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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

Los guardianes del oeste (54 page)

BOOK: Los guardianes del oeste
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—¿Quién? —se apresuró a preguntar Garion—. ¿Quién va a morir?

—Eso no me ha sido revelado. —Irguió los hombros con evidente esfuerzo—. Recordadme, porque volveremos a encontrarnos. —Y con esas palabras desapareció.

—¿Adonde ha ido? —exclamó el general.

—Era una proyección, Brendig —explicó Belgarath—, aunque el hombre, Toth, es real. ¿Cómo lo han hecho? ¿Lo sabes, Misión?

—No estoy seguro, Belgarath —respondió el chico encogiéndose de hombros— pero para hacerlo necesitaron unir los poderes de todos los videntes de Kell.

—¡Qué estupidez! —exclamó Barak furioso mientras daba un poderoso puñetazo sobre la mesa—. Nada en el mundo podrá impedir que os acompañe —añadió mientras Mandorallen, Hettar y Lelldorin lo respaldaban con gestos de asentimiento.

—¿Es posible que haya mentido? —le preguntó Garion a Polgara.

—¿Cyradis? No; una vidente es incapaz de mentir. Puede habernos ocultado información, pero nunca mentiría. Nos ha dicho lo que ve en las estrellas.

—¿Cómo puede ver algo en las estrellas con esa venda en los ojos? —objetó Lelldorin.

—No lo sé —respondió Pol abriendo los brazos—. Los videntes captan cosas de una forma que los demás no alcanzamos a comprender.

—Es probable que se haya equivocado al leerlas —sugirió Hettar.

—Los videntes de Kell no suelen equivocarse —gruñó Beldin—, así que no deberíamos basarnos en esa suposición.

—Lo cual nos deja una única opción —dijo el rey—. Iré solo.

—¿Solo? —repitió Ce'Nedra, atónita.

—Ya has oído lo que ha dicho. Uno de los que venga conmigo morirá.

—Siempre ha existido esa posibilidad, Garion —le recordó Mandorallen con expresión seria.

—Pero no la certeza.

—No permitiré que vayas solo —anunció Barak.

De repente, Garion experimentó un violento tirón, como si alguien lo hubiera empujado hacia un lado, y una voz que no era la suya habló por su boca sin que pudiera evitarlo:

—¿Vais a acabar de una vez con estas tonterías? —exclamó—. Ya os han dado instrucciones; ahora cumplidlas.

Todos miraron al monarca estupefactos. Él abrió las manos en un gesto de impotencia, intentando indicarles que no podía controlar las palabras que salían de su boca.

Belgarath parpadeó.

—Esto debe de ser muy importante para que intervengas directamente —le dijo el hechicero a la otra conciencia que había usurpado la voz de Garion.

—No hay tiempo para que os sentéis a discutir este asunto, Belgarath. Debéis recorrer un largo camino y tenéis muy poco tiempo para hacerlo.

—¿Entonces lo que ha dicho Cyradis es verdad? —preguntó Polgara.

—Al menos hasta ahora, aunque aún no ha tomado partido por nadie.

—Entonces ¿por qué ha venido?

—Ella tiene su propia misión que cumplir y esta visita forma parte de ella. También deberá dar instrucciones a Zandramas.

—¿No podrías darnos alguna pista sobre el lugar donde debemos encontrarnos? —repuso el anciano esperanzado.

—Belgarath, no me pidas eso. Sabes que no es posible. Debéis deteneros en Prolgu de camino hacia el sur.

—¿Prolgu?

—Algo que debe ocurrir sucederá allí. Tienes poco tiempo, Belgarath, así que no lo malgastes.

—No dejas de hablar sobre el tiempo. ¿Te importaría ser un poco más explícito?

—Se ha ido, abuelo —dijo Garion, recuperando el control de su voz.

—Siempre hace lo mismo —protestó Belgarath—. Justo cuando la conversación comienza a ponerse interesante, se va.

—Ya sabes por qué lo hace —apuntó Beldin.

—Sí, supongo que sí —suspiró el hechicero, y se volvió hacia los demás—. Muy bien, así están las cosas. Creo que debemos hacer exactamente lo que ha dicho Cyradis.

—¿No iréis a llevar a Ce'Nedra con vosotros? —objetó la reina Porenn.

—Claro que voy a ir, Porenn —declaró la joven con firmeza—. Habría ido de todos modos, dijera lo que dijera la joven ciega.

—Pero ha dicho que uno de los acompañantes de Garion moriría.

—Yo no soy su acompañante, Porenn, sino su esposa.

—¿Hay algo que pueda decir para hacerte cambiar de idea? —suplicó Barak con lágrimas en los ojos.

Garion sintió que sus propios ojos se llenaban de lágrimas. Barak siempre había sido uno de los pilares de su vida y la idea de comenzar la búsqueda sin el hombretón de barba roja le hacía sentir un gran vacío.

—Me temo que no tenemos elección —repuso con tristeza—. Si de mí dependiera... —Dejó la frase en el aire, incapaz de continuar.

—Esta situación me rompe el corazón, queridísima Ce'Nedra —dijo Mandorallen arrodillándose ante la reina—. Yo soy vuestro caballero, vuestro defensor y protector, y sin embargo me prohíben acompañaros en esta peligrosa misión.

Grandes y brillantes lágrimas resbalaron por las mejillas de Ce'Nedra, que rodeó el cuello del caballero con sus brazos.

—Querido, querido Mandorallen —exclamó con voz trémula mientras lo besaba en la mejilla.

—Tengo gente trabajando en Mallorea —le explicó Seda a Yarblek—; te daré una carta de presentación para que ellos te informen a ti. No tomes decisiones a la ligera, pero tampoco dejes pasar ninguna oportunidad.

—Sé cómo llevar el negocio, Seda —replicó el nadrak—, tan bien como tú.

—Por supuesto, pero tiendes a entusiasmarte demasiado. Lo único que digo es que no debes perder la cabeza. —El príncipe miró con tristeza su chaqueta de terciopelo y sus joyas. Suspiró—. Oh, supongo que ya he vivido sin esto antes. —Se volvió hacia Durnik—. Creo que deberíamos empezar a empaquetar —dijo. El rey lo miró con expresión de perplejidad—. ¿No lo has oído, Garion? —preguntó Kheldar— Cyradis te dijo a quién debías llevar contigo. Durnik es el Hombre con Dos Vidas, Misión es el Portador del Orbe y yo, por si lo has olvidado, soy el Guía. —Belgarion abrió mucho los ojos en un gesto de asombro—. Por supuesto que voy contigo —dijo Seda con una sonrisa pícara—. Si no estoy ahí para mostrarte el camino, es muy probable que te pierdas.

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