Las seis piedras sagradas (10 page)

Read Las seis piedras sagradas Online

Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

BOOK: Las seis piedras sagradas
7.22Mb size Format: txt, pdf, ePub

Miró en derredor sólo para ver que el norteamericano, Robertson, no parecía conmovido por la conclusión de Jack; tampoco Cimitarra y Buitre, su compañero saudí.

—Recordarán que, en su artículo —continuó Jack—, el Mago mencionaba el orbe negro representado en el Misterio de los Círculos. Sugería que era un Sol Oscuro, un gemelo de nuestro propio Sol, su opuesto. También afirmaba que el Misterio de los Círculos representa nuestro sistema solar con diez planetas en lugar de nueve.

—Sí…

—Hoy, nuestro sistema solar tiene nueve planetas y un cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter —dijo Jack—. Pero puede que eso no siempre haya sido así. Más adelante, en su artículo, el Mago postula que el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter fue una vez un planeta muy pequeño parecido al nuestro. Ahora bien, si se destruye un planeta, sus partes formarían un cinturón de asteroides similar al que existe entre Marte y Júpiter.

El silencio reinó en la habitación.

—Sí —afirmó Jack como si les hubiera leído el pensamiento—. Esto ha ocurrido ya antes.

—Damas y caballeros —prosiguió—, debemos unir nuestros recursos y luchar contra esta amenaza, necesitamos recuperar la Máquina antes de que llegue el Sol Oscuro, pero en este momento faltan numerosas piezas del rompecabezas, como saber cuándo llegará ese Sol Oscuro y para qué momento debe estar reconstruida la Máquina. El Mago conoce muchas de esas respuestas, pero imagino que sus propios investigadores también saben algunas, por no mencionar las recompensas y el interés de China en esta situación y lo que pueda saber.

Jack miró al grupo que tenía delante.

—Necesito saber todo lo que ustedes saben.

En la sala se instaló un silencio incómodo. Había llegado el momento de que algunos de ellos revelaran sus secretos.

Alguien carraspeó para aclararse la garganta. Era Buitre, el espía saudí.

—Mi familia, la gran casa de Saud, posee uno de los pilares que ha descrito. Es un gran diamante sin tallar, de forma oblonga, traslúcido y, sin embargo, emocionante de contemplar. Lo tenemos desde hace generaciones, siempre en un lugar seguro. Otros diamantes o pilares idénticos los tienen las dos grandes casas europeas de Sajonia-Coburgo-Gotha y Oldenburgo. Lamento no poder decirle nada del paradero de los otros tres.

—Gracias —repuso Jack.

El agregado norteamericano Robertson se aclaró la garganta.

—Estoy autorizado para decir que Estados Unidos tiene en su poder una de las Piedras de Ramsés que ha descrito: la Piedra de los Sacrificios maya. Asimismo, estoy autorizado para poner la piedra a disposición de cualquier esfuerzo multinacional para combatir la llegada del Sol Oscuro.

También se ofrecieron algunas otras informaciones de menor importancia pero, después de que todo estuvo dicho y hecho, pareció que la mayor y única fuente de sabiduría en el tema de la Máquina, las piedras y los pilares era el profesor Max T. Epper.

—Tenemos que rescatar al Mago de manos de los chinos —afirmó Jack—. Señor Robertson, es hora de que pague por su entrada.

—El profesor Epper está detenido en la prisión de Xintan —respondió el agregado—, una remota instalación en las montañas de la provincia de Sichuan, en China central, clasificado como preso de clase D: de alto valor pero sometido a vigorosos interrogatorios.

—Se refiere usted a tortura —señaló Osito Pooh.

—Xintan es una fortaleza —añadió Cimitarra—. Ningún hombre que haya entrado allí contra su voluntad ha salido vivo.

—Eso está a punto de cambiar —dijo West.

Buitre respaldó a Cimitarra.

—Uno no entra sin más en el ala de tortura de la prisión de Xintan y sale de nuevo. Está algo más que fortificada. Es impenetrable.

—Estados Unidos mostrará grandes reservas en participar en cualquier incursión contra los chinos —manifestó Robertson para dejar clara la postura oficial de su gobierno—, sobre todo una que parezca tan agresiva. Si el teniente Miller, aquí presente, fuera capturado en territorio chino durante dicha incursión, aparecería en primera plana de todos los periódicos en el…

—Entonces, que no venga —dijo Elástico desde el otro extremo de la habitación con un tono que no admitía réplica.

Veterano de la primera misión, desconfiaba mucho de aquellos intrusos aparentemente bienintencionados.

—Tendremos que ocuparnos de la logística cuando sea el momento —señaló Jack—. ¿Hay algo más? ¿Alguien tiene algo más que ofrecer?

La habitación permaneció en silencio.

La reunión había acabado…

…pero entonces se levantó una mano, tímida, titubeante, una mano pequeña, al fondo de la sala. Alby.

Paul Robertson se volvió y dijo:

—Bueno, si ahora vamos a escuchar preguntas de los niños, mi tiempo aquí se ha acabado. Tengo cosas que hacer.

Jack no compartió la opinión. Es más, encontraba muy valiente por parte del chico levantar la mano, dada la importancia de la compañía.

—¿De qué se trata, Alby?

—Creo que puedo ayudarte en algo relacionado con la página de notas del Mago —respondió Alby al tiempo que señalaba.

—¿Qué es? —Jack se extrañó de que el chico estuviera utilizando la lengua de signos, dado que allí no era necesario.

—Aquí —dijo Alby—. Donde dice «hundimiento y ascenso del Titanic (diciembre 2007)». No es una referencia al Titanic, el transatlántico. Se refiere a la puesta y el ascenso de la luna de Saturno, Titán, detrás del planeta Júpiter. Hundimiento y ascenso del Titanic son términos utilizados por los astrónomos para describirlos. Es bastante raro pero, cuando Júpiter y Saturno están alineados (lo que será así hasta el próximo marzo), ocurre dos veces por semana.

—¿Cuándo estarán la Tierra, Júpiter y Saturno alineados de nuevo? —preguntó Zoe.

Alby se encogió de hombros.

—Quizá dentro de trescientos o cuatrocientos años.

Abbas carraspeó.

—Esto es significativo.

—Ya puede decirlo. —Jack miró a Alby y descubrió que el chico lo observaba atentamente a los ojos. Luego le comunicó por signos: «También hay algo más.»

Jack asintió —«más tarde»— antes de dirigirse de nuevo al grupo:

—Gracias, Alby. Ha sido una gran contribución y algo que imagino que el Mago podrá aclarar.

Junto al muchacho, Lily le propinó a su amigo un codazo de orgullo.

En ese momento, ocurrieron dos cosas: sonó el timbre de la puerta y el teléfono de Abbas. El viejo jeque atendió la llamada discretamente mientras Jack iba hasta la puerta.

Al abrirla se encontró con un empleado del hotel con un paquete para él: nada menos que una sombrerera. En la tapa había una tarjeta: «Para Jack West. De Jamaica.»

Jack frunció el entrecejo cuando abrió la caja y, al ver su contenido, se quedó helado de terror, el rostro pálido.

—Oh, no, Velludo…

En el interior de la sombrerera había una cabeza humana.

La cabeza de su amigo jamaicano y veterano de la misión del piramidión dorado. V. J. Weatherly, alias Velludo.

En ese mismo momento, Abbas frunció el entrecejo mientras hablaba por teléfono.

—Llame al hotel. Ordene la evacuación. ¡En seguida!

Todos los presentes en la sala se volvieron hacia el viejo jeque barbudo cuando finalizó la llamada y los miró.

—Tenemos que abandonar el edificio de inmediato. Está a punto de ser atacado por un avión.

Jack parpadeó y colocó la tapa de la sombrerera antes de que nadie viera lo que había en el interior.

—¿Un qué…?

Entonces sonó una sirena.

La alarma del hotel.

Las luces de emergencia rojas se encendieron mientras una voz sonaba por el sistema de megafonía interno para transmitir un mensaje, primero en árabe y después en inglés: «Se ruega a los señores clientes que, por favor, evacúen el hotel. Esto es una emergencia. Por favor, que todos los huéspedes evacúen el hotel y se reúnan en el aparcamiento.»

Todos intercambiaron miradas de preocupación mientras la voz repetía la orden en otros idiomas.

Comenzaron a sonar más teléfonos.

Primero el de Robertson y luego el de Buitre.

—¿Qué pasa? —le preguntó Jack a Abbas.

El rostro del jeque estaba blanco como una sábana.

—Dicen que un avión que despegó hace poco del aeropuerto internacional de Dubai ha abandonado su plan de vuelo y se ha desviado de su ruta. Viene directo hacia aquí, hacia este edificio.

—Eso no puede ser una coincidencia —afirmó Jack—. ¡Todo el mundo fuera! ¡Ahora! ¡Nos reuniremos en el
Halicarnaso!
¡En marcha!

Todos salieron de la habitación. Abbas, escoltado por su comitiva; Robertson se marchó por su cuenta. El marine, Astro, se quedó.

—¿En qué puedo ayudar? —le preguntó a Jack.

Jack ya había entrado en acción.

—¡Zoe! ¡Osito Pooh! ¡Sacad a los chicos de aquí! Tengo que recoger las cosas del Mago ¡Elástico, échame una mano! Teniente —le dijo a Astro—, usted también puede ayudar. Necesito otro par de manos.

Fue entonces cuando West miró a través de los amplios ventanales panorámicos de la suite presidencial.

Y se quedó boquiabierto.

Un avión de carga Boeing 767 viraba en el cielo y después se nivelaba en una ruta directa que acababa en el Burj al Arab.

—Oh, maldita sea —susurró.

Si hubiera podido verlo de cerca, cualquier observador habría visto las palabras Transatlantic Air Freight en un costado del avión de carga que volaba a toda velocidad.

Aunque el piloto que figuraba en el plan de vuelo era Earl McShane, no era él quien estaba sentado a los mandos. Era un hombre solitario que estaba preparado para morir; por una cuestión de honor.

El 767 voló hacia la torre.

En el hotel, sus ocupantes corrían en todas las direcciones.

Todos los ascensores estaban al máximo de capacidad, las escaleras de incendios abarrotadas con huéspedes que huían, algunos vestidos de esmoquin, otros en pijama.

En el helipuerto, muy alto por encima del mundo, despegó un helicóptero para alejarse del edificio a toda velocidad.

Los altavoces repetían: «Esto es una emergencia. Por favor, que todos los huéspedes evacúen el hotel…»

Zoe y Osito Pooh salieron de la escalera de incendios al amplio vestíbulo del hotel, con Lily y Alby de la mano.

—Esto es una locura —susurró Zoe—. Una auténtica locura.

Salieron corriendo al sol de la mañana para unirse a la muchedumbre.

Jack, Elástico y Astro eran los únicos que quedaban en la suite presidencial.

Recogían frenéticamente las notas del Mago y sus libros y los metían en bolsas de deporte.

Cuando por fin lo tuvieron todo recogido, salieron corriendo de la habitación. West fue el último, y miró a través de la ventana a tiempo para ver el enorme avión de carga directamente en el exterior.

Entonces el aparato bajó el morro por debajo de la línea de la ventana y un momento más tarde Jack sintió que el edificio se sacudía de una manera que deseó no volver a sentir nunca más.

Visto desde el exterior, el 767 chocó contra el Burj al Arab más o menos a las dos terceras partes de su altura, en el piso cincuenta.

Todo el avión se convirtió al instante en una enorme bola de fuego, un llameante meteoro que apareció por el otro lado de la torre junto al mar.

El edificio se sacudió violentamente y escupió una gran nube de humo que recordó de una forma siniestra las torres del World Trade Center el 11-S en aquella terrible hora antes de que se desplomaran.

—¡Estamos aislados! —gritó Elástico desde la entrada de la escalera de incendios—. ¡No podemos bajar!

West se volvió. El mundo a su alrededor se derrumbaba. La torre oscilaba. El humo negro se elevaba por delante de las ventanas y tapaba el sol.

—Arriba —dijo—. Iremos arriba.

Minutos más tarde, los tres salieron al helipuerto del Burj al Arab en llamas.

La costa de Dubai se extendía ante ellos; una llanura desértica que se unía a las aguas del golfo Pérsico. El sol mostraba un color rojo sangre velado por el humo.

—¡Esto es un ultraje! —gritó Astro.

—Bienvenido a mi mundo —respondió West mientras abría la puerta de un cobertizo situado en el borde de la pista.

De pronto el edificio se sacudió de nuevo y las vigas crujieron.

—¡Cazador! ¡No tenemos tiempo! —advirtió Elástico—. ¡El edificio se desplomará de un momento a otro!

—¡Lo sé! ¡Lo sé! —West buscaba en el interior del cobertizo—. ¡Aquí!

Lanzó algo a través de la puerta a los brazos de Elástico, algo que parecía un paquete.

Un paracaídas.

—Una medida de seguridad para un helipuerto a esta altura —explicó West, que salió con otros dos paracaídas.

Le pasó uno a Astro.

—Una vez más, bienvenido a mi mundo.

Se colocaron los paracaídas y corrieron al borde del helipuerto, que carecía de barandillas de seguridad y estaba a una altura de vértigo, a ochenta pisos por encima del suelo.

La estructura de acero del edificio chirrió algunas veces más. El aire a su alrededor mostraba las ondas de calor. Estaba a punto de caer…

—¡Saltad! —gritó West.

Lo hicieron, juntos, los tres dieron un gran salto desde el edificio en llamas y cayeron a través del cielo, el edificio junto a ellos como una mancha con la velocidad…

…una fracción de segundo antes de que todo el tercio superior del Burj al Arab se desprendiera del resto del rascacielos y cayera. La gran cúpula del edificio, el helipuerto y los veinte últimos pisos cayeron como una sola pieza, por un costado, como un árbol que cae poco a poco, doblándose en el punto donde el avión lo había golpeado, antes de desprenderse de la estructura principal y caer, persiguiendo a las tres diminutas figuras que sólo un instante antes habían saltado del helipuerto.

Pero entonces, bruscamente, se abrieron los tres paracaídas por encima de las tres figuras y pasaron sanos y salvos por encima del pico de la torre. Se alejaron tierra adentro mientras que ahora la cúpula invertida del edificio caía en el mar con un tremendo estruendo ensordecedor.

La increíble visión aparecería en todos los periódicos del mundo al día siguiente, las imágenes de una torre cortada en un tercio.

El culpable: un furioso solitario norteamericano, Earl McShane, en busca de venganza por el 11-S. Demonios, incluso había escrito a su periódico local después de los atentados reclamando venganza.

Other books

The Lieutenant’s Lover by Harry Bingham
Magic hour: a novel by Kristin Hannah
Bee Happy by Marcia C Brandt
Touchdown Baby by Rose Harris
Ralph Helfer by Modoc: The True Story of the Greatest Elephant That Ever Lived
Krakens and Lies by Tui T. Sutherland
More Bang for His Buck by Madelene Martin
The Grasshopper's Child by Gwyneth Jones