

—Pienso freír al responsable de esto en aceite hirviendo, despacio y con exquisita minuciosidad.

Capítulo 14

Polgara llegó a última hora de aquella misma tarde. Nadie se atrevió a preguntarle cómo había logrado hacer un viaje de miles de kilómetros, que solía llevar semanas, en apenas unas horas. Sin embargo, el centinela que estaba de guardia en las almenas de la Ciudadela, y que la escoltó hasta la sala en la que se hallaba la reina, tenía una expresión de absoluta incredulidad en los ojos, como si acabara de ver algo de lo cual prefería no hablar.

En el momento de su llegada, Garion discutía con un médico acerca del valor terapéutico de las sangrías. La conversación había llegado a tal punto que el joven estaba amenazando con su espada al azorado médico cuando éste se aproximaba a la cama de Ce'Nedra con un lanceta en la mano.

—Si intentas cortarle las venas a mi esposa con eso, yo te cortaré las tuyas con esto otro.

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