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Authors: David Sherman & Dan Cragg

La prueba del Jedi (36 page)

BOOK: La prueba del Jedi
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Los oficiales que se encontraban cerca pudieron oír unos débiles golpes en el interior de la carlinga.

—Traed a un androide de servicio hasta aquí, ¡rápido! —gritó Alción—. La cubierta está fundida. ¡Vamos, vamos, traed una de esas cosas!

Gesticuló impotente hacia Slayke, quien, sonriendo ampliamente, se acercó para echarle una mano.

Un androide de mantenimiento rodó hasta situarse a su altura, pero sólo estaba programado para encargarse de los trenes de aterrizaje y del armamento.

—Alguien de mantenimiento tiene que ordenarles que se encarguen primero de la cubierta; si no, están programados para encargarse de las cosas en un orden preestablecido —explicó Alción—. ¿Alguien tiene una palanca?

Frustrado, empuñó su sable láser.

—Échate hacia delante todo lo que puedas —gritó al piloto. Y empezó a cortar la cubierta exterior.

Cuando pudieron ver la cabeza del piloto a través del agujero, Slayke se puso un par de guantes, apartó suavemente a Alción y se sentó a horcajadas sobre la cubierta.

—Sabía que más pronto o más tarde podría ser útil para algo —dijo.

Se escupió teatralmente las manos, sonrió abiertamente a Alción, aferró la cubierta con ambas manos y empezó a tirar de ella. Al principió no pasó nada. Los músculos de Slayke se tensaron visiblemente bajo la túnica, y su rostro adquirió un intenso color rojo; las venas se marcaron en su cuello, y un gruñido surgió de lo más profundo de su pecho. Un androide de cuerpo extensible se irguió hasta llegar al nivel de la cabina y exclamó:

—¿Puedo serle de ayuda, señor?

—Piérdete —gruñó Slayke. Y un segundo después, la cubierta se desprendió.

El piloto se quitó el casco y sonrió a los dos hombres.

—Hola, Maestro Alción. Capitán Slayke —dijo Anakin, extendiendo una mano—. ¿Les importaría sacarme de aquí?


—¿Puedes explicarnos cómo lo conseguiste? —preguntó Alción.

Estaban sentados en el puesto de mando. Anakin, con las piernas extendidas y una enorme garrafa de agua casi vacía apoyada en un codo, se pasó una mano mugrienta por el pelo.

—Bueno, sabes que me gusta trastear con las máquinas. Así que le instalé al
Ángel Celeste II
un motor hiperespacial —se encogió de hombros—. En el último segundo, antes de que detonara el misil, lo conecté y salté —chasqueó los dedos—. Pan comido.

—Pero, señor —se interesó uno de los oficiales—, ¿cómo supo cuándo tenía que desconectarlo?

Anakin se levantó, bebió de la garrafa hasta vaciarla y se limpió las gotas de agua de los labios con el dorso de la mano.

—Igual que sabía cómo era el terreno antes de verlo cuando corría en las carreras de vainas —se encogió de hombros—. La Fuerza, supongo.

—¿Señor? —intervino Erk, saliendo del círculo que rodeaba a Anakin. Odie se situó a su lado—. Nos gustaría pedirle un favor.

—Os garantizo que, si depende de mí, podéis darlo por hecho —contestó Anakin—. ¡Vosotros diréis!

—Verá, señor, necesito un compañero de escuadrilla. Y ha de ser alguien en quien pueda confiar. Ya sabe lo que es eso, volar y enfrentarse a las batallas de la vida. Un hombre debe saber valerse por sí mismo, pero siempre necesita a alguien que le guarde la cola. Verá...

—Comandante Skywalker —interrumpió Odie—, ¿querría usted casarnos?

Epílogo

—Y así, por el poder que me confiere ser oficial del Gran Ejército de la República, os declaro marido y mujer.

Anakin se inclinó hacia delante y besó ligeramente a Odie en la mejilla. El aroma de su pelo recién lavado le trajo recuerdos —
Padmé
—, y su corazón latió de alegría. Pronto se reuniría con su propia esposa. Todos los horrores de la campaña de Praesitlyn y el papel que había jugado en ella estaba remitiendo.

—Os deseo que tengáis largas y felices vidas —dijo a la pareja. Su sonrisa era amplia y sincera—. Tras toda tempestad llega la calma. Disfrutad de ella.

Alción deseó la mejor de las suertes a la pareja. Anakin cruzó la mirada con la del Maestro Jedi y volvió a sonreír. Era irónico que él, que se había casado secretamente en contra de las reglas de la Orden Jedi, fuera el elegido por los dos jóvenes para legitimar aquel rito público.

Alción le devolvió la sonrisa y asintió con la cabeza. ¡El mismo Alción que también se había casado clandestinamente y que ya tenía un hijo!

—Comandante, no creo haber conocido a nadie como usted —dijo Slayke, ofreciéndole su mano—. Primero, casi gana una guerra usted solo, y ahora oficializa un matrimonio.

—Bueno, capitán, conté con mucha ayuda... En la guerra, quiero decir.

—Comandante Skywalker, recuerde mis palabras, creo que va a cambiar muchas cosas en esta galaxia. Pienso seguir su carrera de cerca, hijo.

—Sólo cumplía con mi deber, capitán Slayke —pero Anakin se preguntaba qué misión le tendría reservada el Consejo Jedi y qué le depararía el futuro.


—Cuando regrese lo nombraremos Caballero Jedi —dijo Mace Windu.

—De Praesitlyn muy satisfactorios los informes iniciales son —añadió Yoda, asintiendo con la cabeza—. Ser Caballero Jedi merece, aunque en la Fuerza una gran perturbación provocó. ¿La sentiste, viejo amigo?

—Sí. Evidentemente, Anakin la invocó más de una vez, la situación era desesperada. Pero no nos equivocamos al enviar a esos dos al frente de la expedición.

Yoda asintió de nuevo con un gesto, pero no dijo nada. Había algo en todo aquello que se le escapaba, como el huésped no invitado a una boda, algo misterioso y más allá de su alcance. Tendría que meditarlo.

De momento, el joven Anakin era una nueva herramienta al servicio de la Orden Jedi, y Yoda prepararía su investidura.


Darth Sidious, el señor del Conde Dooku, también tenía mucho en qué pensar. Sus servidores habían sido derrotados en Praesitlyn, tal como él suponía, y las pérdidas eran tremendas. Pero a cambio de conseguir algo mucho más valioso que una simple victoria militar. Él también había sentido la perturbación en la Fuerza que tanto preocupaba a Yoda. Y no era la primera vez que sucedía recientemente algo así.

Hacía tiempo que observaba al joven Skywalker, y ya estaba convencido de que no se equivocaba con el muchacho. Iba a serle muy útil en el futuro.

Darth Sidious se frotó las manos satisfecho y sonrió ampliamente.

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