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Authors: David Sherman & Dan Cragg

La prueba del Jedi (20 page)

BOOK: La prueba del Jedi
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—Tenemos una brecha en la sección de popa. Creo que han destrozado nuestra unidad propulsora. Tenemos una nave pequeña pegada a popa y el enemigo está penetrando a través de la brecha. Atención, todos, informe de daños.

Nadie informó desde la sección de propulsión.

—Capitán, algunas de las compuertas estancas no funcionan —informó el oficial ejecutivo—. Me gustaría ir e inspeccionar los daños, señor.

—Adelante.

—Iré con él —dijo Alción—. Vosotros dos... —hizo una señal a un par de guardias que se hallaban junto a la compuerta trasera—, ...coged vuestras armas y seguidme.

Extrajo el sable láser del cinturón. Los guardias obedecieron las órdenes, sonriendo ampliamente.

—Ya era hora —dijo uno de ellos.

—General, ¿qué piensa hacer? —preguntó Quegh.

—Ir a popa, capitán. Y me llevo conmigo a los dos guardias y a su oficial ejecutivo. Si tenemos invasores a bordo, los expulsaremos —se giró hacia el oficial—. Comandante, ármese y acompáñeme.

—¿Cómo...?

—Puedo encargarme de esto. Advierta a la tripulación, que se preparen para defenderse.

—¡General, tenemos que sacarlo a usted de aquí!

—No hay tiempo para eso, capitán. Envíe un mensaje a la
Neelian
. Informe al comandante Skywalker de que tiene el mando hasta que tenga noticias nuestras y que debe empezar a desplegar las fuerzas de desembarco. En cuanto crucemos esta compuerta, séllela y no vuelva a abrirla a no ser que sepa con seguridad quién pretende entrar. —Se giró hacia sus tres compañeros—. Vamos a encargarnos de esos invasores.


—¡La
Ranger
ha sido alcanzada! —gritó Anakin. Todo el mundo en el puente se sorprendió.

—Creo que tiene razón —admitió el capitán Luhar inclinándose hacia delante. Después miró a Anakin—. Comandante, eso significa que...

—¡Mensaje de la
Ranger
, señor! Dicen que su sistema de propulsión ha sido dañado y que los han abordado. El general Alción ordena al comandante Skywalker que asuma el mando de la flota y despliegue las tropas de desembarco.

—¡Mirad eso! La están abordando —gritó otro miembro de la tripulación. En las pantallas podían ver una forma oscura pegada al casco de la
Ranger
—. Y ahí hay otra.

—Son patrulladores androides —anunció el capitán—. El comandante enemigo las ocultó para tendernos una emboscada. Esas malditas cosas permanecieron camufladas hasta el momento de atacar. Comunicaciones, avise al resto de la flota. Comandante, ¿ordeno a los transportes que procedan al desembarco?

Anakin luchó para controlar sus emociones. Ahora estaba al mando y debía hacer el papel de comandante hasta el final.

—Gracias, capitán. Por favor, dé orden a los transportes para que aterricen. Informe al ayudante de división del general Alción de que ahora está al mando de su unidad hasta nuevo aviso. Actuará como comandante de campo sustituyendo al general Alción —se giró hacia el rodiano—. Grudo, nuestras tropas están preparadas para la batalla. Reunámonos con ellas.

Anakin permaneció inmóvil un segundo, delante de las pantallas. Humo, escombros, dolor y miedo... pudo verlo todo. Pero Alción estaba vivo y peleando. El joven Jedi sonrió.
Lo siento por los que han abordado su nave
, pensó. Intentó enviar un pensamiento a Alción:
Buena suerte
. Mientras Grudo y él se dirigían a la cubierta de vuelo, se dio cuenta de lo poco que había utilizado la Fuerza desde que salió de Coruscant.


Todo era confusión en la sala de control de la
Ranger
.

—Me alegro de verlo, comandante —exclamó un oficial de bajo rango, anticipándose al oficial ejecutivo de la nave—. Están en la unidad de propulsión. Supongo que han matado a todos los tripulantes que se encontraban allí. Hemos sellado las escotillas de la sala de propulsión, pero las están cortando para pasar, y algunas puertas de los compartimientos siguientes no cierran herméticamente. Será mejor que se pongan los trajes espaciales.

—Sígame, general —el oficial ejecutivo los llevó hasta el compartimiento de material, lleno de tripulantes equipándose para la baja gravedad—, Si tenemos que combatir dentro de la nave, no podemos garantizar la integridad del casco. ¡Rápido, rápido! —varios miembros de la tripulación, ya equipados, corrieron para ayudar a Alción a colocarse su propio traje.

—¿Tienen armas? —preguntó Alción.

—Nos estamos encargando de ello —replicó un alférez.

—Bien. ¿Cuál es su trabajo, alférez?

—Ingeniero estructural, señor.

—Entonces, conoce bien la nave, ¿no?

—Sí, señor.

—Comandante, yo seguiré adelante con los dos guardias y el alférez, e intentaré retenerlos. Quiero que usted organice a la tripulación y forme un pelotón de asalto que nos siga una vez esté preparado ¿Entendido?

—Entendido, señor.

Con el traje sellado y el sistema de soporte vital funcionando, Alción se irguió en el puente de la nave.

—Capitán, aquí Alción. Vamos a popa para asegurar la nave. Dejo aquí a su oficial ejecutivo para organizar una patrulla que nos ayude a repeler a los invasores. ¿Qué puede ver por las pantallas?

—La sala de propulsión se ha quedado sin atmósfera, alguien está cortando la escotilla desde el lado contrario. Tenga cuidado un fallo mecánico nos ha impedido sellar la compuerta entre la unidad de propulsión y el lugar donde usted se encuentra. Prepárese para una pérdida momentánea de atmósfera. Los androides no necesitan respirar pero nosotros sí.

—Está bien. Todo el mundo vestido y armado. Le mantendremos informado.

De repente, el aire del compartimiento de popa de la
Ranger
fue absorbido por el vacío con un rugido tan violento que casi los derribó. El viento y el rugido cesaron tan repentinamente como se habían producido. Alción contó a veinte tripulantes en el puente, y a cincuenta mas tras ellos aún a medio vestir. Eso significaba que, entre los muertos por el ataque y los que no habían podido ponerse los trajes espaciales a tiempo, ya no podía contar con unos cien miembros de su tripulación.

—Alférez, usted es el único familiarizado con ciertas partes de esta nave. Lo necesito para que nos guíe. Guardias, ¿preparados?

—Sí, señor —respondió uno.

—El resto de nuestro destacamento ha quedado atrás, en alguna parte —añadió el otro, sombrío—. Pero sí, estamos preparados.

Alción empuñó el sable láser y lo activó.

—Bonita luz —comentó uno de los guardias.

—Pues debería oírlo cantar —replicó Alción.

—Nunca había visto a un Maestro Jedi ni a una de esas cosas —dijo el otro guardia.

—Bueno, ya nos estás viendo. Yo guiaré. Alférez, quédese detrás de mi. Guardias, preparen las armas y vigilen la retaguardia. No disparen a menos que tengan un blanco claro y seguro, y cuando disparen ¡no me disparen a mí!

—Nunca dispararía a un Jedi, señor. Pero a un general, no sabría decirle...

—Cuando esto acabe, me encargaré de que os trasladen a mi servicio personal.

—No merecemos una recompensa tan grande, señor —protestó uno.

—No es ninguna recompensa —rió Alción—. No tardaréis en preguntaros qué habéis hecho para merecer tal castigo. Ahora, manteneos alerta.

Cruzaron la enfermería de la nave. El personal médico no había tenido tiempo de ponerse los trajes espaciales.

—Pobres —comentó uno de los guardias.

—Me temo que sólo son los primeros de muchos —dijo Alción—. Alférez, ¿vamos en la dirección adecuada? A propósito, ¿cómo se llama?

—Si, señor, vamos bien. Seis compartimentos más allá hay una compuerta que nos llevará hasta la Cubierta B, seis compartimentos más y habremos llegado... Si es que los invasores no han avanzado. Y, esto..., me llamo Dejock, señor.

—Capitán, por favor, informe —dijo Alción, activando su comunicador.

—Por lo que sabemos, están teniendo problemas con las escotillas. No pudimos sellarlas automáticamente, pero la tripulación consiguió cerrar algunas de forma manual y las atrancó. Tienen que cortarlas para proseguir su avance.

—Guardias, ¿cómo puedo llamarlos?

—Yo soy el cabo Raders, señor.

—Y yo el soldado Vick, señor.

—Llámenme general. Y a partir de ahora, se acabaron las bromas.

Se toparon con los androides de combate al entrar en el compartimiento de la tripulación. Alción no dudó. Su sable láser parpadeó en un remolino de energía, desviando con facilidad los disparos de los rifles de los androides. Los rebanó por turno, uno-dos-tres, y las máquinas cayeron despedazadas antes de que sus compañeros pudieran siquiera apuntar sus armas contra los intrusos. Alción pegó la espalda al casco de la nave, y cuando tres androides más cruzaron la escotilla se encargó de ellos. En seis segundos, el compartimiento había quedado convertido en un basurero, pero se estaba llenando con el humo del fuego provocado por los disparos láser de los rifles de los androides al impactar en los objetos personales de los ocupantes.

—¡Disparad a través de la escotilla! —ordenó Alción—. Oficial ejecutivo, de momento los hemos detenido. Traiga a su pelotón.

Los dos guardias dispararon sin dejar de avanzar. Uno dirigió rayo tras rayo de energía a través de la escotilla abierta, mientras el otro se movió hacia la izquierda para poder disparar, ya que su compañero cubría la derecha. El alférez Dejock siguió al segundo guardia.

—Señor, la zona siguiente es parte de la sección de almacenaje. Siguiendo hacia popa, la siguiente es un taller de reparaciones; después encontraremos la sala de propulsión.

Alción cruzó la compuerta. El compartimiento estaba lleno de androides de combate que abrieron fuego a la vez, pero desvió los disparos con el sable láser. La mayoría de los rayos volvieron hacia los androides que los habían disparado. Alción aprovechó el momento para cargar contra los supervivientes, y los dos guardias lo siguieron. Segundos después, el taller de reparaciones estaba en ruinas, pero todos los androides habían sido destruidos.

El traje espacial de Alción estaba casi fundido en aquellos lugares donde le habían alcanzado algunos tiros a quemarropa. Uno de los guardias tenía una fea quemadura en el muslo, pero el material autosellante del traje había impedido que se quedase sin aire.

—¡Los hemos puesto en fuga! —gritó el alférez Dejock.

—Sí, los hemos rechazado. Vamos, limpiemos el siguiente compartimiento —dijo Alción, siguiendo adelante.

—¡Esperen! —gritó el oficial ejecutivo de la nave, al tiempo que entraba en el compartimiento seguido por veinte hombres armados hasta los dientes—. No tiene muy buen aspecto, señor. Sus trajes están muy dañados —miró a su alrededor, a los restos de los androides destruidos, y después le echó un vistazo preocupado al casco de la nave—. Tardaremos algo de tiempo en repararlo todo. General, será mejor que vuelva al puente y se quite ese traje antes de que falle. Y llévese a sus hombres con usted, sabemos lo que hay que hacer. Terminaremos lo que ustedes han empezado... que ha sido un trabajo estupendo, por cierto.

El trío retrocedió hasta el puente, sosteniendo entre ellos al guardia herido. El oficial ejecutivo y su equipo terminaron en pocos minutos con los restos de la partida de abordaje. La tripulación no había sufrido más bajas de las iniciales, y los de reparaciones ya trabajaban para restablecer la integridad del casco. La atmósfera estaba siendo restaurada en algunos de los compartimentos.

Pero la
Ranger
estaba fuera de combate.

—Siento lo que le ha ocurrido a su nave y a su tripulación, capitán —se lamentó Alción.

—Eran buenos soldados y ésta es una buena nave, señor, pero ya he hecho arreglos para que usted sea transferido a otra. De no haber sido por usted, general, a estas horas estaríamos todos muertos —Quegh extendió su mano, y el Jedi se la estrechó.

—Cuide de los dos guardias, capitán. Cuando desembarquemos quiero que los traslade a mi equipo personal. Hoy día no es fácil contar con buena ayuda.

—El comandante Skywalker ya está desembarcando las tropas, señor.

—¡Bien! Entonces, llévenme a tierra. O cuando aterrice e intente reclamar mi parte de gloria, ya habrá ganado la guerra él solo.

Capítulo 17

Utilizando el sistema de navegación terrestre, Anakin guió con mano experta la nave que transportaba las fuerzas de desembarco, hasta situarse a apenas diez metros por encima del suelo. A su lado, en el asiento del copiloto, Grudo se aferraba con todas sus fuerzas a los reposabrazos, mientras Anakin hacía que el aparato se elevase lo suficiente como para superar por poco la cima de una colina.

—¡Vaya, Grudo, hemos fallado ésa! Échales un vistazo a nuestras tropas, ¿quieres? —dijo Anakin, encantado de pilotar el transporte y perversamente divertido por haber encontrado algo que pusiera nervioso al rodiano.

Aliviado por tener una excusa para apartar su vista del terreno que pasaba —demasiado cerca—bajo ellos, Grudo abrió la puerta de la cabina y contempló a los cincuenta soldados clon que se apretujaban en el compartimiento de carga. Estaban sentados, en calma, silenciosos, como si fueran de merienda al campo en un autobús. El comandante del pelotón devolvió la mirada a Grudo y levantó el pulgar para indicarle que todo era normal. Grudo volvió con Anakin:

—Los soldados están bien. ¿Puedes frenar un poco o disfrutas demasiado intentando provocarme un fallo cardíaco?

Tras ellos, a mayor altitud, el cielo estaba oscurecido por muchas otras naves, cada una transportando otros cincuenta soldados. En vez de aterrizar directamente desde la órbita, con el peligro que suponía que las trayectorias de los transportes fueran observadas y calculadas por el enemigo, lo cual dejaría a las naves bajo su fuego directo, el plan era aproximarse a las zonas de desembarco preestablecidas desde cien kilómetros de distancia, volando a ras de suelo para evitar toda detección. Desde la órbita, la flota de desembarco era fácilmente distinguible a causa de la enorme nube de polvo que levantaba al rozar la superficie planetaria.

Los ingenieros de combate ya estaban en tierra, y miles de androides de trabajo preparaban las posiciones defensivas para la infantería. Una vez Anakin y los suyos aterrizasen y reforzaran a los ingenieros, el resto del ejército descendería en los enormes transportes pesados.

—¡Relájate, Grudo! ¡Sé volar desde que era niño! —gritó Anakin—. Un día te daré un paseo en mi caza estelar —giró la cabeza para contemplar al rodiano.

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