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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Las seis piedras sagradas (7 page)

BOOK: Las seis piedras sagradas
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Al mismo tiempo, en la campiña irlandesa —en County Kerry, para ser exactos—, una fuerza de élite de doce hombres vestidos de negro avanzaba sigilosamente hacia una granja aislada.

En siete minutos todo se había acabado.

Habían conseguido su objetivo.

Los seis guardias de la granja estaban muertos, y en medio de los atacantes cuando salieron de la granja a oscuras había un niño llamado Alexander, de once años de edad.

En cuanto al
Halicarnaso,
volaba a través del océano índico en dirección al golfo Pérsico.

Pero no volaba hacia allí en línea recta. Había seguido una ruta que incluía una parada nocturna en un desierto campo de aterrizaje en Sri Lanka por si acaso los chinos habían anticipado su ruta de escape.

Eso significaba que tuvieron que acercarse a Dubai en la oscuridad, a última hora del 2 de diciembre.

En el interior del
Halicarnaso
reinaba el silencio. Sólo estaban encendidas unas pocas luces. Los dos chicos dormían en las literas del avión. Zoe dormitaba en un diván en la cabina principal, y Monstruo del Cielo, en la carlinga, contemplaba las estrellas, su rostro iluminado por los diales de los instrumentos.

Sin embargo, en un despacho de popa había una luz encendida.

La luz del despacho de Jack West.

Desde que había despegado de Sri Lanka —la primera vez que de verdad se había sentido libre de sus perseguidores—, West había estado leyendo atentamente la carpeta negra que había recogido antes de abandonar la granja, una carpeta de cuero llena de notas, recortes, diagramas y fotocopias.

Ése era el «libro negro» del Mago, el mismo que Epper le había dicho a West que se llevara.

Mientras lo leía, los ojos de West se fueron abriendo a causa del asombro.

—Oh, Dios mío, Mago. ¿Por qué no me lo dijiste? Oh, Dios mío…

Un encuentro de naciones

DUBAI, EMIRATOS ÁRABES UNIDOS

2 de diciembre de 2007

Ocho días antes de la primera fecha límite

TORRE BURJ AL ARAB

DUBAI, EMIRATOS ÁRABES UNIDOS

2 de diciembre de 2007, 23.30 horas

El Burj al Arab es uno de los edificios más espectaculares del mundo.

Con la forma de una gigantesca vela balón, es asombroso en casi todos los aspectos. Tiene una altura de ochenta y un pisos, y alberga el único hotel de siete estrellas del mundo. En el piso ochenta, sobresaliendo por debajo de un restaurante giratorio, hay un enorme helipuerto diseñado prácticamente para la toma de fotos: Tiger Woods una vez lanzó pelotas de golf desde allí; Andrea Agassi y Roger Federer una vez jugaron allí un partido de tenis.

Es la estructura más conocida de la más moderna nación árabe de la Tierra, los Emiratos Árabes Unidos.

Una gran torre, dirían algunos.

La gran torre, diría el Mago.

Poco después de su llegada a Dubai —el
Halicarnaso
había aterrizado en una base militar—, West y su grupo fueron trasladados en helicóptero al Burj al Arab, donde fueron alojados nada menos que en la suite presidencial, un grupo de enormes y lujosos dormitorios, salones y habitaciones que ocupaban todo el piso setenta y nueve.

Este regio tratamiento tenía una razón de ser. Los emiratos habían sido socios en la aventura inicial de West con el piramidión dorado, una aventura que había visto cómo una pequeña coalición de naciones se había enfrentado y vencido al poder de Estados Unidos y Europa.

Uno de los más heroicos miembros del equipo de West en aquella misión había sido el hijo segundo de uno de los principales líderes de los emiratos, el jeque Anzar al Abbas.

West, Zoe, Monstruo del Cielo y, sobre todo, Lily siempre eran bienvenidos en Dubai.

Alby, no es necesario decirlo, estaba impresionado.

—Mola… —exclamó mientras contemplaba a través de la ventana el sorprendente panorama.

Lily se encogió de hombros, ya había estado antes allí.

—¡Me quedo con la cama doble! —gritó al tiempo que corría hacia uno de los dormitorios.

En ese momento sonó el timbre, pese a que ya era casi medianoche.

West abrió la puerta y se encontró…

… con el jeque Anzar al Abbas y su comitiva.

Con la gran barba, la barriga, la piel morena, y vestido con la tradicional túnica y un turbante del desierto, el viejo jeque parecía sacado de
Lawrence de Arabia.

—La hora es tardía y el capitán Jack West Jr. llega de prisa —dijo Abbas con su voz gruesa—. Intuyo problemas.

West asintió con expresión grave.

—Gracias una vez más por su hospitalidad, jeque. Por favor, pase.

Abbas entró con su túnica flotando, seguido por sus seis secretarios.

—Mi hijo Zahir le manda saludos. Ahora mismo está trabajando como instructor superior en nuestra base de entrenamiento de las fuerzas especiales en el desierto. Les enseña a nuestros mejores pilotos de combate muchas de las estrategias que usted le enseñó. Me ha rogado que le diga que viene hacia aquí a la mayor brevedad posible.

West caminó con el jeque.

—Me temo que las circunstancias son graves, más que nunca. Una vez estuvimos todos unidos para luchar contra los deseos de hombres egoístas; ahora, si las investigaciones del Mago son correctas, nos enfrentamos a una amenaza mucho más siniestra. El Mago aún no ha llegado, pero imagino que nos dará todas las explicaciones necesarias en cuanto se presente.

Abbas parpadeó.

—¿No lo sabe?

—¿Saber qué?

—Lo que le ha pasado a Max Epper,
el Mago.

West se quedó inmóvil.

—¿Qué ha pasado?

—Nos enteramos cuando anoche captamos una transmisión vía satélite china. El Mago fue arrestado hace veinticuatro horas por las fuerzas chinas no muy lejos de la represa de las Tres Gargantas. Me temo que tardará en llegar.

West sólo pudo mirarlo con asombro.

—El Mago dejó este archivo en mi casa —explicó West una vez que el jeque y él estuvieron sentados en una de las salas. Zoe y Monstruo del Cielo también estaban presentes, junto con Lily y el un tanto desconcertado Alby.

La comitiva del jeque Abbas, en cambio, permanecía en otra habitación.

—El archivo guarda un resumen de sus investigaciones de un grupo de seis piedras llamadas las Piedras de Ramsés y su relación con seis trozos oblongos conocidos como los pilares del Mundo, también llamados los pilares de Vishnú.

—¿Vishnú? —repitió Abbas, que reconoció el nombre—. Como en…

—Sí —lo interrumpió West—. Como en «Soy Vishnú, el destructor del mundo». El estudio de las Piedras de Ramsés es el trabajo al que el Mago ha dedicado toda su vida. Nuestra misión de diez años para localizar las siete maravillas del mundo antiguo y, a través de ellas, el piramidión dorado para él fue sólo una misión secundaria. Éste es el estudio que ha consumido toda su vida. Ahora lo han arrestado en China al mismo tiempo que tropas chinas asaltaron mi supuestamente secreta granja en Australia. Los chinos lo saben. Saben de su trabajo y saben que tenemos la Piedra de Fuego, la parte superior del piramidión dorado.

Abbas frunció el entrecejo.

—¿El piramidión dorado tiene un significado más importante? ¿Más allá del acontecimiento de Tártaro?

—Por lo que leí anoche, una importancia más allá de lo que podemos imaginar —respondió West—. Que el piramidión fuese iluminado por el Sol durante la rotación de Tártaro fue sólo el comienzo.

En ese momento, West pareció encerrarse en sí mismo, mientras pensaba en silencio. Luego manifestó:

—Necesito más tiempo para estudiar el trabajo del Mago y hacer algunas llamadas. Después tendremos que convocar una reunión. Una nueva reunión de las naciones interesadas. Déme un día para estudiar todo esto y luego nos reuniremos de nuevo aquí para lo que quizá sea la reunión más importante de la historia de la humanidad.

West pasó todo el día siguiente dedicado a leer y a buscar entre las voluminosas notas del Mago.

Los nombres aparecían dispersos entre los escritos, algunos de los cuales West conocía pero otros no.

Uno de los conocidos era
Tank
Tanaka, un colega japonés del Mago y amigo suyo desde hacia años; West se había encontrado con él en numerosas ocasiones.

A otros sólo los conocía de pasada, como a «los Terribles Gemelos», Lachlan y Julius Adamson, un par de genios matemáticos escoceses que habían estudiado con el Mago en Dublín. Habladores, exuberantes y muy apreciados por Epper, los gemelos funcionaban como un único cerebro y, juntos, sin duda eran la más formidable fuerza matemática no computarizada del mundo. En su tiempo libre les gustaba derrotar a los casinos de Las Vegas en las mesas de
blackjack,
sencillamente «aplicando las matemáticas».

Una página con un resumen preparado por el Mago llamó mucho la atención de Jack. En la práctica era una representación de los pensamientos de Epper, una mezcla de diagramas, listas y anotaciones manuscritas del viejo profesor:

West reconoció unos pocos términos de la página como
Sa-Benbén,
Piedra de Fuego y Abydos.

Abydos era un poco conocido pero muy importante yacimiento arqueológico egipcio. Había sido sagrado para los antiguos egipcios desde el primer momento y hasta el final de su civilización, que había abarcado casi tres mil años. Allí se hallaban los templos correspondientes a Seti I y su hijo, Ramsés II, y contenía alguno de los primeros santuarios de Egipto.

Jack también había visto antes el Misterio de los Círculos, pero no tenía idea de su significado.

Otras cosas, sin embargo, le eran del todo nuevas.

La «Gran Máquina».

El tema de los seis pilares que podían ser diamantes oblongos sin tallar era, desde luego, intrigante.

Las oscuras referencias a los huevos de Fabergé, la Pascua y el hundimiento del Titanic a pie de página, bueno, lo dejaban boquiabierto.

Y, por supuesto, los extraños diagramas por todas partes. Utilizó esa página como su punto de referencia central y continuó leyendo.

Entre las demás notas del Mago encontró unas fotos digitales de tallas de piedras escritas en un lenguaje que no había visto desde la misión de las Siete Pruebas.

Era una antigua escritura conocida sólo como la Palabra de Thot, nombrada en honor del dios del conocimiento egipcio.

Misterioso y oscuro, era un lenguaje que desafiaba la traducción incluso para las supercomputadoras modernas, y sus trazos cuneiformes a menudo se consideraban como poseedores de un conocimiento místico secreto.

Históricamente, una única persona en el mundo podía leerlo: el oráculo del oasis de Siwa en Egipto, quien, al parecer por un milagro, nacía con la capacidad de leer la Palabra de Thot. Una larga línea de oráculos habían existido hasta el día de hoy, y aunque era algo desconocido para sus maestros y amigos en la escuela, Lily era una de ellos.

Era la hija del último oráculo de Siwa, un hombre caprichoso y perverso que había muerto poco después de su nacimiento.

Todavía más extraño para un oráculo, Lily tenía un hermano mellizo. Como Jack había descubierto durante la misión del piramidión dorado, tenía un hermano llamado Alexander —como su padre, un chico desagradable y mimado—, que también podía leer la Palabra de Thot. Después de aquella misión, Alexander había sido trasladado a County Kerry, en la Irlanda rural, para llevar una vida tranquila.

Jack hizo que Lily le tradujera numerosas de las inscripciones de Thot en las notas del Mago. Muchas no tenían ningún sentido para él, mientras que otras eran sencillamente siniestras: por ejemplo, una inscripción de Thot decía que la antigua ciudad de Ur, en Mesopotamia, famosa por su inmenso zigurat, era la réplica exacta del «segundo Gran Templo-Santuario», fuera lo que fuese éste.

Jack también le mostró a Lily una prominente talla con la Palabra de Thot de las notas del Mago:

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